ADVERTENCIA: Este es una historia donde Susanna Marlowe es personaje principal. Tampoco sigue la línea del la novela "Final Story". Si no te gusta el personaje, o la temática que ya he mencionado, y crees que esta historia no vale la pena tu tiempo; por favor no sigas.
Si la vas a leer igual, ten en cuenta que no estoy faltándole el respeto a nadie, y no toleraré que me lo faltes a mi. Si vas a comentar, por favor hazlo con respeto; eso es lo único que te pido.
Por tu atención, gracias.
Si la vas a leer igual, ten en cuenta que no estoy faltándole el respeto a nadie, y no toleraré que me lo faltes a mi. Si vas a comentar, por favor hazlo con respeto; eso es lo único que te pido.
Por tu atención, gracias.
- Poshoooo... Poshiiiitoooo... esa Pollo linda ¿ken la kelle?
- ¡Déjame Wen! No me vas a convencer ¡Me asustaste mucho cuando me dijiste que aquí en el Monasterryo asaban a los cuyos.
- Ay pero si fue una bromita de nada, Pollitoooo.
- No Wen esas no son bro,as ¡Pobrecitos mis cuyos!
- ¿Ah no me vas a perdonar?
- Nel pastel.
- ¿Segura segura?
- ¡Segurisisisisma!
- Ah bueno, entonces no te muestro la sorpresa que te hice.
- ¿Una sorpresa? ¿Para mi?
- Era para ti pero si no la quieres...
- No WenDO, siisisisisisisis Si la quiero ¡Si la quierooooo!
- ¡Aaaaaaay pero no me zarandees que me arrugas la túnica!
- Dame mi sorpresa ¡dame dame dame!
- Ya ya, cálmate que estás echando plumas por todos lados ¡Pollo loca! Ven mira, está aquí.
- ¿Dónde, Wen, dónde?
- Aquí, posteada en el Foro Rosa ¡Ojalá te guste! ^^
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Desde la alta colina de Terryland... desde la biblioteca del Monasterryo, y la pluma de la Novicia de los Pergaminos Sagrados, en colaboración sorpresiva (porque fue sin permiso) de la talentosa POLLIFRODI en el hermoso fanart.
Esto es...
LA BODA
- ¡Estás hermosa, hija!
La madre de Susanna ingresó a la habitación donde la joven de largo y lacio cabello rubio, estaba siendo preparada para el día más importante de su vida.
Había elegido un vestido strapless con ataduras en la espalda; a su mamá no le había gustado del todo, lo consideraba algo “escandaloso” para su gusto, y nada apropiado para una novia, pero Susanna justo deseaba algo distinto, algo que desviara un poco la atención de la gente.
Le había dicho a su madre, que quería vestir algo que diera de qué hablar más allá del hecho de que iba en silla de ruedas.
Y es que, no era precisamente un vestido de novia; en el cabello, no se había dejado poner más que unos sencillos adornos florales.
Nada de velo y corona.
Los asesores de imagen de Terry la habían aleccionado así.
Llevaba demasiados años viviendo con Terry como para pretender casarse con una apariencia pura y virginal.
Terry y ella, sabían de sobra que jamás había pasado nada entre ellos, que ella merecía ponerse un largo y principesco vestido de novia, blanco como la nieve, si así lo deseaba; pero ellos le habían dicho que, hacerlo, habría sido visto como “hipócrita” de su parte, y que habría desatado más críticas negativas, que halagos, por parte del público y la prensa.
Críticas que, podrían mellar también en la reputación de Terry, y ella no quería perjudicar la hermosa carrera de Terry de ninguna manera… ¿O sí?
Ella sabía que, en realidad, a Terry esas cosas no le podían importar menos; pero quería hacer lo mejor.
De todas maneras, la verdad es que ella tampoco tenía mayor interés de vestirse de otra manera. Un vestido sencillo y cómodo, eso era lo que necesitaba.
Su madre se acercó a ella, con una sonrisa que a ella le pareció molesta.
