Las mesas estaban acomodadas afuera del hogar de Ponny, tanto para los invitados cómo para los niños del hogar, y listas con los servicios de comidas y diferentes fuentes de postres y bebidas para niños. Las niñas veían desde varias ventanas cómo poco a poco iba llegando él elegante carro hasta que se detuvo a una distancia prudente.
El chofer salió primero, quien se apresuró para abrir la puerta al dueño vehículo. Este bajó lentamente. Viendo todo el lugar y a la vez quitándose las gafas que portaba, para poder apreciar mejor.
Las chicas todas quedaron asombradas quienes estaban espiando al rubio y se quedaron con la boca abierta. Nunca en sus corta vida habían visto a un hombre tan bien parecido, cómo un príncipe o mejor dicho cómo un ángel. Diferentes piropos salieron de la boca de varias chicas ya en edad casadera pero que no era propio semejante calificativo para una señorita.
Sarah saludo a las dos religiosas y también a varias señoras del pueblo qué la señorita pony había llamado de voluntarias para ayudarlas. Todo estaba muy bien organizado sencillo pero hermoso. Pero para Sarah no tanto. Solo veía que eran muy corrientes. Se sentía feliz por qué le subieron los humos a la cabeza después de recibir varios comentarios agradables hacía su persona.
Hicieron las respectivas presentaciones. Pero cuando presentaron a Albert a la señorita pony.
Albert prométeme de que cuidaras de mi pequeña Candy. Pase lo que pase siempre cuidaras de ella. -Al principio el rubio se sintió confundido, luego miró fijamente a su interlocutora- dame tu promesa de que siempre velarás por la felicidad de ella.
-Se lo prometo hermana maría- dijo el rubio mientras tomabas las dos manos de la religiosa y las ponía entre las de él. - prometo siempre cuidar por ella y hacerla feliz.
Me dejas más tranquila hijo.
-No se preocupe por nada...- terminó de decir el rubio. Sarah solo sonrió mientras pensaba que no sabía ella lo que le espera a la escuincla esa.
-No se preocupe por nada...- terminó de decir el rubio. Sarah solo sonrió mientras pensaba que no sabía ella lo que le espera a la escuincla esa.
Por otro lado Sarah también había invitado a un par de amigas para darle más realismo a la presente situación.
-Sarah cómo puedes ser tan generosa con toda esta gente de clase baja.
-Y desde cuando te has vuelto tan buena como aparentas, porque yo se que no es así.
-Cállense las dos y solo síganme luego les contaré. -dijo una Sarah muy inquieta de que todos supieran que algo tramaban.
-Vamos Sarah no te cuesta nada decirnos.
-Ay ustedes sí que son... Pero seguro no me dejaran en paz sin que le diga así que mejor les digo que son cosas usadas que recolecte entre nuestras amistades, total nunca en sus vidas verán de nuevo esta clase de ropas.
-Se rieron juntas muy disimuladamente para no llamar la atención.- ay Sara quien supiera en verdad como eres... jajaja... son unos corrientes...
Lo qué ellas llamaban corriente sí se imaginaban que las cosas materiales no les interesaba en absoluto. Las dos religiosas inculcan en todos los jóvenes que pasaban por la casa pony muy buenos valores. Además de ser unas personas simples, de corazones nobles y muy generosos.
La hermana maría veía a una Annie muy inquieta y tenía sus ojos puestos en ella desde hace ya rato. Sabía qué se traía algo en manos pero con ella cualquier cosa podrías pasar. Solo esperaba que no le hiciera alguna diablura o le estropeara él vestido como la última vez en su cumple que la pobre lo tuvo que usar lleno de esmalte para uñas.
La llamo a ella y a varias otras que estaba segura que le pudiera hacerle pasar mal rato a la rubia. Así que las puso a hacer diversas cosas para tenerlas ocupadas y estar al pendiente de todo y tener todo bajo control.
Cuando la rubia apareció en la entrada de la puerta principal junto a varias chicas que la acompañaban. Se detuvo para ver a todos tímidamente, bajando la vista hacia el suelo.
-Ya llegó Candy -dijo la hermana maría sonriendo. Entonces todos los allí presentes la vieron. Entonces se quedaron viéndola. Estaba preciosa, casi ni se reconocía.
Cuando las miradas de los rubios se encontraron, todo a su alrededor dejó de girar, y una gran emoción inundó todo su cuerpo, lleno de gozo y alegría. De repente el rubio hizo un gesto de alegría sincera. Candy bajó tímidamente los ojos, porque le daba penita. Cómo escuchando musiquita de fondo con violines y otros arreglos musicales.
