Desde El Monasterryio, y en colaboración con Pollifrodi: "SHAKESPEARE, Y LAS ESTRELLAS"

Desde la alta colina de Terryland... desde la biblio...  ¿¡Pero qué ruido!?

- ¡Pollo!... sácame de aquí a todos estos bichos ¿qué hacen las ovejas sueltas? ¿Y estos conejos?

- Wendo, no grites ¿no ves que los saqué a pasear? Los pobrecitos se aburren en el granero

- ¡Ay Pollo desobligada! ¡Ya deja a ese animalito peludo en su jaula, y llévate a estos bichos donde deben estar!  

- Hey ¡más respeto señorita! Ahora soy la Pollinovicia al cuidado de los animalitos del Monasterryo.  

- Sí sabes que los animales que criamos son para consumo humano ¿Verdad?  

- ¿A qué te refieres con "consumo humano"?  

-Pues, que son para comer.

- ¡No! ¿Todos?  

- Sí todos; las vaquitas, las ovejitas, los cuyos...

- ¡¡No!! ¡Los cuyos no!  

- Sí sí, los cuyos ¡Los cuyos! Hornados y crujientes Mmmm... ¡Qué delicia!

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!  

- Jejeje pobre Polli, pero así me la saco de encima un rato ¿En dónde estábamos?  

Ah sí...

Desde la alta colina de Terryland... desde la biblioteca del Monasterryo, y la pluma de la Novicia de los Pergaminos Sagrados; en colaboración con la talentosa POLLIFRODI en el fanart

Esto es...








  El hombre castaño de ojos azules se incorporó del lecho; se desperezó ampliamente abriendo los brazos, y dejó salir un bostezo, que se vio interrumpido por la sonrisa traviesa que le provocó la ligera punzada en la espalda.

Alargó la mano para sobarse el punto adolorido, intentando contener una risita. No le molestaba, era uno de esos dolores gustosos que a veces quedan luego de dar rienda suelta a una noche de pasión.

Se volteó un instante a mirar a la mujer que, de espaldas a él, dormía profundamente.
En la habitación en penumbras, logró vislumbrar la blanca espalda, cubierta apenas por la sábana de algodón.
Se acercó despacio y, apartando la mata de cabello rizado, beso la nuca y los hombros de la mujer, que no emitió ni un sonido.
Estaba profundamente dormida.

Se preguntó si ella también despertaría algo adolorida. El pensamiento le causó algo de gracia.
No había caso; no iba a cometer la maldad de despertar a su mujer solamente para hacer el amor, cuando hace poco menos de un par de horas, ya habían disfrutado bastante.
Pero, mientras ella dormía como una bendita, él ahora mismo ya no podía conciliar el sueño.

Rápidamente se colocó el pantalón del pijama que yacía abandonado en el suelo; tomó su cigarrera del cajón del velador y se alejó de la cama, para encender un cigarrillo.
La madrugada estaba fresca y clara, las estrellas brillaban en el firmamento.

Le dio una calada a su cigarrillo, mientras se sentaba en una silla cercana a la ventana.
Mientras exhalaba la bocanada de fragante humo, rememoraba de a poco ciertas situaciones de su vida.
Pensamientos que, a cualquiera en su lugar, podrían llamar a la tristeza; pero a él no. Ya no.

Nunca se consideró un hombre triste; admitía que en su juventud se había dejado imbuir de un desasosiego que  lo hacía pasar por barbaridades que no le deseaba a nadie; pero cuando decidió tomar las riendas de su vida, se dio cuenta de que, lo que fuera a hacerlo exitoso, o desgraciado, dependía solamente de él; no de las cosas que pasaran o no a su alrededor.

Ahora mismo, su vida estaba tan llena ¡tan completa! Que le parecía mentira que en algún momento hubiera lamentado su suerte de manera tan precaria.

Bien lo decía su mentor favorito: “Sabemos lo que somos, pero aún no sabemos lo que podemos llegar a ser.”
Definitivamente, de joven debía haberle prestado mucha más atención a las frases de Shakespeare; no era solo de aprenderlas para repetirlas en un escenario ¡Sino sentirlas!  Analizarlas.

En tiempos modernos ¡Qué gran psicólogo habría sido, el dramaturgo inglés!
Cuántas lecciones había asimilado desde que lo leía con mayor detenimiento.

Con los años, había aprendido que la vida es sabia, que cada cosa tiene su tiempo y su lugar; y que forzar las cosas, no tiene ningún sentido.
Los deseos se cumplen, siempre y cuando uno sepa merecerlos, tener la paciencia suficiente y, sobretodo, vivir en función de lograrlos.

Por eso, y como bien decía William: “es mejor encender una vela, que maldecir la oscuridad”; y era eso justamente lo que le había faltado durante mucho tiempo. Saber encender una vela, para alumbrar esa oscuridad que él, alguna vez,  había permitido que lo rodeara.

