Capítulo VII
Interés 1/2
Interés 1/2
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- Busca en la red Campeona de Maratón Marítimo Candice White, quizás eso te saque de cualquier duda, luego te veo – refiere Albert cuando ya se iba.
- Sí claro – lo vi alejarse y observando mi equipo de cómputo, fui hasta ahí, abrí una página y tecleé lo que Albert me sugirió: Campeona de Maratón Marítimo Candice White. ¡No lo podía creer! ¡No lo podía creer! La señorita Candice White es… una Andley, hija de Albert Andley. ¿Dios que he hecho? – me sumí en la depresión total cuando me di cuenta de quién era ella. Mas tarde comencé a meditar que finalmente… me interesaba la señorita White.
Y al otro día, me molesto por una orden no obedecida…
- Candy ¿qué haces aquí tan temprano? – pregunto cuando la veo pasar por el lobby.
- Usted me dijo a las nueve y son cinco minutos para las 9. Llegué antes… - respondo sin verlo mientras paso mi palma sobre el lector de empleados.
- ¿No oíste mis mensajes? – cuestioné relativamente molesto.
- ¡Sí los oí! – respondió ella tomando sus cosas y comenzando a caminar hacia el ascensor.
- ¿Entonces? – quise saber.
- Creí que era más importante la orden que dio en la junta… - respondí caminando mas lento que lo de siempre.
- Candy puedes desobedecerla… - la alenté a que se devolviera al auto.
- Bien, mañana llegaré a la misma hora. A las nueve… - refiero, primero hace que Albert se mude ahora qué pretende, se está haciendo su santa voluntad.
- ¡Demonios Candy, puedes llegar a las once! – refiero, bueno lo acepto se lo grité.
- A las nueve, no te preocupes Albert y yo nos desmañanaremos, de hecho, él es el único que lo hace – respondo con parte de la verdad.
- ¡Cómo quieras! – enfatizo alzando las manos en son de libertad.
- ¿Algo más jefe? – pregunto ácidamente.
- Nada más… - refiero, me saca de quicio, si lo que quiero es que Albert se mude no que esté ahí, con ella.
Ella se mete al elevador y se va mientras me dirijo hacia el taller de Jeremy, tengo que saber por qué no puedo localizar a Candy en ese mentado paquete.
- ¡Jeremy! – lo llamé.
- Sí, señor Grandchester – él acudió a mí rápidamente.
- Podría decirme ¿por qué el chip de seguimiento número 212 no está activo? – cuestioné enfadado.
- Sí está activo, en mi escritorio, señor – responde él volviendo a su puesto.
- ¿Por qué esta en tu escritorio? – pregunté enfático la última parte.
- Porque se lo cambié a la señorita Candice, a decir verdad, fueron órdenes expresas del señor Andley - soltó Jeremy.
- Bien, supongo que así es – respondí, por algo Candy y Albert no querían decirme nada.
Mi día había comenzado con un enojo y al entrar a mi oficina se acercó a mí tan silenciosamente que no la oí.
- ¡Señorita Andley! – me llamó Emilie, pegándome un susto de muerte.
- Sí Emilie, ¿qué sucede? – pregunto sin despegar la vista de la computadora.
- La llaman del aeropuerto – responde mi secretaria preocupada.
- ¿Aeropuerto? ¿Quién? – pregunto de la misma forma.
- El comandante Karl Johnson… - responde con cautela.
- ¡Pásamelo Emilie, gracias! – agradezco y luego me pongo al teléfono.
- Con su permiso, señorita – se despide y corre.
- Bueno – contesto sin entender la actitud de mi secretaria.
- Señorita Andley, es de usted un paquete con número 20217, Cyborg Company – cuestiona Karl Johnson.
- Sí, de paquetería CYBORG… - respondo automáticamente.
- Sí, es este, quisiéramos que venga a la comisaria para que explique su acceso – comenta el hombre al otro lado de la línea.
- ¿Qué quiere decir con eso? – pregunto en alerta.
- Nuestro equipo antinarcóticos lo ha revisado… - y no tuvo nada más que decir, los voy asesinar.
