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C.A.H.A. LA BANDERA DE LAS HADAS (basada en leyendas tradicionales escocesas)

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Wendolyn Leagan
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Wendolyn Leagan

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Niño/a del Hogar de Pony
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LA BANDERA DE LAS HADAS
(Basada en  antiguas leyendas escocesas)


C.A.H.A.  LA BANDERA DE LAS HADAS (basada en leyendas tradicionales escocesas) 98a09210


  Cuenta una leyenda de nuestros antepasados, que hace cientos de años ocurrió en nuestra familia un hecho asombroso, digno de la más fantástica de las fábulas.

En las orillas del lago Ness, se levantaba el legendario castillo del Clan Aldraigh; nuestros antepasados más antiguos; también llamados “Los guardianes de Alba”, pues su fortaleza era el primer eslabón que cualquier invasor debía franquear para ingresar al territorio.

En estas épocas, aún no se conocía la Palabra de Dios, así que la creencia popular era el culto a la naturaleza, la cual estaba protegida por las creaturas del bosque.

Los “Tuatha de Dannan”, los descendientes de los antiguos dioses, creadores de todo lo que existe, que una vez dejaron la verde Éeire (Irlanda) para recorrer Escocia y después, el mundo entero; y a los cuales pertenecía el clan Aldraigh; eran fieles creyentes y obedientes de las leyes de la naturaleza.

En esta época, William Aldraigh, también llamado “El fuerte”, vivió una historia de amor, tan increíble como mágica.
Buscando probarse a sí mismo, si contaba con la sabiduría para regir su feudo, la fuerza para defenderlo y la valentía para morir por el si era necesario; se adentró un buen día en los bosques de Gleann Dúror, rogando  a los antiguos Dannan encontrar lo que estaba buscando.

Estuvo recorriéndolo durante 3 días con sus noches, parando apenas para descansar, y comer lo necesario.
Los bosques de Gleann Dúror, son espesos y extensos, apenas se percibe la luz del sol entre el follaje de sus altos pinos; dicen que aquellos bosques eran el refugio de un antiquísimo clan de hadas, que lo tienen protegido con un hechizo muy poderoso que envuelve a quien lo profane, en una confusión que no le permite salir de el nunca más.
William Aldraigh recorrió los bosques, clamando a los Dannan que le permitieran probarse a sí mismo, saber qué tan fuerte era; qué tan valiente.

Como si sus ruegos hubieran sido escuchados, las pruebas comenzaron a llegar, primero en la forma de un enorme oso que lo atacó sin razón aparente, y con el cual tuvo que luchar para no terminar muerto; así William Aldraigh probó su fuerza.

Luego, sabiendo que los Dannan prohíben matar a los seres del bosque si no es absolutamente necesario; cuando vio al oso vencido aceptando el castigo, le perdonó la vida, sanó sus heridas y este, viendo que era un hombre bondadoso, lo dejó seguir en paz. Así, William Aldraigh había probado su sabiduría.

La prueba de su valor, dirán ustedes, ya tendría que haber sido cumplida al enfrentarse al gran oso; pero no fue así.
Él, al igual que ustedes, pensó que así había sido, pero se equivocaba también.
Tendría que pasar aún otra prueba, para que William “el fuerte”, probara de verdad cuán valiente podría llegar a ser. Y esta iba a ser la prueba más difícil de todas.

Como ya les he dicho, el Gleann Dúror es un bosque mágico; protegido por un antiguo y muy poderoso hechizo que confunde a quien se atreve a entrar en él, hasta perderlo sin remedio.
William, vagó por días y días, que se convirtieron en semanas.

Terminadas las provisiones de su morral, comenzó a necesitar del bosque para su sustento; pero este se le resistía.
Los frutos de los árboles parecían secarse ante sus ojos cuando él intentaba tomarlos; los peces de las lagunas, parecían huir de él; los animales de caza no parecían existir.
Por las noches, sin más cobijo que el tartán en sus hombros, se sentía observado; sentía que cientos de ojos lo acechaban, y que cientos de voces murmuraban a sus espaldas.

Dirán ustedes “¡Esta es la prueba de su valentía!”; pero aunque William genuinamente trataba de no sentir temor, la soledad a su alrededor iba siendo cada vez más pesada, comenzó a extrañar su hogar, su lecho seguro, su comida caliente.
Los días, los elementos, las dificultades, comenzaban a hacer mella en el cuerpo y la mente de William Aldraigh.
Un día, casi muerto de hambre y cansancio, William cayó de rodillas clamando a sus dioses con las palmas extendidas.

