Salve bellissime avversari un nuevo ataque es lanzado por las Amazonas, y...
Terry—Nerd, se han tardado en publicar hoy.
Maia—Pero ya estoy aquí cuore mio lista para el ataque
Terry—Por cierto, mi firma...
Maia—!Che cavolo con te¡ (¡qué diablos contigo!)
Terry—No me hables así Nerd
Maia—Estoy dejando de ser tu Nerd para convertirme en una víbora mortal y lanzarte mi Inferno (infierno).
Terry—¿Es parecido al Zanna Mortale (colmillo mortal)? –preguntó con un tono de preocupación
Maia—Este no mata, sólo te hace sentir un terrible ardor en tu bellissimo cuerpo de tentación — respondió con una sonrisa traviesa.
Terry—Ok, no vuelvo a molestarte
Maia—Pero sí puede molestarme cuando quieras amore. Mio grande amore
All'ora, decía que un nuevo ataque es el que daremos hoy, y nuevamente atacaremos con letras
Espero disfruten de este primer capítulo de :
By Andreia Letellier (AyameDV) & Maia Moretti (Gissa Graham)
By Maia Moretti (Gissa)
La madrugada se sentía caliente como todo momento en aquella ciudad que parecía no conocer el frío, cosa que a él le resultaba algo extraño después de tanto tiempo de haber vivido en lugares algo frió y húmedos, primero su natal y amado Londres, luego su muy querida Manhattan, Nueva York, lugares con ese clima debido a que uno presentaba una interminable lluvia, y el otro por encontrarse entre el mar y un río. Pero ahora, por el momento, vivía ahí, en Los Ángeles, otra ciudad húmeda pero siempre caliente, en todo sentido, algo de lo que Terry comenzaba a creer que podría tomar ventaja, no siempre, pero si ya estaba ahí, libre de cualquier compromiso, ¿por qué no aprovecharlo, de vez en cuando?
De hecho ya había empezado a disfrutar de lo que Los Angeles ofrecía, el Aston Martin DB9 gris obscuro que circulaba aparentemente sin un rumbo específico, por la avenida principal de aquella bella ciudad era muestra de ello. Su conductor completamente ensimismado no ponía atención a aquella calles donde ya llevaba más de medio año viviendo, él que se negó tantos años en mudarse y hacer cine, siempre prefiriendo la bohemia del teatro, el trato directo con los espectadores, sentir el papel en carne propia sin las molestas interrupciones del corte de escena e improvisar cuando algo se salía de rumbo para sentir al público vibrar y al recinto resonar con los aplausos producidos en el instante mismo, era lo que lo hacía sentir pleno. Pero, un horrible “pero” que surgió en un arranca de decepción es lo que lo tenia ahí, ese mal momento con su ex novia fue cuando decidió aceptar aquella oferta para dar el gran salto a Hollywood; no podía negar los grandes benéficos que había traído aquel contrato, como su capricho gris que en ese momento conducía; Terrence adoraba aquel auto, elegante, moderno, y hasta cierto punto discreto, nada de puertas abatibles, de colores estridentes, de bocinas potentes o marcadas líneas deportivas, no, su Aston era como él, elegante, con porte, británico, hermoso y misterioso, con su único gusto extra que en ese momento encendía en automático: el toldo se escondió en su compartimento. Ahora sí se sentía completo con la ciudad besando su rostro a través del viento, y su ligeramente largo cabello bailando con el. Se sentía tan bien aquello, se sentía libre como pocas veces, esa soledad que le encantaba muy pocos la comprendían, excepto las ciudades donde había vivido, como ésta donde ahora residía, esa ciudad también se había convertido en su amiga.
Pisó más a fondo el acelerador aprovechándose de la hora, de lo vacía de la carretera y de que por ello podía permitirse correr un poco sobre la Seaside Fwy, la recorría en dirección a Long Island sólo para poder ir ahí, a el lugar que ya se podía apreciar a la distancia, aquel impresionante puente colgante, el Vincent Thomas Bridge. Lo subió todavía corriendo el auto con algo de velocidad, por lo que rápidamente llegó a la parte más alta, donde pudo contemplar un poco de las luces de la ciudad, sentir el aire, y la brisa marina, en ese lugar lejano de todo y de todos podía sentirse completo, ahí sí se sentía en un lugar amado.
El puente termino y casi de inmediato abandonó la Seaside Fwy en la primera desviación, más adelante dio una pequeña vuelta en “U” casi de improviso, para poder internarse en una calles algo extrañas y muy solitarias, hasta que por fin llegó al sitio deseado: por debajo del puente acercándose peligrosamente a los muelle. Ahí estaba, el lugar que descubrió la primera vez que se subió a su Aston, cuando dio un recorrido sin rumbo alguno pero localizó ese, que a su gusto, era uno de los más espléndidos espacios para relajarse en medio de esa metrópoli. Detuvo el vehículo el cual medio estacionó, sin salirse se levantó, aprovechando que la capota estaba abajo para sentarse sobre el respaldo del asiento del piloto, él era el único que podía darse el lino de ensuciar esa fina cubierta de piel marrón; desde ese sitio podía sentir como esa húmeda y caliente ciudad le entregaba su amor. Desde ese muelle contempló un poco de lo hermosa que era el lugar donde ahora vivía. Luego, del interior de su chaqueta saco un fina cigarrera, tomó un cigarrillo y sin prisa alguna lo encendió, para con sumo cuidado liberar el humo, comenzó a jugar con lo que de sus sensuales labios exhalaba, a crear aros con su aliento de tabaco, así, y en entre risas irónicas recordó como había llegado ahí.
