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Capítulo IV
Cyborg
[/center]- ¡Lo hice por ti Candy! ¡Lo hice porque no quería que te murieras! ¡Deberías de agradecerme que estás viva y no…! - Candy prefirió borrar todo lo sucedido de esa discusión y comenzó a escuchar un pitido desde el sensor.
- Sí ya sé que voy 12 kilómetros, afortunadamente completé la carga de diez horas. Vamos un poco más. ¡Aún estoy muy enojada...! – por supuesto que Candy se quiso convencer de ello.
- ¿La ves George? – mientras detrás de ella, Albert cuestionaba a su amigo si la tenía a la vista.
- ¡Sí, está más adelante, vamos por allá! – le señala hacia la izquierda.
- ¡Debo parar un momento, solo quiero parar! – se dice Candy, deteniéndose.
- ¡Diablos por qué tarda tanto! ¡Tiene una hora y media nadando! ¿Dónde estará? – Terry muere de la impaciencia por saber en dónde está la rubia, así que comienza a correr por el embarcadero.
- ¡Candy, Candy… vamos! ¡Vamos, George, pásame una frazada! – Albert corre hasta la proa y la toma del brazo a Candy logrando que se detenga y pide ayuda a George para subirla al bote…
- ¡Sí! – George reacciona y deja todo para ir por ella, cuando regresa se limita a cubrir un cuerpo y ambos la jalan hacia el bote.
- ¡Candy, Candy…no reacciona! – dice Albert tocándole la cara mientras George le quita el sensor de la pierna.
- Llamaré al técnico, hay que llevarla a su casa… - responde George cuando se fija en la pantalla del sensor.
- Bien, vamos – Albert abraza el cuerpo de su hija y George enciende el motor para que con la manivela se dirijan de regreso a la casa de Candy y en los momentos tranquilos de la marea es cuando llama a Jeremy.
- ¡Ahí vienen, tengo que saber que sucede! ¡Qué hace Albert aquí! – se pregunta Terry cuando se aleja del embarcadero y se esconde detrás de unos árboles.
- ¿La tienes, George? – Candy es cargada por George mientras que Albert se comunica con Jeremy, el técnico a cargo de su caso.
- Jeremy ¿qué pasa? ¿Dónde estás? – cuestiona George, ansioso.
- Voy llegando… - responde cuando ya había entrado a la casa y encontrándose con George, los apura. ¡Aprisa! – los tres hombres, se introducen a una especie de laboratorio, al fondo del pasillo.
- ¿Qué hace el de robótica aquí? Me tendré que colar, acaben de entrar – Terry los apura para seguirlos cuando terminaron todos de entrar. ¡Ya estoy adentro! – descansó colocándose detrás de un sillón.
- ¡Hay que apurarse, noche! – al decir Albert esto, la luz iluminó toda la casa.
- Se encendieron las luces… - se admira Terry y después se preocupa porque al parecer los cristales reflejan su presencia allí.
- Blindaje… - de pronto el laboratorio comienza a cerrarse sin darle tiempo a Terry de entrar en éste.
- ¡Noooo! Ahora ¿cómo voy a ver qué hacen? Si estos dos tuviesen algo… con todos ellos adentro, ¿no les da pena? – se pregunta Terry oyéndose, ¡celoso! ¿Qué sucederá? – Terry se escondió cuando ellos salieron.
Unas horas más tarde, Terry estaba expectante a lo que sucedía en esa habitación mientras colocaba dos macetas para cubrirlo y que nadie lo descubriera.
- ¡Dejaré el rotulador por aquí! – dice Jeremy cuando sale de esa habitación.
- Gracias Jeremy – responde y agradece Albert.
- Algún día va a tener que decirle señor… refiere el técnico encarando a su jefe.
- Espero que eso no suceda jamás Jeremy, gracias por todo – pero Albert decide dejar zanjado el tema y con un apretón de manos se despide.
- Usted actuó de buena fe, ¡le salvó la vida! – reitera a pesar de la advertencia del rubio
- Ojalá y ella pensara así, nunca me lo va a perdonar… - responde enfático.
