Capítulo I
Annie, Albert y yo regresamos a Colombia junto a su madre, Annie se había ido meses atrás a Europa para ir en busca del padre de su hijo, tenía un nombre, tenía un lugar, pero no una dirección; lo que bien comenzó en Londres vagó hasta París donde la encontré nuevamente, perdida y embarazada. La mala noticia fue que cuando la reencontré en Alemania, el bebé ya lo había perdido y tuve que darle la mala noticia a ella, creo que le dolió tanto que luchó más a partir de ese día para ganar y ahorrar el dinero del avión de vuelta a Colombia. Annie dentro de todo era muy resuelta y resolvió no aceptándome el dinero para ello, pero eso sí, no acepté un no por respuesta para acompañarla, por lo que tuve que contratar a un investigador privado y también pedir mi traslado a la Ciudad de Bogotá, Colombia para enfrentarnos a la familia Andley.
Annie y yo nos conocimos por nuestras madres, Teresa, no entendía como una señora de la alta sociedad se podría prestar a una amistad con ella, pero mi madre no era una persona creída ni pagada de sí misma, es por ello que siempre tuvo una muy buena amistad y hasta la fecha han sido buenas amigas. Con la improvisada boda, es obvio que mi madre no tuvo la oportunidad de asistir y cuando le comuniqué mi decisión de volver a Colombia, amenazó con casarnos con bomba y platillo con invitaciones y amistades que ni conocía y más cuando se enteró de que mi esposo pertenecía a los Andley, situación que no cambiaría hasta que Teresa le dijese a mi madre que aquel era hermano del amor de Annie y eso, eso sería una gran noticia para ella, pero una muy desastrosa para nosotros.
Cuando conocí a Albert mi madre y su centro de investigación me mandaron a Londres y aunque no era mi especialidad quise ir para ver si encontraba algo interesante. Para mi mala fortuna, cuando llegué a Londres no era un buen tiempo, fui al primer lugar donde había café y ahí fue donde me topé con el que ahora es mi esposo.
- ¡Hola! Buenas tardes, aunque no sé si son tardes o noches, no sabes ni que digo verdad, podrías darme una taza de café - Candy hizo su pedido a un alto y rubio hombre.
- ¿De cual café señorita? Aún son buenas tardes... - responde él sorprendiéndose de la hermosa señorita a la que iba a atender.
- Que sea café, eso es lo importante, además debemos tener algo de respeto por los levanta muertos, ¿no le parece? - Candy pidió su parecer en algo como "levanta muertos".
- ¡Levanta muertos! Nunca en mi presencia le digas "levanta muertos" a una taza de humeante café - reclama él en son de expresiva molestia por el mote recibido a lo que tanto adoraba.
- ¡O de quemante! - afirma Candy al ver que su compañero de fila se había quemado con éste.
- ¿Qué dices? - el rubio hombre exclamó su mal parecer.
- ¡Qué está hirviendo! - grita ella desesperada.
- Es café y se toma caliente, así debe ser... - afirmó Albert enojándose por alguna parte de esa frase.
- Bueno, no sé por qué te enojas, sólo es café y nada más, no otra cosa, es como un té.... agua con sabor - refirió ella bostezando.
- ¡Ojala y que los orientales no te oigan! ¡No tomarían bien ese comentario! - explicó el rubio, yendo hacia la máquina de café.
- Bueno me vas a dar un café como lo quieras o ¿no? - solicitó ella intentando no desesperarse de nueva cuenta.
- ¿Cuál prefieres? ¿Mexicano? ¿Colombiano o Europeo? - preguntó él conteniéndose.
- Sólo café, como gustes - responde rápidamente sacando su guarda monedas.
- ¡Ese no existe! - grita una vez más por su descontento.
- Joven, podría darme un robusto Colombiano, por favor - pidió una sexy chica detrás mío.
- Con gusto señorita, lo quiere con azúcar - Albert cambió de ánimo y la atendió rápidamente.