¿Por qué la presencia de su madre le molestaba tanto?
De unos años para acá, tener cerca a su madre le era poco grato, la verdad. Pero, no lograba discernir el porqué.
Quizá porque la tenía encima todo el tiempo; y ya quisiera ella que la dejara un poco en paz. No era una niñita, no era una inútil, y estaba cansada de que pretendiera dirigirles la vida a los dos.
- ¿Está todo listo? – preguntó la joven, ladeando un poco la cabeza, al ver el ademán de su madre por acariciarle el cabello.
- ¡Todo! – respondió ella – El salón está listo para la recepción, y en la iglesia los invitados ya van llegando. Todo se desarrolla con normalidad.
- Bien… - suspiró la joven, mientras se colocaba los guantes – al menos algo va normal en mi vida.
- Oh, mi cielo… - gimió la madre, colocándose en cuclillas a su lado - ¿Qué es lo que no va? ¡Estás preciosa, y vas a casarte! Por fin vas a casarte ¡como ha debido ser desde hace años! Cambia un poco la carita.
- Esta, es la única cara que tengo madre – rezongó Susanna – la única cara que he llevado durante diez años. Me he acostumbrado a ella ¿Qué quieres que haga?
- ¡Pero, estás por casarte! ¿Eso no te hace feliz?
- Seré feliz, en el momento en que parta de esta habitación para no volver a ella.
- ¿De qué hablas? – preguntó la mujer - ¡Ah claro, la “luna de miel”! pero, luego volverán aquí. Esta es tu casa ¿O acaso, Terry tiene otros planes?
Susanna miró a su madre; debajo del maquillaje le adivinó el rostro compungido, las marcas del sufrimiento.
Porque lo cierto era que, ella no era la única que había sufrido durante los últimos diez años; las personas a su alrededor también. Incluso, una que estaba lejos.
Su madre, no la consideraba una mala persona; Susanna sabía que, cualquier error de ella había sido en pos del bienestar suyo. Pero la había hecho también cometer tantos errores…
Estaba un poco harta, la verdad.
- No… - dijo al fin, mirándose al espejo – no hay otros planes. Me refería a la luna de miel, justamente.
- Claro querida. Ahora vamos que ya deberíamos ir en camino.
- No, mamá… adelántate tú.
- ¿Qué? ¡De ninguna manera! Yo voy a acompañarte.
- ¡Mamá! – exclamó ella levantando las manos – ¡Vamos mamá, no me hagas poner de mal humor hoy y haz lo que te digo!
- Lo siento… hija, yo no quería.
Susanna exhaló hondamente y se pasó una mano por la frente. No debía perder la paciencia.
- No mamá, yo lo siento – dijo al final volteándose a tomar a su madre por una mano – lo lamento no quise gritarte. ¡Estoy nerviosa! Ya sabes, la boda… Por eso mismo, quisiera estar un rato a solas. Por favor, adelántate ¡Ve y supervisa que todo esté perfecto! ¿Harías eso por mí?
- Claro que sí, mi amor; - respondió la mujer al ver a su hija sonreírle- tú no te preocupes por nada… Te veo en la iglesia.
Cuando la mujer salió, la joven dejó escapar el aire que había estado reteniendo.
Miró el reloj de pared; sí, ya casi era la hora. Debía salir pronto.
Abrió un cajón de la cómoda ante la cual estaba sentada y sacó un pequeño sobre. Era el telegrama que le había llegado apenas la tarde anterior. Leyó las cuatro o cinco palabras en él escritas y lo volvió a guardar.
Susanna se miró al espejo; de pronto eventos del pasado comenzaron a pasar frente a sus ojos como una película.
Cuando hizo lo que hizo, no recuerda haberlo pensado. Todo lo que recuerda es que, algo más fuerte que ella misma, la obligó a lanzarse para empujar a Terry. Algo como un resorte que la empujó desde muy dentro de su ser.
