EL TRABAJO DEL SEÑOR WITHMAN
Cada mañana era el primero en levantarse para saludar al sol. Era su costumbre desde hacia tantos años que en realidad parecía mas un ritual. Siempre a la misma hora abria los ojos, sonreía, se daba la vuelta para que su pesado cuerpo pudiera conseguir las fuerzas para levantarse, ya estaba viejo, era un hecho que la edad le habia ganado kilos y cansansio. O al menos eso parecía pues una vez levantado podía levantar mas peso que cualquier muchacho en plena juventud.
Se preparaba una taza de café, salía a disfrutarla entre las flores que tanto amaba, aquellas que tanto esfuerzo le costaba que siguieran luciendo hermosas. Aspiraba su aroma tan dulce y delicioso y admiraba cada detalle de algún nuevo brote. El sr. Whitman era el mejor jardinero de todo Chicago según se decía.
Tal vez por eso lo admiraba Anthony, en el tiempo en que el chico vivía el Sr. Whitman habia sido su maestro en el cultivo de las rosas, ambos compartían un amor profundo por las plantas y tal vez por eso al hombre le dolio tanto su muerte, la verdad era que nunca habia sentido apego a una persona como lo habia sentido por el chico. Fue una época en que se mantuvo tranquilo, un lapso corto de tiempo para referirse si de una vida larga se trataba. Desde la muerte del chico volvió a su antiguo vicio, aquel que llenaba sus vacios.
Su casita se encontraba mas lejos de la mansión y poseía total libertad de hacer lo que quisiera sin ser molestado o visto por los demás. A pesar de que en varias ocasiones le habian sugerido que se cambiara mas cerca de la mansión el se sentía a gusto en aquel sitio.
Aquel día despertó un poco mas temprano de lo habitual, debía aprovechar que era fin de semana y debido a que los patrones estaban de vacaciones los empleados aprovechaban para levantarse tarde y se preocupaban menos por su presencia, aunque eso era lo que menos le importaba pues gracias a su puesto de jardinero. Salio de su casita y camino hasta el cuartito de junto, donde guardaba todas sus herramientas de trabajo, asi como los costales de abono y toda clase de venenos para las plagas.
Abrio la puertita que siempre mantenía cerrada con candado, se introdujo dentro y camino hasta los costales, tomo un par de ellos, sonrio y comenzó una platica que parecía mas una conversación.
- Espero hayas disfrutado la noche, estuvo fresca sabes, pero es muy agradable afuera a pesar que aun se siente la brisa. –decia mientras se colocaba los guantes y tomaba sus herramientas. – Hay muchos brotes que esperan abrirse pronto, no hay nada como la belleza de las flores. – hablaba sin parar mientras sonreía y seguía en su labor.
– Ya es hora de empezar antes de que el sol termine por salir, hoy habrá mucho calor.
Cargo el costal y camino hasta el jardín sintiéndose tan cansado un par de veces que tuvo que bajar el costal para tomar aire.
- Ya estoy haciéndome viejo, tal vez pronto necesite ayuda. –se dijo cuando al fin llego hasta el jardín, luego comenzó a trabajar la tierra.
Cuando todo estuvo listo abrió el costal y de el salieron varias partes humanas las cuales parecían perfectamente simétricas e iguales en tamaño.
- Seras un buen abono para estas lindas flores, veras que belleza, deberías sentirte orgulloso de ser parte de todo este hermoso jardín.
Dijo con una gran sonrisa en los labios mientras lentamente colocaba las piezas en la tierra recién trabajada y las cubria poco a poco. Conocia bien el secreto, despues de eso iria por algunos solventes de su invención que no solo desharían el cuerpo por completo, sino que además ayudaban a que las flores no murieran en mucho tiempo.