Diez meses atrás.
Lucille Balzary, una bella actriz australiana del tipo Nicole Kidman o Margot Robbie, alta, rubia de ojos verde claro, con una belleza clásica y siempre presente, pues jamás descuidaba ningún detalle de su arreglo. Desde algunos años atrás trabajaba para producciones teatrales en Broadway, pues además ser muy guapa, también era una mu buena bailarina y una aceptable cantante, todo un estuche de monerías propio para un gran musical, mismos en los que constante participaba, y en dos ocasiones protagonizó, por lo mismo comenzaba a ser asediada para trabajar en Hollywood, por supuesto que ella a la primera, que consideró una buena oferta, aceptó, sólo había algo que durante un tiempo la detuvo, Terrence Grandchester, si ella era la chica hermosa del teatro él era su complemento, así lo consideraba la rubia y no precisamente porque lo creyera su media naranja, sino porque junto a él había alcanzado sus más grandes logros, y claro, ya que que Terry era considerado el número uno del teatro y no precisamente por ser guapo, aunque la realidad es que no era guapo sino sencillamente hermoso, magnífico e imponente, alto, de tes clara pero con el cabello castaño obscuro, lo que siempre hacía resaltar aún más sus masculinas facciones, de unos ojos azules preciosos, no un tono celeste sino de una increíble intensidad llena de betas verdes, un color tan poco común y tan bello que lo hacían aún más irresistible, pero a diferencia de su novia, Lucille, él amaba estar sobre las tablas, tener contacto directo con el público, recibir los aplausos en vivo. Tanto le era apasionante su trabajo que a los veintisiete años había ganado su primer Tony por su actuación de Jean Valjean en los “Miserables”. Pero Lucille veía al teatro únicamente como su fuente de ingresos y su puente al cine, a la fama y al dinero, mientras Terrence, era para ella, su mejor publicidad para lograrlo.
Ellos habían sido la pareja favorita de Broadway, todos querían verlos actuar juntos, la química en el escenario era espectacular, al igual que fuera, ellos se entendían muy bien en muchos todos los sentidos; en parte porque desde un comienzo Lucille siempre se mostró muy dócil y afín a Terrence, pero, no todo era perfecto y que a últimas fechas resaltaba más, había cosas que uno repudiaba del otro con intensidad, ella la necesidad de él de querer tener un perfil bajo, entre minucias, mientras Terry creía que Lucille tenía excesiva necesidad de protagonismo, entre otros detalles, pero principalmente eso era lo que en los últimos meses los mantenía gritándose, discutiendo por niñerías, como en esa ocasión en el loft del actor, el cual por cierto no era del agrado de ella por considerarlo un lugar muy común, otra peculiaridad que a él cada día comenzaba a irritarle más, que le hacía preguntarse ¿por qué seguían juntos?, la mujer cada día era más insoportable y más odiada por las hermanas de él. Pero el guapo británico, quien por fuera y ante el público era un frío y misterioso ente, en la intimidad de su familia, era un encanto que buscaba estabilidad, y porque no decirlo, también tenía algo de romántico y como en los sonetos que recitaba de Shakespeare, él quería un amor que “No se alterara en horas y días breves, que perdura hasta el mismo umbral del juicio” *, no obstante, cada día se recriminaba más por tener esa creencia tan estúpidamente romántica e insulsa, se decía que en definitiva Lucille no sería ese amor; incluso había empezado a creer que eso, del amor, era puro capricho que las letras del autor se empeñaron en hacer creer a la gente, y ese día, prácticamente confirmo esa idea.
—No Terrence, no comprendo cómo es que deseas sólo hacer esto toda tu vida, ¿qué no quieres crecer? –era el reclamo de la joven a su novio por enésima vez.
—No se trata de eso y lo sabes, ya lo hemos hablado en muchas ocasiones –él intentaba mantenerse calmo, pues no era de su agrado gritarle a su novia, cosa que últimamente pareciese lo contrario.
—Sí, claro, tu pasión por el teatro –la voz de ella sonó cargada de ironía–. Pues eso es un sueño romántico. Despierta sí quieres ser famoso y rico hay que irnos a Hollywood. Hay que aprovechar que el contrato de esta temporada termina en unos meses para aceptar la oferta de protagonizar juntos.
—¿Esa estúpida comedia romántica donde yo descubro que estoy enamorado de mi mejor amiga que eres tú? por favor, así o más cliché –sí él fuese a Hollywood sería para hacer algo que valiera la pena actoralmente, no sólo por el dinero, al menos era lo que creía.
—Pues la paga por esa “estúpida” comedia es el doble de lo que nos dan aquí por una temporada de teatro –dijo la rubia levantándose de su asiento.
—No estoy aquí por el dinero.
—Eso es obvio –expresó la rubia mientras se cruzaba de brazos y veía con desde el lugar que aún conservaba mucho de la nave industrial que era antes; después regresó su mirada al castaño– Estas aquí porque eres mediocre.
—Retráctate Lucille –no hizo falta gritar para que sonara amenazante.
—¿O sino qué? –lo retó.
