La religiosa se queda pensativa por largo momento. No le quedaba claro cómo esa fina mujer puede estar buscando en estos lados del paraje olvidado en medio de las montañas. Aquí hay gato encerrado y uno muy grande. Me duele como una espina enterrada, sacrificar a mis pequeñas.
Aunque no son mías pero las siento como sí lo fueran. Mejor será consultarlo con la administración. A lo mejor la señorita Pony pueda ver todo esto desde otra perspectiva.
Sin más salió directo a dirección a comentar todo lo que estaba sucediendo. La señorita pony una vez escuchado medito un poco. Al igual que la religiosa preocupada le dijo, levantándose del escritorio y acercándose a la ventana
-Hermana María por un momento póngase a pensar que si la quieren para cualquier cosa que usted se imagina. Quien de todas nuestras pequeñas podría estar mejor preparada para afrontar cualquier tormenta o vendaval que se le avecine en sus vidas más adelante. Recuerde que todas nuestras pichoncitas algún día volarán alto y dejarán nuestro nido.
-Pero Señorita Pony, Candy es muy pequeña. -dijo alarmada la religiosa.
-Candy podrá ser atolondrada pero es muy fuerte para salir adelante, es una guerrera. Sino cómo sobrevivió la tormentosa noche de nieve que cayó el día que la rescatamos cuando apenas era una bebé.
-Sí recuerdo que el doctor dijo que es fuerte y que era un milagro haber sobrevivido tanto tiempo en el frío. -sus pensamientos se fueron a la noche de invierno cuando la encontraron cerca de la colina y un alma despiadada la dejó allí a su suerte. - le haremos para darle permiso de casarse tan jóvenes-dijo aún triste y esperando que no cediera la Señorita Pony.
-Eso solo es formalismo nada más, solo necesita el consentimiento por escrito de su tutor legal, en este caso nosotras. -sin mucho querer y preocupada la hermana María tenía que ceder por lo menos esta vez. - y mire si no es así lo afortunada que sería nuestra Candy, viviría como una reina, no tendría que hacer nada, tendría a su disposición todo lo que quisiera.
-Sí está bien -dijo sin muchos ánimos.
Mientras las dos señoras seguían hablando en esa humilde casa. En la mansión un joven llegaba a descansar después de una larga jornada de trabajo, que lo único que quería era dormir. Y olvidarse de todas esas reuniones, almuerzos y cenas con los socios que tenía que tratar, velar por los intereses familiares.
Era rubio de cabellos largo que le llegaban hasta el hombro, de estatura alta y ojos del color zafiro tan lindos como una mañana clara de primavera. Su cuerpo atlético que lo hacían él hombre deseable de toda mujer. Pero su mirada era helada como un témpano de hielo, su sonrisa brillaba por su ausencia y no había expresión alguna en su adorado rostro. Su nombre todo un enigma William Albert Andrew.
El trabajo del consorcio absorbía todo su tiempo apenas y tenía tiempo de descansar. Cómo extrañaba a su tía abuela. Ya que sus padres murieron cuando era muy pequeño. Era su tía abuela que había cuidado de él cuando más necesitaba de la protección de una familia. Para él es cómo su madre y padre que nunca había tenido el gozo de tener.
Ella era lo más cercano que tenía de la familia. Bajo sus alas se había formado todo un hombre de negocios y un Ass indispensable. Sólo quería dejar todo en orden y regresar a Escocia, su tierra natal junto con su tía abuela.
La anciana ya estaba en edad avanzada para estar viajando. Desde su país estaría vigilando su imperio y dejaría los viajes de negocio para su asistente. Pero en este proceso ya llevaba varios años y aún no se establece firmemente. Así que su tía abuela había mandado a su hijastra y los hijos de ella para que se encargara de la mansión y de los eventos sociales.
Albert confiaba mucho en su tía abuela y hacía todo lo que ella le decía. Y por ende en resumidas cuentas terminó siendo un títere de sarah leagan. Quien poco a poco se fue dando a conocer cómo la supuesta matriarca de los andrews en unión americana. Y el rubio no le veía nada malo en eso. Total si su tía abuela estuviera con él también estaría haciendo lo mismo que Sarah.
Sarah sabía cómo manipular a todos a su alrededor y hasta los sirvientes estaban ya acostumbrados a los desplantes y arrogancia de ella y sus dos hijos holgazanes. Mientras que el dueño nunca le decía nada. Total ellos estaban para trabajar.
Sarah quería casar a su hija Eliza con el rubio. Pero según una de las cláusulas les era imposible por el momento, al menos que la primera esposa muriera por causas naturales. Así Sara no se dio por vencida y planificó cada uno de sus movimientos muy cautelosamente. Después de indagar muy bien trazó un plan impecable y luego dejaría que todo siguiera su curso hasta llegado el momento.
Mi amor llegastes ven vamos a comer, te estábamos esperando. -Eliza se colgó del brazo del rubio. Quien dio una sonrisa forzada. Pensando que por lo menos lo querían tal como su abuela lo quería a él.
Eliza era una linda chica. Con sus bucles bien ordenados (como tarántulas con rulos) y su vestimenta impecable. Siempre estaba cerca de él. Asistían a las reuniones juntos y más de unos pensaban que terminarían juntos. Ya qué Eliza no disimulaba y lo veía como borrego a medio morir.