- ¡Bien, lo veo mañana! – responde Jeremy entendiendo que él nunca se lo diría.
- Día – menciona Albert, oscureciendo la entrada.
- ¿Qué pasa Albert? – cuestiona George, creyendo que puede aún preguntarlo. ¿Cómo está ella? – repregunta al no verla allí.
- Bien, mejor que otros días, al menos ya está haciendo ejercicios – pero él se niega a informarle de su estado actual y refiere lo acontecido a toda su vida en los últimos diez años.
- ¿Vemos cuanto nado? ¡Vaya, ni cuando estaba en sus mejores tiempos! – pregunta emocionado Albert al ver el sensor de entrenamiento.
- ¡32 km, bien! – George también vitorea a Candy.
- ¡Está enojada, es por eso que nadó, es una inconsciente! – Albert, al contrario, reprende esa actitud.
- Pero lo hizo, el técnico se va a quedar, desconectamos los sensores de su habitación, se repondrá en unas tres horas -refiere George explicando lo que Jeremy le pidió.
- Bien, me quedo – respondió Albert, aunque a ella no le gustaría la idea.
- Nos acompañaremos – responde George, cuando Albert lo observó con desaliento.
- Veamos ¿qué hay de comer? – se pregunta Albert así mismo, yendo al refrigerador.
- Seguramente nada, recuerda que ella no hace la compra – responde George y Albert tuvo que admitir que eso era desalentador.
- Podemos pedir algo de comida – sugiere Albert.
- Bien – George acepta.
- Noche – Albert murmura.
- ¿Qué piensas? – pregunta George mientras busca teléfonos de restaurantes de comida rápida.
- Recuerdas ¿cómo era ella? Siempre reía y como extraño todo de ella – añora Albert apesumbrado.
- Hiciste lo correcto, aunque no te lo agradezca, siempre te dará en qué pensar, ¡algún día te perdonará! – afirma George sonriente.
- ¿Algún día me perdonará? ¡No sabes lo que dices! ¡Mi hija no me perdonará nunca, George! ¡Aún recuerdo nuestra discusión en el hospital y sigo sin entender que hice mal! – responde Albert cuando intenta decir que eso no lo haría nunca.
- Dejar que viviera, hiciste lo correcto. Vamos hombre… También estoy a favor de que le digas lo otro – asegura George.
- ¡Donarle mi corazón, fue lo único que pude donarle! – suelta de pronto haciendo que Terry se sorprenda.
- ¿Qué cosas? ¡Le donó su corazón! ¡Rayos! Albert y Candy no son novios, ¡no entiendo nada! – asegura Terry que se encuentra agazapado.
- Mira, parece que ella también te recuerda – refiere George después de ordenar la comida para los tres.
- ¿Qué hacen? Están poniendo un video – se da cuenta Terry.
- ¡Papa, papá, exente todas las materias! – grita Candy en un video que ha puesto en la consola.
- ¡Felicidades! – le responde medio entusiasmado.
- Gracias y ahora a comprar mi vestido… - Candy lo jala del brazo siendo interrumpida.
- ¡Ahora tienes que nadar, la práctica hace al maestro! – le dice enfilándola hacia su habitación para que se ponga el traje de baño.
- Pero el mar está picado, ¡algo puede suceder! – exclama ella preocupada.
- Nada señorita, vamos por el traje de baño… - Albert la obliga.
Ya en el yate…
- ¡Parece que el mar está picado Albert! – exclama George.
- Sólo al principio, ¡nada sucederá…! ¡Bien filmaremos tu práctica! – asegura Albert, así ella verá que no era nada de qué preocuparse.
- ¿Cómo van? – pregunta George, saliendo de un camarote.
- Bien, buen tiempo – responde Albert mirando el cronómetro.
- ¡Vamos, la seguiremos! – George menciona preocupado, acelerando el yate.
- ¿Qué sucede George? – le pregunta al ver la acción de su amigo.
- ¡Hay que sacarla! – responde yendo por arpones.
- ¿Por qué? – Albert quiso saber el por qué le pedía eso.
- ¡La marea ha traído tiburones, aprisa! – George grita rápidamente, apurando a todos.