“¡Dagda! ¡Dagda!” Clamó el caballero, a aquel dios que los antiguos escoceses tenían a bien llamar “El Bueno”,  sintiéndose rendido, “he aquí al descendiente de tus hijos, de los que partieron de la verde Éeire para bendecir al mundo entero con su simiente. He venido a buscar sabiduría, pero el hambre y la fatiga me hacen entender que me estáis entregando a la muerte ¿Cuál ha sido mi ofensa? ¿He pecado talvez de arrogante, al pensar que podía entrar aquí sin permiso, y pedir algo de vosotros?  ¿Debo dejar que la “corneja” tome lo que queda de mí? Si es así, no temo a mi destino, sino que me entrego a tu voluntad con humildad; dejad que venga la negra corneja; o si no,  por compasión a la descendencia que aún no he engendrado, otorgadme el perdón, y mostradme el camino de regreso a mi hogar.”

Dicho esto, William el fuerte, cayó de bruces, rendido y sin conocimiento.
¡Pero no se asusten por favor! William Aldraigh no murió ahí.

Su sobrenombre había sido dado con razones de sobra. ¡William era un hombre sumamente fuerte! y  haría falta mucho más que eso para que la negra corneja; la diosa Morrigan, tuviera derecho a venir por él.
Al despertar, se encontró en un sitio que no reconocía.

Sus heridas estaban sanando, su cuerpo había sido lavado, sus cabellos y su barba habían sido cortados y acicalados.
Se levantó del cálido lecho donde lo habían dejado descansar y al mirar por una ventana, se dio cuenta que se encontraba en una alta torre, la cual estaba rodeada por un lago plateado, en medio de un paraje que no conocía.

“Bienvenido de vuelta a la vida, William Aldraigh, descendiente de los Tuatha de Dannan” dijo una dulce voz a su espalda, al voltear, William se quedó simplemente maravillado.
Si alguna vez hombre alguno, desde que el mundo es mundo, ha tenido la gracia de contemplar la belleza; no hubo jamás hombre tan agraciado con ese don, como lo fue William en aquel instante.

¡Podría haber quedado ciego en ese preciso momento! y aun así, sería capaz de elevar sus manos al cielo, agradecido por permitírsele tal visión.

La mujer que tenía delante, simplemente no podía ser de este mundo.
Su piel tenía la blancura de la perla, y sus cabellos el brillo de la plata.

La cadencia de su alta y espigada figura, solamente podría ser comparable a las ondas del manso Ness cuando sopla el viento y la dulzura de su mirada, no encontraba parangón ni siquiera en la luz de la alborada.
Al estar frente a ella, William Aldraigh sintió un golpe dentro de su pecho, y fue como si su corazón latiera por primera vez en su vida; con tal certeza percibió los latidos, con tanta conciencia que hasta llegó a dolerle.
Enmudecido por ese ardor que lo poseyó de pronto, y sin saber qué hacer; cayó de rodillas extendiendo una mano hacia ella.

“Decidme señora ¿sois terrena, o es que ya mis dioses me han recogido y estoy frente a alguna Danna a quien rendir mis cuentas?”

“Levántate, William Aldraigh” respondió ella “No soy una Danna y aquí no debes rendir cuentas a nadie ¡estás vivo! Yo soy el hada Mairead, y estás en Tir Na Nog; mi reino.”

Tir Na Nog; la tierra de la eterna juventud. Una leyenda muy antigua de la que su abuelo solía escuchar hablar a los ancianos cuando era niño.
Tomó la mano de la dama, y la besó lleno de estupor, y ella, enternecida por ese gesto de humildad, acarició los rubios cabellos del caballero.

La dama le explicó que le habían estado observando en su travesía, y que el hechizo puesto en el bosque estuvo a punto de matarlo sin remedio.
Pero ella y los suyos se compadecieron de su suerte, en especial luego de haber sido testigos de su fuerza y nobleza al saber ser respetuoso de las leyes de la naturaleza.

También le explicó, que ahí en Tir Na Nog, el tiempo no corre de la misma manera que en su tierra:

“Un día que pases aquí, será como un año que los tuyos pasen allá…. Has dormido durante 3 días. Debes saber William, que tu familia ahora mismo ya debe estar dándote por muerto.”

Las palabras de la dama fueron para William como un golpe en pleno corazón.
Entonces los días que él había pasado sanando sus heridas en compañía de la hermosa dama, habían sido años que su familia lo había llorado.

Su padre ya anciano, cuánto debe haber sufrido, y su madre; talvez el dolor la hubiera matado ya.
Todas las promesas que había hecho, los juramentos que había dado como señor y protector de su clan, habían sido rotos si siquiera habérselo propuesto.
Peor aún, su feudo con seguridad ya no le pertenecía, obviamente a estas alturas debe tener ya otro heredero.

“Debes irte” le dijo ella “a reclamar lo que es tuyo. Aún no ha pasado mucho ¡aún estás a tiempo! Yo misma te guiaré para que llegues con bien.”

William escuchó a la dama, sin embargo al momento de verse en sus brillantes  ojos, dejó de importarle el feudo, la herencia, el clan…
Quería quedarse; si sus juramentos ya no valían de nada, y si lo más seguro es que ya lo hubiera perdido todo, no quería perderla también a ella. Se había enamorado profundamente desde el primer instante en que la había visto.

