Hola chicas, este fic lo inicié el año pasado aquí en la guerra florida. Este año les traigo la continuación y final. Si no leyeron los primeros capítulos, les dejo el link, (es muy muy importante para la trama leer los primeros capítulos) solo den click
Y ahora sí, después de leer los primeros capítulos, les dejo la entrega número 7.
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-¡Caray! –la torpeza me inundó de repente con semejante visión: Albert con el torso desnudo y su camisa húmeda colgando de su mano - Este… Este… Creo que por acá tengo una playera
Me dirigí a su lado y saqué un par de prendas del tocador de mi habitación, sintiendo la calidez emanar de su cuerpo. Le dí la primera prenda que encontré y me precipité al baño a cambiarme la blusita mojada que tenía puesta, con una camiseta de tirantes en la mano.
Apenas entré, me recargué en la puerta del sanitario pensando en lo tremendamente caliente que era el hombre allí afuera. Y elucubrando qué era lo que podía esperar siguiéndome a mi recámara, un hombre así. Me cambié a la playera de tirantes mientras escuchaba que el susodicho decía algo como “¿No tendrás otra prenda más grande?”, seguida de un gran estruendo. Abrí la puerta de golpe para encontrarme con la caótica escena: Albert boquiabierto usando mi playera de Aladdin Sane como una suerte de ombliguera ceñida a su cuerpo, con la mano en la puerta corrediza de mi clóset y a sus pies, el montón de cosas que había retacado hacía un rato cuando según yo “escombré” a las prisas y todo lo que había encontrado mal puesto, había terminado apretujado dentro del armario.
-Eres un poco desordenada- dijo con la voz cortada en un evidente intento de aguantar la risa.
Sentí mis mejillas arder y sin saber cómo reaccionar, le propiné un puñetazo en el hombro
-¡Eres un entrometido! ¿Acaso vas a las casas de la gente a husmear en sus armarios? –gritonée mientras recogía la ropa regada en el piso, coronada ¿Por qué no? ¡Con mi ropa interior limpia!
-Ja, ja, ja, ja, ja. No te enojes, pequeña. –exclamó entre carcajadas que ya no pudo contener
-¡Oh, mi Dios! ¡Qué vergüenza! –Exclamé mientras intentaba recoger el desastre en el suelo
-No te preocupes. A todos nos pasa –dijo en un tono conciliador.
Dudo que a “todos nos suceda” semejante bochorno. De todo lo que podía salir mal hoy… ¡Argh!
-Linda ropa, por cierto- dijo con una mirada apreciativa al motón que se hallaba en el piso
Ese hombre no dejaba de ser un coqueto.
-Quiero creer que no te refieres a mi ropa interior- contesté con un dejo de cinismo
-No se suponía que la viera así, pero no me quejo
Lo miré y el señor “desfachatez andante” levantaba una ceja al tiempo que apretaba los labios en un claro intento de no seguir riendo
-¡Exacto! No se suponía que vieras esto.
Supongo que en ese momento se percató de que en verdad estaba pasándolo mal. Sentía mis mejillas ardiendo, cuando él tomó mis manos intentando tranquilizarme
-Vamos, Candy. No te mortifiques. En serio, no pasa nada. Es más déjalo todo así. Toda la situación es ridícula. Solo mírame. Me gustaría verme bien para ti y ve lo que obtengo, una ombliguera ceñida
-Pero es David Bowie. Bowie siempre hace ver cool a la gente
-Me queda tan pegada que le deformo la cara
Lo observo a detalle y confirmo que tiene razón. Y me doy cuenta de lo absurdo que resulta todo; nuestro anhelo frustrado por sentirnos sexys a los ojos del otro, ha terminado con mi tiradero explotándole en el rostro al abrir mi clóset, con toda mi ropa y desorden del departamento que había escondido allí, regado a nuestros pies y con mi única playera talla grande apretándolo cual spandex ochentero. Sin poder evitarlo, ambos rompemos en sonoras carcajadas
-Ja, ja, ja. Pareces salido de un video de aerobics. Ja, ja, ja
-Probablemente tengas el video, la VHS y hasta la T.V. escondidos entre la montaña de cosas de tu armario ja, ja, ja
-Puedo hacerte un crepé en el cabello para complementar tu atuendo de Jane Fonda
-Solo si haces flexiones conmigo –me reta
Nos desternillamos de risa hasta que nos duele la barriga y en algún momento sin darnos cuenta, terminamos sentados en la cama. Cuando la calma llega, Albert inicia una charla más calma.
