Capítulo I
El presidente
- ¡Oh Dios! ¿Cómo puede ser lunes? ¡No tengo ganas de levantarme y el maldito despertador está haciendo su trabajo, otra vez! ¡Sí, sí, sí ya sé, debo de levantarme! ¡Ya, ya, deja de sonar! ¡Ya me he levantado…! ¡Rayos! Éste despertador pareciera que me vigila, ¿quién tuvo a mal colocar sensores por toda mi casa? Sí, sí, ya sé que fue idea mía, quise experimentar, pero nadie les dijo que también en ¡mi habitación! – grita exasperada una voz en mi mente.
Bien, ya me voy a bañar – me dirijo al baño, un baño caliente me ayudará, pero algo me recuerda que el baño no me dará acceso de entrada porque no he hecho mi rutina de ejercicios de esta semana, que empieza cada lunes. Está bien el baño debe esperar… ¡maldito sensor de entrenamiento! – sé que eso va a ser así siempre, como desde los cinco años para acá, es así. ¡Diez horas, esto debe estar mal! - golpeo el reloj del sensor, pero no cambia.
- ¡Nooooo, no no no, esto debe ser un error! ¡Sí lo sé! No debo de golpear la cosa esta, siempre la termino dañando, en vez de diez horas me marcará 100, ¡mejor lo dejo en paz! – digo esto pensando que no será posible que me agreguen 100 horas o ¿sí? Prefiero no averiguarlo.
- No es un error, para esta semana son diez horas de ejercicio y no, no cambiará… - responde mi grillo.
- Pues hoy sólo haré diez minutos, al menos, algunos debemos de trabajar… – me respondo sinceramente. ¡Qué se cree! ¡Diez horas! Pues ni que estuviera a punto de irme a una maratón – rezongo ante el señor feo que pone entrenamiento y mi grillo que todos los días me martiriza con hacerlo, la verdad no veo que eso sirva.
- ¡Sé lo que estás pensando! Sí, te he inscrito a una maratón – advierte mi grillo, pero lo que no recuerdo que mi grillo está gobernado por mi padre, seguramente es una mentira.
- ¡No pienso ir! Me estoy recuperando de una lesión… - suelto haciendo que mi grillo se enfade.
- De hace casi diez años… - responde, dando la justificación perfecta para molestarme.
- Tengo secuelas… - respondo cuando de pronto veo al frente, el mar, tan tranquilo que se ve, quizás algún día vaya a nadar, pero tan solo de acordarme de ello me revienta el ojo y agacho nuevamente la mirada.
- ¡Un montón de pretextos, será! Además, tu rendimiento es ¡buenísimo! – refiere mi grillo, por supuesto que lo sé y eso que solo hago diez horas por semana.
- Tengo trabajo – me limito a decir, bajándome de la bicicleta y yéndome a bañar.
- ¡Eso lo veremos! – dice atentamente y deja de fastidiar.
- Eso lo veremos, claro que lo veremos jiji – camino para el baño y por fin me deja entrar. Bueno diez minutos de bici, si tengo el sensor por aquí eso significa que con eso bastará, bien así será suficiente – declaro mi monologo, sin contar que...
De pronto suena una alarma, encendiendo todos los sensores…
- ¿Qué rayos pasa? – pregunto sin entenderlo.
- Has hecho trampa Candy, ¿qué esperabas? Sabes que no puedes hacer trampa – advierte mi grillo.
- ¡Bien, bien, lo haré cuando llegue! – respondo sin muchos ánimos dejando mi sensor de ejercicio sobre la mesa del recibidor sin darme cuenta que salí del baño desnuda.
- Eso espero… - responde mi grillo, a veces juro que mi padre se ríe a mi costa. ¡Odio que haga eso!
¡No sé por qué todos me dicen qué hacer! ¡Estoy harta y ya me voy a bañar! – por qué esta es la única actividad que me gusta…
- Porque es la única que puedes sentir… - recuerda mi grillo cuando oye que se cierra una puerta. Candy, por favor, si tan sólo pusieras de tu parte, pero que te voy a exigir mi niña, si por hacer lo que se te pidió es que no puedes salir adelante sola – responde mi grillo, lo malo de mi grillo es que todas las mañanas me dice lo mismo.