En la ceremonia del intercambio de anillos los niños del hogar eran los que más expectantes estaban. Estaban viendo en primera fila por primera vez donde él prometido le da el anillo de compromiso a la novia e viceversa. Candy estaba echa toda una gelatina andante. Estaba tan nerviosa qué pensaba qué se iba a caer desmayada en cualquier momento.
Casi se le para el corazón cuando Albert le tomó de la mano para colocarle su anillo. Tenía las manos tan suaves que no tenía comparación con las de ellas. Y ni tampoco con ninguno de los chicos que ella estaba acostumbrada a tratar qué eran duras y ásperas por las labores que hacían en él día a día. Su ahora prometido era tan diferente. Alto, gallardo, tan varonil y su colonia hacía que se transportara en otra dimensión en donde ellos dos solos estuvieran.
Aunque después pasó la ceremonia sin ningún contratiempo. La hermana maría estaba al tanto de todo. Pero en él fondo de su corazón había una corazonada qué no la dejaba tranquila. Solo rezaba para sus adentros de que su niña fuera feliz.
Annie no se podía quedar sin hacerle daño antes qué se fuera. Tenía qué pensar y rápido cómo truncarle su día, no soporta verla feliz ¡Jum! me da rabia verla muy sonriente. Cómo sí ella fuera la única. Y tener todos a su alrededor a sus pies como sí fuera la gran cosa.
Cómo ya se iría pronto, no le dejaría ser feliz. Cada día de los últimos que pase aquí, haré qué sufra y se sienta mal. Con una sonrisa de lado y maquilando su siguiente pasó se fue riendo cómo una loca.
El ambiente era espectacular ya él sol se estaba ocultando había hecho mucha calor, la rubia tenía sed. Así qué le dijo al rubio qué regresaba en seguida. Se fue a preparar una limonada, aún así qué tenían otras bebidas y ponches naturales.
La morena estaba al tanto de lo que así la rubia. Así qué se fue detrás de la rubia. Sin qué nadie se diera cuenta. Pero uno par de ojos, no la había dejado de verla desde que empezó él día para qué no le hiciera ninguna maldad a su pequeña qué no hacía mal a nadie y siempre ayudaba a quien se lo pidiera.
Cómo la mayoría de los utensilios de cocina estaban usándose afuera no encontraba nada en qué preparar su limonada hasta qué vio a lo alto de un estante. Fue por unas escaleritas portables y se subió allí para poder alcanzar él recipiente. La rubia no alcanzaba por su estatura mediana. Pero intentaba alcanzar alzándose un poco sobre sus pies.
La canija de Annie no pierde tiempo. Entra tan siligiosamente cómo una serpiente ( qué hasta la misma serpiente se asustaría). Sin nadie qué la viera. Le va a fregar la bajada. Vertió un poco de aceite sobre uno de los escalones, sin más salió cómo entró. La rubia ni enterada.
Hasta que al fin Candy pudo alcanzar su recipiente, es entonces qué se decidió a bajar y con cuidado porque su vestido no daba para brincos o saltos. Sus dos madres habían dado un buen de sermones de cómo comportarse. Despacito y moverse calmadamente, con delicadez y un poco de gracia y picardía.
Uffff !!! Hacía la cabeza de la rubia. Tantas burradas, qué vida de los ricos y millonarios. A veces se burlaba de toda esas tarugadas. Ella no las necesitaba creía que se asfixiaría sí siempre se tenía que comportarse así. Esa vida así no era de ella. A ella le gustaba ser libre cómo los pájaros. No sabría qué hacer en una mansión tan grande.
En esas y otras preguntas similares estaba cuando de repente al pisar uno de los escalones se le desliza uno de los pies, por consecuencia del aceite. El recipiente sale volando por él aire, con sus brazos alzados hacia arriba, a punto de caerse de espaldas. Aún estaba a mitad de la escalerita.
La rubia pensó que caería y se rompería varios huesos. No tenía balance ni por donde Cerró los ojos dispuesta a aceptar el golpe seguro que le esperaba al llegar al suelo duro. pero en vez de encontrarse con algo duro se encontró primero descendiendo y luego ascendiéndose sobre unos fuertes brazos que la sostuvieron de darse un tremendo madrazo.
Al abrir los ojos, lo primero que ve son unos ojos azules preciosos. Se quedó hipnotizada y qué decir del rubio. Se quedó admirando los preciosos ojos verdes de su prometida. El tiempo se detuvo para ellos en este lapso momento.
