En la enorme biblioteca de una de las más hermosas mansiones de Chicago se llevaba un tenebroso plan macabro. Por unos de sus miembros que sin importar los sentimientos de las demás personas, hacían y deshacían a su antojo, sólo para su satisfacción personal.
Más tarde en un lugar en medio de las montañas había una casa pequeña en una colina, donde albergaba a niños huérfanos, que no tenían ni mamá ni papá, y que los habían abandonado a su suerte por una u otra razón entre sus paredes se llevaba a cabo una extraña reunión.
Gracias por considerar a una de mis chicas para su primo, pero deberían de preguntarles primero a ellos que son los implicados.
No se preocupe hermana, mi primo confía en mí. Y le aseguro que no tendrá queja alguna. Cómo comprenderá es una persona muy ocupada que se la pasa en reuniones de negocios y constantemente tiene que estar viajando, él es el único heredero y por ende es quien tiene que proteger su imperio, el cual mis tíos dejó en sus manos.
- Pero.
-Él me confió en que le buscara una señorita sencilla, él es muy noble y sencillo también. No quiere una muñeca de porcelana como adorno.-decía la mujer quien por dentro llevaba un sentimiento todo contrario a lo que reflejaba por fuera.
-Aunque no estaba en total acuerdo con lo que proponían no estaba tan mal del todo. Por lo menos una de sus niñas tendría su sueño del príncipe azul que venía a buscarla y no en caballo blanco precisamente sino en un carro último modelo y el más fino.
Vendrían dentro de dos semanas y se casarían por el civil primero y luego con calma se llevaría a cabo la boda religiosa. Según esa mujer elegante y fina tenían que apresurar las cosas pues su primo según una cláusula del testamento de su padre, requería que se casara con ciertas condiciones.
Para poder heredar en el plazo estipulado sino toda la fortuna quedaría a manos del gobierno quien lo distribuirá según crea conveniente al no existir parientes cercanos. La señora fina no tenía parentela.
-Bueno puede pasar a ver a las chicas que están en edad casadera y pronto necesitarán retirarse de este lugar por su edad.
-Sí vamos, dijo la mujer que había llegado esa mañana haciendo una propuesta bastante extraña.
La hermana presentó a varias chicas en edad casadera. Una era de ojos y cabellos azabaches como la noche. Se veía que era tímida y tranquila. Su nombre era Annie.
Otra usaba lentes y sus ojos eran de color miel y su cabello largo es parecido a una tarde otoñal. Su nombre era Fleming. Y así fue viendo a cada una de las señoritas que estaban allí reunidas en este pequeño saloncito. Pero ninguna tenía la gracia que ella buscaba.
Iba a desistir en su propósito cuando de pronto una niña le llamó la atención. Observó con mucha atención y estudió muy bien a todas. Tanto las que estaban en este pequeño saloncito y algunas que estaban afuera jugando. Desde la ventana podía verlas y oír los gritos de otros niños que estaban jugando.
Una que parecía rebelde pero su torpeza era más, inclusive la más despistada de todos. Esta le llamó la atención. Tenía su rizos caídos por todos lados. Usaba coletas pero por estar jugando y saltando se fueron soltando algunas de las hebras de su cabello. Sus rizos eran dorados como el sol fuerte del medio día.
Su cara apenas se podía ver, por ello sus rasgos eran dificultosos de ver exactamente ya que su cara estaba muy sucia debido al polvo y sudor. Se podían apreciar qué tenía pecas y sus ojos grandes de color verde como la esmeralda.
-Ellas están aún demasiado pequeñas y el gobierno no nos da autorización para comprometerlas. - Le dijo la hermana María viendo las intenciones de la Sra. fina llamada Sara Leagan.
-Haga la excepción nadie tiene porque enterarse. Si quiere puedo hacer los papeles para manipular fechas. De eso no se preocupe.- le seguía insistiendo Sara.
-Es que simplemente no se puede. Pero le puedo pedir que tenga paciencia y pueda hablar con las autoridades correspondientes.
-Está bien hable con quien tenga que hablar. Si consigue el permiso le entregaré una mensualidad todos los meses para que pueda sustentarse porque veo que este orfanato no está en tan buenas circunstancias que digamos.
-Ya le avisaré con alguien.
- Desde ya le informo que quiero a la pecosa de rizos dorados. - diciendo ya sin paciencia.
-Su nombre es Candice White.
-Cómo sea, pero la quiero a ella- haciendo un ademán. El nombre no le interesaba lo más mínimo. Si se quedaba más tiempo en este lugar saldrían cada una de sus virtudes así que debía de salir pronto antes que se estropeara su plan.
Bueno hermana María fue un gusto conocerla, nos veremos pronto. -sin esperar respuesta se fue de allí como un rayo.
-Ufff,-no le hacía mucha gracia la mujer que acababa de dejar el recinto. - Candy, Candy. Qué voy a hacer contigo. Tu carisma y tu inocencia han llamado la atención.-dijo viendo a la pequeña rubia de ojos verdes.
-¿No va a escogernos esa mujer?- preguntó Annie con prepotencia.- ¿Para qué vino entonces?.
Qué pérdida de tiempo con esa mujer.- dijo Fleming- hubiera aprovechado para estudiar un poco- quien estaba interesada en entrar a la carrera vocacional de enfermeria pronto.
Así cada una de las que estaban allí se fueron todas quejumbrosas. Pero había una que tenía más rencor hacía la pequeña rubia. La cual se quedó allí hasta que todas salieron y se fue acercándose a la hermana María, quien seguía viendo a través del ventanal, sin importar las quejas de las chicas.
Por qué siempre ella, todos la quieren y ¿Nosotras qué.?... -dijo viendo directamente a la religiosa.
Mírala!!!, su conducta, su gentileza, la forma tan noble de ayudar a su alrededor. -dijo la hermana María sin verla. Continuaba viendo y pensaba que esa pequeña rubia cautivaba a todos a su alrededor, sin importar quien- no tiene ninguna malicia y su inocencia cautiva a todos.
Annie aprende a vivir con lo que tienes, lo poco o mucho que tengas debe ser suficiente para seguir adelante, sino muy pronto se puede convertir tu mundo en un infierno. -pero la pelinegra salió del recinto más enojada, llorando y sin argumentar nada- Annie espera -pero esta no se volteó ni una sola vez...
Se fue a hacer su rutina y murmurando enojada seguía haciendo sus tareas, imitando las palabras dichas por la religiosa en forma burlona,- Cómo no es ella quien pasa por lo que estoy pasando. Es más fácil que me diga que trate de ser feliz con lo que tengo, si ¡No tengo nada!.
Y así se la pasó aquella joven que no estaba conforme con lo que le daba la vida. Pero no sabía qué era más afortunada que cualquiera otra. Cada uno de los niños que el hogar albergaba tenía un talento y una cualidad que los difiere entre ellos y solo era cuestión de explotar.
---- Continuará...