Encuentros
Capítulo I
Hasta este momento había tenido un montón de citas de trabajo fallidas, pero en la última de ellas me fui a arrumbar a una heladería, como si fuera a pagar mis culpas con helado, uno no haría daño a nadie y sin querer me encontré a mi famosa amiga Patty, que me parecía muy increíble que ella comiera estas engordaderas como ella le llamaba, Patty era directora de un hospital en Illinois y era también una gran amiga de mi padre.
Mi padre es un gran cantaro aparte, era el gran William Albert Andley, un multimillonario banquero que residía en Illinois desde hace unos cuantos años y que en ocasiones lo quisiera lejos de mi corazón sino de mi casa, vivo justo al lado de él. Juro que quería vivir más lejos, pero… mi padre no se dejó vivir lejos, viví en esa casa por seis años y luego ya lo tenía de vecino, que salir era una faena hasta que convencí a mi vecino de construir una puerta de jardín a jardín para salir por su casa, que no se interprete como si no quisiera saludarlo; pero para él, sólo Annie fue la hija invaluable, la Andley que su familia se merecía y de verdad que Annie es la única que le soporta, será porque se parecen.
La niña normal siempre fue Annie, no yo; Annie se casó a los 25, trabajó desde que salió de la universidad y tiene dos bebés, mientras que yo, me di un año sabático por África, cuando regresé comencé a buscar trabajo, pero me salió un viaje de trabajo a Escocia y por supuesto que no tengo ni perro que me ladre, solo un cuatí que salvé antes de que lo hicieran mapache rostizado en un zoológico, además no me he casado y ya tengo cuarenta, que pareciera que en este país es como ser veterana de guerra o ya muy de plano anciana; mi padre me ha dicho que ya ni espera que le dé nietos y toda la cantaleta esa de que estoy grande, no he hecho nada aunque no sepa lo que en realidad he hecho por mí misma.
En mi travesía por Escocia me casé con un gran amigo para un proyecto y él me heredó su fortuna, cuando eso pasó, cerré la mansión en Escocia y decidí regresar a Illinois, tiempo después por medio del apoderado de mi esposo, el señor Johnson compró una de las propiedades veraniegas que mi padre ya no utilizaba, por eso Lakewood ahora está a mi nombre, mi padre nunca vendería Lakewood a un pariente y menos a mí. Desde que había salido de estudiar, mi padre había insistido en que trabajara para él, pero todos aquellos que me dicen que es buena gente, es que no lo conocen; si digo que es un maniaco del control y de lejos quisiera hablar siquiera con él.
Regresando a Patty, después de los saberes de cada una, de la plática interminable, dos helados y un pastel después…
- Candy, debes venir a trabajar conmigo – insistía Patty muy emocionada.
- ¿Estás segura de lo que dices Patty? – pregunté por supuesto que no podía ni creérmelo.
- Por supuesto Candy, tienes mucha experiencia en el trato con personal, lo sé por Stear, trabajó contigo hace unos años – confiesa Patty, Stear, hace tanto que no lo veo, ¿qué estará haciendo?
- Stear, ¿qué has sabido de él? – pregunté por él, le extrañaba muchísimo.
- Pues no mucho, desgraciadamente vivo con él… - intentó no reírse antes. Estaba muy asombrada con su confesión.
- ¿Qué cosa? ¡Son esposos! – exclamé efusiva abrazándola, con los demás Patty era sobria y recatada, pero sólo conmigo y espero que con Stear se dejaba abrazar como siempre.
- Sí amiga, por tu culpa, aclaro – me dice en son de… reclamo.
- Yo sólo le dije dónde podía encontrar a la mejor fisioterapeuta y ya – le dije, ofendida.
- Pues si amiga, es mi esposito, pero que me dices de venir a trabajar conmigo, yo sé que puedes con esto y más – me dijo, ella era la única que me comprendía y que sabia mas de mi que mi propia familia, si tan sólo Annie fuera como Patty, pero que ideal suena y tan irreal, Alberta era como su padre.