Al escuchar la declaración del hombre, la reina supo que su corazón no se había equivocado, pues ella también lo amó desde la primera vez que lo vio.
La reina de la tierra de la eterna juventud, y el joven caballero William, pasaron juntos durante varios días maravillosos, viviendo y disfrutando del amor que había nacido entre ellos; hasta que se completó un mes de la estadía del caballero en Tir Na Nog.

Entonces las malas noticias interrumpieron la felicidad de la reina hada, cuando uno de sus subordinados le vino a comunicar que, invasores de allende el mar, se estaban acercando en busca de poseer la rica Alba.
Que era un ejército numeroso y que para poder pasar a Alba, tenían que enfrentarse primero con la fortaleza del clan Aldraigh; la familia de su caballero; quienes a juzgar por el número de guerreros, serían acabados sin remedio.

En ese momento, William Aldraigh sintió el llamado de su conciencia; él estaba disfrutando de la felicidad del amor correspondido, y la dicha de saberse eternamente joven si permanecía ahí, mientras su tierra y su gente estaban en tal peligro.
A pesar de saber que en estos 30 días, allá en su tierra habrían pasado 30 años, decidió partir.
No podía quedarse y dejar sola a su familia. Tenía que ayudar a defender la fortaleza ¡Lo había jurado!
Y si los Dannan habían determinado que el clan Aldraigh debía desaparecer, entonces él debía tener la valentía suficiente para enfrentar ese destino junto a la sangre de su sangre.

Y esta, mis queridos niños, fue la verdadera prueba de su valentía. Porque hay que ser en realidad muy valiente para, habiendo encontrado al amor de su vida, dejarlo ir así, por cumplir el deber.

La reina Mairead supo dentro de su corazón que él tenía la razón, a pesar del dolor que la embargaba ante su inminente partida, que ella no detendría, tomó una decisión que marcaría su destino y el de su gente, para siempre.

Hizo que sus doncellas la vistieran con sus galas bélicas, y ordenó que todo su ejército fuera reunido.
Si la tierra de los hijos de los Dannan estaba siendo amenazada tan cruelmente; las hadas de Tir Na Nog, quienes también eran sus descendientes, ayudarían a defenderla.

Partieron entonces en extensa comitiva, navegando por el lago mágico de Tir Na Nog, y atravesando el hechizado bosque de Gleann Dúror, hasta llegar a las riveras del lago Ness, donde no tardaron nada en dar aviso de lo que estaba por suceder.
Al principio no les creyeron.

Efectivamente como él lo había tenido claro, tras 30 años de su ausencia, el clan Aldraigh tenía ya otro señor.
Tuvo que dar respuestas certeras a preguntas muy concretas para que confiaran en sus palabras.
Secretos de familia, que solamente un auténtico miembro del clan podría saber.

Creer que él era aquel joven desaparecido hace tantas décadas, y que no había envejecido ni un día, fue más difícil.
Pero no cupieron dudas a sus palabras cuando vieron el brillante ejército de hadas que le acompañaba.

La reina Mairead, vestida con sus armaduras que brillaban como el oropel, portaba en su cetro un extenso tapiz que ondeaba con el viento.

El símbolo que se mostraba en el, era el símbolo sagrado de las hadas de Tir Na Nog, las eternamente jóvenes; poseedoras del secreto de la vida eterna, y dueñas de los secretos de la mágica naturaleza.

Cuando los invasores pisaron tierra, el ejército de las hadas, blandió sus espadas con fiereza, hasta que cada uno de los bárbaros quedó tendido sin vida, tiñendo de rojo las aguas del Ness, sin haberse perdido ni una sola vida del clan Aldraigh.

Al final de la contienda, cuando el ejército de las hadas ya buscaba retirarse; William abrazó a su reina con lágrimas en los ojos, pidiéndole mil veces perdón por no poder ir con ella; pero su deber era para con su pueblo.

No volvería a romper sus juramentos, no volvería a dejar desprotegida a su gente; no iba a abandonar su hogar, pues no siempre tendrían un ejército mágico para defender los muros de su fortaleza, y si bien él era solo un hombre que con seguridad no hacía gran diferencia, como ya había dicho antes si su clan debía desaparecer, él lo haría con ellos.
El momento de la despedida se acercaba, y es ahí cuando la reina tuvo que confesar lo que callaba.

Si él no volvía con ella a Tir Na Nog, entonces ella tampoco volvería; porque en su vientre estaba ya creciendo el fruto de su amor, aquel que sería el próximo señor del clan Aldraigh, y ella quería que creciera aprendiendo de su padre, su fuerza, su nobleza, su honor.

Pocos hombres mortales había conocido ella en su vida, y ciertamente jamás había amado a uno.
Pero se sentía dichosa de haber conocido a un hombre que tuviera el corazón tan limpio y el alma tan entregada a lo que amaba.

Un hombre que supiera cómo luchar y que no tendría miedo de hacerlo, aunque tuviera que dejar su vida en ello.
Un hombre que fuera capaz de sacrificarlo todo, incluso el amor, como había estado dispuesto a hacer William, con tal de proteger a los suyos y cumplir sus promesas.