Hoy por hoy, se consagraba como uno de los actores más cotizados del teatro shakesperiano, y no podía decir sin embargo, que ese haya sido su único logro.
Donde quiera que iba era reconocido y aclamado ¡Una estrella! Al menos así lo llamaban quienes gustaban de su trabajo.
No era su naturaleza el ser modesto, tampoco tenía por qué serlo ¡Su trabajo le había costado estar donde estaba! Y se sentía por demás orgulloso de ello.

Cuando se dio cuenta de que, en algún momento de su vida, parecía ya no tener nada que lo mantuviera de pie; fue su trabajo lo que le hizo darse cuenta de que tenía que tomar las cosas con determinación y hacer lo que debía; por nadie, por nada en particular, excepto por sí mismo.

Por sí mismo, y por su propia vida.

Así es como llegan los éxitos; así es como se crece en la vida; olvidando el pasado, dejando atrás las lamentaciones, y mirando hacia adelante en pos de lo que se desea.
Había entendido que, si quería la vida con la que soñaba ¡debía trabajarla él mismo! En lugar de lamentarse por lo que no había podido ser.

Su felicidad no dependía de nadie más; no dependía de quienes lo habían querido, o de quienes no lo habían sabido querer.
Tampoco dependía de a quienes él había amado, o de quienes no había logrado amar. Sino de él mismo.

Dejó de mirar hacia el pasado, lamentándose por lo que ya no tenía remedio; y empezó a mirar hacia el futuro, que era lo único que podía de alguna manera, manejar él mismo ahora.






Si hubiera hecho caso a Shakespeare antes, quizá no habría sufrido tanto… pero todo en la vida tenía su lugar, las cosas que pasaron ¡tenían que pasarle! para aprender grandes e importantes lecciones; porque, no era verdad que el destino estuviera escrito en las estrellas...

¡Una estrella! Sonrió con ese pensamiento, mientras exhalaba otra bocanada de humo.
Así es como lo llamaban “¡Eres una estrella muchacho!”
Una estrella,  como las que brillaban en aquel cielo nocturno que él observaba rutilando ante él.

Se imaginó por un momento, que él era una de esas estrellas pegadas en la tela azul marina que cubría todo el cielo. ¿Y si hubiera sido una estrella de verdad?
Si hubiera sido, solamente un pedazo de roca incandescente a miles de millones de años luz… no lo habría preferido.
Alguna vez deseó desaparecer, ahora sabe que la mejor decisión que había tomado en su vida, había sido justamente ¡vivirla!

“El pasado es un prólogo”, decía Shakespeare; y tenía razón. Lo importante realmente de un libro, era lo que seguía.

Mientras encendía un nuevo cigarrillo,  a la luz del mechero relumbró la alianza que reposaba en su anular izquierdo. Dio una calada profunda y se apoyó en el marco de la ventana, mientras con el pulgar acariciaba lentamente el anillo, haciéndolo dar vueltas en su dedo.
Ahora lo tenía todo.
Fama, reputación, estabilidad económica, el amor, una familia…





Así había sido, mi querido Shakespeare… Y le había costado, pero lo había aprendido.
Había aprendido, a no exigir ni a esperar nada que no pudiera procurarse él mismo.

A ser paciente, sabiendo que, si confiaba en sí mismo, y si era consciente de las decisiones que tomaba; algún día iba a poder gozar de los obsequios que la vida tenía para él.
Y ahora, lo tenía todo… Incluso, el tan anhelado amor que ya había dado por perdido.

Es que, todo en la vida es un ciclo; lo que es para uno ¡será! Si simplemente dejamos de resistirnos a mirar hacia adelante.
La vida siempre hace su parte.

Bendito sea Shakespeare ¡Y benditas sean las estrellas! Que cada vez que las miraba lo hacían reflexionar, y aprender un poco más de sí mismo.
Todo el mundo debería perder de vez en cuando el sueño, y observar en silencio las estrellas.

William Shakespeare, era un enamorado del cosmos, y solía admirar el cielo nocturno con mucha frecuencia.
De ahí habían salido grandes frases de sus obras; la inspiración para los amores más trágicos, la respuesta a los miles bloqueos que sufría. De pronto, tras una noche en vela escrutando el cielo estrellado, retomaba la escritura como si un nuevo ímpetu lo poseyera.

Él había aprendido a hacer lo mismo; en las noches insomnes,  observaba el cielo nocturno porque sabía que era en la soledad y el silencio, cuando la voz interna habla, y la conciencia halla camino hacia el corazón, dictando las resoluciones e inyectando el valor para llevarlas a cabo.