En la puerta una madre preocupada vio todo cómo una observadora y al ver al rubio atrapar en sus brazos a su pequeña, por fin estuvo tranquila. Se alejó de allí en busca de la pelinegra. Alguna lección tenía que darle a esa muchachita. Pero esperaría qué a la rubia se fuera a su nueva casa a empezar una nueva vida. En casa de su familia política. Las mesas estaban acomodadas afuera del Hogar de Pony, tanto para los invitados cómo para los niños del hogar, y listas con los servicios de comidas y diferentes fuentes de postres y bebidas para niños. Las niñas veían desde varias ventanas cómo poco a poco iba llegando él elegante carro hasta que se detuvo a una distancia prudente.
El chofer salió primero, quien se apresuró para abrir la puerta al dueño vehículo. Este bajó lentamente. Viendo todo el lugar y a la vez quitándose las gafas que portaba, para poder apreciar mejor.
Las chicas todas quedaron asombradas quienes estaban espiando al rubio y se quedaron con la boca abierta. Nunca en sus corta vida habían visto a un hombre tan bien parecido, cómo un príncipe o mejor dicho cómo un ángel. Diferentes piropos salieron de la boca de varias chicas ya en edad casadera pero que no era propio semejante calificativo para una señorita.
Sarah saludo a las dos religiosas y también a varias señoras del pueblo qué la señorita pony había llamado de voluntarias para ayudarlas. Todo estaba muy bien organizado sencillo pero hermoso. Pero para Sarah no tanto. Solo veía que eran muy corrientes. Se sentía feliz por qué le subieron los humos a la cabeza después de recibir varios comentarios agradables hacía su persona.
Hicieron las respectivas presentaciones. Pero cuando presentaron a Albert a la señorita Pony.
-Albert prométeme de que cuidaras de mi pequeña Candy. Pase lo que pase siempre cuidaras de ella. -Al principio el rubio se sintió confundido, luego miró fijamente a su interlocutora- dame tu promesa de que siempre velarás por la felicidad de ella.
-Se lo prometo hermana maría- dijo el rubio mientras tomabas las dos manos de la religiosa y las ponía entre las de él. - prometo siempre cuidar por ella y hacerla feliz.
-Me dejas más tranquila hijo.
-No se preocupe por nada...- terminó de decir el rubio. Sarah solo sonrió mientras pensaba que no sabía ella lo que le espera a la escuincla esa.
Por otro lado Sarah también había invitado a un par de amigas para darle más realismo a la presente situación.
-Sarah cómo puedes ser tan generosa con toda esta gente de clase baja.
-Y desde cuando te has vuelto tan buena como aparentas, porque yo sé que no es así.
-Cállense las dos y solo síganme luego les contaré. -dijo una Sarah muy inquieta de que todos supieran que algo tramaban.
-Vamos Sarah no te cuesta nada decirnos.
-Ay ustedes si que son... Pero seguro no me dejaran en paz sin que le diga así que mejor les digo que son cosas usadas que recolecte entre nuestras amistades, total nunca en sus vidas verán de nuevo esta clase de ropas.
-Ja ja ja -se rieron juntas muy disimuladamente para no llamar la atención.- ay Sara quien supiera en verdad como eres... jajaja... son unos corrientes…
Lo qué ellas llamaban corriente sí se imaginaban que las cosas materiales no les interesaba en absoluto. Las dos religiosas inculcan en todos los jóvenes que pasaban por la casa pony muy buenos valores. Además de ser unas personas simples, de corazón noble y muy generosos.
La hermana maría veía a una Annie muy inquieta y tenía sus ojos puestos en ella desde hace ya rato. Sabía qué se traía algo en manos pero con ella cualquier cosa podrías pasar. Solo esperaba que no le hiciera alguna diablura o le estropeara él vestido como la última vez en su cumple que la pobre lo tuvo que usar lleno de esmalte para uñas.
La llamo a ella y a varias otras que estaba segura que le pudiera hacerle pasar mal rato a la rubia. Así que las puso a hacer diversas cosas para tenerlas ocupadas y estar al pendiente de todo y tener todo bajo control.
Cuando la rubia apareció en la entrada de la puerta principal junto a varias chicas que la acompañaban. Se detuvo para ver a todos tímidamente, bajando la vista hacia el suelo.
-Ya llegó Candy -dijo la hermana maría sonriendo. Entonces todos los allí presentes la vieron. Entonces se quedaron viéndola. Estaba preciosa, casi ni se reconocía.
Cuando las miradas de los rubios se encontraron, todo a su alrededor dejó de girar, y una gran emoción inundó todo su cuerpo, lleno de gozo y alegría. De repente el rubio hizo un gesto de alegría sincera. Candy bajó tímidamente los ojos, porque le daba penita. Cómo escuchando musiquita de fondo con violines y otros arreglos musicales.