- Negro, por favor - pide ella sonriéndole, situación que pasó desapercibida por Candy que llevaba quince horas de vuelo, que había llegado demasiado primaveral a la conferencia en Londres, que moría de frío y de descanso, ni hablar, no había dormido lo suficiente.
- ¿Tiene buen gusto, sabe? - la felicitó.
- Sé que lo tengo, te dejo mi teléfono ¡si quieres! - admitió y extendió una nota con su número telefónico.
- Bien, aquí está... Mimi - Albert le extendió su café.
- Sí gracias - ella respondió de esa forma.
- Yo llegue primero - Candy resolvió no dejarse intimidar por esa sexy mujer y le arrebató el café.
- ¡Lástima querida! - le dijo Mimi.
- ¡Pues que pena me da linda! ¡Esto es tuyo y esto es mío! ¡Hasta pronto! - Candy se despidió después de arrojar el billete sobre el mostrador y salir de ahí con café en mano.
- ¡Qué te pasa! ¡Ese café es mío! - reclama Mimi saliéndose de la fila y perdiendo su turno.
- Exageras, es sólo café y créeme que lo necesito - respondió saliendo del establecimiento.
- Ese señorita, es café colombiano, no sólo café - reclamó Albert intentando salir detrás de ella.
- ¡Hasta pronto! - se despidió soltando la puerta y comenzando a correr hacia su destino.
- James toma mi lugar, le enseñaré a esa señorita que es lo que realmente está tomando - dijo Albert a su ayudante.
- De acuerdo - concluyó James siguiendo con la toma de pedidos.
- Bien, ahora ¿a dónde se fue? - se preguntó ya que no la veía cuando salió de la cafetería.
- ¡Allá va señor! ¿Ve esa melena rubia que va corriendo por ahí? - cuestionó su mesero.
- Sí, gracias. ¡Qué bárbara cómo corre esa chica! ¡Hey, hey, espera, ¿a dónde vas? - se preguntó cuando corrió hacia el lado opuesto de a donde se suponía que iba.
- ¡Voy tarde eso sí, déjame en paz que me van a cerrar! - respondió ella cuando pasó a su lado y era seguida por él.
- ¿Qué cosa dices? ¿A dónde vas? - Albert fue siguiéndola.
- ¡A una conferencia! ¡Necesito llegar! - gritó mientras sorbía café como si fuese agua.
- Conferencia de... ? - Albert quiso saber.
- De la Organización Internacional de Cafeteros, sí, a esa - decidió decirle Candy con tal de que se quitara de ahí y la dejase pasar.
- Espera te acompaño, puedo ayudarte para que no digas tonterías - se auto invitó haciendo que ella saliera disparada, era tarde y mucho.
- Sí claro, ¡cómo tú sabes de eso! - le reprochó sin saber que nació entre cafetales.
- ¡Por supuesto que lo sé, nací entre cafetales! - respondió tan rápido que ni creyó que era posible.
- ¡Ya en serio! - Candy se mofó de él.
- ¡Es en serio! - advirtió él, sabiendo que así era. Advirtiendo que habían entrado a una sala de conferencias y todos se levantaban para recibir a la persona que daría la conferencia.
- Bienvenidos a la Magna Conferencia: "Los avances científicos en Neurocirugía en Centros Internacionales de Investigación", ¡démosle un aplauso a la Doctora Candice White, bienvenida! - recitó el presentador.
- Toma, el café estuvo bien, permiso - Candy se despidió.
- ¡Rayos! Eres ¿doctora? - preguntó al aire ya que ella se había ido.
- ¡Y muy inteligente! Además es famosa aunque de neurocirugía no sepa nada... - refirió un joven hombre que se encontraba detrás de Albert.
- Entonces ¿cómo es que va a dar una conferencia? - pregunta él.
- ¡En sí, no lo es! Alguien le ayudó a escribir esa conferencia, no fue nada... -chasqueó la lengua y puso atención.