- ¿Qué se creen? ¿Cuándo me perdonarán por haber fallado? ¿Cuándo los perdonaré por haberme hecho esto? Tengo que tranquilizarme, tengo que hacerlo, debo bañarme y no acordarme de nada, bien. Dejaré de pensar, esto es tan refrescante... – gozo cuando siento el agua caer sobre mi piel.
Tiempo después… en la oficina.
- Son las 11:00 de la mañana, apenas he llegado a mi oficina y no logro concentrarme, necesito un re avivador con mucha crema y mucha azúcar, cuando entenderé que no debo de leer de noche, pero esa página solo tiene puras maravillas. Bien, no lograré pasar de la página tres si no voy por un café, ¿por qué Jerome sólo me dejó tres cosas naturales? – me levantó y salgo por la puerta observando como todos corren a sus estaciones de trabajo.
- ¡Ahí viene, ahí viene! – mis empleados están corriendo a sus escritorios.
- ¡Todos a sus puestos! – avisa mi contador.
- Si piensan que no me he dado cuenta que andan fuera de sus lugares, se equivocan, pero hoy no tengo humor de presionarlos por nada – suelto mentalmente agachando la cabeza y caminando calmadamente.
- Señorita Candy, el nuevo presidente llegará en diez minutos – me avisa mi asistente, sí Emilie la asistente de mi padre, se cambió conmigo, después de todo me conoce desde que era una niña.
- ¡Y qué tiene de importante! - solté molesta, esperando que cesara con sus informaciones.
- Que usted debe atenderlo… - siguió diciendo.
- No tengo cabeza para él, dile que fui al médico, regreso en media hora… - respondí apretando el botón del elevador.
- Bien señorita – Emilie se quedó a una distancia prudente y se retiró de ahí.
- ¿Otra cosa más, Emilie? – la llamé oportunamente para que diera la vuelta.
- No, señorita eso era todo – respondió viéndome entrar al elevador cuando este se abrió.
- Gracia Emilie y diles a todos que no es necesario hacer que trabajan sí sé que todos estaban en otras zonas – le digo a ella haciendo que sonría.
- Si señorita se los diré, permiso – ella asiente y se da la vuelta para continuar haciendo su trabajo.
- Si piensan que no lo sabía es que aún no me conocen. Han de pensar que soy una bruja, un poco, lo sé. Sí, necesitaba la luz, un poco solamente, ¿un café, un café! – corro a la cafetería que se encuentra en la esquina, entró y ¡oh maldición! ¡Lo que me faltaba! Una fila de lo más enorme, ni modos a hacer fila y a llenarme de aromas. Necesito cafeína con extrema urgencia, bien solo falta uno, sí – sí soy impaciente y más cuando se trata de lo único que puedo tomar, toneladas de café de ser posible.
- ¡Lo he obtenido, eso es muy bueno! – me digo cuando el humeante café se encuentra en mis manos, al parecer Thom sabe que esto me agrada mucho, por eso siempre me da cafeína por las mañanas.
De pronto el robusto cuerpo de un hombre me empuja.
- Perdona, ¿te podrías mover? – me pregunta, no me he dado cuenta de que me he quedado en la fila oliendo mi hermoso termo de café, sí un termo que Thom siempre me da cuando pasa por la recepción de CYBORG. Creo que Emilie siempre lo baja de mi oficina.
- ¡Cielos, qué exigente! – pienso moviéndome de ahí sin mirar de quién se trata.
Grosero, si supiera que le habla a lo que antes era una persona, no me hablaría de ese modo – reclamo viendo que es un atlético hombre de negocios.
- No te hablaría de ninguna forma de cualquier manera… – mi grillo tenía que hablar haciéndome que baje la mirada de nueva cuenta hacia mi termo.
- Lo sé, pero no tienes que recordármelo. ¡Ah, el café! Es lo único que me hará revivir – sonrió para mí.
- ¿Vas a pasar? – ese odioso hombre se tropieza conmigo.
- ¡Maldición! ¿Qué no puede pasar por el otro lado? – respondo molesta, la cafetería es muy grande como para tener que soportarle con querer pasar por aquí.
