Capítulo VIII
Interés 2/2
Interés 2/2
- ¡Que eres un cabrón que tiemblas con tan solo oír hablar del dinero que te falta! – respondo, a ver si así, se tranquiliza.
- ¡Greg detente! ¡Candice bájate! – ordeno de pronto, ella no me va a tratar como si fuera nadie en esta compañía.
- ¡Este es mi auto! – espeto, el que se tiene que bajar es él.
- No me importa, yo trato a los demás con respeto… - explico triunfante.
- ¡Candice, ya cállate! – solicita o más bien le exige su padre, pero ella no dará marcha atrás.
- ¡El que se tiene que bajar eres tú! – si cree que le voy hacer caso, está muy equivocado.
- Camina, quizás para cuando tus zapatillas lleguen hasta TU casa, habrás aprendido lo que es el ¡dolor! – me burlo de ella.
- Eso es lo que crees ¡pendejo! Luego te veo Albert, llegaré a casa en media hora – le insulto y verá de lo que soy capaz cuando estoy saliendo del auto.
- Sí, te llevo el auto – Albert se despide de ella y cierra la portezuela.
- Sí, bye – me despido y comienzo a correr.
- ¡Media hora, que tenga mucha fe! – me burlo aún más, nadie puede correr tan rápido.
- Espera a ver… - pero Albert detiene mi sonrisa triunfante cuando Candy pasa al auto y va a una considerable distancia de nosotros.
Cuando me doy cuenta, una figura con traje sastre y zapatillas del quince pasa corriendo por la acera, vaya ¿esa chica no es Candy?
- ¡Va corriendo con zapatos altos! - suelto, de verdad que no puedo creerlo.
- Si, quizás quieras ver hasta dónde llega, mira nosotros estamos aquí y su casa aquí – refiere Albert burlón.
Y media hora después
- ¡Ya llegó, pero son muchos kilómetros! – espeto, no lo puedo creer.
- Lo sé, sé que son muchos kilómetros, pero ella es deportista y claro que no le dolerán los pies. Terry, Terry si tan solo supieras la verdad – se dice así mismo Terry, sorprendido de lo que acaba de saber Terry cuando entran al piso donde se encuentran sus oficinas.
- Bien, luego te veo. Tengo algunos pendientes… - refiere Albert y suelta una carcajada en el camino a su oficina.
- ¡Cielos, cómo es que corre tan rápido sin descansar! – me asombro, otro maldito secreto. ¿Cómo voy a saberlo ahora?
Al otro día, mucho antes de las nueve de la mañana…
- ¡Buenos días! – saludo a Candice en el estacionamiento.
- ¡Que tienen de buenos, son días nada más! – ¿tengo tan mala suerte que me lo encuentro en todos lados?
- ¡Sí, acostúmbrate! – responde mi grillo.
- ¿Por qué siempre está de malas, señorita White? – pregunto solo por curiosidad.
- Porque no tengo nada para estar de buenas señor, ahora si me disculpa – le digo, a él que le importa. ¿Qué pasa Emilie? – le pregunto cuando llego a mi piso y la veo que me sigue con la mirada.
- ¡Sólo quería darle esto! – me extiende un paquetito negro con un moño rosa.
- Emilie sabes que no me gusta celebrar mi cumpleaños, de echo sabes que ya no celebro mi cumpleaños, ¡ya no puedo! – refiero sin mucho entusiasmo.
- De cualquier forma, se lo celebraré, aunque sea nada más yo, lo guardaremos en secreto, así que le daré un abrazo, le pondré su gorro, le echaré esta serpentina y por supuesto apagará la vela y pedirá un deseo, tome – me da un cupcake con un pequeño cyborg arriba, lo cual me hace sonreír.
- ¡Gracias Emilie, espero que nadie más lo haga…! – refiero, de seguro que nadie se ha dado cuenta de la felicitación. Todo esto me trajo recuerdos de los diez años en los cuales no celebré mi cumpleaños cuando de pronto, el teléfono sonó.