- Alberta…
- ¿Alberta? Pensabas en Annie, no Candy, yo no sería como tu hermana ni tratándolo, a mí no se me da ser mustia e hipócrita – sí, para Patty, Annie no era santo de su devoción.
- ¿Estás segura Patty? No quisiera imponerte mi presencia en tu trabajo, ante una amiga en desgracia – le dije y creo que entendió para dónde iba.
- No Candy, tengo el puesto perfecto para ti, el señor Grandchester no pondrá ninguna objeción – me aseguró.
- ¿Tu jefe? – pregunté intuitivamente.
- De hecho, el dueño del hospital, mi jefe es su hijo Terruce Grandchester. ¿Qué me dices? ¿Vendrás? – y para Patty no existían los “no” por respuesta.
- Está bien Patty, gracias por ayudar a una amiga en desgracia – le dije, sabia que esto no le iba a caer bien, pero parecía eso.
- A ver Candy, ¿cómo va la aceptación de lo que haces con tu padre? – me preguntó sentándose al lado mío y desparramándose en el banco donde me encontraba.
- Pues que te puedo decir… - sí no quería hablar del controlador número uno.
- Sabes, Stear me contó lo de Ferguson – me confesó.
- ¿Ya lo sabes…? – le pregunté asombrada.
- Sí, deberías decírselo a tu padre – me obligó a contárselo y me lo pensé una micro centésima de segundo y después de ese tiempo, ni loca que estuviera.
- ¿Para qué? ¡Para estarlo oyendo quejarse...! ¡No gracias! – respondí, al parecer con mi padre había pasado algo por la insistencia de Patty de reconciliarme con él.
- Candy, después de tantos años, ¿crees que opine lo mismo? – me sugirió, sí, algo debiera estar pasando con él.
- Pues anteayer me dijo que esperaba por lo menos que durara en un trabajo más de un año… ¿crees que pase algo con él de diferente? – le pregunté zanjando el tema.
- Candy ¿no le has dicho lo de tu enfermedad? – me pregunta de repente, pareciendo que cuidara la pregunta.
- Estoy bien, ahora, guardé mis óvulos y los tengo bien resguardados aquí en Illinois, no te preocupes…
Continuará…
Mi padre es un gran cantaro aparte, era el gran William Albert Andley, un multimillonario banquero que residía en Illinois desde hace unos cuantos años y que en ocasiones lo quisiera lejos de mi corazón sino de mi casa, vivo justo al lado de él. Juro que quería vivir más lejos, pero… mi padre no se dejó vivir lejos, viví en esa casa por seis años y luego ya lo tenía de vecino, que salir era una faena hasta que convencí a mi vecino de construir una puerta de jardín a jardín para salir por su casa, que no se interprete como si no quisiera saludarlo; pero para él, sólo Annie fue la hija invaluable, la Andley que su familia se merecía y de verdad que Annie es la única que le soporta, será porque se parecen.
La niña normal siempre fue Annie, no yo; Annie se casó a los 25, trabajó desde que salió de la universidad y tiene dos bebés, mientras que yo, me di un año sabático por África, cuando regresé comencé a buscar trabajo, pero me salió un viaje de trabajo a Escocia y por supuesto que no tengo ni perro que me ladre, solo un cuatí que salvé antes de que lo hicieran mapache rostizado en un zoológico, además no me he casado y ya tengo cuarenta, que pareciera que en este país es como ser veterana de guerra o ya muy de plano anciana; mi padre me ha dicho que ya ni espera que le dé nietos y toda la cantaleta esa de que estoy grande, no he hecho nada aunque no sepa lo que en realidad he hecho por mí misma.
En mi travesía por Escocia me casé con un gran amigo para un proyecto y él me heredó su fortuna, cuando eso pasó, cerré la mansión en Escocia y decidí regresar a Illinois, tiempo después por medio del apoderado de mi esposo, el señor Johnson compró una de las propiedades veraniegas que mi padre ya no utilizaba, por eso Lakewood ahora está a mi nombre, mi padre nunca vendería Lakewood a un pariente y menos a mí. Desde que había salido de estudiar, mi padre había insistido en que trabajara para él, pero todos aquellos que me dicen que es buena gente, es que no lo conocen; si digo que es un maniaco del control y de lejos quisiera hablar siquiera con él.
