Lo apabullante de tu llegada
“La estupidez consiste, en querer sacar conclusiones”
Gustave Flaubert
Gustave Flaubert
CAPÍTULO II. Fiesta y decepción
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El Hogar de Pony estaba de aniversario. Un importante benefactor había donado una fuerte suma para la remodelación completa del lugar. La señorita Pony, y la hermana María, a quienes consideraba mis madres, habían trabajado mucho en la mejora de las instalaciones. La inauguración se llevaría a cabo en el aniversario y requerían todo el apoyo posible.
En esa entonces, tenía una roomate fabulosa. Patty, mi mejor amiga quien es chef. De inmediato, ella se ofreció a ayudar aunque ni siquiera conocía el lugar, lo hacía por mí y me sentí muy agradecida con ella.
Esos días fueron de arduo trabajo, ya que intenté contactar a algunos antiguos hijos del Hogar de Pony que hubiesen tenido una adopción abierta, para que apoyaran.
Solicité patrocinios para el evento, y de alguna forma, obtener dinero extra para el mantenimiento de los niños.
Michael me dio tiempo a solas para realizar todos los pendientes que debía llevar a cabo, pero aceptó acompañarme a la reinauguración de mi amado Hogar.
Finalmente, llegó el día. Anthony por supuesto, colaboró también. Pero se encontraba viajando por Europa con su padre, quien era capitán de un barco.
Tom, a quien consideraba mi hermano, pues se había criado en el Hogar conmigo, se encontraba a mi lado, y luego de la ceremonia oficial de corte de listón, la fiesta empezó. Recorrí el lugar saludando a todo el mundo. Hombres y mujeres que habían sido acogidos alguna vez en el orfanato cuando niños, patrocinadores importantes, gente de la alta sociedad de Indiana e Illinois que deseaban conocer el sitio al que habían entregado parte de su dinero. Y claro, pequeños huérfanos que vivían allí, correteaban afuera, felices por los cambios en el lugar disfrutando la fiesta.
Después del arduo trabajo de meses, pude relajarme y disfrutar. Además ¡Estaba en casa! En el lugar que a pesar de los años, siempre consideraría mi hogar.
-¡Vamos a bailar! –me propuso Tom, y gustosa acepté.
Me encontraba divirtiéndome de lo lindo, cuando ví en la entrada a Michael. Sabía que no le gustaría verme bailando con nadie, por lo que le solté un:
-Baila con Patty. Voy a recibir a Michael.
Esperaba algún reconocimiento de mi novio sobre las mejoras del lugar, pero me encontré con una cara larga producto de unos celos infundados hacia uno de mis mejores amigos.
-Michael ¡Qué bueno que llegas! Te esperaba para comer –le dije luego de darle un beso en la mejilla.
-¿Ah, sí? Pero te estas divirtiendo ¿No?
-¡Claro! Trabajé mucho para este evento. –contesté despreocupada. Era la verdad.
Pedí la comida a uno de los meseros contratados para ese día. Y el silencio reinó mientras degustamos los platillos de Patty.
-Vamos a saludar a la señorita Pony y a la hermana María. ¡Anda, felicítalas por lo bien que ha resultado todo! Hemos obtenido más apoyos de lo esperado. Aunque la remodelación ha concluido, tenemos fondos para costear la educación de los chicos mayores. Uno de los patrocinadores, ha ofrecido becas universitarias ¿Te imaginas? ¡Jamás habíamos contado con semejante oportunidad!
-Bien, vamos. –Fue todo lo que recibí por respuesta.
Francamente decepcionada de su nulo entusiasmo, nos acercamos a mis madres, quienes recibieron a Michael con los brazos abiertos. Las dulces mujeres estaban felices de verme asentada en una relación con un muchacho tan educado y encima, médico.
A ellas las saludó calurosamente. Tommy se acercó a saludarle y aunque Michael sabía por nuestras charlas que era mi hermano de crianza, me soltó sin más:
-Me tengo que ir.
Me sorprendió de sobremanera, pues yo sabía que aquel era su día de descanso.
-Tengo cosas que hacer –afirmó como si hubiera leído mi mente- Nos vemos mañana en el hospital.
Y sin darme ninguna explicación, partió.
-¿Se fue por mi causa?- me preguntó un mortificado Tom
-No… La verdad es que a veces no lo entiendo. Ni siquiera estoy segura que en verdad me guste.
Tom se sorprendió con mi declaración. Pero por primera vez, aceptaba en voz alta la verdad.
-Dices eso porque estás molesta con él. Ven, hablemos en la cocina
-No tiene ninguna obligación de estar aquí
-Pero tú querías que estuviera…
-Soy una exagerada, sé que no debería importarme pero… He hablado de este evento por meses. ¡Me esforcé mucho, Tommy! –exclamé al punto del llanto por sentirme incomprendida.