- ¡Vaya! ¿En serio? - quiso saber, Albert.
- Sí vamos, te invito un trago - sugirió Tom.
- ¿Un trago? ¡Necesito oírla! - solicitó exasperado.
- ¡No le vas a entender nada! - exclamó Tom, viendo el rostro del hombre que tenía enfrente de ella.
- ¡Buen punto, te acepto ese trago! - Albert salió de sus pensamientos.
- Regresaremos cuando le hayan dado el galardón - respondió él jalándolo del hombro.
- ¿Un premio? - cuestionó Albert sorprendido.
- Sí por supuesto, pero para eso tardará un poco - respondió él.
- Bien, ¿qué eres de ella? - preguntó Albert curioso.
- Su contacto en Europa y su siguiente visita - responde Tom con serenidad.
- ¿A dónde? - ella quiso saber.
- ¡A París, su familia la verá allá! - respondió Tom sonriente.
- Bien... - Albert captó la idea.
- ¿Qué gustas tomar? - Tom solicitó su pedido.
- Un whisky, por favor - pidió el rubio.
- Dos whiskies, por favor - Tom pidió lo mismo al cantinero.
- Enseguida... - asintió el cantinero.
- Y tú ¿en dónde la conociste? - Tom preguntó indiscretamente.
- Pedía un reavivador! - informó Albert riéndose.
- Si ya decía, metida en una cafetería, lo único que la pone de buen humor y le devuelve la memoria es un café, ¡solo una taza al día! - recomendó el.
- ¡Entonces no toma café! - expresó Albert sin poder creérselo.
- No, sólo para devolverle la memoria y nada más - responde Tom imaginándose como debió haberlo pedido.
- Devolverle la memoria pues de que se trata, no entiendo... - instigó Albert.
- Ella maneja más información que el centro de investigación, es una memoria privilegiada, lo malo es cuando no duerme o llega tarde del aeropuerto - refirió Tom haciendo que ALbert entendiera el por qué de su vano consumo de café.
- ¿Es una nerd? - preguntó Albert cuando Tom le dijo ésto.
- No exactamente, pero por ello es doctora doble - informó Tom.
- ¿Cómo? - interrumpió.
- Es genio pues, tiene dos especialidades - le soltó ya que al parecer no le entendía aún.
- Tom, ¿dónde está mi novia? - cuestionó Jimmy en tono burlón.
Continuará...
Annie y yo nos conocimos por nuestras madres, Teresa, no entendía como una señora de la alta sociedad se podría prestar a una amistad con ella, pero mi madre no era una persona creída ni pagada de sí misma, es por ello que siempre tuvo una muy buena amistad y hasta la fecha han sido buenas amigas. Con la improvisada boda, es obvio que mi madre no tuvo la oportunidad de asistir y cuando le comuniqué mi decisión de volver a Colombia, amenazó con casarnos con bomba y platillo con invitaciones y amistades que ni conocía y más cuando se enteró de que mi esposo pertenecía a los Andley, situación que no cambiaría hasta que Teresa le dijese a mi madre que aquel era hermano del amor de Annie y eso, eso sería una gran noticia para ella, pero una muy desastrosa para nosotros.
Cuando conocí a Albert mi madre y su centro de investigación me mandaron a Londres y aunque no era mi especialidad quise ir para ver si encontraba algo interesante. Para mi mala fortuna, cuando llegué a Londres no era un buen tiempo, fui al primer lugar donde había café y ahí fue donde me topé con el que ahora es mi esposo.
- ¡Hola! Buenas tardes, aunque no sé si son tardes o noches, no sabes ni que digo verdad, podrías darme una taza de café - Candy hizo su pedido a un alto y rubio hombre.
- ¿De cual café señorita? Aún son buenas tardes... - responde él sorprendiéndose de la hermosa señorita a la que iba a atender.