- Bueno, sí señor, se la paso. Su papá le llama, señorita – Emilia me extiende el teléfono cuando suelto una lagrima y al momento que coloco el auricular en mi oreja ella me limpia la lágrima que se escabulle por mi mejilla y me sonríe.
- ¡Hola! – saludo a mi papá con la voz quebrada.
- ¡Feliz cumpleaños, Candy! – me felicita mi papá por teléfono, ¿tan mal he estado estos años que no me puede felicitar cara a cara? ¡Me siento, tan mal!
- ¿Tú también? – resoplo, pero no quiero hacerlo, necesito un abrazo.
- ¿Alguien se me adelantó? – cuestiona triste.
- ¡Emilie! – refiero, creo que eso no se lo esperaba.
- ¡Ah bueno, espero que me concedas tiempo para una cena! – solicita mi padre haciéndome reír.
- Te llamaré en la semana… - le digo, este día no puedo.
- ¡Hoy mismo Candy! – Albert me exige que sea hoy y hoy no puedo.
- Pero… tengo ocupado hoy, ¡las pruebas para el útero son hoy! – replico, sabe muy bien que hoy es el día en que esclavizo a toda mi gente.
- ¿Sigues obsesionada con eso? – replica, la verdad es que no pienso ni en contestarle, pero resistirlo tampoco puedo.
- ¡Tú no tienes por qué obsesionarte, yo sí! – no acepto críticas…
- Bien, entonces espero tu llamada… - mi padre se da por vencido.
- Sí papá, me voy. Emilie, puedes retirarte temprano o cuando acabes tus quehaceres... – le digo a mi secretaria lo cual la pone feliz mientras me indica que apague la dichosa vela.
- Sí señorita, gracias – contesta con alegría mientras se retira de mi oficina a seguir con sus deberes.
Y en las pruebas, esto tambien ha fallado, dándome cuenta que posiblemente nunca podré engendrar, si esas células de nano cyborg hubiesen estado aquí, quizás tendría una pequeña posibilidad...
- ¡Cumpleaños! Vaya no tengo nada mejor que hacer hoy, que ver las pruebas del útero, ¿por qué Dios no me dio la receta para poder reconstruir un útero que sirva? – preguntó al cielo.
- Porque Dios te lo dio natural y un cyborg no puede engendrar, por eso – me responde el grillo que al parecer ha vuelto a aparecer.
Y en la oficina…
- ¿Señorita White? – me asomo a su oficina, pero está desierta.
- No se encuentra la señorita White, señor Grandchester – Emilie se acerca a avisarme.
- ¿En donde esta? – cuestiono muy serio.
- En el complejo de pruebas, señor Grandchester… allá enfrente – refiere Emilie señalando el edificio al frente de su oficina.
- Bien, gracias por el dato – le agradezco a Emilie y me dirijo hacía allá.
En otro momento…
- ¡Buenos días, señor Grandchester! – me saludan amenamente.
- Buenos días, Jacob, la señorita White ¿se encuentra aquí? – pregunto observando a todos lados.
- Sí, está en el laboratorio de reproducción – refiere Jacob.
- Puede llevarme hasta allá – admito que no sabia que los laboratorios estuvieran de este lado.
- Sí señor, venga conmigo – Jacob me pide que lo siga y en el lector pone su retina para poder introducir mi mano como acceso.
Pasamos por muchas puertas, dándome cuenta de la enorme cantidad de proyectos de investigación que tenemos, todo ellos con grandes sumas de dinero.
- Señor Grandchester, coloque su dedo aquí, bien, Su vista aquí y ya está registrado, puede acceder cuando usted quiera – me explica.
- ¿Desde cuando hace esto, la señorita White? – pregunto mientras cierro repetitivamente los ojos.
- Desde hace unos años creo, busca reproducir las funciones totales del útero, sobre todo las reproductivas… - me explica Jacob.
- ¡Grandioso! Pero seguro que no lo logrará – esa sencilla explicación me causa risa.
- Es una pena que la señorita White se la pase aquí en este día, ni siquiera ha dejado que alguien la felicite – suelta Jacob con pesar.