- ¿Qué quiere decir con que lo ha revisado? – mantuve la calma, no podía enloquecer antes de eso.
- Lo hemos abierto… - comienza a contarme.
- ¿Todo? – pregunto y la cabeza comienza a darme comezón.
- Sí, perforamos el paquete – responde, al decir esto quiero asesinarlos.
- ¿Qué ha dicho? ¡Imbéciles! – grito tanto que Emilie solo agacha la cabeza, ella ya sabía de esto.
- Señorita, guarde compostura – pide Karl del otro lado.
- ¡Emilie! – la llamo. ¡Voy para allá! – grito en el teléfono y maldiciendo le ordeno a mi secretaria que llame al jurídico y que me siga. Emilie llama a Gustav y que traiga una demanda por producto violado – estoy que reviento y veo como todos mis empleados huyen de mí, ¿me tendrán miedo?
- Sí señorita, ¿en contra de quién? – pregunta mientras por celular llama a Gustav.
- De los idiotas de aduanas del aeropuerto – resoplo estoy que mato a esos imbéciles.
- Sí señorita, en un momento le aviso – Emilie habla rápidamente con Gustav que sale volando de su oficina y llega antes al estacionamiento, mientras Emilie toma sus cosas y yo hago lo mismo.
- Vamos, trae el equipo portátil de impresión y la laptop – explico mientras ella toma la maleta que siempre tiene preparada y al mismo tiempo la caja de la impresora portátil.
- Sí señorita, la espero allá abajo – refiere mientras en el elevador oprimo el piso de presidencia.
- Sí Emilie – respondo cuando he salido del ascensor y ella oprime la PB2. ¡Albert! – corro hasta su oficina y todos se sorprenden. Al entrar lo llamo.
- ¿Qué sucede? – pregunta Albert levantándose de su asiento.
- Los imbéciles de las aduanas en el aeropuerto abrieron el paquete de células – le informo roja del coraje.
- ¡Calma Candy, solo lo abrieron! – me responde mi padre, claro que quiero asesinar a cualquier idiota, menos a él.
- ¡Y lo perforaron…! - le dije a él.
- ¿Qué cosa dices? ¡Maldición! – exclama él, creo que me conoce y tranquila no estoy.
- Me llevo a Gustav, Emilie y toda mi paciencia, pero te aviso que ya no tengo ninguna – advierto y me dirijo al ascensor y detrás de mí, Albert me sigue.
- ¡Yo también voy, espérame! – exclama el rubio tomando su saco y corriendo detrás de ella.
- ¿Qué pasa? – le pregunto a Albert cuando veo que dos personas corren por mi piso.
- Candy tiene un problema, tengo que irme… - responde Albert cuando lo intercepto.
- ¿Qué sucede? – preguntó tomando mi saco y corriendo a la misma velocidad que él.
- Rusia mandó unas células nano robóticas en un paquete especial, la aduana lo ha perforado y… - Albert se detiene.
- ¿Y? – insisto en que me lo cuente.
- Ya no sirven… - responde preocupado.
- Pues que compre otras – refiere él apurando al elevador.
- No podemos y conociéndola como la conozco, Candy va a querer demandar – me advierte.
- ¿Cuánto cuestan? – solo que sea por un precio alto, con cautela le pregunto.
- ¡Cien millones… cada una! – suelta Albert.
- ¿Qué cosa? – no puede ser cierto, ¿qué cosa es tan cara?
- Lo que has oído, pero eso no es lo preocupante, Candy no se va a controlar y eso lo verás – Albert quería que Terry experimentara el carácter de ella para que viera a lo que se tenía que atener.
- ¡Voy contigo! – le di mi apoyo, no creo que tenga tan feo carácter.
- Claro, pero en otro auto, por favor, no quiero que oigas su linda boquita – me explica y me obligo a correr hacia mi auto, dos pisos arriba.
- Bien – acepto metiéndome a mi auto tan rápido como puedo para alcanzarlos en la salida de la empresa.