La reina Mairead era un hada, por lo tanto inmortal y eternamente joven; pero su promesa era que permanecería al lado de su amor hasta su último día de vida.
Después de que William abandonara el mundo de los vivos; ella volvería al eterno reino escondido de Tir Na Nog.

El clan Aldraigh vivió muchas décadas de paz; y cuando William murió, habiendo superado el siglo de vida; Mairead ya había pasado por la agonía de ver envejecer y morir a sus propios hijos, sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, y sin que hubiera envejecido un solo día.

Por eso, cuando William murió, ella decidió que partiría de inmediato. Nada la seguía atando ya al mundo de los mortales, y no soportaría la tristeza de seguir viendo envejecer y morir a los niños que había criado y amado.
El momento de marcharse había llegado, pero antes de irse; descolgó del salón principal la bandera con el símbolo de su reino, la dobló y la entregó en sus propias manos a un bisnieto suyo, nuevo jefe del clan, haciéndole esta promesa:

“Porque aún llevas mi sangre en tus venas, te ofrezco una gracia que salvará a tu familia y a tu gente, como ya fue visto una vez.
Si los muros de esta fortaleza, o la vida de esta familia vuelven a ser amenazados alguna vez; coloca esta bandera en un asta de plata, y siémbrala en la más alta de las atalayas de este castillo. Te prometo que si lo haces, por muy poderoso que sea el enemigo, por  numeroso que sea su ejército, o invencibles que sean sus armas; tu gente no tendrá nada que temer. El ejército de Tir Na Nog acudirá al llamado para defender a todos mis descendientes.

Pero ten en cuenta muy bien esto: La bandera no debe ser ondeada sin motivo; solo harás esto cuando en realidad estén necesitados de gran auxilio.
La bandera solo podrá ser ondeada tres veces. El ejército luchará por el clan, solo tres veces.

Luego de eso, se considerará que ya no hay rastro de la sangre de las hadas en quienes la posean, y las hadas vendrán a reclamarla.
Cuando eso suceda, la bandera deberá ser entregada sin chistar; porque quien no es de la sangre de Tir Na Nog, no tiene derecho a ondearla en su casa y se considerará una gran ofensa el no devolverla.

Da este conocimiento a tus hijos, y has siempre como se te ha enseñado:

Un hombre del clan Aldraigh siempre debe amar sinceramente.
Un hombre del clan Aldraigh, siempre debe estar dispuesto a luchar por lo que cree y lo que ama.
Un hombre del clan Aldraigh, siempre debe honrar los juramentos hechos a los suyos.

Que tus hijos aprendan esto como el lema de su clan, y que estos lo pasen a sus hijos; y a cada generación después de ti; para que siempre haya alguien del clan repitiéndolo como una plegaria. Que los niños crezcan creyendo en esto como su modo de vida.

Cuenta la historia de la bandera, para que siempre haya un Aldraigh en posesión de ella, listo para ondearla cuando haya necesidad, o a devolverla cuando llegue el momento.”


Dicho esto, Mairead reina de las hadas, emprendió solitaria el camino de regreso a su reino de la eterna juventud.
El joven líder, guardó en su corazón y en su memoria las palabras de su bisabuela; pasando esta advertencia a sus hijos y sus nietos, mientras tuvo vida.

Con el tiempo, los siguientes líderes del clan fueron manteniendo el lema del clan, y la historia de la bandera como algo cierto.
Habían pasado casi tres siglos desde la partida de la reina Mairead, cuando la bandera tuvo que ser ondeada por primera vez.

Nuestro clan entró en batalla con un clan más poderoso y numeroso, que simplemente querían poseer las tierras del feudo.
Los nuestros pelearon denodadamente, sin embargo los del clan enemigo eran numerosos ¡los nuestros caían a diestra y siniestra! y así, estuvimos a punto de perder la batalla.

Afortunadamente, una de las viejas del castillo, recordó la leyenda de la bandera de las hadas y descolgando el tapiz del muro, la entregó a uno de los jóvenes señores, quien prontamente la colgó de un asta de plata en lo alto de la atalaya del castillo.

De inmediato el viento del Ness comenzó a soplar haciendo que la bandera ondeara fuertemente emitiendo un ruido como un latigazo, a causa de la violencia con la que el viento la batía.
De pronto, todo el campo de batalla se cubrió con una espesa niebla que bajó de las tierras altas.

Solamente vieron los reflejos de oropel de unas armaduras que brillaban a la luz del crepúsculo; y los chispeantes golpes de las plateadas espadas que dieron cuenta rápidamente de los enemigos que asolaban el feudo de nuestros antepasados.