Jamás ha lamentado haberlo hecho. Hay gente que en casos como el suyo, en algún momento dice, o al menos piensa: “¡Ojalá nunca lo hubiera hecho!”. Pero ella no era el caso.
A pesar de todo, estaba contenta de que Terry se hubiera salvado, de que hubiera logrado ascender tanto; de que haya logrado brillar de la manera en que lo hacía.
A veces, le gustaba pensar que, Terry se había esforzado por los dos, por lograr él llegar alto por ambos, por él y por ella que ya no podría hacerlo.
Hacerlo por los dos… ella solía pensar esas cosas. Alguna vez lo había escrito… “Candy, yo cuidaré de Terry, y lo amaré por las dos”.
¡Pero qué imbécil!... Se llevó una mano a la frente, contrariada.
¿Cómo había podido decirle algo como eso? ¿Cómo había podido escribir aquella carta? ¿Pero en qué demonios estaba pensando?
Era joven, estúpida, ridícula, inmadura, y definitivamente, en aquella época, no estaba del todo bien de la cabeza.
¿Quién podría, después de algo como lo que le había pasado a ella?
Años de terapia habían tenido que pasar, para que ella lograra encontrarle un poco de lucidez a su situación.
Es por eso que, cuando envió aquella carta hace menos de dos meses, casi no dormía pensando en que iba a ser totalmente ignorada.
¡Igual se lo merecía!
Pero, si había algo en lo que ella podía confiar, era en el corazón bondadoso de aquella joven que, en una noche de tormenta, lo había arriesgado y perdido todo, al salvarle la vida.
Unos toques en la puerta la hicieron salir de sus cavilaciones…
- ¿Sí…?
- Señorita Marlowe… – un hombre de traje negro abrió la puerta – disculpe, pero creo que ya deberíamos irnos.
- Tiene toda la razón, Mark – dijo ella, sonriéndole a su chofer – no por favor, deje la silla de ruedas; no voy a necesitarla
- Pero señorita…
- Venga acérquese; ayúdeme con las muletas por favor, y salgamos ya de aquí.
En la iglesia, ya todos los invitados estaban presentes; o, casi todos.
Terry Granchester, vestido de traje impecable y peinado con una coleta, estaba frente al altar, ya listo esperando a su prometida.
Su semblante, siempre enigmático, sin dejar entrever ninguna emoción, no se inmutaba frente a los cuchicheos que llenaban la cúpula de la iglesia que indudablemente llegaban hasta sus oídos.
Pocos se equivocaban.
Era verdad, que llevaba viviendo casi una década bajo el mismo techo que su prometida, pero sabía muy bien que ni él ni ella tenían de qué avergonzarse. Él había sido un caballero, y ella siempre una dama.
Que se casaba con ella porque le tocaba; sí, también era verdad.
Después de diez años conviviendo con una mujer ¿qué más iba a hacer? Había que concretar: o la dejaba definitivamente, o legalizaba el asunto.
Después de todo, las habladurías rebotan sin daño sobre el ego de los hombres, y golpean rompiendo la reputación de las mujeres.
Ella no se lo merecía.
A pesar de llevar tantos años de intentarlo, sabía que lo más probable es que jamás iba a lograr amarla. Estaba convencido de que jamás iba a lograr amar como había amado ya una vez.
Sí, definitivamente, había sido ese tipo de amor que se vive una vez en la vida y no se repite jamás. Cualquier otra cosa que surgiera después de eso, no eran sino meros consuelos momentáneos; o la incesante búsqueda de volver a sentir lo mismo.
Pero a su edad, había logrado entender que no tenía caso. Aquello había sido único e irrepetible.
Así que se había resignado a ser un hombre, y responder como él creía que le correspondía.
Y ahí estaba, dispuesto a cumplir y a seguir adelante.
- Mark… - Susanna ya estaba dentro del automóvil que la llevaría hacia la iglesia; un pequeño ramo de rosas rosadas reposaba entre sus manos,
- ¿Sí, señorita Susanna?