-Me gusta tu habitación. Tiene “personalidad” -afirma recostándose mientras contempla alrededor.
-Supongo que es un reflejo de mí. –Digo recostándome a su lado
-Cuéntame un sueño, un anhelo tuyo
-Mmm. Tú sabes que crecí en un orfanato, ¿recuerdas? Y sin embargo, he sido bendecida de muchas maneras. Quiero decir, tuve la oportunidad de estar bajo un techo, de tener comida caliente y estudiar durante mi infancia. Mírame ahora, tengo una profesión, un empleo, un hogar… Quiero tomarme un año fuera del hospital y realizar algún voluntariado. Devolver un poco de lo mucho que yo he recibido. Cuando fue la fiesta de aniversario del Hogar de Pony, me di cuenta que puedo hacer más por los niños. Y sé que hay muchos sitios que no reciben la misma ayuda. Quiero poner mi granito de arena…
-Entiendo lo que quieres decir. Te voy a contar algo de lo que no me gusta hablar: Cuando salí de la universidad, decidí tomarme un año sabático. Es algo común en la familia, pues empezando a laborar en los negocios familiares, no puedes sino seguir trabajando hasta que la oficina absorba tu vida
-¿Al decir “la familia” te refieres a la mafia, o algo? –interrumpí arrugando el entrecejo
-¡Lo has descubierto! – expresó mi sexy bombón alzando las cejas- Ahora tendré que liquidarte…
Acto seguido, el descarado empezó a recorrer mi cuerpo pellizcando suavemente con ambas manos en un infructuoso intento por hacerme cosquillas. ¡Jah! Había crecido en un orfanato rodeada de niños igual de salvajes que yo, donde rendirse en pequeñas “torturas”, como lo son las cosquillas –o cosillas peores- significaba poder ser visto como uno de los débiles. Y no podía darme ese lujo, lo que significaba que
yo era la reina en aguantar coquillas sin inmutarme.
-¡Pero qué..! ¿No sientes? –preguntó mi adonis personal muy confundido al tiempo que presionaba mis oblicuos, bajo mis brazos y como no funcionaba, intentó saltar a mis rodillas ¿En serio hay gente que siente cosquillas en las rodillas? Para luego sentarse en la cama e intentar hacerme reaccionar rascando la planta de mis pies
-Nop. Nada. Soy inmune a la tortura de “la tua famiglia” –contesté alzando y bajando las cejas
Albert entrecerró los ojos y desistió de su intento. Pero gateó sobre el colchón acercándose a mi rostro para decirme algo o al menos eso pensaba, cuando el inmundo traidor me tomó por la cadera y atacó el frente de mis iliacos, venciendo toda la concentración que tenía para no reír
-Ja, ja, ja ¡No, el huesito de la risa! Ja, ja, ja ¡Para! ¡Para!
-¡Sabía que tenías un punto débil!
No me gusta sentir cosquillas porque reacciono como demente. Literal, río de forma tan exagerada que parezco una loca, es como si estuviera dándome un ataque; grito, pataleo, incluso aviento puñetazos a diestra y siniestra. El punto es que mi contrincante desista y logre tumbarlo. De nuevo, gracias a mis años recluida con mis hermanos del Hogar de Pony, había adquirido cierta destreza contra los chicos físicamente más fuertes, como Tom, a quien le tocó hacer de conejillo de Indias y probar mi fuerza bruta en más de una ocasión.
Después de haber golpeado y pateado al pobre infeliz rubio que solo quería hacerme reír, logré usar su propio peso en su contra con todas las mañas que me sabía y tumbarlo boca arriba, quedando a horcajadas sobre él para por supuesto, ejecutar mi venganza
-No sabe con quién se ha metido, señor Albert. –Amenacé al tiempo que comenzaba mi ataque de cosquillas hacia él, quien estalló en carcajadas pero de forma mucho más civilizada que yo.
-Ja, ja, ja. ¡Basta, Candy! ¡Me rindo! ¡Me rindo!