Cuando el líder del clan quiso agradecer la ayuda, el ejército misterioso desapareció junto con la niebla que se disipaba.
Aún con aquella prueba,  fue inevitable que con el pasar de los siglos, con la llegada del cristianismo y la modernización del pensamiento; estas enseñanzas fueran relegadas a ser simplemente “cuentos de hadas”.
Pero en el año 1066, el rey noruego Haral Hardrada, intentó su conquista de la isla, llegando a hacerse con casi todo el Reino Unido; pero cuando quiso invadir Escocia, encontró la muerte.

Una vez más el clan era amenazado, al ser el feudo la puerta de entrada hacia las tierras altas.
Una vez más, un ejército numeroso, que ya venía diezmando a los ejércitos ingleses e imponiendo el miedo, llegaba a atacar a nuestra gente.
Una vez más, el clan estuvo en peligro de desaparecer.

En aquella ocasión, William Andrew VII quien era todavía un chiquillo, y a quien apodaban “el joven”, porque se había convertido en líder a la corta edad de 10 años; recordando la leyenda que le contara su vieja nana, y sin tener en realidad nada que perder con intentarlo; descolgó el pesado tapiz, subió solo en la oscuridad de la noche las escalinatas de la atalaya, mientras desde afuera le llegaba el sonido de los hierros y los gritos agónicos de su gente; colgó la bandera en su asta de plata, y la dejó ondear.

Una vez más, el viento del Ness comenzó a arreciar, batiéndola con tal fuerza que sonaba como si fuera un  látigo.
Nuevamente, el valle se llenó repentinamente de aquella niebla espesa que contaban en las leyendas.
Desde la alta atalaya hasta donde la niebla no alcanzaba; el joven William lo observó todo.
Un ejército de cientos de soldados en brillantes armaduras, blandieron luengas espadas plateadas, derrotando al enemigo en minutos.

Antes de partir, una hermosa mujer de largos cabellos plateados, que era quien dirigía la armada, elevó su brillante mirada hacia él, dedicándole una dulce sonrisa.
Dice la leyenda, que la reina Mairead de Tir Na Nog, sigue pendiente de la protección del clan.

Con el pasar de los siglos, nuestro nombre ha sufrido cambios; hace mucho que dejamos atrás el gaélico Aldraigh, y también el Aldray, Andrey, y el simplísimo Andry, hasta evolucionar en el Andrew que llevamos hoy en día; pero eso no importa.
No importa cuál sea nuestro nombre, ni en qué parte del mundo nos encontremos.
La reina de las hadas, siempre encontrará la manera de proteger a los descendientes de su amado.

Por dos ocasiones la bandera de las hadas ha sido ondeada; solo podremos usarla una vez más, y eso será todo. Las hadas considerarán que la sangre de su reina ya no reside en nosotros y vendrán a reclamar su bandera, dejándonos a nuestra suerte…


*******************************************

Los tres niños, que escuchaban sin parpadear a su buena tía abuela, estaban simplemente maravillados por la fantástica historia que habían escuchado.

-¿Y quién tiene la bandera ahora, tía abuela? – preguntó Anthony, abriendo mucho los ojos azules.

- Siempre la tendrá un miembro del clan – respondió Elroy – la bandera de las hadas solo debe ser guardada por los descendientes de la reina Mairead.

- ¿Pero dónde está? – preguntó Stear, empujándose las gafas por el tabique con el índice.

- Mmm… No lo sé. Talvez siga en el antiguo castillo de nuestra familia, o la tenga algún otro de nuestros parientes…

- ¿Es real la historia, tía abuela?-  Preguntó el pequeño Archie, mientras se tallaba los ojos.

- Es tan real, como que ahora mismo tú te estás cayendo de sueño. – respondió la tía, mientras se agachaba para tomar en brazos al pequeñito castaño.

- ¡No, no es cierto, no tengo sue…!- protestó el niño, antes de interrumpirse en un amplio bostezo.

- ¿No, eh? – rió ella – ¡Vamos a la cama, ya! – exclamó ella mientras le tendía la mano al pequeño Anthony, que se contagió con el bostezo de su primo.

- Tía abuela, pero las hadas ¿existen o no existen? – preguntó Stear caminando detrás de ella.

- Ay Stear, pues… - titubeó la mujer – todo existe, mientras tú creas en ello. Solo deja de existir aquello en lo que dejamos de creer.

La mujer depositó en la cama a Archie, que seguía protestando mientras ella le retiraba los zapatos.
Luego fue el turno de Stear, a quien con un paño húmedo, le limpió de la cara los restos del chocolate que habían bebido hace un momento.

-¡Cuéntanos más, tíaaaaa! – protestó el pequeño de gafas, mientras ella se las quitaba con cariño y las depositaba sobre el velador.

-¡Mañana! ¿Qué, ustedes creen que no me canso? ¡Es tarde jovencitos!


-¡El lema! – exclamó Anthony - ¡Repítenos el lema Tía, para aprendérnoslo nosotros, que también somos hombres del clan Andrew!

Elroy rió al verlo hacer aspavientos envalentonados.

- “Un hombre del clan Andrew, debe saber amar sinceramente.”- Recitó solemnemente ella, mientras daba un beso en la frente del sonriente pequeño rubio.