- Es que voy deprisa, usted como tiene todo el tiempo del mundo… - me suelta ironizando la última parte.
- No creo, conoceré al zopenco del presidente de mi empresa y eso no me causa mucha gracia – respondo sin ánimos, sentándome en la mesa que tengo al frente y colocando mi cabeza sobre ella.
- Es usted ¿secretaria? – quiso saber él imitando eso de sentarme.
- No, solo una de las dueñas… a mí tampoco me hace gracia… tener un jefe, pero no me quedó de otra, sabe… - respondo levantándome.
- Yo soy presidente de una empresa en la que nunca he aplicado la administración, ¿puede creerlo? – me cuenta sin más.
- Mire que la mera verdad, no sé por qué trabajo, no lo necesito, pero quería imponerme retos y aquí estoy – suelto sin ganas, tomando un sorbo de mi café humeante y oloroso.
- ¿Eres dueña, entonces? – me preguntó sorprendido por esa información.
- Desgraciadamente, pero… no tengo experiencia con esto, no es mi rama. La administración es muy aburrida y lo hago porque es como una escuela para infantes, lo que en realidad me llama la atención es la robótica aplicada a avances en la salud – respondo, pensando en que apenas llevo 18 meses con la posibilidad de ofrecer un útero con todas sus funciones.
- Y entonces ¿por qué lo haces? – cuestiona sin entenderme.
- Tengo un gasto enorme y debo de pagarlo – respondo soltando una risita que se le contagia.
- ¿Adicta a las compras? – intuye, pero no está ni cerca.
- No, si fuera adicta a las compras no trabajaría de cualquier modo – respondo, mi deuda va mas allá de mi vida, según dice mi padre.
- Sabes, te me haces conocida, ¡sé que te he visto en algún lado! – refiere él pensando que así es.
- Bueno es hora de irme, bajé por un café más azucarado que otra cosa, no podía concentrarme – comento, levantándome como un resorte y me voy de ahí, alzando una mano en son de que me voy a Thom.
- ¡Adiós preciosa, te veo en la noche! – responde el chico, sonriendo mientras hace espuma en la cafetera.
- Yo también, pasé porque quería prepararme mentalmente para lo que me espera – respondo a Thom y este joven que me cuenta las asperezas de su vida.
- ¡Hasta luego, señor! – me despido como si nada.
- ¡Hasta luego, señorita! – él me fulmina con la mirada por mi saludo y se va, al igual que yo.
- No soy señorita…. Sí está bien tampoco soy señora, no sé que soy. Grillo dime ¿qué soy? – le preguntó tontamente a mi grillo.
- No volveremos a tocar ese tema – me responde molesto.
- No soy humana… - me digo, poniéndome muy triste.
- Sí lo eres, las partes más importantes lo son… - rebate mi grillo, pensando que no es exactamente lo que pienso.
- Siento que me deprimo… - vuelvo a contestar.
- ¡No lo harás, muévete que llegaras tarde…! - me dice mi grillo, como si le estorbara a alguien en la calle.
Estoy en mi oficina, esto de los negocios se le dan a él porque yo no le entiendo ni media palabra. Sí, mi padre explicaba algo sobre las finanzas de los proyectos en enlace multimedia, al que al parecer le estoy poniendo atención.
Toc, toc
- ¿Qué quieres Emelie? – pregunto sin retirar la mirada.
- Señorita Candy, el nuevo presidente ha reunido a los dueños en la sala de junta – me informa, bien tengo que ir a conocerlo.
- En un momento voy, Emelie – respondo y me levanto rápidamente, tengo que subir a la presidencia.
- Sí señorita – me responde soltando el botón del intercomunicador y volviendo a sus deberes.
- Bien, por lo visto hoy si tendré que conocerlo, ¡no que llegaba hace dos horas! Vino tarde seguramente. ¡Ahhh, que flojera tengo! Espero que con tres rayas me alcance – me respondo a mí misma, la batería del día ya no me está alcanzando, tendré que ir con Jeremy para que me diga ¿por qué?