- ¡Candy, Candy! – Albert grita por el megáfono.
- Se ha detenido, sigue nadando… - George exclama aturdido, un tiburón esta detrás de ella sin imaginárselo.
- ¡Candyyyyyyy! – Albert intenta avisarle y la nombra.
- ¡Tenemos que sacarla! – George apura a todos, haciendo que la lancha que esta atada al yate salga a la mar y la rescate.
- ¡Candyyyyyyy! – Albert sigue gritándole.
- ¡Nooooooooo! ¡Candyyyy! – todos están tan impactados por lo que sucederá que cuando el tiburón esta cerca ella desaparece y la lancha segundos después la saca y lleva al yate.
- ¡Qué rayos! ¡Albert, Albert los dardos…! ¡Candyyyyy, nooooo! ¡Candyyyy noooo! – George se queda paralizado por lo que acaba de suceder y todos comienzan a moverse cuando la lancha llega al yate.
- ¡Albert… deja de ver eso! ¿Cuándo dejarás de atormentarte? – George apaga la consola y la pantalla se torna negra.
- Cuando ella sepa que siempre me tendrá en su corazón… - responde el rubio con mofa.
- ¡Qué horror! Es… Albert es su padre y ella…tengo que preguntarle. ¡Jeremy! Pero primero debo hacer algunas averiguaciones, ¡cómo salgo de aquí! – exclama Terry que observa a un repartidor tocando.
- Ya llego la comida… - refiere George, yendo hacia la puerta. Salida – dice él y la puerta se abre rápidamente.
- ¡Tengo que salir! – Terry se escurre cuando el repartidor coloca el pedido en la mesa y luego George mete una tarjeta en la terminal de pago del repartidor.
- Bien, tenga… - George retira la tarjeta que se ha encendido aceptando el pago y la terminal la saca. Salida.
- Gracias – el repartidor agradece y se va.
- Esto está muy raro… – Terry se encamina a su coche y al encenderlo comienza a cavilar.
En el pasado, hace diez años…
- Albert, Albert ¿por qué estoy así? – pregunta Candy en el hospital.
- Porque eres un cyborg, Candy… - responde Albert con cautela, sabía que su reacción no podría ser diferente de la que él esperaba.
Continuará…
- Sí ya sé que voy 12 kilómetros, afortunadamente completé la carga de diez horas. Vamos un poco más. ¡Aún estoy muy enojada...! – por supuesto que Candy se quiso convencer de ello.
- ¿La ves George? – mientras detrás de ella, Albert cuestionaba a su amigo si la tenía a la vista.
- ¡Sí, está más adelante, vamos por allá! – le señala hacia la izquierda.
- ¡Debo parar un momento, solo quiero parar! – se dice Candy, deteniéndose.
- ¡Diablos por qué tarda tanto! ¡Tiene una hora y media nadando! ¿Dónde estará? – Terry muere de la impaciencia por saber en dónde está la rubia, así que comienza a correr por el embarcadero.
- ¡Candy, Candy… vamos! ¡Vamos, George, pásame una frazada! – Albert corre hasta la proa y la toma del brazo a Candy logrando que se detenga y pide ayuda a George para subirla al bote…
- ¡Sí! – George reacciona y deja todo para ir por ella, cuando regresa se limita a cubrir un cuerpo y ambos la jalan hacia el bote.
- ¡Candy, Candy…no reacciona! – dice Albert tocándole la cara mientras George le quita el sensor de la pierna.
- Llamaré al técnico, hay que llevarla a su casa… - responde George cuando se fija en la pantalla del sensor.
- Bien, vamos – Albert abraza el cuerpo de su hija y George enciende el motor para que con la manivela se dirijan de regreso a la casa de Candy y en los momentos tranquilos de la marea es cuando llama a Jeremy.
- ¡Ahí vienen, tengo que saber que sucede! ¡Qué hace Albert aquí! – se pregunta Terry cuando se aleja del embarcadero y se esconde detrás de unos árboles.
- ¿La tienes, George? – Candy es cargada por George mientras que Albert se comunica con Jeremy, el técnico a cargo de su caso.