- Tenemos que ir a otro lugar antes de ir a la iglesia… - le dijo a su chofer, sin dejar de mirar por la ventana.
- Pero, señorita ¡Estamos sobre la hora!
- Eso no importa Mark - dijo dedicándole una leve sonrisa - ¿No sabe usted que las novias siempre nos hacemos esperar? Vamos, es importante que vayamos antes a la estación de trenes. Tenemos alguien a quien recoger, y ya debe haber llegado.
- ¿Algún familiar?
- No… digamos que más bien, es algo así como, una amiga.
La madre de Susanna llegó a la iglesia, y ocupó su lugar en la primera banca de la iglesia, del lado de la novia, desde luego.
Terry frunció el ceño extrañado, al verla llegar y darse cuenta de que Susanna no entraba en seguida.
- ¿Y Susanna? – preguntó inclinándose un poco hacia ella.
- ¡En seguida viene! – respondió la mujer – Me pidió que me adelantara para ver que todo estuviera en orden, mientras ella terminaba de prepararse.
Con la explicación, el hombre quedó conforme; pero, pasaban los minutos, y la novia no llegaba.
Después de casi una hora, el cuchicheo de los invitados ya era ensordecedor.
Las pocas amistades de Terry se acercaban a él, consternados.
El sacerdote preguntaba si habría o no boda, mientras la madre de la novia, salía presurosa del recinto, casi llorando, a intentar averiguar que había sido de su hija.
¡Es que algo le anunciaba que no tendría que haberla dejado sola!
- ¡Ahí viene! – de pronto la Sra. Marlowe entró corriendo en la iglesia, agarrándose el sombrero y anunciando la llegada de la novia - ¡Ahí viene ya el auto de la novia! Todo listo, la boda puede comenzar.
Efectivamente, después de un momento todos vieron estacionarse el automóvil, con las decoraciones correspondientes, en la puerta de la iglesia.
La exclamación de alivio y júbilo, fue general.
Desde el altar, Terry se acomodó la corbata y exhaló largamente. Había llegado el momento, ya no había vuelta atrás.
Si hubiera tenido alguna intención de arrepentirse; había contado con más de una hora para marcharse, y no lo había hecho. Así que, estaba listo para lo que había elegido.
El chofer bajó del automóvil y abrió la portezuela trasera, ayudando a la mujer en su interior, a descender.
La marcha nupcial comenzó a sonar; los invitados estaban expectantes.
Pero todo se detuvo cuando la persona que apareció en el umbral de la iglesia, no era la novia que todos esperaban sentada delicadamente en su silla de ruedas que el chofer empujaría.
Con el cabello recogido en un primoroso arreglo a la altura de la nuca, un vestido que se adivinaba azul, por debajo del ruedo del sencillo abrigo café oscuro que llevaba; entró tímidamente en la iglesia, donde el silencio fue tan seco, que se escuchaban el ligero sonido de sus pasos.
- ¿Dónde está Susanna? – preguntó la Sra. Marlowe al borde de un desmayo, y salió corriendo hacia el auto tan rápido que casi tropieza a la joven que entraba.
Terry estaba impávido; parpadeaba sin poder creer lo que veían sus ojos ¿Acaso estaba soñando? ¡O es que ya se había vuelto loco!
Descendió del altar lentamente, y obligándose a mantener la calma, caminó hacia donde ella, que se había quedado estática sin poder avanzar más, lo miraba casi con susto.
- ¿Candy…? – susurró cuando estuvo frente a ella, sin poder creer que fuera ella.
- Hola… Terry. – La joven respondió apenas con un hilo de voz. Había estado llorando, podía decirlo por el rubor que cubría su rostro y el brillo acuoso de su mirada.
- Qué… ¿Qué es esto? ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó él, tomándola suavemente por los brazos, como para poder asegurarse de que era real.