-Mira quién es el débil, muchachito ingenuo –dije aún sentada a sobre él y moviendo los brazos como cantante de rap mientras él me miraba sonriendo.
Albert era sin duda muy atractivo, pero después de reír a carcajadas, su rostro adquiría un gesto pícaro, ligeramente infantil que lo hacía ver hermoso y casi vulnerable. Como si con la risa sacara todas sus preocupaciones adultas (seguro relacionadas con aquella empresa familiar que les chupa la sangre y la vida) y quedara solo la esencia del verdadero muchacho que aún era.
-Me encanta como te ves encima de mí –soltó de repente
¿Eso insinuó lo que creo que significa? Albert debió advertir mi turbación porque de inmediato aclaró:
-Quiero decir –aclaró la voz, sosteniendo mi cadera con la intención de que no cambiara mi postura- luces poderosa. Podrías conseguir que yo hiciera lo que quisieras con solo pedirlo
No pude evitarlo, sonreí como tonta, sintiendo que me derretía sobre ese hermoso espécimen masculino.
-¿Quieres ser mi novia?
¡Oh, mi Dios! Era la segunda vez que veía a este hombre. ¿Hablaba en serio? ¡No podía ser! Por mi mente empezaron a pasar mil ideas distintas ¿Y si no funcionaba? ¿Y si me engañaba para conseguir algo de mí? Quiero decir, Annie conocía a su familia, por lo que probablemente no fuese ningún tipo de delincuente. Me refiero a que en ese momento me encontraba tan emocionada, que podía cegarme ante cualquier detalle que revelase algo que no me gustara ¿Y si resultaba un mal chico? ¡Apenas lo conocía! ¿Novios? ¿La gente aún pregunta eso? Pensé que salías con alguien, después de un tiempo considerable hablaban de exclusividad y listo, ya era una relación “en serio”. El chico era raro. Deliciosamente formal. Y me encantó. A pesar de todo, solo quería pararme, gritarle que sí y bailar de felicidad. Él, con esa costumbre extraña de adivinar mis pensamientos, soltó un monólogo para acallar mis preocupaciones.
-Sé que apenas nos conocemos. Sé que apenas ayer tenías un novio... Pero también sé que no lo amas porque no dudaste en besarme. Y a pesar de todo, no te imagino como alguien infiel, simplemente creo que sentiste lo mismo que yo, algo arrollador, inexplicable. Y sé que quizá no tengamos nada en común. Pero me gustaría descubrirlo contigo, conocerte sobre la marcha. Es muy apresurado, estoy consciente, pero me atraes mucho. Cada instante, cada revelación me hace sentir como si te conociera desde hace años. Nunca, nunca me había sentido así. Solo quiero pasar cada momento del día a tu lado y seguir aprendiendo cosas de ti.
-¡Albert! No, no sé qué decir… -quizá el hombre me había fundido el cerebro
- Di que sí, Candy y te prometo que no te arrepentirás.
-S…í. ¡Sí! ¡Claro que sí!
En ese momento Albert me abrazó y besó con efusividad haciendo que quedara recostada sobre su torso. Separé un poco mi cabeza y decidí expresar mi sentir antes de arrepentirme por bocona pero no podía dejarle con la incertidumbre de volver a ser infiel en cuanto conociera a otro chico guapo. Ni yo quería ser tratada como una fulana luego de que me pidiera ser su novia. Y sobre todo, no quería volver a fingir
-Pero veremos cómo nos va. Esto no debe ser forzado en absoluto. Si algo no nos gusta del otro o un día ya no queremos estar juntos, seremos honestos. Lo nuestro durará mientras estemos felices juntos. Sin dramas ni infidelidades. Sinceridad ante todo
-De acuerdo. Suena como un buen trato para mí.
-Oye novio, no terminaste de contarme sobre tu año sabático
-Ah. Pues me fui a África. No llevé más dinero del estrictamente necesario. Estuve viviendo en Kenya como voluntario para una ONG que llevaba servicios de salud a gente sin recursos. Incluso llegué a atender animales. Imagina que en las zonas donde los servicios de salud son escasos, existe la nula probabilidad de encontrar un veterinario. Ellos solo trabajan en las reservas, donde el trabajo es muy demandante.
-¡Woow!