Ya harto se pasó las manos por su apuesto rostro, se miró a sí mismo, su vestimenta tan simple y cómoda que era su costumbre utilizar cuando se hallaba en su hogar, luego giró un poco su torso mirando su entorno, posterior a ella quien le veía incrédula pero enfundada en fina ropa de diseñador, en ese preciso instante se dio cuenta de todo, ella no encajaba ahí, ni en ningún lugar de su vida,nunca había encajó pero él quiso creer que sí.
—¿Sabes?, esta relación no está funcionando.
—¿Me amenazas con terminar? –Lucille cuestionó con una mirada cínica – No, Terrence, yo soy la que termina contigo. Ya firme el contrato con la productora de cine; seas o no seas tú mi co-protagónico yo ya estoy dentro, quédate aquí con tu teatro y tu “talento nato frente al público”.
La frase final la dijo con más ironía repitiendo lo que de él constantemente se decía en las crítica de teatro, luego se dio la media vuelta, tomó su bolso “Jimmy Choo” de la mesa y salió de aquel departamento tipo loft. Terry se quedó quieto unos segundo para posterior caminar paras desde su ventana verla alejarse en su nuevo auto deportivo rojo, que ahora sabía con qué dinero había comprado, muy lindo el carro pero demasiado ostentoso para el gusto del británico, «Es un auto americano, todo lo hacen ostentoso.» Fue el pensamiento del joven al respecto, no asombrándose mucho al notar lo poco que le interesó aquella partida.
Sin embargo hubo algo que si le caló, y mucho, se sintió bastante decepcionado, e incluso algo frustrado por lo que creyó una relación estable y por lo que la mujer con la que compartió casi dos años opinaba de él, con esas emociones a cuestas camino hacia la barra de la cocina para tomar el celular previamente depositado ahí, buscó en el marcado rápido el número de su agente.
—Brad, todavía sigue en pie la oferta de la que me hablaste… No, esa no, la que es adaptación de un libro de John Katzenbach… Sí, sé que la de los superhéroes tiene más futuro aunque la paga es menor pero hay posibilidades de más películas y el alcance será más amplio, pero no quiero encarnar a Ant man, es de lo menos reconocidos del universo Marvel, si me hubieran propuesto a Bucky ni me lo pienso, ese antihéroe es genial, sí que valdría la pena interpretarlo… Sí, soy un nerd disfrazado de chico malo, no me importa… Sí, sé que para la adaptación tendré que caracterizarme y seré literalmente un loco, pero ya lo he hecho papeles similares en el teatro… ¿Esa es la paga? ¡Wow!, eso es casi cuatro veces más de lo que gano en teatro. Y eso que Lucille no sabe que ganó casi el doble que ella –eso último lo dijo para sí mismo provocando un comentario impropio de su representante, al cual tan poco le caía nada bien Lucille.
Con ese comentario dicho por Brad, y los muchos que sus hermanas le comentaban cada vez que tenían la oportunidad, se cuestionó el porque se empellón durante tanto tiempo en mantener esa relación con Lucille.
Terence con un nuevo cigarrillo en los labios se dijo «Así fue como llegue aquí», por su acostumbrada impulsividad, lo cierto es que después de haber ganado el Tony le llovieron contratos para Hollywood, todos los rechazó sin siquiera hablarlo con su novia y apenas comentarlas con su manager. No lo había platicado con ella porque sabía perfectamente que aquello sucedería, terminarían peleados. Entonces un día Lucille llegó con el contrato para una comedia romántica protagonizada por ambos, cuando vio la cifra del sueldo y la productora río, un poco más y carcajea, la chica pensó que era por la negativa de él de hacer cine, la realidad es que la suma era prácticamente lo mismo que él ganaba en teatro, mientras que la productora de dicha película era una pequeña que siempre hacía las clásicas comedias románticas cuyo mayor logro era impulsar a los protagonistas a mejores papeles, y eso no sería nada malo si a él no lo hubiesen invitado ya a participar en mega producciones como la franquicia de los Avengers, o esa donde ya había comenzado a enseñar y filmar meses atrás.
Aunque le doliera admitirlo al comienzo, Terry había entendido que aquello tarde que temprano sucedería, al final Lucille no era la chica que le interesara como para compartir su vida por siempre, no era ni por asomo quien se ajustara a los sonetos de Shakespeare, pero en verdad que le calaron aquellas palabras que le dijo, y por ello ahora están haciendo cine cuando él amaba el teatro, pero al menos era en un papel que le era de su completo agrado y no un odiado cliché, además la paga era mucho mejor, claro que la otra era la puerta para ser reconocido y probablemente la que le podría traería “fama y fortuna”, pero la fama no le era de importancia y fortuna siempre había tenido, así que en la primera oportunidad regresaría a lo que en verdad le llenaba. Que las Lucille del mundo se deslumbraran con todo aquello.
Cerca de media hora duró ahí, sólo mirando, recordando y fumando, observando su entorno, esa mañana tenía llamado a las siete en punto, faltaba una hora para ese momento, sabía que tendría que ir directo al foro de grabación, según el GPS llegaría en cuarenta y un minutos, según su Aston en media hora, ¡Wow! él se sentía genial conduciendo su auto por esa ciudad, eso era de lo que más agradecía de haber terminado su relación con Lucille, a parte del fin de la relación misma, que él por un buen rato podía disfrutar de las maravillas de Los Ángeles.
.