Regresando a Patty, después de los saberes de cada una, de la plática interminable, dos helados y un pastel después…
- Candy, debes venir a trabajar conmigo – insistía Patty muy emocionada.
- ¿Estás segura de lo que dices Patty? – pregunté por supuesto que no podía ni creérmelo.
- Por supuesto Candy, tienes mucha experiencia en el trato con personal, lo sé por Stear, trabajó contigo hace unos años – confiesa Patty, Stear, hace tanto que no lo veo, ¿qué estará haciendo?
- Stear, ¿qué has sabido de él? – pregunté por él, le extrañaba muchísimo.
- Pues no mucho, desgraciadamente vivo con él… - intentó no reírse antes. Estaba muy asombrada con su confesión.
- ¿Qué cosa? ¡Son esposos! – exclamé efusiva abrazándola, con los demás Patty era sobria y recatada, pero sólo conmigo y espero que con Stear se dejaba abrazar como siempre.
- Sí amiga, por tu culpa, aclaro – me dice en son de… reclamo.
- Yo sólo le dije dónde podía encontrar a la mejor fisioterapeuta y ya – le dije, ofendida.
- Pues si amiga, es mi esposito, pero que me dices de venir a trabajar conmigo, yo sé que puedes con esto y más – me dijo, ella era la única que me comprendía y que sabia mas de mi que mi propia familia, si tan sólo Annie fuera como Patty, pero que ideal suena y tan irreal, Alberta era como su padre.
- Alberta…
- ¿Alberta? Pensabas en Annie, no Candy, yo no sería como tu hermana ni tratándolo, a mí no se me da ser mustia e hipócrita – sí, para Patty, Annie no era santo de su devoción.
- ¿Estás segura Patty? No quisiera imponerte mi presencia en tu trabajo, ante una amiga en desgracia – le dije y creo que entendió para dónde iba.
- No Candy, tengo el puesto perfecto para ti, el señor Grandchester no pondrá ninguna objeción – me aseguró.
- ¿Tu jefe? – pregunté intuitivamente.
- De hecho, el dueño del hospital, mi jefe es su hijo Terruce Grandchester. ¿Qué me dices? ¿Vendrás? – y para Patty no existían los “no” por respuesta.
- Está bien Patty, gracias por ayudar a una amiga en desgracia – le dije, sabia que esto no le iba a caer bien, pero parecía eso.
- A ver Candy, ¿cómo va la aceptación de lo que haces con tu padre? – me preguntó sentándose al lado mío y desparramándose en el banco donde me encontraba.
- Pues que te puedo decir… - sí no quería hablar del controlador número uno.
- Sabes, Stear me contó lo de Ferguson – me confesó.
- ¿Ya lo sabes…? – le pregunté asombrada.
- Sí, deberías decírselo a tu padre – me obligó a contárselo y me lo pensé una micro centésima de segundo y después de ese tiempo, ni loca que estuviera.
- ¿Para qué? ¡Para estarlo oyendo quejarse...! ¡No gracias! – respondí, al parecer con mi padre había pasado algo por la insistencia de Patty de reconciliarme con él.
- Candy, después de tantos años, ¿crees que opine lo mismo? – me sugirió, sí, algo debiera estar pasando con él.
- Pues anteayer me dijo que esperaba por lo menos que durara en un trabajo más de un año… ¿crees que pase algo con él de diferente? – le pregunté zanjando el tema.
- Candy ¿no le has dicho lo de tu enfermedad? – me pregunta de repente, pareciendo que cuidara la pregunta.
- Estoy bien, ahora, guardé mis óvulos y los tengo bien resguardados aquí en Illinois, no te preocupes…
Continuará…
Última edición por perlatorijano el Miér Abr 10, 2019 11:11 pm, editado 1 vez (Razón : No sale en el tamaño de letra elegido)