- Bien ya estoy aquí, esperare al parecer – observo que en la sala de juntas están todos, mi padre me señala mi asiento, pero decido tomar uno lejos de él y me limito a ver por la ventana. De pronto una voz bastante conocida se presenta y yo me quedó impactada con la noticia.
- ¡Buenos días a todos! Mi nombre es Terrence Grandchester
Continuará…
Bien, ya me voy a bañar – me dirijo al baño, un baño caliente me ayudará, pero algo me recuerda que el baño no me dará acceso de entrada porque no he hecho mi rutina de ejercicios de esta semana, que empieza cada lunes. Está bien el baño debe esperar… ¡maldito sensor de entrenamiento! – sé que eso va a ser así siempre, como desde los cinco años para acá, es así. ¡Diez horas, esto debe estar mal! - golpeo el reloj del sensor, pero no cambia.
- ¡Nooooo, no no no, esto debe ser un error! ¡Sí lo sé! No debo de golpear la cosa esta, siempre la termino dañando, en vez de diez horas me marcará 100, ¡mejor lo dejo en paz! – digo esto pensando que no será posible que me agreguen 100 horas o ¿sí? Prefiero no averiguarlo.
- No es un error, para esta semana son diez horas de ejercicio y no, no cambiará… - responde mi grillo.
- Pues hoy sólo haré diez minutos, al menos, algunos debemos de trabajar… – me respondo sinceramente. ¡Qué se cree! ¡Diez horas! Pues ni que estuviera a punto de irme a una maratón – rezongo ante el señor feo que pone entrenamiento y mi grillo que todos los días me martiriza con hacerlo, la verdad no veo que eso sirva.
- ¡Sé lo que estás pensando! Sí, te he inscrito a una maratón – advierte mi grillo, pero lo que no recuerdo que mi grillo está gobernado por mi padre, seguramente es una mentira.
- ¡No pienso ir! Me estoy recuperando de una lesión… - suelto haciendo que mi grillo se enfade.
- De hace casi diez años… - responde, dando la justificación perfecta para molestarme.
- Tengo secuelas… - respondo cuando de pronto veo al frente, el mar, tan tranquilo que se ve, quizás algún día vaya a nadar, pero tan solo de acordarme de ello me revienta el ojo y agacho nuevamente la mirada.
- ¡Un montón de pretextos, será! Además, tu rendimiento es ¡buenísimo! – refiere mi grillo, por supuesto que lo sé y eso que solo hago diez horas por semana.
- Tengo trabajo – me limito a decir, bajándome de la bicicleta y yéndome a bañar.
- ¡Eso lo veremos! – dice atentamente y deja de fastidiar.
- Eso lo veremos, claro que lo veremos jiji – camino para el baño y por fin me deja entrar. Bueno diez minutos de bici, si tengo el sensor por aquí eso significa que con eso bastará, bien así será suficiente – declaro mi monologo, sin contar que...
De pronto suena una alarma, encendiendo todos los sensores…
- ¿Qué rayos pasa? – pregunto sin entenderlo.
- Has hecho trampa Candy, ¿qué esperabas? Sabes que no puedes hacer trampa – advierte mi grillo.
- ¡Bien, bien, lo haré cuando llegue! – respondo sin muchos ánimos dejando mi sensor de ejercicio sobre la mesa del recibidor sin darme cuenta que salí del baño desnuda.
- Eso espero… - responde mi grillo, a veces juro que mi padre se ríe a mi costa. ¡Odio que haga eso!
¡No sé por qué todos me dicen qué hacer! ¡Estoy harta y ya me voy a bañar! – por qué esta es la única actividad que me gusta…
- Porque es la única que puedes sentir… - recuerda mi grillo cuando oye que se cierra una puerta. Candy, por favor, si tan sólo pusieras de tu parte, pero que te voy a exigir mi niña, si por hacer lo que se te pidió es que no puedes salir adelante sola – responde mi grillo, lo malo de mi grillo es que todas las mañanas me dice lo mismo.
- ¿Qué se creen? ¿Cuándo me perdonarán por haber fallado? ¿Cuándo los perdonaré por haberme hecho esto? Tengo que tranquilizarme, tengo que hacerlo, debo bañarme y no acordarme de nada, bien. Dejaré de pensar, esto es tan refrescante... – gozo cuando siento el agua caer sobre mi piel.