- Que sea café, eso es lo importante, además debemos tener algo de respeto por los levanta muertos, ¿no le parece? - Candy pidió su parecer en algo como "levanta muertos".
- ¡Levanta muertos! Nunca en mi presencia le digas "levanta muertos" a una taza de humeante café - reclama él en son de expresiva molestia por el mote recibido a lo que tanto adoraba.
- ¡O de quemante! - afirma Candy al ver que su compañero de fila se había quemado con éste.
- ¿Qué dices? - el rubio hombre exclamó su mal parecer.
- ¡Qué está hirviendo! - grita ella desesperada.
- Es café y se toma caliente, así debe ser... - afirmó Albert enojándose por alguna parte de esa frase.
- Bueno, no sé por qué te enojas, sólo es café y nada más, no otra cosa, es como un té.... agua con sabor - refirió ella bostezando.
- ¡Ojala y que los orientales no te oigan! ¡No tomarían bien ese comentario! - explicó el rubio, yendo hacia la máquina de café.
- Bueno me vas a dar un café como lo quieras o ¿no? - solicitó ella intentando no desesperarse de nueva cuenta.
- ¿Cuál prefieres? ¿Mexicano? ¿Colombiano o Europeo? - preguntó él conteniéndose.
- Sólo café, como gustes - responde rápidamente sacando su guarda monedas.
- ¡Ese no existe! - grita una vez más por su descontento.
- Joven, podría darme un robusto Colombiano, por favor - pidió una sexy chica detrás mío.
- Con gusto señorita, lo quiere con azúcar - Albert cambió de ánimo y la atendió rápidamente.
- Negro, por favor - pide ella sonriéndole, situación que pasó desapercibida por Candy que llevaba quince horas de vuelo, que había llegado demasiado primaveral a la conferencia en Londres, que moría de frío y de descanso, ni hablar, no había dormido lo suficiente.
- ¿Tiene buen gusto, sabe? - la felicitó.
- Sé que lo tengo, te dejo mi teléfono ¡si quieres! - admitió y extendió una nota con su número telefónico.
- Bien, aquí está... Mimi - Albert le extendió su café.
- Sí gracias - ella respondió de esa forma.
- Yo llegue primero - Candy resolvió no dejarse intimidar por esa sexy mujer y le arrebató el café.
- ¡Lástima querida! - le dijo Mimi.
- ¡Pues que pena me da linda! ¡Esto es tuyo y esto es mío! ¡Hasta pronto! - Candy se despidió después de arrojar el billete sobre el mostrador y salir de ahí con café en mano.
- ¡Qué te pasa! ¡Ese café es mío! - reclama Mimi saliéndose de la fila y perdiendo su turno.
- Exageras, es sólo café y créeme que lo necesito - respondió saliendo del establecimiento.
- Ese señorita, es café colombiano, no sólo café - reclamó Albert intentando salir detrás de ella.
- ¡Hasta pronto! - se despidió soltando la puerta y comenzando a correr hacia su destino.
- James toma mi lugar, le enseñaré a esa señorita que es lo que realmente está tomando - dijo Albert a su ayudante.
- De acuerdo - concluyó James siguiendo con la toma de pedidos.
- Bien, ahora ¿a dónde se fue? - se preguntó ya que no la veía cuando salió de la cafetería.
- ¡Allá va señor! ¿Ve esa melena rubia que va corriendo por ahí? - cuestionó su mesero.
- Sí, gracias. ¡Qué bárbara cómo corre esa chica! ¡Hey, hey, espera, ¿a dónde vas? - se preguntó cuando corrió hacia el lado opuesto de a donde se suponía que iba.
- ¡Voy tarde eso sí, déjame en paz que me van a cerrar! - respondió ella cuando pasó a su lado y era seguida por él.
- ¿Qué cosa dices? ¿A dónde vas? - Albert fue siguiéndola.
- ¡A una conferencia! ¡Necesito llegar! - gritó mientras sorbía café como si fuese agua.