- Jeremy ¿qué pasa? ¿Dónde estás? – cuestiona George, ansioso.
- Voy llegando… - responde cuando ya había entrado a la casa y encontrándose con George, los apura. ¡Aprisa! – los tres hombres, se introducen a una especie de laboratorio, al fondo del pasillo.
- ¿Qué hace el de robótica aquí? Me tendré que colar, acaben de entrar – Terry los apura para seguirlos cuando terminaron todos de entrar. ¡Ya estoy adentro! – descansó colocándose detrás de un sillón.
- ¡Hay que apurarse, noche! – al decir Albert esto, la luz iluminó toda la casa.
- Se encendieron las luces… - se admira Terry y después se preocupa porque al parecer los cristales reflejan su presencia allí.
- Blindaje… - de pronto el laboratorio comienza a cerrarse sin darle tiempo a Terry de entrar en éste.
- ¡Noooo! Ahora ¿cómo voy a ver qué hacen? Si estos dos tuviesen algo… con todos ellos adentro, ¿no les da pena? – se pregunta Terry oyéndose, ¡celoso! ¿Qué sucederá? – Terry se escondió cuando ellos salieron.
Unas horas más tarde, Terry estaba expectante a lo que sucedía en esa habitación mientras colocaba dos macetas para cubrirlo y que nadie lo descubriera.
- ¡Dejaré el rotulador por aquí! – dice Jeremy cuando sale de esa habitación.
- Gracias Jeremy – responde y agradece Albert.
- Algún día va a tener que decirle señor… refiere el técnico encarando a su jefe.
- Espero que eso no suceda jamás Jeremy, gracias por todo – pero Albert decide dejar zanjado el tema y con un apretón de manos se despide.
- Usted actuó de buena fe, ¡le salvó la vida! – reitera a pesar de la advertencia del rubio
- Ojalá y ella pensara así, nunca me lo va a perdonar… - responde enfático.
- ¡Bien, lo veo mañana! – responde Jeremy entendiendo que él nunca se lo diría.
- Día – menciona Albert, oscureciendo la entrada.
- ¿Qué pasa Albert? – cuestiona George, creyendo que puede aún preguntarlo. ¿Cómo está ella? – repregunta al no verla allí.
- Bien, mejor que otros días, al menos ya está haciendo ejercicios – pero él se niega a informarle de su estado actual y refiere lo acontecido a toda su vida en los últimos diez años.
- ¿Vemos cuanto nado? ¡Vaya, ni cuando estaba en sus mejores tiempos! – pregunta emocionado Albert al ver el sensor de entrenamiento.
- ¡32 km, bien! – George también vitorea a Candy.
- ¡Está enojada, es por eso que nadó, es una inconsciente! – Albert, al contrario, reprende esa actitud.
- Pero lo hizo, el técnico se va a quedar, desconectamos los sensores de su habitación, se repondrá en unas tres horas -refiere George explicando lo que Jeremy le pidió.
- Bien, me quedo – respondió Albert, aunque a ella no le gustaría la idea.
- Nos acompañaremos – responde George, cuando Albert lo observó con desaliento.
- Veamos ¿qué hay de comer? – se pregunta Albert así mismo, yendo al refrigerador.
- Seguramente nada, recuerda que ella no hace la compra – responde George y Albert tuvo que admitir que eso era desalentador.
- Podemos pedir algo de comida – sugiere Albert.
- Bien – George acepta.
- Noche – Albert murmura.
- ¿Qué piensas? – pregunta George mientras busca teléfonos de restaurantes de comida rápida.
- Recuerdas ¿cómo era ella? Siempre reía y como extraño todo de ella – añora Albert apesumbrado.
- Hiciste lo correcto, aunque no te lo agradezca, siempre te dará en qué pensar, ¡algún día te perdonará! – afirma George sonriente.
- ¿Algún día me perdonará? ¡No sabes lo que dices! ¡Mi hija no me perdonará nunca, George! ¡Aún recuerdo nuestra discusión en el hospital y sigo sin entender que hice mal! – responde Albert cuando intenta decir que eso no lo haría nunca.
- Dejar que viviera, hiciste lo correcto. Vamos hombre… También estoy a favor de que le digas lo otro – asegura George.