Candy iba impaciente, de loco que la dejo manejar, una vez puso sus pies en el aeropuerto, todos comenzamos a seguirla junto con Emilie, Gustav, Albert y por último yo.
En la gerencia pregunta por su paquete y la señorita la conduce hasta allá seguida por todo su sequito. Al ver que se nos une la policía aeroportuaria y al momento que arrecia el paso, los policías detienen a Candy haciendo que se moleste más, la llevan a la sala de retención y la encaran con el paquete expuesto, Candy ve el paquete con el polvo a los lados y las células explotadas, maldiciendo seguramente en su interior y ansiosa por ver al tonto que lo abrió.
- ¿Qué es lo que hicieron? ¡Son unos estúpidos o qué! ¡No saben leer instructivos!¡No aprendieron a leer en la primaria! – espeto enfadada y sin poder tolerarlo más me suelto de los policías para ir a ver la cápsula que contiene las células.
- ¿Qué le sucede señorita? Le sugiero… - iba a comenzar a retarla un oficial, pero se detuvo al ver a Gustav parado detrás de ella.
- Usted a mí no me sugiere nada, ni con el sueldo de cien años me podrían pagar esto – rebato, mi trabajo ha tenido un atraso y una deuda millonaria se está presentando y yo, yo sólo me limito a que mis esperanzas se atrasen otro año.
- ¡Candy! – me grita Albert.
- Nada de Candy, ¿quién fue el o la idiota que lo abrió? – grito, completamente furiosa.
- Llama a Watson, por favor – pide uno de los policías.
Diez minutos después…
- ¿Qué sucede? – pregunta Watson. ¿Usted lo abrió? – preguntó el encargado de los paquetes de CYBORG, viendo lo que había sucedido.
- Sí, yo lo abrí. Analicé el polvo, pero no parece ser narcótico – informa el policía.
- ¡Qué inteligente! Emilie, dame agua – le pedí a Emilie haciendo que mi secretaria tomara la botella que tenían en el escritorio de un oficial.
- Sí señorita Candy, aquí tiene – responde ella, obedeciéndome.
- ¡A ver estúpidos! Cualquier sustancia que no sea plástico ni que reaccione con algún aditivo no es marihuana, ni coca, ni achís, ni heroína ¿verdad? Emilie el test – le pedí a mi secretaria que ni presta ni perezosa me lo dio.
- ¡Sí señorita, aquí está! – refiere ella, pasándole una especie de aerosol.
- Bien, esto es nada más y nada menos que aire frío, observen… - saco un pomo del test y lo rocío, el polvo se pone azul.
- ¡Vaya se puso azul, es cocaína…! – refiere el policía triunfante.
- No imbécil analfabeta, es una prueba de frío. Vea que ocurre con agua – le digo, me tienen harta, esto es normal para Watson, por qué no fue él quien lo recibió.
- Desaparece… - dice el policía.
- ¡Desaparece! ¡Daaaa! Vea su cara de estupidez total, esto es sílice ¡imbéciles! – no me queda de otra que burlarme.
- Más respeto o la tendré que arrestar – me amenaza.
- Usted me arresta y lo meto a la cárcel por ¡pendejo! – le grito, estoy que no me calienta ni el sol y me voy encima de él cuando siento el fuerte brazo de mi padre cargarme lejos del pobre y temeroso hombre.
- Señorita, espere – Watson pide un momento para explicarme.
- ¡Candice cálmate! – la amenacé, tenía que poner orden.
- ¡Gustav, demanda a estos estúpidos…! – vocifero mientras el pobre hombre se pone en la tarea de demandar al personal del aeropuerto.
- ¡Watson llama al abogado…! - ordena el policía.
- ¡Dígale a Williams que ni se moleste en venir, que se consideren demandados! – sigo gritando y pataleando, odio que mi papá no me deje darle su merecido por inútiles. ¡Puedes soltarme! – le pido de buena forma y lo hace, pero muy lejos de ese tarado.
- ¿Qué sucede? Señorita Candy, ¿qué pasa Emeth? – le pregunta a Watson cuando me ve hasta el lado de los ventanales.