-Así que cuando te vayas a tu voluntariado, ten por seguro que podría alcanzarte y compartir ese espíritu altruista, que para mí también es importante compartir algo de lo mucho que he recibido.
-He metido varias solicitudes para mi voluntariado. África está incluído. Pero solo puedo ir con una ONG que me otorgue alojamiento y comida, aunque los recursos económicos para voluntarios son limitados; otra opción es ir como misionera laica. Sin embargo, la opción más viable sería trabajar aquí en el continente, en alguna zona vulnerable. Veremos qué tiene el destino preparado para mí.
-Ya te dije que a donde vayas, iré contigo. No te vas a librar de mí fácilmente.
-¿Hablas en serio? ¡Es una locura! Pero… ¡Me encantaría! Si llegara a ser posible, sería fantástico ir con una cara conocida.
En este punto debo aclarar que no creí que nada de eso fuera posible. Quizá con el paso de los días la emoción del “enamoramiento” pasara fugazmente, quizá no teníamos nada más en común o quizá en el caso muy remoto de seguir juntos, las obligaciones de Albert en la empresa familiar, le harían imposible llevar a cabo lo que acababa de ofrecerme. Como fuera, en ese instante, todo sonaba maravilloso.
Quería creer que todo era real.
-Novia mía, ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro
-¿Cuál era tu plan para Michael si partías?
-Él no tomaba en serio mi anhelo. Así que no le conté sobre las solicitudes que envié.
-¿Y si él te hubiese pedido quedarte?
-No habría accedido. No renunciaría a mis sueños por nadie. Seguramente habríamos terminado antes.
-¿Aunque no nos hubiéramos conocido?
-Sí. No dejé a Michael por ti, Albert. Lo nuestro ya había llegado a su fin desde hace mucho, solo que no lo habíamos reconocido.
-Me alegra saberlo.
-Me alivia poder decírselo a alguien. No quiero que Michael sea una sombra para nosotros. Tampoco me gustaría que por las circunstancias en que nos conocimos, pensaras en mí como una mujer desleal o inestable
-Tema zanjado. Michael no volverá siquiera a ser tema de conversación. Y por supuesto que no juzgaré el que te dejaras llevar por esta sensación apabullante desde el primer instante que nos vimos. Tal como yo…
Lo apabullante de tu llegada. Capítulos 1-6
Y ahora sí, después de leer los primeros capítulos, les dejo la entrega número 7.
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Lo apabullante de tu llegada
Capítulo 7. Aladin Sane
Capítulo 7. Aladin Sane
-¡Caray! –la torpeza me inundó de repente con semejante visión: Albert con el torso desnudo y su camisa húmeda colgando de su mano - Este… Este… Creo que por acá tengo una playera
Me dirigí a su lado y saqué un par de prendas del tocador de mi habitación, sintiendo la calidez emanar de su cuerpo. Le dí la primera prenda que encontré y me precipité al baño a cambiarme la blusita mojada que tenía puesta, con una camiseta de tirantes en la mano.
Apenas entré, me recargué en la puerta del sanitario pensando en lo tremendamente caliente que era el hombre allí afuera. Y elucubrando qué era lo que podía esperar siguiéndome a mi recámara, un hombre así. Me cambié a la playera de tirantes mientras escuchaba que el susodicho decía algo como “¿No tendrás otra prenda más grande?”, seguida de un gran estruendo. Abrí la puerta de golpe para encontrarme con la caótica escena: Albert boquiabierto usando mi playera de Aladdin Sane como una suerte de ombliguera ceñida a su cuerpo, con la mano en la puerta corrediza de mi clóset y a sus pies, el montón de cosas que había retacado hacía un rato cuando según yo “escombré” a las prisas y todo lo que había encontrado mal puesto, había terminado apretujado dentro del armario.
-Eres un poco desordenada- dijo con la voz cortada en un evidente intento de aguantar la risa.
Sentí mis mejillas arder y sin saber cómo reaccionar, le propiné un puñetazo en el hombro
-¡Eres un entrometido! ¿Acaso vas a las casas de la gente a husmear en sus armarios? –gritonée mientras recogía la ropa regada en el piso, coronada ¿Por qué no? ¡Con mi ropa interior limpia!