Tiempo después… en la oficina.
- Son las 11:00 de la mañana, apenas he llegado a mi oficina y no logro concentrarme, necesito un re avivador con mucha crema y mucha azúcar, cuando entenderé que no debo de leer de noche, pero esa página solo tiene puras maravillas. Bien, no lograré pasar de la página tres si no voy por un café, ¿por qué Jerome sólo me dejó tres cosas naturales? – me levantó y salgo por la puerta observando como todos corren a sus estaciones de trabajo.
- ¡Ahí viene, ahí viene! – mis empleados están corriendo a sus escritorios.
- ¡Todos a sus puestos! – avisa mi contador.
- Si piensan que no me he dado cuenta que andan fuera de sus lugares, se equivocan, pero hoy no tengo humor de presionarlos por nada – suelto mentalmente agachando la cabeza y caminando calmadamente.
- Señorita Candy, el nuevo presidente llegará en diez minutos – me avisa mi asistente, sí Emilie la asistente de mi padre, se cambió conmigo, después de todo me conoce desde que era una niña.
- ¡Y qué tiene de importante! - solté molesta, esperando que cesara con sus informaciones.
- Que usted debe atenderlo… - siguió diciendo.
- No tengo cabeza para él, dile que fui al médico, regreso en media hora… - respondí apretando el botón del elevador.
- Bien señorita – Emilie se quedó a una distancia prudente y se retiró de ahí.
- ¿Otra cosa más, Emilie? – la llamé oportunamente para que diera la vuelta.
- No, señorita eso era todo – respondió viéndome entrar al elevador cuando este se abrió.
- Gracia Emilie y diles a todos que no es necesario hacer que trabajan sí sé que todos estaban en otras zonas – le digo a ella haciendo que sonría.
- Si señorita se los diré, permiso – ella asiente y se da la vuelta para continuar haciendo su trabajo.
- Si piensan que no lo sabía es que aún no me conocen. Han de pensar que soy una bruja, un poco, lo sé. Sí, necesitaba la luz, un poco solamente, ¿un café, un café! – corro a la cafetería que se encuentra en la esquina, entró y ¡oh maldición! ¡Lo que me faltaba! Una fila de lo más enorme, ni modos a hacer fila y a llenarme de aromas. Necesito cafeína con extrema urgencia, bien solo falta uno, sí – sí soy impaciente y más cuando se trata de lo único que puedo tomar, toneladas de café de ser posible.
- ¡Lo he obtenido, eso es muy bueno! – me digo cuando el humeante café se encuentra en mis manos, al parecer Thom sabe que esto me agrada mucho, por eso siempre me da cafeína por las mañanas.
De pronto el robusto cuerpo de un hombre me empuja.
- Perdona, ¿te podrías mover? – me pregunta, no me he dado cuenta de que me he quedado en la fila oliendo mi hermoso termo de café, sí un termo que Thom siempre me da cuando pasa por la recepción de CYBORG. Creo que Emilie siempre lo baja de mi oficina.
- ¡Cielos, qué exigente! – pienso moviéndome de ahí sin mirar de quién se trata.
Grosero, si supiera que le habla a lo que antes era una persona, no me hablaría de ese modo – reclamo viendo que es un atlético hombre de negocios.
- No te hablaría de ninguna forma de cualquier manera… – mi grillo tenía que hablar haciéndome que baje la mirada de nueva cuenta hacia mi termo.
- Lo sé, pero no tienes que recordármelo. ¡Ah, el café! Es lo único que me hará revivir – sonrió para mí.
- ¿Vas a pasar? – ese odioso hombre se tropieza conmigo.
- ¡Maldición! ¿Qué no puede pasar por el otro lado? – respondo molesta, la cafetería es muy grande como para tener que soportarle con querer pasar por aquí.
- Es que voy deprisa, usted como tiene todo el tiempo del mundo… - me suelta ironizando la última parte.
- No creo, conoceré al zopenco del presidente de mi empresa y eso no me causa mucha gracia – respondo sin ánimos, sentándome en la mesa que tengo al frente y colocando mi cabeza sobre ella.