- ¿Por qué felicitarla? – observando los pisos de arriba, es todo un complejo.
- Hoy es su cumpleaños, ella no es feliz cuando es su cumpleaños… - me confiesa algo desanimado.
- ¿Por qué no ser feliz? Yo estaría brincando el día de mi cumpleaños… -admito, mi padre me celebra con una gran fiesta el día de mi cumpleaños. ¿Por qué no celebra su cumpleaños? – le pregunto, quizás algo le ha pasado en su cumpleaños.
- Hace diez años la señorita White, sufrió un accidente… - responde con algo que no me esperaba.
- ¿Accidente? – pregunto extrañado, Albert no me había contado nada. Sí ya me había contado, bueno más o menos – admití, soy un gran mentiroso, pero al parecer a Jacob es fácil contarlo y eso es lo que quiero saber.
- Desde que sufrió el accidente no ha vuelto a ser la misma, siempre ha estado enojada con el mundo por seguir aquí, así que desde ese momento se ha revelado contra él, ya no lo disfruta como antes. Antes era tan divertida, hoy sólo se dedica a trabajar, ni siquiera come o toma nada, al menos no con nosotros – parece que además de ella, Jacob esta resentido contra la familia Andley por no tomarlos en cuenta.
- Nadie sabe ¿qué le ocurrió a ciencia cierta?
- No me imagino ¿qué pasa por su mente para cambiar tan 360°? – explica Jacob.
- Bien, vamos. Ya sabe usted como entrar… - me indica Jacob dejándome con mis pensamientos, mientras la figura de una linda rubia explota contra un equipo y se aleja de este para abrazarse a sí misma, aparentemente está llorando.
En el área de pruebas, al ver que no ha funcionado todo el personal se desaparece de ahí… y una persona se queda mirándola.
- ¡Rayos, tengo que comenzar de nuevo! Mi cumpleaños, hace tanto tiempo que no puedo sentir cómo es disfrutar de esto. ¿Por qué me siento tan triste? – me pregunto sin más
- Porque te niegas a amar nuevamente, debes dejar de presionar a la naturaleza por ello, no vas a poder engendrar de esa manera – me reprende el grillo y odio cuando tiene razón.
- No digas tonterías grillo, yo ya no envejezco. Ya no tengo ¿por qué cumplir años? – lo regaño, no quiero tratar el tema, al menos por unas horas. Sólo quiero dormir todo un día sin pensar en cómo haré para que esto funcione – confieso mientras me quito la bata y el equipo de protección, comenzando a caminar hacia el estacionamiento del complejo.
- Candy, Candy otra chica estaría de fiesta y tú te encierras en estas paredes – mi grillo, no me dará cuenta del por qué lo hace tan difícil
- Tendré que esperarte – le digo a lo lejos cuando veo que comienza a recoger sus cosas y la sigo hacia el estacionamiento.
A las once de la noche, apenas salgo de mi oficina para dirigirme a mi casa, parece ser que Albert ya se ha ido.
- ¡Hola, señorita White! – la saludo sorprendiéndola.
- ¿Qué? – me ha dado un susto de muerte. ¿No tiene a quien más molestar? ¿Su vida social es mala? ¿Su amante o novia ya no lo espera? – cuestiono, creo que le divierte molestarme a mí.
- ¡Sólo es un saludo, señorita White! – refiero, creo que le he molestado.
- ¡No me salude entonces, no necesito de usted! – explico cansinamente.
- ¿Por qué eres tan así? – le pregunto.
- ¿Cómo así? – le pregunto mientras meto a la cajuela mis cosas y saco las llaves para encenderlo.
- ¡Tan hueca…! - y necia, que le cuesta saludarme.
- ¡Créame tengo más cables que usted, jajajaja! – me rio para no decirle que el 80% de mi cuerpo es de cyborg.
- Lo dudo, mis cables los tengo en su lugar, yo creo que has perdido alguno – intento bromear hasta que la sonrisa que ha salido se convierte en una línea triste.
- Si usted lo dice – refiero, tengo que correrlo, cómo podré conectarme si este hombre no se va de aquí.