-Ja, ja, ja, ja, ja. No te enojes, pequeña. –exclamó entre carcajadas que ya no pudo contener
-¡Oh, mi Dios! ¡Qué vergüenza! –Exclamé mientras intentaba recoger el desastre en el suelo
-No te preocupes. A todos nos pasa –dijo en un tono conciliador.
Dudo que a “todos nos suceda” semejante bochorno. De todo lo que podía salir mal hoy… ¡Argh!
-Linda ropa, por cierto- dijo con una mirada apreciativa al motón que se hallaba en el piso
Ese hombre no dejaba de ser un coqueto.
-Quiero creer que no te refieres a mi ropa interior- contesté con un dejo de cinismo
-No se suponía que la viera así, pero no me quejo
Lo miré y el señor “desfachatez andante” levantaba una ceja al tiempo que apretaba los labios en un claro intento de no seguir riendo
-¡Exacto! No se suponía que vieras esto.
Supongo que en ese momento se percató de que en verdad estaba pasándolo mal. Sentía mis mejillas ardiendo, cuando él tomó mis manos intentando tranquilizarme
-Vamos, Candy. No te mortifiques. En serio, no pasa nada. Es más déjalo todo así. Toda la situación es ridícula. Solo mírame. Me gustaría verme bien para ti y ve lo que obtengo, una ombliguera ceñida
-Pero es David Bowie. Bowie siempre hace ver cool a la gente
-Me queda tan pegada que le deformo la cara
Lo observo a detalle y confirmo que tiene razón. Y me doy cuenta de lo absurdo que resulta todo; nuestro anhelo frustrado por sentirnos sexys a los ojos del otro, ha terminado con mi tiradero explotándole en el rostro al abrir mi clóset, con toda mi ropa y desorden del departamento que había escondido allí, regado a nuestros pies y con mi única playera talla grande apretándolo cual spandex ochentero. Sin poder evitarlo, ambos rompemos en sonoras carcajadas
-Ja, ja, ja. Pareces salido de un video de aerobics. Ja, ja, ja
-Probablemente tengas el video, la VHS y hasta la T.V. escondidos entre la montaña de cosas de tu armario ja, ja, ja
-Puedo hacerte un crepé en el cabello para complementar tu atuendo de Jane Fonda
-Solo si haces flexiones conmigo –me reta
Nos desternillamos de risa hasta que nos duele la barriga y en algún momento sin darnos cuenta, terminamos sentados en la cama. Cuando la calma llega, Albert inicia una charla más calma.
-Me gusta tu habitación. Tiene “personalidad” -afirma recostándose mientras contempla alrededor.
-Supongo que es un reflejo de mí. –Digo recostándome a su lado
-Cuéntame un sueño, un anhelo tuyo
-Mmm. Tú sabes que crecí en un orfanato, ¿recuerdas? Y sin embargo, he sido bendecida de muchas maneras. Quiero decir, tuve la oportunidad de estar bajo un techo, de tener comida caliente y estudiar durante mi infancia. Mírame ahora, tengo una profesión, un empleo, un hogar… Quiero tomarme un año fuera del hospital y realizar algún voluntariado. Devolver un poco de lo mucho que yo he recibido. Cuando fue la fiesta de aniversario del Hogar de Pony, me di cuenta que puedo hacer más por los niños. Y sé que hay muchos sitios que no reciben la misma ayuda. Quiero poner mi granito de arena…
-Entiendo lo que quieres decir. Te voy a contar algo de lo que no me gusta hablar: Cuando salí de la universidad, decidí tomarme un año sabático. Es algo común en la familia, pues empezando a laborar en los negocios familiares, no puedes sino seguir trabajando hasta que la oficina absorba tu vida
-¿Al decir “la familia” te refieres a la mafia, o algo? –interrumpí arrugando el entrecejo
-¡Lo has descubierto! – expresó mi sexy bombón alzando las cejas- Ahora tendré que liquidarte…
Acto seguido, el descarado empezó a recorrer mi cuerpo pellizcando suavemente con ambas manos en un infructuoso intento por hacerme cosquillas. ¡Jah! Había crecido en un orfanato rodeada de niños igual de salvajes que yo, donde rendirse en pequeñas “torturas”, como lo son las cosquillas –o cosillas peores- significaba poder ser visto como uno de los débiles. Y no podía darme ese lujo, lo que significaba que
yo era la reina en aguantar coquillas sin inmutarme.