Para Sara era el mejor partido de todos y Eliza se sacaría la lotería y viviría como siempre quisieron gastandose el dinero sin importar nada ni nadie. Sarah siempre le sacaba mucho dinero a albert por una u otra cosa. Y él no pedía nunca cuentas de los gastos dentro de la mansión. Al contrario de su esposo que sí pedía cuentas por lo mínimo que le daba. Y qué se la pasaba viajando por negocios.
Al llegar al comedor Sarah ordenó que se sirviera, comieron hablando de cómo pasó el día de ellas. Y luego al final
-Querido quisiera que me dieras más dinero para comprar un vestido para el próximo evento que viene el fin de semana.
-Por supuesto querido primo. Hija no te preocupes que albert es muy generoso.
-Claro eliza. Por favor prima dale lo que necesites de la caja fuerte y si quieres más le dices a mi asistente.
-Gracias Albert. -emocionada brincó de un saltó y se colgó del cuello del rubio para darle un beso sonoro a lo que el rubio solo pudo hacer una sonrisa de lado.
-De nada, ahora con su permiso me retiro estoy muy cansado, buenas noches y hasta mañana. -sin decir más abandonó el comedor. Madre y hija rieron cual cómplices.
Así siguieron algunos días y Sara empezó a andar su plan cuando la religiosa le mandó una respuesta afirmativa. Había entrenado muy bien a Eliza para que todo pareciera natural y real. Al final resultó y fue él mismo Albert qué se desconcertó de eliza y quedaron separados.
Sarah seguía moviendo los hilos invisibles a su antojo y la vida de todos a su alrededor giraba en torno a ella. Siendo así que convenció al rubio por un matrimonio por conveniencia según el testamento de sus padres. De qué era la única manera de empezar a tomar posesión de su fortuna tanto personal y familiar sin el cual cada una de las cuentas podría congelarse por tiempo indefinido. Aunque no muy contento el rubio fue a ver a su supuesta prometida (Candy).
En el hogar de Pony los pequeños tenían una algarabía única. Pues las niñas más que nada estaban emocionadas le decían a Candy qué venía su príncipe azul para llevarla a su mansión. Qué suerte tenía la Candy y qué envidia das. La rubia solo reia y se ponía colorada. Además de esconder su cara entre las dos palmas de su mano. Cómo será su nuevo cuñado. Será guapo amable
Qué cómo se iria con la gente millonaria esa ya se olvidaría de ellos. Candy decía que ella nunca los olvidaría y se abrazaba a ellos. Que cuando pudiese siempre vendría a visitarlos y sí estaba en su mano haría donaciones, para lo que necesitaran.
Habían quien no faltara la envidia, varias chicas querían estar en los zapatos de la rubia. Especialmente la pelinegra de ojos azabaches estaba que echaba chispas por dentro del coraje qué traiga consigo. Solo estaba esperando el momento preciso para arruinarle el momento a la rubia. Ya que de todos modos se iria pronto o quien sabe si el susodicho se arrepienta al último momento. Se rió maliciosamente.
La casa pony estaba de fiesta, aunque muy sencilla pero se sentía el ambiente como a navidad. Ya que era la única ocasión donde los niños tenían ropa nueva y juguetes nuevos. Era la primera vez en la historia de las dos mujeres encargadas qué algo así sucedía con una de sus niñas. Después de tantos que han pasado por este centro religioso.
Sarah se había encargado de mandarle muchas cosas. Desde la decoración del lugar hasta la ropa de los niños y adultos. Todos sin excepción estaban muy felices por todos los detalles que tenían para con ellos. Por supuesto para Candy todo era lo más bello que ella pudiera tener en su corta vida.
Las chicas quedaron maravilladas al ver a la rubia tan bonita. Que parecía una princesa de verdad. Con su vestido azul. La rubia se sentía un poco rara y muy nerviosa. Las manos no las podía dejarlas quietas. Para colmo todas hacían comentarios y la embromaban.
Mientras las bromas iban y venían, más colorada y nerviosa se ponía la ojiverde. Algunas aprovechando la situación de la rubia para burlarse qué esa era la única oportunidad de reírse a costa de ella, porque luego ya se iria al castillo junto a su príncipe. Y otras haciendo fuertes críticas a causa de envidia y celos.
Candy hacía caso omiso a los comentarios negativos de las otras chicas qué la celaban o envidiaban. Solo quería guardar los bellos momentos en su baúl de los recuerdos. A todos aquellos que la querían. Porque sabía que una vez que se iba de ir de aquí. Cerraba este capítulo de su vida e iba a continuar otro capítulo junto al qué sería su esposo. Así que nadal iba a empañar su vida que siguieran hablando lo que quisieran ella le iba a sonreír a todos. Cómo sí todos las quisieran por igual.
Los niños llegaron de repente muy agitados anunciando qué a lo lejos se veía el carro con la insignia de los andrews.
-John te subistes al árbol con la ropa nueva? Ay Dios qué voy a hacer con ustedes- decía la señorita pony llevándose la mano a la cabeza.
-Niños por favor compórtense, no hagan más travesuras -decía la hermana maría con cariño- recuerden que vienen para algo muy importante y no dejen en mal a Candy.
-Sí hermana María. -dijeron al unísono todos
Continuará…