- Yo… yo venía a tu boda… - respondió ella, intentando esbozar una sonrisa – Susanna… ella me invitó; me rogó que por favor viniera. Yo no iba a venir ¡Te lo juro que no iba a venir! No quería incomodar a nadie pero… ella… ella me escribió con tanta vehemencia… Apenas me decidí hace un par de días, apenas confirmé… Sé que recibió mi telegrama, pues fue a recogerme a la estación; pero…
- Espera… espera… ¿Qué? – Terry no estaba entendiendo nada - ¿Cómo que Susanna te invitó? ¿Cómo que un telegrama? Entonces ¿ella sabía que venías? ¿Qué te fue a recoger? Pero... Candy ¡No entiendo nada!
- Terry… Terry yo no sé qué decirte… Lo siento mucho Terry, si yo hubiera sabido… si yo me lo hubiera imaginado… yo jamás… Lo siento… ¡Lo siento mucho!
Las lágrimas nuevamente se derramaban por sus ojos, ella no atinó a hacer nada más que hundir su rostro en el pecho del hombre que tenía delante. Terry estaba completamente desconcertado, no sabía ni siquiera cómo reaccionar.
- ¿¡Qué hace esta mujer aquí!?– preguntó de pronto la voz airada de la Sra. Marlowe - ¿Dónde está mi hija? ¡Qué pasó con mi hija!
- ¡La Srita. Marlowe, se fue! – era Mark, el chofer de Susanna, que se acercaba a la escena – Cuando ya veníamos a la iglesia, ella me pidió que nos desviáramos hacia la estación, porque teníamos que recibir a la Srita. aquí presente. Yo no puedo decirles nada más, lo que ambas jóvenes hablaron solo lo saben ellas dos; pero puedo dar fe que fuera lo que fuera que se dijeron, fue una conversación muy difícil, pues las vi llorar y abrazarse fuertemente. Luego la Señorita Susanna se despidió de mí y me pidió que trajera a la Srita. Candy hasta aquí. – Terry miró a Candy, ella solamente asintió en silencio - Es todo lo que puedo decir como testigo que he sido. La respuesta a cualquier otra pregunta, si la hubiera, es para usted únicamente, Sr. Granchester.
El hombre alargó una mano entregándole un sobre a Terry.
Él lo recibió y lo abrió de inmediato con manos temblorosas, leyendo ávidamente su contenido.
- ¡Ah, Susanna! – murmuró Terry en un suspiro, mientras cerraba los ojos con pesar, para luego guardar la carta nuevamente en su sobre.
- La Srtita Susanna también me encargó, que le entregara esto a usted, Srita Candy. – dijo el chofer, depositando entre sus manos, el ramo de Susanna –me dijo que le dijera que esto es suyo, y que esta, era su boda, si usted así lo deseaba.
Candy recibió el pequeño ramo, con manos temblorosas; mientras detrás de ella, un par de brazos amables socorrían a la Sra. Marlowe del desmayo que acababa de sufrir. ¡Es que definitivamente era una cosa de ver y no creer!
- Pe… pero… pero… ¡Pero yo no puedo casarme! – exclamó Candy llevándose una mano al rostro.
- ¿Por qué no? – preguntó Terry - ¿Es que, acaso ya estás casada?
- No… yo…
- ¡Comprometida entonces!
- ¡No Terry! No estoy casada ni comprometida, ni nada. Es solo que…
- ¿Qué? ¡Dímelo!
- Terry ¡Mira a tu alrededor! Mira la barbaridad que se ha formado ¡Mira a esa pobre mujer, desmayada, preocupada por su hija! Además, Terry ha pasado tanto tiempo… Creo, que ya no nos conocemos.
- ¡No pecosa, no es así! – exclamó él sujetando su rostro con ternura – Somos los mismos, estoy seguro que sí. Al menos yo… En mí no ha cambiado nada, Candy. Nada.
Ambos se miraron profundamente; ella pudo ver en lo profundo de aquellos ojos azules que ciertamente, Terry seguía amándola como cuando eran jóvenes; y ella en ese instante pudo darse cuenta que tampoco lo había olvidado.