- ¿Le apetece un café?...
Continuará…
- ¡Greg detente! ¡Candice bájate! – ordeno de pronto, ella no me va a tratar como si fuera nadie en esta compañía.
- ¡Este es mi auto! – espeto, el que se tiene que bajar es él.
- No me importa, yo trato a los demás con respeto… - explico triunfante.
- ¡Candice, ya cállate! – solicita o más bien le exige su padre, pero ella no dará marcha atrás.
- ¡El que se tiene que bajar eres tú! – si cree que le voy hacer caso, está muy equivocado.
- Camina, quizás para cuando tus zapatillas lleguen hasta TU casa, habrás aprendido lo que es el ¡dolor! – me burlo de ella.
- Eso es lo que crees ¡pendejo! Luego te veo Albert, llegaré a casa en media hora – le insulto y verá de lo que soy capaz cuando estoy saliendo del auto.
- Sí, te llevo el auto – Albert se despide de ella y cierra la portezuela.
- Sí, bye – me despido y comienzo a correr.
- ¡Media hora, que tenga mucha fe! – me burlo aún más, nadie puede correr tan rápido.
- Espera a ver… - pero Albert detiene mi sonrisa triunfante cuando Candy pasa al auto y va a una considerable distancia de nosotros.
Cuando me doy cuenta, una figura con traje sastre y zapatillas del quince pasa corriendo por la acera, vaya ¿esa chica no es Candy?
- ¡Va corriendo con zapatos altos! - suelto, de verdad que no puedo creerlo.
- Si, quizás quieras ver hasta dónde llega, mira nosotros estamos aquí y su casa aquí – refiere Albert burlón.
Y media hora después
- ¡Ya llegó, pero son muchos kilómetros! – espeto, no lo puedo creer.
- Lo sé, sé que son muchos kilómetros, pero ella es deportista y claro que no le dolerán los pies. Terry, Terry si tan solo supieras la verdad – se dice así mismo Terry, sorprendido de lo que acaba de saber Terry cuando entran al piso donde se encuentran sus oficinas.
- Bien, luego te veo. Tengo algunos pendientes… - refiere Albert y suelta una carcajada en el camino a su oficina.
- ¡Cielos, cómo es que corre tan rápido sin descansar! – me asombro, otro maldito secreto. ¿Cómo voy a saberlo ahora?
Al otro día, mucho antes de las nueve de la mañana…
- ¡Buenos días! – saludo a Candice en el estacionamiento.
- ¡Que tienen de buenos, son días nada más! – ¿tengo tan mala suerte que me lo encuentro en todos lados?
- ¡Sí, acostúmbrate! – responde mi grillo.
- ¿Por qué siempre está de malas, señorita White? – pregunto solo por curiosidad.
- Porque no tengo nada para estar de buenas señor, ahora si me disculpa – le digo, a él que le importa. ¿Qué pasa Emilie? – le pregunto cuando llego a mi piso y la veo que me sigue con la mirada.
- ¡Sólo quería darle esto! – me extiende un paquetito negro con un moño rosa.
- Emilie sabes que no me gusta celebrar mi cumpleaños, de echo sabes que ya no celebro mi cumpleaños, ¡ya no puedo! – refiero sin mucho entusiasmo.
- De cualquier forma, se lo celebraré, aunque sea nada más yo, lo guardaremos en secreto, así que le daré un abrazo, le pondré su gorro, le echaré esta serpentina y por supuesto apagará la vela y pedirá un deseo, tome – me da un cupcake con un pequeño cyborg arriba, lo cual me hace sonreír.
- ¡Gracias Emilie, espero que nadie más lo haga…! – refiero, de seguro que nadie se ha dado cuenta de la felicitación. Todo esto me trajo recuerdos de los diez años en los cuales no celebré mi cumpleaños cuando de pronto, el teléfono sonó.
- Bueno, sí señor, se la paso. Su papá le llama, señorita – Emilia me extiende el teléfono cuando suelto una lagrima y al momento que coloco el auricular en mi oreja ella me limpia la lágrima que se escabulle por mi mejilla y me sonríe.