Lo que él había aprendido, de Shakespeare y las estrellas, era el manejo de su vida, y la sabiduría de saber esperar; porque lo que definitivamente es para uno, de una u otra forma ¡llega…!

  - Te he dicho que detesto que fumes cuando estamos juntos…- Una voz femenina rompió el silencio de sus cavilaciones.
El regaño le tomó por sorpresa, sabiéndose atrapado en falta, haciéndolo reír, y casi atragantar con el humo que exhalaba.

 - Ah sí ¿eh? – respondió él con una sonrisa, arrojando el cigarrillo por la ventana, con un movimiento de sus dedos que a ella le parecía todo un arte – Tú estás dormida, yo no podía dormir. En algo tenía que entretenerme.

 - Bueno… - respondió ella, incorporándose como un gato que se despereza – ya estoy despierta.

 - ¿Qué te despertó, amor mío? – preguntó él acercándose lentamente - ¿Fue la ventana abierta, la luz que se cuela, o el dolor de mi ausencia?


 - ¡El olor de tus horribles cigarrillos! – respondió ella, colocando sus brazos tras la cabeza, y haciéndolo reír.
Él logró adivinar los pechos desnudos a través de la fina sábana, y sintió escocer en sus manos el deseo de acariciarlos.

 - Lo lamento – dijo él, solemne – prometo no volver a fumar, cuando estemos juntos.


 - Sí me quisieras lo suficiente, ya lo habrías dejado. – dijo ella, acercándose a él coquetamente, y fingiendo un puchero

 - ¡Oh querida! – Terry se llevó la mano al pecho dramáticamente - Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo.


 - Ya te vas a poner poético… No, déjame apestas a cigarrillo ¡Déjame! – ella fingió intentar soltarse de su abrazo, mientras reía.

 - Shhhh… ¡silencio! – dijo de pronto con exagerados ademanes -  ¿qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente y Julieta, el sol! ¡Surge esplendente sol y mata a la envidiosa luna…!


 - ¡Calla, vas a despertar a los niños!

 - Pero mi amor, si los niños se despertaran así de fácil, hace rato que los habríamos despertado ya ¿No crees? – dijo, riendo pícaro mientras besaba el cuello de su esposa.


 - ¡No seas sinvergüenza…! – exclamó ella entre risas, sabiendo bien a lo que él se refería.

Ya no hablaron más. Ella dejó al fin la fingida reticencia que el olor a cigarrillo, supuestamente,  le provocaba, entregándose a los besos de su esposo quien, con mano diestra, supo apartar la suave sábana dejando a su amada dispuesta para él.

Prontamente, el pantalón de pijama volvió a ser abandonado en el piso de la habitación, mientras aquel Romeo enredaba sus dedos entre el rizado cabello rubio de su amada, y tanto tiempo anhelada, Julieta.

Las estrellas, que son las causantes de que los enamorados sueñen y los poetas compongan; titilaban en su cielo, orgullosas; seguramente inspirando a algún moderno Shakespeare a crear nuevos dramas, nuevos amores…
Nuevas vidas que nacerían, al cobijo de su luz.


FIN.









MIS OTROS TRABAJOS EN ESTA GF 2018:

HASTA EL ULTIMO DE TUS RECUERDOS (La Mansión Leagan)

LA ULTIMA LECCION (El Monasterryo)

LA MUCHACHA DEL CIRCO (Clan Alba Highlans Andrew)

DEATH IS THE NEW PINK (Cumpleaños de Gezabel)

LA CARTA (reto Albert y Candy)

VALS Nº 2 (Cumpleaños de Mimicat)

EL RECOLECTOR DE ESTRELLAS (El imaginario de Stear)

PRIMAVERA (El Monasterryo)

LA BANDERA DE LAS HADAS (Clan Alba Highlans Andrew)

AZUCENAS MARCHITAS

VOGUE PORTADA Nº 1 (la Mansión Leagan)

VOGUE PORTADA Nº 2 (La Mansión Leagan)

que maravilloso escrito wendo... definitivamente un homenaje grandioso para Shakespeare y una historia genial para Terry...

se me hincha mi corazon de pollo al leerlo..me ase muy feliz..ver realizada a esta pareja.. me conmueve..muchosimo.. tus escritos...haaaaa... me ase suspirar..gracias por darle un significado tan feliz a mis fanart,, wen.. “El tiempo no vuelve atrás, por lo tanto, planta tu jardín y adorna tu alma
en vez de esperar a que alguien te traiga flores.”. haaa.. definitivamente .. me da que pensar.....-...

Wen, siempre es un deleite perderse en tus letras y en esta ocasión engalanada por el aporte conjunto de otro talento creativo, Pollifrodi.

Felicitaciones a ambas, chicas talentosas.

Me encantó tu minishot... Me gusta cómo escribes,me transportas
Muy bonito aporte Wendolyn

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