…
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No muy lejos de aquel, legendario puente colgante, en una bella casa de los suburbios, una joven de ensortijado cabello rubio y rizado se veía cómodamente recostada en la cama, con la respiración pausada en un sueño al parecer muy profundo; su cabello completamente alborotado junto con su provocativo y mal trecho vestir cubierto por quillas finas sábanas, denotaba lo ajetreada que había sido la noche anterior. A lo lejos una nada suave melodía dio inicio, anunciando con ello, en el celular, que eran las siete en punto, la joven se removió inquieta, acomodándose mejor, colocando su cabeza por debajo de la almohada y así dejar de oír aquello que pretendía despertarla, no obstante un chico muy apuesto, alto y también rubio se negaría a que ella continuará en los brazos de Morfeo.
Aquel hombre tomó el extremo de las sábanas que cubrir el femenino cuerpo y de un rápido tirón lo quito, permitiendo con esa acción que el ligero aire que se colaba por la ventana, que él mismo había abierto con toda intención, llegará hasta la ahí dormida, claro que eso la incomodo aún más, molesta por ello se descubrió un tanto el rostro sólo para reclamar.
—Albert, no comiencen –fue la queja.
—Si comienzo, son las siete de la mañana, tienes que ir a trabajar a más tardar en hora y media.
—Sólo diez minutos más –cual adolescente negándose a ir a la escuela se volvió a colocar la almohada cubriendo su indomable cabellera.
—Candice White Andley, mueve tu trasero de ahí en este momento o no vuelvo a dejar que te quedes a dormir en mi casa –prácticamente se grito–. Y apaga ese aparato, no puede ser que ni Los Red Hot te puedan despertar.
—No te estorbo, además tienes una habitación extra –la chica hablaba de manera apenas entendible desde su oculto sitio–; y los Red Hot no son para despertadme, son para que tenga buen humor.
El rubio rodó los ojos, cierto que también le gustaba el grupo, pero al oír aquella canción, “Give it away”, le hacía saber que su hermana estaba en casa y se había vuelto a desvelar en alguna fiesta con sus nuevas “amigas”, por eso mismo Albert se sentía enojado con esa actitud y se lo hizo saber.
—No importa lo que dices, es mi casa y sí quiero no te recibo.
—Rachael sí me dejará pasar –cínicamente se respondió.
—No lo creo, en estos últimos meses te has convertido en un mal ejemplo para mi esposa.
—Cállate Albert –se dijo mientras se estiraba.
El hombre resopló con fastidio, pero con más calma se sentó junto a su hermana y con una acostumbrada voz pacífica le habló.
—Candy, comprende, no puedes seguir con ese estilo de vida, te estás haciendo daño. Desde aquel suceso te la has pasado de fiesta en fiesta y… espero que no de cama en cama.
Algo irritara la rubia al fin se quitó la almohada para incorporarse.
—Es mi vida, tengo sólo veintisiete años y quiero vivirla al máximo.
—Me preocupas.
—Sé que me quieres y yo a ti. Pero…
—Lo sé, no me debo de inmiscuir en tu vida. Pero escucha, ¡cuídate!
—Siempre –con una enorme sonrisa en los labios y un guiño dijo aquello.
—Ya es tarde, ve a ducharte y quítate esa ropa que aún huele a cigarro. Lo que me recuerda que tú no fumabas, es más el olor te era desagradable.
—Sólo es para probar.
La chica completamente vestida con un muy ajustado pantalón negro y una blusa strapless, igual de ajustada, salió corriendo hacia la ducha mientras hablaba.
—Un par de cigarrillos de vez en cuando no me harán daño. Otras cosas pueden matarme de repente.
—Eres médico Candy, sabes que los excesos son malos –su hermano le grito cuando la vio perderse en el interior del baño.
No obtuvo respuesta, Albert amaba mucho a su hermana, pondría sin dudarlo las manos al fuego por ella, pero verla vivir su vida de esa manera, como si no hubiese un mañana no le agradaba en absoluto, la rubia tomó eso de vivir al máximo de una manera poco ortodoxa, pero seguía siendo ella, alegre, un poco atolondrada, noble, siempre pensando en él prójimo. Sólo que Albert quería, de sobremanera, que se calmara un poco y volviera a tener una vida más apacible y no llena de aventuras nocturnas que él prefería no conocer, y menos con quien las compartía, sobretodo si se trataba de chicos, que obviamente no perderían la oportunidad de llevarse a su pequeña y hermosa hermana a la cama en cuanto vieran su disponibilidad.
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Justo el reloj marcó las ocho y treinta cuando Candy salía en su modesto Chevrolet azul de la casa en Lakewood Village de su hermano, ella vivía más al norte, pero por su alocado fin de semana había llegado hasta esa playa. Ahora tenía que cruzar nuevamente el Vincent Thomas para ir a su lugar de trabajo y luego a su departamento que rentaba con su amiga Patty, otra médico residente de cardiología igual que ella, pero con la que no compartía el gusto por la fiesta, a diferencia de Annie, su amiga de juergas que había conocido en una discoteca meses atrás. Pero eso sólo era los fines de semana, los demás días tenía que mantenerse en sus cinco sentidos para atender a sus pacientes como ellos se merecían, ya el próximo viernes sería otra cosa, volvería a salir, a divertirse al máximo y a vivir al límite.
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Grazie per perdersi nei miei scritti
Notas:
Fragmento del soneto 116 de Shakespeare.
**“Under ten bridge”, canción interpretada por Red Hot Chile Peppers y escrita por Anthony Kiedis
Terry—Nerd, se han tardado en publicar hoy.