-¡Pero qué..! ¿No sientes? –preguntó mi adonis personal muy confundido al tiempo que presionaba mis oblicuos, bajo mis brazos y como no funcionaba, intentó saltar a mis rodillas ¿En serio hay gente que siente cosquillas en las rodillas? Para luego sentarse en la cama e intentar hacerme reaccionar rascando la planta de mis pies
-Nop. Nada. Soy inmune a la tortura de “la tua famiglia” –contesté alzando y bajando las cejas
Albert entrecerró los ojos y desistió de su intento. Pero gateó sobre el colchón acercándose a mi rostro para decirme algo o al menos eso pensaba, cuando el inmundo traidor me tomó por la cadera y atacó el frente de mis iliacos, venciendo toda la concentración que tenía para no reír
-Ja, ja, ja ¡No, el huesito de la risa! Ja, ja, ja ¡Para! ¡Para!
-¡Sabía que tenías un punto débil!
No me gusta sentir cosquillas porque reacciono como demente. Literal, río de forma tan exagerada que parezco una loca, es como si estuviera dándome un ataque; grito, pataleo, incluso aviento puñetazos a diestra y siniestra. El punto es que mi contrincante desista y logre tumbarlo. De nuevo, gracias a mis años recluida con mis hermanos del Hogar de Pony, había adquirido cierta destreza contra los chicos físicamente más fuertes, como Tom, a quien le tocó hacer de conejillo de Indias y probar mi fuerza bruta en más de una ocasión.
Después de haber golpeado y pateado al pobre infeliz rubio que solo quería hacerme reír, logré usar su propio peso en su contra con todas las mañas que me sabía y tumbarlo boca arriba, quedando a horcajadas sobre él para por supuesto, ejecutar mi venganza
-No sabe con quién se ha metido, señor Albert. –Amenacé al tiempo que comenzaba mi ataque de cosquillas hacia él, quien estalló en carcajadas pero de forma mucho más civilizada que yo.
-Ja, ja, ja. ¡Basta, Candy! ¡Me rindo! ¡Me rindo!
-Mira quién es el débil, muchachito ingenuo –dije aún sentada a sobre él y moviendo los brazos como cantante de rap mientras él me miraba sonriendo.
Albert era sin duda muy atractivo, pero después de reír a carcajadas, su rostro adquiría un gesto pícaro, ligeramente infantil que lo hacía ver hermoso y casi vulnerable. Como si con la risa sacara todas sus preocupaciones adultas (seguro relacionadas con aquella empresa familiar que les chupa la sangre y la vida) y quedara solo la esencia del verdadero muchacho que aún era.
-Me encanta como te ves encima de mí –soltó de repente
¿Eso insinuó lo que creo que significa? Albert debió advertir mi turbación porque de inmediato aclaró:
-Quiero decir –aclaró la voz, sosteniendo mi cadera con la intención de que no cambiara mi postura- luces poderosa. Podrías conseguir que yo hiciera lo que quisieras con solo pedirlo
No pude evitarlo, sonreí como tonta, sintiendo que me derretía sobre ese hermoso espécimen masculino.
-¿Quieres ser mi novia?
¡Oh, mi Dios! Era la segunda vez que veía a este hombre. ¿Hablaba en serio? ¡No podía ser! Por mi mente empezaron a pasar mil ideas distintas ¿Y si no funcionaba? ¿Y si me engañaba para conseguir algo de mí? Quiero decir, Annie conocía a su familia, por lo que probablemente no fuese ningún tipo de delincuente. Me refiero a que en ese momento me encontraba tan emocionada, que podía cegarme ante cualquier detalle que revelase algo que no me gustara ¿Y si resultaba un mal chico? ¡Apenas lo conocía! ¿Novios? ¿La gente aún pregunta eso? Pensé que salías con alguien, después de un tiempo considerable hablaban de exclusividad y listo, ya era una relación “en serio”. El chico era raro. Deliciosamente formal. Y me encantó. A pesar de todo, solo quería pararme, gritarle que sí y bailar de felicidad. Él, con esa costumbre extraña de adivinar mis pensamientos, soltó un monólogo para acallar mis preocupaciones.