- Conferencia de... ? - Albert quiso saber.
- De la Organización Internacional de Cafeteros, sí, a esa - decidió decirle Candy con tal de que se quitara de ahí y la dejase pasar.
- Espera te acompaño, puedo ayudarte para que no digas tonterías - se auto invitó haciendo que ella saliera disparada, era tarde y mucho.
- Sí claro, ¡cómo tú sabes de eso! - le reprochó sin saber que nació entre cafetales.
- ¡Por supuesto que lo sé, nací entre cafetales! - respondió tan rápido que ni creyó que era posible.
- ¡Ya en serio! - Candy se mofó de él.
- ¡Es en serio! - advirtió él, sabiendo que así era. Advirtiendo que habían entrado a una sala de conferencias y todos se levantaban para recibir a la persona que daría la conferencia.
- Bienvenidos a la Magna Conferencia: "Los avances científicos en Neurocirugía en Centros Internacionales de Investigación", ¡démosle un aplauso a la Doctora Candice White, bienvenida! - recitó el presentador.
- Toma, el café estuvo bien, permiso - Candy se despidió.
- ¡Rayos! Eres ¿doctora? - preguntó al aire ya que ella se había ido.
- ¡Y muy inteligente! Además es famosa aunque de neurocirugía no sepa nada... - refirió un joven hombre que se encontraba detrás de Albert.
- Entonces ¿cómo es que va a dar una conferencia? - pregunta él.
- ¡En sí, no lo es! Alguien le ayudó a escribir esa conferencia, no fue nada... -chasqueó la lengua y puso atención.
- ¡Vaya! ¿En serio? - quiso saber, Albert.
- Sí vamos, te invito un trago - sugirió Tom.
- ¿Un trago? ¡Necesito oírla! - solicitó exasperado.
- ¡No le vas a entender nada! - exclamó Tom, viendo el rostro del hombre que tenía enfrente de ella.
- ¡Buen punto, te acepto ese trago! - Albert salió de sus pensamientos.
- Regresaremos cuando le hayan dado el galardón - respondió él jalándolo del hombro.
- ¿Un premio? - cuestionó Albert sorprendido.
- Sí por supuesto, pero para eso tardará un poco - respondió él.
- Bien, ¿qué eres de ella? - preguntó Albert curioso.
- Su contacto en Europa y su siguiente visita - responde Tom con serenidad.
- ¿A dónde? - ella quiso saber.
- ¡A París, su familia la verá allá! - respondió Tom sonriente.
- Bien... - Albert captó la idea.
- ¿Qué gustas tomar? - Tom solicitó su pedido.
- Un whisky, por favor - pidió el rubio.
- Dos whiskies, por favor - Tom pidió lo mismo al cantinero.
- Enseguida... - asintió el cantinero.
- Y tú ¿en dónde la conociste? - Tom preguntó indiscretamente.
- Pedía un reavivador! - informó Albert riéndose.
- Si ya decía, metida en una cafetería, lo único que la pone de buen humor y le devuelve la memoria es un café, ¡solo una taza al día! - recomendó el.
- ¡Entonces no toma café! - expresó Albert sin poder creérselo.
- No, sólo para devolverle la memoria y nada más - responde Tom imaginándose como debió haberlo pedido.
- Devolverle la memoria pues de que se trata, no entiendo... - instigó Albert.
- Ella maneja más información que el centro de investigación, es una memoria privilegiada, lo malo es cuando no duerme o llega tarde del aeropuerto - refirió Tom haciendo que ALbert entendiera el por qué de su vano consumo de café.
- ¿Es una nerd? - preguntó Albert cuando Tom le dijo ésto.
- No exactamente, pero por ello es doctora doble - informó Tom.
- ¿Cómo? - interrumpió.
- Es genio pues, tiene dos especialidades - le soltó ya que al parecer no le entendía aún.
- Tom, ¿dónde está mi novia? - cuestionó Jimmy en tono burlón.
Continuará...