- “Un hombre del clan Andrew, debe estar dispuesto a luchar por lo que cree y lo que ama.” – siguió recitando, mientras arropaba a Stear.


- “Un hombre del clan Andrew…” – siguió en un susurro, mientras le retiraba el cabello del rostro a un ya dormido Archie – ...siempre debe cumplir los juramentos hechos a los suyos.”

Dio un beso en la frente del más pequeño de sus sobrinos y se dirigió hacia la puerta, desde donde los observó.
Archie dormía ya, pero Stear y Anthony la miraban desde sus camas con los ojos muy abiertos.

-Aparte agregaría yo – dijo seria,  con una mano en la cintura – “un hombre del clan Andrew, debe saber dormir a sus horas, para que al día siguiente no se esté cabeceando en la clase de matemáticas”, porque ¡qué vergüenza con el maestro, eh!

Al instante, ambos niños se revolvieron en sus camas, cubriéndose con la manta hasta la cabeza.
Ya los tenía bien amenazados con quitarles los tebeos, que leían hasta deshoras, si volvía a suceder.

Pero a escondidas reía; porque no podía hacer otra cosa con esos tres angelitos que le habían regalado para criar.
Apagó la luz y salió, dejando entreabierta la puerta de la habitación.

Se retiró a su recámara, pero aunque sentía cansancio, no pudo ni mirar la cama. Se dirigió hacia la ventana.

¿Dónde estará en verdad la tal bandera de las hadas? Se preguntó con un hondo suspiro.

¿Será que ya la habían reclamado como decía la leyenda?
Es que ahora mismo le gustaría tenerla, para poder pedir el auxilio que necesitaba.
No sabía cómo era que continuaba en pie.

Esos niños… esos tres niños, eran lo único que ahora mismo la mantenía todavía en pie.

Su hermano, el jefe del clan, muerto; su sobrina, la madre de Anthony, muerta.
Los padres de Stear y Archie, que los habían dejado y se habían mandado a cambiar como si tal cosa.

Como si fuera poco, su sobrino; otro “William” como los del cuento; en lugar de honrar a los héroes de sus leyendas familiares, desaparece sin decir “agua va”, y ella ¡A ella que la parta un rayo!

Estaba sola. Completamente sola.

Sola para dirigir todo ese imperio, sola para enfrentar a los parientes; sola para tejer mentira tras mentira sobre el “Bisabuelo William”, y que los buitres que tenían por familiares no buscaran dilapidar la herencia.
Si supieran que en realidad, el clan estaba sin líder… ¡qué sería de ella!

Se llevó una mano a la frente, contrariada; pero luego recuperó la compostura.

Fijó su mirada parda y decidida en la redonda luna que alumbraba el florido jardín, y respiró profundo para retener las lágrimas que comenzaban a aguar sus cansados ojos.

Ella definitivamente no era un hada, y ojalá fuera la reina de algún reino mágico de la eterna juventud.
Juventud; que era justamente lo que le venía faltando cada día, pero tenía que sacar fuerzas de flaqueza; tenía que mantener unida a su familia, tenía que levantar a esos tres niños para que no sintieran el abandono.

Tenía que saber dirigir su ejército y a su gente.

Ella no era la reina hada de la leyenda, pero como si lo fuera, tenía que buscar la manera de defender su reino, y formar a esos tres niños que, si Dios es grande y le da vida para verlo, serán los siguientes líderes del antiguo clan.

De pronto…

- Tía…

- ¡Alistear Cornwell! ¿Puedo saber por qué no estás en tu habitación?

El pequeño, descalzo y sin gafas, estaba ahí en medio de su recámara, mostrándole una sonrisa inocente.

- ¿Y Anthony? – preguntó ella.

- Se quedó dormido en cuanto apagaste la luz, tía. – respondió el chiquito, riéndose.

- ¡Y tú! ¿Por qué no estás con él? – repuso ella, fingiendo enojo.

- Tía, ¿de verdad no sabes dónde está la bandera delas hadas?

- Ay Stear…- resopló ella. Una vez más la inteligencia inquisitiva del pequeño le estaba haciendo una gracia - ¡No debí contarte esa historia! Vamos a la cama. – dijo ella levantándolo entre sus brazos, como acunándolo.

- ¡No, pero tía! – exclamó el niño, haciendo un puchero – Tía… por favor.

- No… - suspiró – no sé dónde está.

- ¿Y la reina de las hadas?

- ¡Pero mi amor...!

- Sólo dime eso, y me voy a dormir. – suplicó Stear, juntando sus manitos.

- ¿Me lo prometes? – preguntó ella, frunciendo el entrecejo.

- ¡Mjum!

-¿Seguro seguro, si te digo eso, te irás a dormir?

- ¡Mjum! – emitió el niño con los labios apretados.

- ¡Muy bien! – dijo ella acercándose a su mecedora y acomodándose en ella.

- ¿Estás listo? – el niño asintió – Este es un secreto muy importante Stear, nadie lo sabe, y no puedes irlo contando ¿Está bien?