- Es usted ¿secretaria? – quiso saber él imitando eso de sentarme.
- No, solo una de las dueñas… a mí tampoco me hace gracia… tener un jefe, pero no me quedó de otra, sabe… - respondo levantándome.
- Yo soy presidente de una empresa en la que nunca he aplicado la administración, ¿puede creerlo? – me cuenta sin más.
- Mire que la mera verdad, no sé por qué trabajo, no lo necesito, pero quería imponerme retos y aquí estoy – suelto sin ganas, tomando un sorbo de mi café humeante y oloroso.
- ¿Eres dueña, entonces? – me preguntó sorprendido por esa información.
- Desgraciadamente, pero… no tengo experiencia con esto, no es mi rama. La administración es muy aburrida y lo hago porque es como una escuela para infantes, lo que en realidad me llama la atención es la robótica aplicada a avances en la salud – respondo, pensando en que apenas llevo 18 meses con la posibilidad de ofrecer un útero con todas sus funciones.
- Y entonces ¿por qué lo haces? – cuestiona sin entenderme.
- Tengo un gasto enorme y debo de pagarlo – respondo soltando una risita que se le contagia.
- ¿Adicta a las compras? – intuye, pero no está ni cerca.
- No, si fuera adicta a las compras no trabajaría de cualquier modo – respondo, mi deuda va mas allá de mi vida, según dice mi padre.
- Sabes, te me haces conocida, ¡sé que te he visto en algún lado! – refiere él pensando que así es.
- Bueno es hora de irme, bajé por un café más azucarado que otra cosa, no podía concentrarme – comento, levantándome como un resorte y me voy de ahí, alzando una mano en son de que me voy a Thom.
- ¡Adiós preciosa, te veo en la noche! – responde el chico, sonriendo mientras hace espuma en la cafetera.
- Yo también, pasé porque quería prepararme mentalmente para lo que me espera – respondo a Thom y este joven que me cuenta las asperezas de su vida.
- ¡Hasta luego, señor! – me despido como si nada.
- ¡Hasta luego, señorita! – él me fulmina con la mirada por mi saludo y se va, al igual que yo.
- No soy señorita…. Sí está bien tampoco soy señora, no sé que soy. Grillo dime ¿qué soy? – le preguntó tontamente a mi grillo.
- No volveremos a tocar ese tema – me responde molesto.
- No soy humana… - me digo, poniéndome muy triste.
- Sí lo eres, las partes más importantes lo son… - rebate mi grillo, pensando que no es exactamente lo que pienso.
- Siento que me deprimo… - vuelvo a contestar.
- ¡No lo harás, muévete que llegaras tarde…! - me dice mi grillo, como si le estorbara a alguien en la calle.
Estoy en mi oficina, esto de los negocios se le dan a él porque yo no le entiendo ni media palabra. Sí, mi padre explicaba algo sobre las finanzas de los proyectos en enlace multimedia, al que al parecer le estoy poniendo atención.
Toc, toc
- ¿Qué quieres Emelie? – pregunto sin retirar la mirada.
- Señorita Candy, el nuevo presidente ha reunido a los dueños en la sala de junta – me informa, bien tengo que ir a conocerlo.
- En un momento voy, Emelie – respondo y me levanto rápidamente, tengo que subir a la presidencia.
- Sí señorita – me responde soltando el botón del intercomunicador y volviendo a sus deberes.
- Bien, por lo visto hoy si tendré que conocerlo, ¡no que llegaba hace dos horas! Vino tarde seguramente. ¡Ahhh, que flojera tengo! Espero que con tres rayas me alcance – me respondo a mí misma, la batería del día ya no me está alcanzando, tendré que ir con Jeremy para que me diga ¿por qué?
- Bien ya estoy aquí, esperare al parecer – observo que en la sala de juntas están todos, mi padre me señala mi asiento, pero decido tomar uno lejos de él y me limito a ver por la ventana. De pronto una voz bastante conocida se presenta y yo me quedó impactada con la noticia.
- ¡Buenos días a todos! Mi nombre es Terrence Grandchester
Continuará…