Maia—Pero ya estoy aquí cuore mio lista para el ataque
Terry—Por cierto, mi firma...
Maia—!Che cavolo con te¡ (¡qué diablos contigo!)
Terry—No me hables así Nerd
Maia—Estoy dejando de ser tu Nerd para convertirme en una víbora mortal y lanzarte mi Inferno (infierno).
Terry—¿Es parecido al Zanna Mortale (colmillo mortal)? –preguntó con un tono de preocupación
Maia—Este no mata, sólo te hace sentir un terrible ardor en tu bellissimo cuerpo de tentación — respondió con una sonrisa traviesa.
Terry—Ok, no vuelvo a molestarte
Maia—Pero sí puede molestarme cuando quieras amore. Mio grande amore
All'ora, decía que un nuevo ataque es el que daremos hoy, y nuevamente atacaremos con letras
Espero disfruten de este primer capítulo de :
Angel of mine
By Andreia Letellier (AyameDV) & Maia Moretti (Gissa Graham)
Capítulo 1: Under the bridge**
By Maia Moretti (Gissa)
La madrugada se sentía caliente como todo momento en aquella ciudad que parecía no conocer el frío, cosa que a él le resultaba algo extraño después de tanto tiempo de haber vivido en lugares algo frió y húmedos, primero su natal y amado Londres, luego su muy querida Manhattan, Nueva York, lugares con ese clima debido a que uno presentaba una interminable lluvia, y el otro por encontrarse entre el mar y un río. Pero ahora, por el momento, vivía ahí, en Los Ángeles, otra ciudad húmeda pero siempre caliente, en todo sentido, algo de lo que Terry comenzaba a creer que podría tomar ventaja, no siempre, pero si ya estaba ahí, libre de cualquier compromiso, ¿por qué no aprovecharlo, de vez en cuando?
De hecho ya había empezado a disfrutar de lo que Los Angeles ofrecía, el Aston Martin DB9 gris obscuro que circulaba aparentemente sin un rumbo específico, por la avenida principal de aquella bella ciudad era muestra de ello. Su conductor completamente ensimismado no ponía atención a aquella calles donde ya llevaba más de medio año viviendo, él que se negó tantos años en mudarse y hacer cine, siempre prefiriendo la bohemia del teatro, el trato directo con los espectadores, sentir el papel en carne propia sin las molestas interrupciones del corte de escena e improvisar cuando algo se salía de rumbo para sentir al público vibrar y al recinto resonar con los aplausos producidos en el instante mismo, era lo que lo hacía sentir pleno. Pero, un horrible “pero” que surgió en un arranca de decepción es lo que lo tenia ahí, ese mal momento con su ex novia fue cuando decidió aceptar aquella oferta para dar el gran salto a Hollywood; no podía negar los grandes benéficos que había traído aquel contrato, como su capricho gris que en ese momento conducía; Terrence adoraba aquel auto, elegante, moderno, y hasta cierto punto discreto, nada de puertas abatibles, de colores estridentes, de bocinas potentes o marcadas líneas deportivas, no, su Aston era como él, elegante, con porte, británico, hermoso y misterioso, con su único gusto extra que en ese momento encendía en automático: el toldo se escondió en su compartimento. Ahora sí se sentía completo con la ciudad besando su rostro a través del viento, y su ligeramente largo cabello bailando con el. Se sentía tan bien aquello, se sentía libre como pocas veces, esa soledad que le encantaba muy pocos la comprendían, excepto las ciudades donde había vivido, como ésta donde ahora residía, esa ciudad también se había convertido en su amiga.
Pisó más a fondo el acelerador aprovechándose de la hora, de lo vacía de la carretera y de que por ello podía permitirse correr un poco sobre la Seaside Fwy, la recorría en dirección a Long Island sólo para poder ir ahí, a el lugar que ya se podía apreciar a la distancia, aquel impresionante puente colgante, el Vincent Thomas Bridge. Lo subió todavía corriendo el auto con algo de velocidad, por lo que rápidamente llegó a la parte más alta, donde pudo contemplar un poco de las luces de la ciudad, sentir el aire, y la brisa marina, en ese lugar lejano de todo y de todos podía sentirse completo, ahí sí se sentía en un lugar amado.
El puente termino y casi de inmediato abandonó la Seaside Fwy en la primera desviación, más adelante dio una pequeña vuelta en “U” casi de improviso, para poder internarse en una calles algo extrañas y muy solitarias, hasta que por fin llegó al sitio deseado: por debajo del puente acercándose peligrosamente a los muelle. Ahí estaba, el lugar que descubrió la primera vez que se subió a su Aston, cuando dio un recorrido sin rumbo alguno pero localizó ese, que a su gusto, era uno de los más espléndidos espacios para relajarse en medio de esa metrópoli. Detuvo el vehículo el cual medio estacionó, sin salirse se levantó, aprovechando que la capota estaba abajo para sentarse sobre el respaldo del asiento del piloto, él era el único que podía darse el lino de ensuciar esa fina cubierta de piel marrón; desde ese sitio podía sentir como esa húmeda y caliente ciudad le entregaba su amor. Desde ese muelle contempló un poco de lo hermosa que era el lugar donde ahora vivía. Luego, del interior de su chaqueta saco un fina cigarrera, tomó un cigarrillo y sin prisa alguna lo encendió, para con sumo cuidado liberar el humo, comenzó a jugar con lo que de sus sensuales labios exhalaba, a crear aros con su aliento de tabaco, así, y en entre risas irónicas recordó como había llegado ahí.