-Sé que apenas nos conocemos. Sé que apenas ayer tenías un novio... Pero también sé que no lo amas porque no dudaste en besarme. Y a pesar de todo, no te imagino como alguien infiel, simplemente creo que sentiste lo mismo que yo, algo arrollador, inexplicable. Y sé que quizá no tengamos nada en común. Pero me gustaría descubrirlo contigo, conocerte sobre la marcha. Es muy apresurado, estoy consciente, pero me atraes mucho. Cada instante, cada revelación me hace sentir como si te conociera desde hace años. Nunca, nunca me había sentido así. Solo quiero pasar cada momento del día a tu lado y seguir aprendiendo cosas de ti.
-¡Albert! No, no sé qué decir… -quizá el hombre me había fundido el cerebro
- Di que sí, Candy y te prometo que no te arrepentirás.
-S…í. ¡Sí! ¡Claro que sí!
En ese momento Albert me abrazó y besó con efusividad haciendo que quedara recostada sobre su torso. Separé un poco mi cabeza y decidí expresar mi sentir antes de arrepentirme por bocona pero no podía dejarle con la incertidumbre de volver a ser infiel en cuanto conociera a otro chico guapo. Ni yo quería ser tratada como una fulana luego de que me pidiera ser su novia. Y sobre todo, no quería volver a fingir
-Pero veremos cómo nos va. Esto no debe ser forzado en absoluto. Si algo no nos gusta del otro o un día ya no queremos estar juntos, seremos honestos. Lo nuestro durará mientras estemos felices juntos. Sin dramas ni infidelidades. Sinceridad ante todo
-De acuerdo. Suena como un buen trato para mí.
-Oye novio, no terminaste de contarme sobre tu año sabático
-Ah. Pues me fui a África. No llevé más dinero del estrictamente necesario. Estuve viviendo en Kenya como voluntario para una ONG que llevaba servicios de salud a gente sin recursos. Incluso llegué a atender animales. Imagina que en las zonas donde los servicios de salud son escasos, existe la nula probabilidad de encontrar un veterinario. Ellos solo trabajan en las reservas, donde el trabajo es muy demandante.
-¡Woow!
-Así que cuando te vayas a tu voluntariado, ten por seguro que podría alcanzarte y compartir ese espíritu altruista, que para mí también es importante compartir algo de lo mucho que he recibido.
-He metido varias solicitudes para mi voluntariado. África está incluído. Pero solo puedo ir con una ONG que me otorgue alojamiento y comida, aunque los recursos económicos para voluntarios son limitados; otra opción es ir como misionera laica. Sin embargo, la opción más viable sería trabajar aquí en el continente, en alguna zona vulnerable. Veremos qué tiene el destino preparado para mí.
-Ya te dije que a donde vayas, iré contigo. No te vas a librar de mí fácilmente.
-¿Hablas en serio? ¡Es una locura! Pero… ¡Me encantaría! Si llegara a ser posible, sería fantástico ir con una cara conocida.
En este punto debo aclarar que no creí que nada de eso fuera posible. Quizá con el paso de los días la emoción del “enamoramiento” pasara fugazmente, quizá no teníamos nada más en común o quizá en el caso muy remoto de seguir juntos, las obligaciones de Albert en la empresa familiar, le harían imposible llevar a cabo lo que acababa de ofrecerme. Como fuera, en ese instante, todo sonaba maravilloso.
Quería creer que todo era real.
-Novia mía, ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro
-¿Cuál era tu plan para Michael si partías?
-Él no tomaba en serio mi anhelo. Así que no le conté sobre las solicitudes que envié.
-¿Y si él te hubiese pedido quedarte?
-No habría accedido. No renunciaría a mis sueños por nadie. Seguramente habríamos terminado antes.
-¿Aunque no nos hubiéramos conocido?
-Sí. No dejé a Michael por ti, Albert. Lo nuestro ya había llegado a su fin desde hace mucho, solo que no lo habíamos reconocido.
-Me alegra saberlo.
-Me alivia poder decírselo a alguien. No quiero que Michael sea una sombra para nosotros. Tampoco me gustaría que por las circunstancias en que nos conocimos, pensaras en mí como una mujer desleal o inestable
-Tema zanjado. Michael no volverá siquiera a ser tema de conversación. Y por supuesto que no juzgaré el que te dejaras llevar por esta sensación apabullante desde el primer instante que nos vimos. Tal como yo…