- Te lo prometo tía.

- ¿Y me prometes también que, en cuanto te lo diga, te guste o no la respuesta, vas a cerrar los ojos y a aquedarte dormido? – preguntó, mientras ya se impulsaba hacia delante y atrás, a buen ritmo en la mecedora. El niño asintió muy serio – Recuerda que los hombres del clan Andrew…

- Los hombres del clan Andrew siempre cumplen sus juramentos… - completó él.

- ¡Así es! Está bien, te lo diré… la reina de las hadas… - dijo en un susurro, acercando su rostro al del niño - … ¡Soy yoooo!

Stear abrió mucho los ojos, arrebujándose entre los brazos de la mujer; pero de pronto arrugó el gesto y mostró sus dientes de leche, en una ligera risita.

Obviamente que no le había creído. Archie lo hubiera creído, y hasta Anthony quizá. Pero no Stear, que no solo era el mayorcito, sino que poseía una inteligencia ajena a sus cortos años.

- ¿Y entonces? ¡Me prometiste que si te lo decía te quedarías dormido!

Stear entonces cerró con fuerza los ojos, y se quedó callado.
Elroy continuó impulsándose en la mecedora, y de pronto comenzó a tararear una delicada tonada.

A fuerza del bamboleo, y cumpliendo la promesa hecha, Stear comenzó a caer en el sopor del sueño.
De pronto entreabrió un poco los ojos y vio el perfil de su tía.
La luz de la lamparilla que alumbraba apenas su habitación, le confería a su rostro adusto, rasgos solemnes; señoriales, y  por qué no, hasta cierta belleza. Le pareció a él, una gran señora digna también de ser la heroína de cualquier leyenda.

Como estaban cerca de la ventana, a la luz de la luna llena, las canas de su frente le brillaron plateadas. Y ahí, en ese estado de duermevela, en la consciencia inconsciente, entre la realidad y el sueño, la pareció a Stear que quizá su tía no le había mentido, y él estaba durmiendo entre los brazos de la reina hada de cabellos plateados de la leyenda.

Mientras lo mecía rítmicamente, Elroy le percibió sonido. Al mirarlo se dio cuenta que el niño entre sus brazos reía ligeramente entre sueños; y le hizo gracia.
Talvez, estuviera soñando con su propia leyenda de hadas y valientes caballeros.

Lo apretó ligeramente a su pecho y juntó su mejilla con la frente del niño, enternecida.

No, ella no era ninguna hada; y no sabía dónde estaba la mentada bandera. Pero a ella no le hacía falta.
Ellos, esos tres niños, iban a ser toda la fortaleza que ella necesitaría; y por ellos, emularía no a una ¡sino a cien hadas guerreras! Por ellos y por el bien de toda su familia.

Para luchar contra el mundo entero, Elroy Andrew no necesitaba más magia que la que tenía ahí, durmiendo inocentemente entre sus brazos.

A partir de ese momento, ella sería su propia heroína; y se convertiría en su propia leyenda.

FIN.



C.A.H.A.  LA BANDERA DE LAS HADAS (basada en leyendas tradicionales escocesas) 29855914


MIS TRABAJOS EN ESTA GF 2018:

HASTA EL ÚLTIMO DE TUS RECUERDOS (La Mansión Leagan)

LA ÚLTIMA LECCIÓN (El Monasterryo)

LA MUCHACHA DEL CIRCO (Clan Alba Highlands Andrew)

DEATH IS THE NEW PINK (Cumpleaños de Gezabel)

LA CARTA (reto Albert y Candy)

VALS Nº 2 (Cumpleaños de Mimicat)

EL RECOLECTOR DE ESTRELLAS (Imaginario de Stear)

PRIMAVERA (El Monasterryo)

AZUCENAS MARCHITAS



Última edición por Wendolyn Leagan el Sáb Abr 28, 2018 3:46 am, editado 6 veces

http://www.maldita-bruja.blogspot.com

igzell

igzell
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

C.A.H.A.  LA BANDERA DE LAS HADAS (basada en leyendas tradicionales escocesas) 355103 ohhh,como gustò esta historia...ota`,tia,ota`
 Mairead,hermosa y generosa mujer fue esa...

http://larojamelenaquesellevoelviento.blogspot.com/

loris andrew

loris andrew
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

que historia mas bella!!!! me encanto, como todo lo que tu escribes bella wen!!, la mitologia me fascina y las leyendas e historias fantasticas y mas si en ellas involucra a cierto rubio ojos azules hhhhaaaaaa!!!


gracias gracias!!!

sadness

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Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

¡Esto es una joya! Fascinante y hermosa historia.
Hiciste que mi mente volara libre. Gracias por compartir.