Diez meses atrás.
Lucille Balzary, una bella actriz australiana del tipo Nicole Kidman o Margot Robbie, alta, rubia de ojos verde claro, con una belleza clásica y siempre presente, pues jamás descuidaba ningún detalle de su arreglo. Desde algunos años atrás trabajaba para producciones teatrales en Broadway, pues además ser muy guapa, también era una mu buena bailarina y una aceptable cantante, todo un estuche de monerías propio para un gran musical, mismos en los que constante participaba, y en dos ocasiones protagonizó, por lo mismo comenzaba a ser asediada para trabajar en Hollywood, por supuesto que ella a la primera, que consideró una buena oferta, aceptó, sólo había algo que durante un tiempo la detuvo, Terrence Grandchester, si ella era la chica hermosa del teatro él era su complemento, así lo consideraba la rubia y no precisamente porque lo creyera su media naranja, sino porque junto a él había alcanzado sus más grandes logros, y claro, ya que que Terry era considerado el número uno del teatro y no precisamente por ser guapo, aunque la realidad es que no era guapo sino sencillamente hermoso, magnífico e imponente, alto, de tes clara pero con el cabello castaño obscuro, lo que siempre hacía resaltar aún más sus masculinas facciones, de unos ojos azules preciosos, no un tono celeste sino de una increíble intensidad llena de betas verdes, un color tan poco común y tan bello que lo hacían aún más irresistible, pero a diferencia de su novia, Lucille, él amaba estar sobre las tablas, tener contacto directo con el público, recibir los aplausos en vivo. Tanto le era apasionante su trabajo que a los veintisiete años había ganado su primer Tony por su actuación de Jean Valjean en los “Miserables”. Pero Lucille veía al teatro únicamente como su fuente de ingresos y su puente al cine, a la fama y al dinero, mientras Terrence, era para ella, su mejor publicidad para lograrlo.
Ellos habían sido la pareja favorita de Broadway, todos querían verlos actuar juntos, la química en el escenario era espectacular, al igual que fuera, ellos se entendían muy bien en muchos todos los sentidos; en parte porque desde un comienzo Lucille siempre se mostró muy dócil y afín a Terrence, pero, no todo era perfecto y que a últimas fechas resaltaba más, había cosas que uno repudiaba del otro con intensidad, ella la necesidad de él de querer tener un perfil bajo, entre minucias, mientras Terry creía que Lucille tenía excesiva necesidad de protagonismo, entre otros detalles, pero principalmente eso era lo que en los últimos meses los mantenía gritándose, discutiendo por niñerías, como en esa ocasión en el loft del actor, el cual por cierto no era del agrado de ella por considerarlo un lugar muy común, otra peculiaridad que a él cada día comenzaba a irritarle más, que le hacía preguntarse ¿por qué seguían juntos?, la mujer cada día era más insoportable y más odiada por las hermanas de él. Pero el guapo británico, quien por fuera y ante el público era un frío y misterioso ente, en la intimidad de su familia, era un encanto que buscaba estabilidad, y porque no decirlo, también tenía algo de romántico y como en los sonetos que recitaba de Shakespeare, él quería un amor que “No se alterara en horas y días breves, que perdura hasta el mismo umbral del juicio” *, no obstante, cada día se recriminaba más por tener esa creencia tan estúpidamente romántica e insulsa, se decía que en definitiva Lucille no sería ese amor; incluso había empezado a creer que eso, del amor, era puro capricho que las letras del autor se empeñaron en hacer creer a la gente, y ese día, prácticamente confirmo esa idea.
—No Terrence, no comprendo cómo es que deseas sólo hacer esto toda tu vida, ¿qué no quieres crecer? –era el reclamo de la joven a su novio por enésima vez.
—No se trata de eso y lo sabes, ya lo hemos hablado en muchas ocasiones –él intentaba mantenerse calmo, pues no era de su agrado gritarle a su novia, cosa que últimamente pareciese lo contrario.
—Sí, claro, tu pasión por el teatro –la voz de ella sonó cargada de ironía–. Pues eso es un sueño romántico. Despierta sí quieres ser famoso y rico hay que irnos a Hollywood. Hay que aprovechar que el contrato de esta temporada termina en unos meses para aceptar la oferta de protagonizar juntos.
—¿Esa estúpida comedia romántica donde yo descubro que estoy enamorado de mi mejor amiga que eres tú? por favor, así o más cliché –sí él fuese a Hollywood sería para hacer algo que valiera la pena actoralmente, no sólo por el dinero, al menos era lo que creía.
—Pues la paga por esa “estúpida” comedia es el doble de lo que nos dan aquí por una temporada de teatro –dijo la rubia levantándose de su asiento.
—No estoy aquí por el dinero.
—Eso es obvio –expresó la rubia mientras se cruzaba de brazos y veía con desde el lugar que aún conservaba mucho de la nave industrial que era antes; después regresó su mirada al castaño– Estas aquí porque eres mediocre.
—Retráctate Lucille –no hizo falta gritar para que sonara amenazante.
—¿O sino qué? –lo retó.