- ¡Que le diga ella! – responde el policía.
- ¡Demanda! – grito con toda mi voz viendo como mi padre me retiene de un brazo.
- ¿Demanda? ¿Por qué? – pregunta Williams.
- Por eso, Emilie enséñale la proeza de su cuerpo de policía – vuelvo a gritarle.
- ¡Oh no, cielos! – susurra Williams viendo las células explotadas.
- Señorita Candy, ¿podemos entablar un acuerdo? – ofrece Williams sabiendo lo que se avecinaba.
- ¡Un acuerdo, mis narices! No hay acuerdos por la estupidez de su cuerpo inepto de aduanas… - refiere ella molesta por obvias razones.
- ¿Qué pasa Williams? – cuestiona Karl.
- Tenemos un gran problema, los de aduanas abrieron ese paquete y esto que ves aquí explotado son células de CYBORG – responde preocupado.
- ¡Cielo Santo! Llama a Watson. ¿Eres tonto o qué? – cuestiona Karl.
- Yo hice lo que estaba en mi procedimiento – se defiende el policía.
- ¿Ves esto? Este logo es de las empresas CYBORG idiota, ellos no exportan narcóticos – refiere Karl como si eso fuera a salvarlos, al menos él quería convencerse.
- Lo pasamos por los rayos X y se veía oscuro… - explica el policía.
- Por supuesto, cuando abriste la caja ¿no leíste el instructivo? – Karl tenia que convencerse y convencer a Candy que no venía el instructivo.
- ¡No había ningún instructivo! – espeta el policía haciendo que me brinque el carácter explosivo, pero no contaba que mi padre me tenia casi atada a su brazo, para que le avise, ah si para que no mate a estos babosos.
- ¿Tomaron fotos? – Karl no puede creerlo y pide las evidencias de siempre.
- Sí, mire aquí están – Emeth le pasa algunas de las instantáneas que les tomaron y se ve como entre los empaques se encuentran los instructivos, lo que hace que cierre los ojos y luego mire con odio a Watson.
- ¡No había instructivo! Este ¿qué es? – le dice y se lo recita dado que ya se lo sabe casi de memoria. Este material no es radioactivo, prohibido abrir el cilindro si no es en condiciones controladas, no perforarlos porque el material podría ¡explotar…! – le grita en el oído a Watson. ¡Considérese despedido! Y no salga del país, ¡llévenselo! - ordena a otro guardia, lo cual lo apresan y lo llevan a la comisaría.
- ¡Rayos! – Watson está que no puede creerlo.
- Esto es mucho dinero… - suelta Emeth preocupado y me mira que estoy hecha una furia. ¡Prepárate para que te den de baja! – le dice Emeth a Watson con desaliento.
- Pero yo hice mi trabajo – rebate Watson, ya que no entiende nada.
- Eso es lo malo para ti, tu trabajo es deficiente. Vamos, señorita Andley… - Emeth se acerca a mí, pero Albert lo detiene a tiempo por medio de un ademan.
- Watson se disculpa por el inconveniente… - Karl ofrece una disculpa.
- Se debe disculpar por ser pendejo, no por ser estúpido, son dos cosas diferentes – refiero sin verlos, pero se me escucha que rechino los dientes.
- Bien, quizás podría decirnos el costo del material… - Emeth pregunta lo que para mí es ya una pérdida.
- Emilie, entrégale unas copias de todo lo que se pagó y aquí está la factura de las células. Espero que le alcance al aeropuerto por lo que le va a costar la demanda, ahí tiene – refiero, no quiero ni verlos.
- ¡Carajo! ¡Trescientos millones de dólares! – espeta Emeth trastabillando cuando se impresiona por el costo.
- Sí, aquí tiene los papeles de expedición, los permisos de embarque, el costo de acceso y los permisos correspondientes de Rusia para su transportación especial – informa Emilie, apenada.
- Bien sí, esta todo en orden – admite Emeth, sabe que nunca le he quedado mal, la documentación siempre ha sido exacta.