- ¡Hola! – saludo a mi papá con la voz quebrada.
- ¡Feliz cumpleaños, Candy! – me felicita mi papá por teléfono, ¿tan mal he estado estos años que no me puede felicitar cara a cara? ¡Me siento, tan mal!
- ¿Tú también? – resoplo, pero no quiero hacerlo, necesito un abrazo.
- ¿Alguien se me adelantó? – cuestiona triste.
- ¡Emilie! – refiero, creo que eso no se lo esperaba.
- ¡Ah bueno, espero que me concedas tiempo para una cena! – solicita mi padre haciéndome reír.
- Te llamaré en la semana… - le digo, este día no puedo.
- ¡Hoy mismo Candy! – Albert me exige que sea hoy y hoy no puedo.
- Pero… tengo ocupado hoy, ¡las pruebas para el útero son hoy! – replico, sabe muy bien que hoy es el día en que esclavizo a toda mi gente.
- ¿Sigues obsesionada con eso? – replica, la verdad es que no pienso ni en contestarle, pero resistirlo tampoco puedo.
- ¡Tú no tienes por qué obsesionarte, yo sí! – no acepto críticas…
- Bien, entonces espero tu llamada… - mi padre se da por vencido.
- Sí papá, me voy. Emilie, puedes retirarte temprano o cuando acabes tus quehaceres... – le digo a mi secretaria lo cual la pone feliz mientras me indica que apague la dichosa vela.
- Sí señorita, gracias – contesta con alegría mientras se retira de mi oficina a seguir con sus deberes.
Y en las pruebas, esto tambien ha fallado, dándome cuenta que posiblemente nunca podré engendrar, si esas células de nano cyborg hubiesen estado aquí, quizás tendría una pequeña posibilidad...
- ¡Cumpleaños! Vaya no tengo nada mejor que hacer hoy, que ver las pruebas del útero, ¿por qué Dios no me dio la receta para poder reconstruir un útero que sirva? – preguntó al cielo.
- Porque Dios te lo dio natural y un cyborg no puede engendrar, por eso – me responde el grillo que al parecer ha vuelto a aparecer.
Y en la oficina…
- ¿Señorita White? – me asomo a su oficina, pero está desierta.
- No se encuentra la señorita White, señor Grandchester – Emilie se acerca a avisarme.
- ¿En donde esta? – cuestiono muy serio.
- En el complejo de pruebas, señor Grandchester… allá enfrente – refiere Emilie señalando el edificio al frente de su oficina.
- Bien, gracias por el dato – le agradezco a Emilie y me dirijo hacía allá.
En otro momento…
- ¡Buenos días, señor Grandchester! – me saludan amenamente.
- Buenos días, Jacob, la señorita White ¿se encuentra aquí? – pregunto observando a todos lados.
- Sí, está en el laboratorio de reproducción – refiere Jacob.
- Puede llevarme hasta allá – admito que no sabia que los laboratorios estuvieran de este lado.
- Sí señor, venga conmigo – Jacob me pide que lo siga y en el lector pone su retina para poder introducir mi mano como acceso.
Pasamos por muchas puertas, dándome cuenta de la enorme cantidad de proyectos de investigación que tenemos, todo ellos con grandes sumas de dinero.
- Señor Grandchester, coloque su dedo aquí, bien, Su vista aquí y ya está registrado, puede acceder cuando usted quiera – me explica.
- ¿Desde cuando hace esto, la señorita White? – pregunto mientras cierro repetitivamente los ojos.
- Desde hace unos años creo, busca reproducir las funciones totales del útero, sobre todo las reproductivas… - me explica Jacob.
- ¡Grandioso! Pero seguro que no lo logrará – esa sencilla explicación me causa risa.
- Es una pena que la señorita White se la pase aquí en este día, ni siquiera ha dejado que alguien la felicite – suelta Jacob con pesar.
- ¿Por qué felicitarla? – observando los pisos de arriba, es todo un complejo.