- ¡Donarle mi corazón, fue lo único que pude donarle! – suelta de pronto haciendo que Terry se sorprenda.
- ¿Qué cosas? ¡Le donó su corazón! ¡Rayos! Albert y Candy no son novios, ¡no entiendo nada! – asegura Terry que se encuentra agazapado.
- Mira, parece que ella también te recuerda – refiere George después de ordenar la comida para los tres.
- ¿Qué hacen? Están poniendo un video – se da cuenta Terry.
- ¡Papa, papá, exente todas las materias! – grita Candy en un video que ha puesto en la consola.
- ¡Felicidades! – le responde medio entusiasmado.
- Gracias y ahora a comprar mi vestido… - Candy lo jala del brazo siendo interrumpida.
- ¡Ahora tienes que nadar, la práctica hace al maestro! – le dice enfilándola hacia su habitación para que se ponga el traje de baño.
- Pero el mar está picado, ¡algo puede suceder! – exclama ella preocupada.
- Nada señorita, vamos por el traje de baño… - Albert la obliga.
Ya en el yate…
- ¡Parece que el mar está picado Albert! – exclama George.
- Sólo al principio, ¡nada sucederá…! ¡Bien filmaremos tu práctica! – asegura Albert, así ella verá que no era nada de qué preocuparse.
- ¿Cómo van? – pregunta George, saliendo de un camarote.
- Bien, buen tiempo – responde Albert mirando el cronómetro.
- ¡Vamos, la seguiremos! – George menciona preocupado, acelerando el yate.
- ¿Qué sucede George? – le pregunta al ver la acción de su amigo.
- ¡Hay que sacarla! – responde yendo por arpones.
- ¿Por qué? – Albert quiso saber el por qué le pedía eso.
- ¡La marea ha traído tiburones, aprisa! – George grita rápidamente, apurando a todos.
- ¡Candy, Candy! – Albert grita por el megáfono.
- Se ha detenido, sigue nadando… - George exclama aturdido, un tiburón esta detrás de ella sin imaginárselo.
- ¡Candyyyyyyy! – Albert intenta avisarle y la nombra.
- ¡Tenemos que sacarla! – George apura a todos, haciendo que la lancha que esta atada al yate salga a la mar y la rescate.
- ¡Candyyyyyyy! – Albert sigue gritándole.
- ¡Nooooooooo! ¡Candyyyy! – todos están tan impactados por lo que sucederá que cuando el tiburón esta cerca ella desaparece y la lancha segundos después la saca y lleva al yate.
- ¡Qué rayos! ¡Albert, Albert los dardos…! ¡Candyyyyy, nooooo! ¡Candyyyy noooo! – George se queda paralizado por lo que acaba de suceder y todos comienzan a moverse cuando la lancha llega al yate.
- ¡Albert… deja de ver eso! ¿Cuándo dejarás de atormentarte? – George apaga la consola y la pantalla se torna negra.
- Cuando ella sepa que siempre me tendrá en su corazón… - responde el rubio con mofa.
- ¡Qué horror! Es… Albert es su padre y ella…tengo que preguntarle. ¡Jeremy! Pero primero debo hacer algunas averiguaciones, ¡cómo salgo de aquí! – exclama Terry que observa a un repartidor tocando.
- Ya llego la comida… - refiere George, yendo hacia la puerta. Salida – dice él y la puerta se abre rápidamente.
- ¡Tengo que salir! – Terry se escurre cuando el repartidor coloca el pedido en la mesa y luego George mete una tarjeta en la terminal de pago del repartidor.
- Bien, tenga… - George retira la tarjeta que se ha encendido aceptando el pago y la terminal la saca. Salida.
- Gracias – el repartidor agradece y se va.
- Esto está muy raro… – Terry se encamina a su coche y al encenderlo comienza a cavilar.
En el pasado, hace diez años…
- Albert, Albert ¿por qué estoy así? – pregunta Candy en el hospital.
- Porque eres un cyborg, Candy… - responde Albert con cautela, sabía que su reacción no podría ser diferente de la que él esperaba.
Continuará…