En la ceremonia del intercambio de anillos los niños del hogar eran los que más expectantes estaban. Estaban viendo en primera fila por primera vez donde él prometido le da el anillo de compromiso a la novia e viceversa. Candy estaba echa toda una gelatina andante. Estaba tan nerviosa qué pensaba qué se iba a caer desmayada en cualquier momento.
Casi se le para el corazón cuando Albert le tomó de la mano para colocarle su anillo. Tenía las manos tan suaves que no tenía comparación con las de ellas. Y ni tampoco con ninguno de los chicos que ella estaba acostumbrada a tratar qué eran duras y ásperas por las labores que hacían en él día a día. Su ahora prometido era tan diferente. Alto, gallardo, tan varonil y su colonia hacía que se transportara en otra dimensión en donde ellos dos solos estuvieran.
Aunque después pasó la ceremonia sin ningún contratiempo. La hermana maría estaba al tanto de todo. Pero en él fondo de su corazón había una corazonada qué no la dejaba tranquila. Solo rezaba para sus adentros de que su niña fuera feliz.
Annie no se podía quedar sin hacerle daño antes qué se fuera. Tenía qué pensar y rápido cómo truncarle su día, no soporta verla feliz ¡Jum! me da rabia verla muy sonriente. Cómo sí ella fuera la única. Y tener todos a su alrededor a sus pies como si fuera la gran cosa.
Cómo ya se iría pronto, no le dejaría ser feliz. Cada día de los últimos que pase aquí, haré qué sufra y se sienta mal. Con una sonrisa de lado y maquilando su siguiente pasó se fue riendo cómo una loca.
El ambiente era espectacular ya él sol se estaba ocultando había hecho mucha calor, la rubia tenía sed. Así qué le dijo al rubio qué regresaba en seguida. Se fue a preparar una limonada, aún así qué tenían otras bebidas y ponches naturales.
La morena estaba al tanto de lo que hacia la rubia. Así qué se fue detrás de la rubia. Sin qué nadie se diera cuenta. Pero uno par de ojos, no la había dejado de verla desde que empezó él día para qué no le hiciera ninguna maldad a su pequeña qué no hacía mal a nadie y siempre ayudaba a quien se lo pidiera.
Cómo la mayoría de los utensilios de cocina estaban usándose afuera no encontraba nada en que preparar su limonada hasta qué vio a lo alto de un estante. Fue por unas escaleritas portables y se subió allí para poder alcanzar él recipiente. La rubia no alcanzaba por su estatura mediana. Pero intentaba alcanzar alzándose un poco sobre sus pies.
La canija de Annie no pierde tiempo. Entra tan sigilosamente cómo una serpiente (qué hasta la misma serpiente se asustaría). Sin nadie qué la viera. Le va a fregar la bajada. Vertió un poco de aceite sobre uno de los escalones, sin más salió cómo entró. La rubia ni enterada.
Hasta que al fin Candy pudo alcanzar su recipiente, es entonces qué se decidió a bajar y con cuidado porque su vestido no daba para brincos o saltos. Sus dos madres habían dado un buen de sermones de cómo comportarse. Despacito y moverse calmadamente, con delicadez y un poco de gracia y picardía.
Uffff !!! Hacía la cabeza de la rubia. Tantas burradas, qué vida de los ricos y millonarios. A veces se burlaba de toda esas tarugadas. Ella no las necesitaba creía que se asfixiaría sí siempre se tenía que comportarse así. Esa vida así no era de ella. A ella le gustaba ser libre cómo los pájaros. No sabría qué hacer en una mansión tan grande.
En esas y otras preguntas similares estaba cuando de repente al pisar uno de los escalones se le desliza uno de los pies, por consecuencia del aceite. El recipiente sale volando por él aire, con sus brazos alzados hacia arriba, a punto de caerse de espaldas. Aún estaba a mitad de la escalerita.
La rubia pensó que caería y se rompería varios huesos. No tenía balance ni por donde Cerró los ojos dispuesta a aceptar el golpe seguro que le esperaba al llegar al suelo duro, pero en vez de encontrarse con algo duro se encontró primero descendiendo y luego ascendiéndose sobre unos fuertes brazos que la sostuvieron de darse un tremendo madrazo.
Al abrir los ojos, lo primero que ve son unos ojos azules preciosos. Se quedó hipnotizada y qué decir del rubio. Se quedó admirando los preciosos ojos verdes de su prometida. El tiempo se detuvo para ellos en este lapso momento.
En la puerta una madre preocupada vio todo cómo una observadora y al ver al rubio atrapar en sus brazos a su pequeña, por fin estuvo tranquila. Se alejó de allí en busca de la pelinegra. Alguna lección tenía que darle a esa muchachita. Pero esperaría qué a la rubia se fuera a su nueva casa a empezar una nueva vida. En casa de su familia política.
Continuará…