- Hoy es su cumpleaños, ella no es feliz cuando es su cumpleaños… - me confiesa algo desanimado.
- ¿Por qué no ser feliz? Yo estaría brincando el día de mi cumpleaños… -admito, mi padre me celebra con una gran fiesta el día de mi cumpleaños. ¿Por qué no celebra su cumpleaños? – le pregunto, quizás algo le ha pasado en su cumpleaños.
- Hace diez años la señorita White, sufrió un accidente… - responde con algo que no me esperaba.
- ¿Accidente? – pregunto extrañado, Albert no me había contado nada. Sí ya me había contado, bueno más o menos – admití, soy un gran mentiroso, pero al parecer a Jacob es fácil contarlo y eso es lo que quiero saber.
- Desde que sufrió el accidente no ha vuelto a ser la misma, siempre ha estado enojada con el mundo por seguir aquí, así que desde ese momento se ha revelado contra él, ya no lo disfruta como antes. Antes era tan divertida, hoy sólo se dedica a trabajar, ni siquiera come o toma nada, al menos no con nosotros – parece que además de ella, Jacob esta resentido contra la familia Andley por no tomarlos en cuenta.
- Nadie sabe ¿qué le ocurrió a ciencia cierta?
- No me imagino ¿qué pasa por su mente para cambiar tan 360°? – explica Jacob.
- Bien, vamos. Ya sabe usted como entrar… - me indica Jacob dejándome con mis pensamientos, mientras la figura de una linda rubia explota contra un equipo y se aleja de este para abrazarse a sí misma, aparentemente está llorando.
En el área de pruebas, al ver que no ha funcionado todo el personal se desaparece de ahí… y una persona se queda mirándola.
- ¡Rayos, tengo que comenzar de nuevo! Mi cumpleaños, hace tanto tiempo que no puedo sentir cómo es disfrutar de esto. ¿Por qué me siento tan triste? – me pregunto sin más
- Porque te niegas a amar nuevamente, debes dejar de presionar a la naturaleza por ello, no vas a poder engendrar de esa manera – me reprende el grillo y odio cuando tiene razón.
- No digas tonterías grillo, yo ya no envejezco. Ya no tengo ¿por qué cumplir años? – lo regaño, no quiero tratar el tema, al menos por unas horas. Sólo quiero dormir todo un día sin pensar en cómo haré para que esto funcione – confieso mientras me quito la bata y el equipo de protección, comenzando a caminar hacia el estacionamiento del complejo.
- Candy, Candy otra chica estaría de fiesta y tú te encierras en estas paredes – mi grillo, no me dará cuenta del por qué lo hace tan difícil
- Tendré que esperarte – le digo a lo lejos cuando veo que comienza a recoger sus cosas y la sigo hacia el estacionamiento.
A las once de la noche, apenas salgo de mi oficina para dirigirme a mi casa, parece ser que Albert ya se ha ido.
- ¡Hola, señorita White! – la saludo sorprendiéndola.
- ¿Qué? – me ha dado un susto de muerte. ¿No tiene a quien más molestar? ¿Su vida social es mala? ¿Su amante o novia ya no lo espera? – cuestiono, creo que le divierte molestarme a mí.
- ¡Sólo es un saludo, señorita White! – refiero, creo que le he molestado.
- ¡No me salude entonces, no necesito de usted! – explico cansinamente.
- ¿Por qué eres tan así? – le pregunto.
- ¿Cómo así? – le pregunto mientras meto a la cajuela mis cosas y saco las llaves para encenderlo.
- ¡Tan hueca…! - y necia, que le cuesta saludarme.
- ¡Créame tengo más cables que usted, jajajaja! – me rio para no decirle que el 80% de mi cuerpo es de cyborg.
- Lo dudo, mis cables los tengo en su lugar, yo creo que has perdido alguno – intento bromear hasta que la sonrisa que ha salido se convierte en una línea triste.
- Si usted lo dice – refiero, tengo que correrlo, cómo podré conectarme si este hombre no se va de aquí.
- ¿Le apetece un café?...
Continuará…