Ya harto se pasó las manos por su apuesto rostro, se miró a sí mismo, su vestimenta tan simple y cómoda que era su costumbre utilizar cuando se hallaba en su hogar, luego giró un poco su torso mirando su entorno, posterior a ella quien le veía incrédula pero enfundada en fina ropa de diseñador, en ese preciso instante se dio cuenta de todo, ella no encajaba ahí, ni en ningún lugar de su vida,nunca había encajó pero él quiso creer que sí.
—¿Sabes?, esta relación no está funcionando.
—¿Me amenazas con terminar? –Lucille cuestionó con una mirada cínica – No, Terrence, yo soy la que termina contigo. Ya firme el contrato con la productora de cine; seas o no seas tú mi co-protagónico yo ya estoy dentro, quédate aquí con tu teatro y tu “talento nato frente al público”.
La frase final la dijo con más ironía repitiendo lo que de él constantemente se decía en las crítica de teatro, luego se dio la media vuelta, tomó su bolso “Jimmy Choo” de la mesa y salió de aquel departamento tipo loft. Terry se quedó quieto unos segundo para posterior caminar paras desde su ventana verla alejarse en su nuevo auto deportivo rojo, que ahora sabía con qué dinero había comprado, muy lindo el carro pero demasiado ostentoso para el gusto del británico, «Es un auto americano, todo lo hacen ostentoso.» Fue el pensamiento del joven al respecto, no asombrándose mucho al notar lo poco que le interesó aquella partida.
Sin embargo hubo algo que si le caló, y mucho, se sintió bastante decepcionado, e incluso algo frustrado por lo que creyó una relación estable y por lo que la mujer con la que compartió casi dos años opinaba de él, con esas emociones a cuestas camino hacia la barra de la cocina para tomar el celular previamente depositado ahí, buscó en el marcado rápido el número de su agente.
—Brad, todavía sigue en pie la oferta de la que me hablaste… No, esa no, la que es adaptación de un libro de John Katzenbach… Sí, sé que la de los superhéroes tiene más futuro aunque la paga es menor pero hay posibilidades de más películas y el alcance será más amplio, pero no quiero encarnar a Ant man, es de lo menos reconocidos del universo Marvel, si me hubieran propuesto a Bucky ni me lo pienso, ese antihéroe es genial, sí que valdría la pena interpretarlo… Sí, soy un nerd disfrazado de chico malo, no me importa… Sí, sé que para la adaptación tendré que caracterizarme y seré literalmente un loco, pero ya lo he hecho papeles similares en el teatro… ¿Esa es la paga? ¡Wow!, eso es casi cuatro veces más de lo que gano en teatro. Y eso que Lucille no sabe que ganó casi el doble que ella –eso último lo dijo para sí mismo provocando un comentario impropio de su representante, al cual tan poco le caía nada bien Lucille.
Con ese comentario dicho por Brad, y los muchos que sus hermanas le comentaban cada vez que tenían la oportunidad, se cuestionó el porque se empellón durante tanto tiempo en mantener esa relación con Lucille.
Terence con un nuevo cigarrillo en los labios se dijo «Así fue como llegue aquí», por su acostumbrada impulsividad, lo cierto es que después de haber ganado el Tony le llovieron contratos para Hollywood, todos los rechazó sin siquiera hablarlo con su novia y apenas comentarlas con su manager. No lo había platicado con ella porque sabía perfectamente que aquello sucedería, terminarían peleados. Entonces un día Lucille llegó con el contrato para una comedia romántica protagonizada por ambos, cuando vio la cifra del sueldo y la productora río, un poco más y carcajea, la chica pensó que era por la negativa de él de hacer cine, la realidad es que la suma era prácticamente lo mismo que él ganaba en teatro, mientras que la productora de dicha película era una pequeña que siempre hacía las clásicas comedias románticas cuyo mayor logro era impulsar a los protagonistas a mejores papeles, y eso no sería nada malo si a él no lo hubiesen invitado ya a participar en mega producciones como la franquicia de los Avengers, o esa donde ya había comenzado a enseñar y filmar meses atrás.
Aunque le doliera admitirlo al comienzo, Terry había entendido que aquello tarde que temprano sucedería, al final Lucille no era la chica que le interesara como para compartir su vida por siempre, no era ni por asomo quien se ajustara a los sonetos de Shakespeare, pero en verdad que le calaron aquellas palabras que le dijo, y por ello ahora están haciendo cine cuando él amaba el teatro, pero al menos era en un papel que le era de su completo agrado y no un odiado cliché, además la paga era mucho mejor, claro que la otra era la puerta para ser reconocido y probablemente la que le podría traería “fama y fortuna”, pero la fama no le era de importancia y fortuna siempre había tenido, así que en la primera oportunidad regresaría a lo que en verdad le llenaba. Que las Lucille del mundo se deslumbraran con todo aquello.
Cerca de media hora duró ahí, sólo mirando, recordando y fumando, observando su entorno, esa mañana tenía llamado a las siete en punto, faltaba una hora para ese momento, sabía que tendría que ir directo al foro de grabación, según el GPS llegaría en cuarenta y un minutos, según su Aston en media hora, ¡Wow! él se sentía genial conduciendo su auto por esa ciudad, eso era de lo que más agradecía de haber terminado su relación con Lucille, a parte del fin de la relación misma, que él por un buen rato podía disfrutar de las maravillas de Los Ángeles.