- Gustav, tendrás que quedarte junto con Emilie, ella te ayudará – le digo a mi abogado, es entonces cuando se relajan.
- Sí señorita, luego la veo y le informo – asiente el pobre hombre soltando el aire que contenía.
- Gracias. Por favor aleccione a su personal porque si no más recuerdo esa es la ganancia que tiene el aeropuerto en un año – solicito haciendo que ambos hombres se noten preocupados.
- Sí señorita Andley, gracias – ambos hombres me agradecen la recomendación y yo salgo caminando lo mas aprisa posible, quiero irme de aquí.
- ¿Qué va a pasar? – pregunta el policía cuando la señorita Andley se va y ellos se le acercan.
- ¡Que más! Empresa Cyborg nos demandará por todo esto y todo por ineptos. Vamos con el presidente… - Karl decide hacerle frente al director general del aeropuerto.
- Pero ¿me van a despedir? – cuestiona el policía caminando detrás de ellos y atrás de él los custodios.
- Seguramente a ti, a tu jefe y al jefe de tu jefe, sí, te van a despedir - informa Emeth.
Mientras en el estacionamiento todos están viendo como doy de vueltas, furiosa.
- ¡Candice! ¿Podemos irnos? ¡Tengo mucho trabajo que hacer! – le pido a ella, verla calmarse no es muy fructífero.
- ¡Qué hace este aquí! – le pregunto a Albert que no me dice nada. Me subo al auto y el chofer comienza a manejar mientras todos guardan silencio.
- ¡Respétame, que soy tu jefe! – le reclamo, yo no tengo la culpa de lo que ellos hicieron.
- Quisieras, no necesito que andes rondando mis proyectos – dice al mundo, pero recalca que es a mí a quien no soporta.
Aún en el aeropuerto…
- Gustav ¿qué hacemos con este paquete? – cuestiona Emilie observando el empaque.
- Incinérenlo si pueden, ya no sirve – ordena, pero se detiene, tiene una mejor idea. Mejor dénmelo, quizás el de sistemas pueda hacer algo… - refiere Gustav para retenerlo y usarlo más adelante.
- Bien – Emilie lo guarda en su paquete y se lo lleva. Gustav, Jeremy no va hacer magia, las células ya no sirven para nada – hasta Emilie entiende eso.
- Yo lo sé, tú lo sabes, pero ellos no, esta será nuestra prueba, escóndela allá con Jeremy y dile que ni se le ocurra hablar con la señorita Andley sobre ellas – ambos sabían a qué se referían, pero Candy solo sabia que su proyecto era un fracaso total sin la existencia de esas células.
- Bien, vamos pues – Emilie lo acepta y se retiran ambos de la oficina de Emeth, sin antes entregar la demanda y les desea suerte.
Y en el auto…
- Candice ¿me vas a hablar? – pregunto, bueno más bien exijo.
- ¡No, llévame a mi casa! – le pide al chofer.
- ¡Tienes un horario que cumplir! – le informo, al parecer piensa que puede salirse antes de su horario.
- ¡Me vale un cuerno tus horarios! – refiero, si quiero me voy a ir a mi casa.
- ¡Si te vas te despido! – la tuve que amedrentar, quizás así se le baje la histeria.
- ¡No me importa! ¡Quédate con tu maldito trabajo si quieres! Pero sábete que, si tu empresa no me tiene cuando se siga la demanda dentro de tu nómina, no podrás recobrar 500 millones de dólares – explico, a ver si así me deja tranquila y en paz, que a este tarado si puedo contestarle como se me da la gana.
- ¡Rayos me tiene contra la pared, quinientos millones! – cuando me lo dice estoy que no me lo creo. ¡Bien, pero solo por hoy! – lo acepto, todo se lo perdono menos un gasto de quinientos millones.
- ¡Cretino! – susurro, quería decírselo en su cara, pero Albert no me dejó.
- ¿Qué cosa dices? – me ha llamado cretino, qué es lo que esta mujer se piensa que soy.
- ¡Que eres un cabrón…!
Continuará…