YARO

YARO
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

No hay palabras para describir hasta donde hiciste llegar a mi imaginación e incluso a mi alma, me sentí transportada a ese bosque, sentí que libré junto con él las pruebas a las que fue sometido, llegué a ese lugar mágico y de ensueño, pude ver al amor y entrega materializarse, tanto el que se siente por el ser amado como el que se siente por tu gente, por los tuyos. Casi me sentí blandir también una espada en defensa de mi clan, sentí la euforia de la batalla. Pero si hay algo que ganó por completo mi corazón, fue la imagen de esa mujer que muchos creen dura e intransigente, mostrándose tierna, entregando ese amor de madre que no pudo manifestar desde el vientre, pero que sin embargo entregó a aquellos pequeños que quedaron a su cuidado; al igual que Stear, yo también creo que es la reina de las hadas, que regresó en ella para continuar cuidando a su familia, pero especialmente a ellos.

Bellísima historia esposa, me ha encantando de inicio a fin. Y confieso que me ha gustado tanto que la he leído mas de una vez XP Mil gracias!! C.A.H.A.  LA BANDERA DE LAS HADAS (basada en leyendas tradicionales escocesas) 245289 C.A.H.A.  LA BANDERA DE LAS HADAS (basada en leyendas tradicionales escocesas) 281498 C.A.H.A.  LA BANDERA DE LAS HADAS (basada en leyendas tradicionales escocesas) 540319

http://losrecuerdosdecandy.foroactivo.mx/

Adriana G

Adriana G
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Mi querida Wen, qué hermoso relato! Me encantó la parte en que describes a la Tía con sus plateados cabellos bajo la luz de la luna.... sí, la Tía era la fuerza de la familia.

Bravo! Bellísimo!!

Un abrazo y seguimos en contacto

Wendolyn Leagan

Wendolyn Leagan
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

IGZELL: MAIREAD ES EL NOMBRE DE LA VIOLINISTA DE LAS "CELTIC WOMAN" ¡SIEMPRE ME GUSTÓ SU NOMBRE ^^

LORIS: ESE RUBIO ES EL QUE NOS TIENE AÚN AQUÍ, A PESAR DE TODO ^^

SADNESS: ES TODO UN HONOR QUE ALGUIEN CON UNA PLUMA Y UNA SENSIBILIDAD COMO LAS TUYAS, CONSIDERE ALGO MIO TAN PEQUEÑO, COMO UNA JOYA. ¡INFINITAMENTE AGRADECIDA!

YARO: MI QUERIDA ESPOSA ¡YO SABÍA QUE TE IBA A GUSTAR! YO TAMBIEN CREO QUE STEAR NO SE EQUIVOCABA ¡ELLA ES EL HADA! POBRE MUJER. SIEMPRE LA VEÍAN COMO INJUSTA O MALA, SIMPLEMENTE ESTABA SOLA, Y HACÍA LO MEJOR QUE PODÍA EN SU SOLEDAD.

ADRIANA: COMPARTIMOS LA IDEA, ELROY ANDREW ERA EL MOTOR DE ESA FAMILIA ^^

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Angie Jaba

Angie Jaba
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

¡Excelente! ¡y quiero más!
No podía ser de otra forma mi Wen ¡siempre tan bellas tus historias!
ahora me voy a soñar ¿dónde quedaría el tan estandarte? ¿dónde?...
:D

https://www.fanfiction.net/u/2654699/

mysha

mysha
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Leer a una tía así, me ha encantado.  Un muy bello relato, gracias por compartir.

http://myshahistorias.blogspot.com/

Kary Grandchester

Kary Grandchester
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Preciosa historia Wendoooo!! tu te pintas sola para esto

leer de Anthony, Stear y Archie siendo pequeños siempre me mueve el kokoro

me los imagino perfecto!! Bello bello, quiero mas!

https://www.youtube.com/user/karinans?feature=mhee

Dayiap


Recién plantada/o
Recién plantada/o

Sin palabras. La verdad es que me cuesta articular un comentario que logre expresar todo lo que me hiciste sentir. Lo intentaré... a medida que iba leyendo me sentí completamente transportada a la leyenda, con sus visisitudes y ensoñaciones (de hecho me recordó mucho a una de mis sagas favoritas (“Trilogía Sieteaguas” trata de leerlas... o te las mando por email jejejejej) y cuando “termina” el relato pude “ver” a los niños junto a la tía (que es uno de mis personajes favoritos). TE PASASTE! MAESTRA!!! ???????????????????????????????????????? Realmente un deleite leerte, me pongo un sombrero solo para quitármelo ante ti. ????

GEZABEL

GEZABEL
Guerrera de Lakewood
Guerrera de Lakewood

Toda la historia relatada por la tia abuela es una delicia, pero mas delicia es imaginarla como esa mujer amorosa que poco muestra la historia. Era claro que ellos la adoraban de pequeños, solo la tenian a ella y fue quien se encargo de criarlos, de quererlos y de mantenerlos unidos... Realmente pude verla rejuvenecida a traves de tus letras... Realmente esa mujer fue una heroina a pesar de que con los años su caracter se vio transformado a la vista de los chicos y de la historia que nos contaron... Hermoso Wendo...

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