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No muy lejos de aquel, legendario puente colgante, en una bella casa de los suburbios, una joven de ensortijado cabello rubio y rizado se veía cómodamente recostada en la cama, con la respiración pausada en un sueño al parecer muy profundo; su cabello completamente alborotado junto con su provocativo y mal trecho vestir cubierto por quillas finas sábanas, denotaba lo ajetreada que había sido la noche anterior. A lo lejos una nada suave melodía dio inicio, anunciando con ello, en el celular, que eran las siete en punto, la joven se removió inquieta, acomodándose mejor, colocando su cabeza por debajo de la almohada y así dejar de oír aquello que pretendía despertarla, no obstante un chico muy apuesto, alto y también rubio se negaría a que ella continuará en los brazos de Morfeo.
Aquel hombre tomó el extremo de las sábanas que cubrir el femenino cuerpo y de un rápido tirón lo quito, permitiendo con esa acción que el ligero aire que se colaba por la ventana, que él mismo había abierto con toda intención, llegará hasta la ahí dormida, claro que eso la incomodo aún más, molesta por ello se descubrió un tanto el rostro sólo para reclamar.
—Albert, no comiencen –fue la queja.
—Si comienzo, son las siete de la mañana, tienes que ir a trabajar a más tardar en hora y media.
—Sólo diez minutos más –cual adolescente negándose a ir a la escuela se volvió a colocar la almohada cubriendo su indomable cabellera.
—Candice White Andley, mueve tu trasero de ahí en este momento o no vuelvo a dejar que te quedes a dormir en mi casa –prácticamente se grito–. Y apaga ese aparato, no puede ser que ni Los Red Hot te puedan despertar.
—No te estorbo, además tienes una habitación extra –la chica hablaba de manera apenas entendible desde su oculto sitio–; y los Red Hot no son para despertadme, son para que tenga buen humor.
El rubio rodó los ojos, cierto que también le gustaba el grupo, pero al oír aquella canción, “Give it away”, le hacía saber que su hermana estaba en casa y se había vuelto a desvelar en alguna fiesta con sus nuevas “amigas”, por eso mismo Albert se sentía enojado con esa actitud y se lo hizo saber.
—No importa lo que dices, es mi casa y sí quiero no te recibo.
—Rachael sí me dejará pasar –cínicamente se respondió.
—No lo creo, en estos últimos meses te has convertido en un mal ejemplo para mi esposa.
—Cállate Albert –se dijo mientras se estiraba.
El hombre resopló con fastidio, pero con más calma se sentó junto a su hermana y con una acostumbrada voz pacífica le habló.
—Candy, comprende, no puedes seguir con ese estilo de vida, te estás haciendo daño. Desde aquel suceso te la has pasado de fiesta en fiesta y… espero que no de cama en cama.
Algo irritara la rubia al fin se quitó la almohada para incorporarse.
—Es mi vida, tengo sólo veintisiete años y quiero vivirla al máximo.
—Me preocupas.
—Sé que me quieres y yo a ti. Pero…
—Lo sé, no me debo de inmiscuir en tu vida. Pero escucha, ¡cuídate!
—Siempre –con una enorme sonrisa en los labios y un guiño dijo aquello.
—Ya es tarde, ve a ducharte y quítate esa ropa que aún huele a cigarro. Lo que me recuerda que tú no fumabas, es más el olor te era desagradable.
—Sólo es para probar.
La chica completamente vestida con un muy ajustado pantalón negro y una blusa strapless, igual de ajustada, salió corriendo hacia la ducha mientras hablaba.
—Un par de cigarrillos de vez en cuando no me harán daño. Otras cosas pueden matarme de repente.
—Eres médico Candy, sabes que los excesos son malos –su hermano le grito cuando la vio perderse en el interior del baño.
No obtuvo respuesta, Albert amaba mucho a su hermana, pondría sin dudarlo las manos al fuego por ella, pero verla vivir su vida de esa manera, como si no hubiese un mañana no le agradaba en absoluto, la rubia tomó eso de vivir al máximo de una manera poco ortodoxa, pero seguía siendo ella, alegre, un poco atolondrada, noble, siempre pensando en él prójimo. Sólo que Albert quería, de sobremanera, que se calmara un poco y volviera a tener una vida más apacible y no llena de aventuras nocturnas que él prefería no conocer, y menos con quien las compartía, sobretodo si se trataba de chicos, que obviamente no perderían la oportunidad de llevarse a su pequeña y hermosa hermana a la cama en cuanto vieran su disponibilidad.
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Justo el reloj marcó las ocho y treinta cuando Candy salía en su modesto Chevrolet azul de la casa en Lakewood Village de su hermano, ella vivía más al norte, pero por su alocado fin de semana había llegado hasta esa playa. Ahora tenía que cruzar nuevamente el Vincent Thomas para ir a su lugar de trabajo y luego a su departamento que rentaba con su amiga Patty, otra médico residente de cardiología igual que ella, pero con la que no compartía el gusto por la fiesta, a diferencia de Annie, su amiga de juergas que había conocido en una discoteca meses atrás. Pero eso sólo era los fines de semana, los demás días tenía que mantenerse en sus cinco sentidos para atender a sus pacientes como ellos se merecían, ya el próximo viernes sería otra cosa, volvería a salir, a divertirse al máximo y a vivir al límite.
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Grazie per perdersi nei miei scritti
Notas:
Fragmento del soneto 116 de Shakespeare.
**“Under ten bridge”, canción interpretada por Red Hot Chile Peppers y escrita por Anthony Kiedis
Última edición por Gissa Alvarez el Lun Abr 30, 2018 4:36 pm, editado 1 vez