¿Cómo podría? ¡Quién podría!
¡Quién podría desprenderse de un amor así, de un sentimiento como ese!
De ese tipo de amor, que es de los que sucede una vez en la vida.
Único, irrepetible, irremplazable.
Sempiterno.
Cualquier otra cosa que suceda en la vida, después de un amor así, no era sino la incansable búsqueda de lograr volver a sentir de la misma manera. Pero bien sabían ambos, que eso era imposible.
- Tenemos que buscar a Susanna…
- Ella está bien, te lo aseguro. – respondió Terry tranquilamente, mostrándole la carta.
- Debes decírselo a su madre…
- ¡Negativo! – exclamó Terry con una sonrisa – En esta carta dice claramente, que su madre no debe saber dónde está.
- ¡Pero…!
- Hazme caso, yo sé por qué lo hace, y créeme, es lo mejor para ella ahora; pero tienes razón, voy a buscarla. No puedo dejarla sola. Sin embargo, Candy; respecto a nosotros no debes preocuparte. Ha dejado claro que ya no quiere estar conmigo.
- ¿Y tú estás bien con esa decisión, así tan apresurada? - preguntó ella, con gesto preocupado.
- Pues, no me voy a morir por haber sido plantado en el altar, si es eso lo que te preocupa.- respondió él, con gesto divertido.
- Pero, es que ha sido tu mujer tanto tiempo que...
- No; Susanna ha sido mi compañera. Mi amiga, mi apoyo, lo que quieras; no mi mujer. Si habíamos decidido casarnos fue porque... Bueno, porque creimos que era el lógico paso natural a dar. Pero por nada más. Créeme Candy; así como ella y yo estuvimos de acuerdo con la idea de casarnos; del mismo modo estamos muy de acuerdo con la decisión que ella manifiesta en su mensaje. La conozco muy bien ¡he vivido con ella casi 10 años! Yo sé por qué hace las cosas, y sé por qué está haciendo esto.
- Aun así… - susurró ella – escúchame esta vez Terry, debemos actuar con prudencia. Entiende que no podemos casarnos. Al menos, no de esta manera. No aquí y definitivamente, no ahora. Ya no tenemos 16 años; ya no podemos vivir del arrebato y el impulso. Si queremos algún día hacerlo, debemos hacerlo bien ¿Sí?
- Está bien – dijo él sonriéndole con dulzura – No hay ninguna prisa. He esperado 10 años; puedo esperar un poco más.
Terry y Candy se tomaron fuertemente de las manos, y salieron de la iglesia juntos.
Terry sabía que Susanna estaba bien; se lo había dicho ella en su carta y él, que había llegado a conocerla, sabía que no le mentía. Pero no la dejaría sola.
Se subieron juntos al automóvil, pidiéndole a Mark que condujera. No le dieron una dirección, solo que condujera el automóvil por toda la ciudad.
¡Tenían tanto que contarse! ¡Tanto que decirse!... Reconocerse.
Saber si de verdad seguían siendo los mismos, y si realmente había valido la pena la espera.
Ya después de que lo hicieran, la vida seguiría su curso.
FIN.
MIS OTROS TRABAJOS EN ESTA GF 2018:
HASTA EL ÚLTIMO DE TUS RECUERDOS
LA ÚLTIMA LECCIÓN
LA MUCHACHA DEL CIRCO
DEATH IS THE NEW PINK
LA CARTA (reto Albert y Candy)
VALS Nº 2
EL RECOLECTOR DE ESTRELLAS
PRIMAVERA
AZUCENAS MARCHITAS
LA BANDERA DE LAS HADAS
"VOGUE" PORTADA Nº 1
"VOGUE" PORTADA Nº 2
AZUCENAS MARCHITAS
SHAKESPEARE, Y LAS ESTRELLAS
Última edición por Wendolyn Leagan el Sáb Abr 28, 2018 4:46 am, editado 1 vez