-Lo sé, Can. Y he aquí tu recompensa: Mira la enorme sonrisa de la señorita Pony y la hermana María. Y la cantidad de gente que está aportando a la causa
-Tienes razón. Nada debería ensombrecer eso.- Acepté resignada
-Ven, vamos a hacer un brindis y a seguir bailando. Te lo mereces. –Afirmó con una sonrisa compasiva.
-Solo quería que mi novio, que supuestamente me quiere tanto, entendiera lo importante que es para mí El Hogar y todo este evento
-Estoy de acuerdo, es un cretino egoísta.
-¡Tom!
-¡Vamos! Estás pensando algo así. Suéltalo- Me pidió al tiempo que me ofrecía un shoot del cognac de la señorita Pony que tan celosamente ocultaba en el estante más alto y que yo, sin siquiera saborear, me tomé en dos tragos
-¡Estoy furiosa con él!
-Eso, nena. ¡Sácalo!
-Fue muy insistente para salir conmigo. No me malentiendas, es un gran tipo y le tengo cariño
-¿Pero..?
-Pero en ocasiones, me siento incómoda a su lado. No es como contigo, o con Anthony, que puedo hablar de cualquier cosa. Incluso con Terry, no compartíamos hace años, y cuando me llamó recién, fue como si no hubiera pasado ni un día. Charlamos como viejos amigos, nos sentíamos cómodos. No sé… Quizá sea la química ¡Sí, eso es!
-¿De qué rayos hablas, Candy? No te gusta tanto y punto
-Pero Michael es un gran chico
-Como acaba de demostrar…
-¡Demonios! Ahora creo que tienes razón
-Brindemos por la química
-¡Por la química! –secundé tomando otro shoot del cognac ajeno, de un golpe
-Creo que debo acostarme con él
-¡¿Qué?! –preguntó Tom ahogándose con la bebida- ¿Y el rollo que acabas de decir?
-Ha insistido mucho. Somos una pareja adulta, supongo que es lo que se espera. quizá nos uniría
-Quizá no. No permitas que ningún imbécil te presione
-Algún día tiene que suceder. Mejor con alguien que me quiera
-Oye, pero que tengan ese tipo de intimidad, no significa que deban casarse o algo así
-¡Por supuesto! No me creas tan chapada a la antigua.
-Solo checo. Una cosa es que disfrutes saliendo con él y otra que te cases con alguien a quien se nota que no amas
-Creo que Michael no cree en el matrimonio. Una vez me dijo que no conoce a ningún hombre que sea fiel.
-¿Eso lo incluye?
-Espero que no…
Nunca había considerado que quizá Michael estaba siendo demasiado sincero. Ingenua de mí, siempre pensé que se refería a terceros. Tom me había hecho pensar
-¿Debería terminar con él?
-No te quiebres la cabeza. Michael se fue, así que ¡a disfrutar como chica soltera! Igual y te ligas a uno de esos millonetas que están de visita
-Ja, ja, ja. Cada cosa que se te ocurre. Primero, debería terminar con Michael, tengo principios ¿Sabes? Y segundo, un “millonetas” y yo, no encajaríamos. De la gloria o la riqueza, prefiero la naturaleza. – Exclame tomando otro trago.
-Can, me parece que es suficiente cognac por hoy, ya estás diciendo incoherencias.
Justo íbamos a sentarnos en medio de la fiesta, cuando se acercó a mí un rostro conocido. Una chica a quien en mi niñez había considerado como a una hermana, pero a quien no había visto por años. Otra hija del Hogar de Pony
-¡Candy!
-¿Annie? ¿En verdad eres tú? ¡Qué alegría me da verte!
-¡Lo mismo digo, Candy! ¡Cuántos años!
-Demasiados… ¡Ven, siéntate un momento con nosotros! ¿Te acuerdas de Tom, verdad?
-¡Vaya, qué sorpresa! No te habría reconocido si Candy no me dice que eras tú. Te ves… diferente
-¡Eso espero, Annie! Nos dejamos de ver siendo unos niños.
Annie se limitó a sonreír empezamos a charlar sobre nuestras respectivas vidas. Le presenté a Patty, quien luego de un rato, decidió ir a bailar con Tom. No pude evitar ver que mi hermana de crianza, se comía con los ojos a mi hermano por convicción, pero era demasiado tímida para pedirle bailar. Ellos se habían dejado de ver muy pequeños, y las miradas de Annie no eran para nada las de una hermana.
Decidí que lo iba a instar a invitarla a bailar en cuanto regresara a la mesa, pero Annie ya debía irse, así que no pude hacerlo. Sin embargo, me sorprendió con una propuesta antes de marchar
-Candy, me ha parecido muy poco el tiempo de nuestra charla, ¿Qué te parece si nos vemos el fin de semana? Ya te he dicho que también vivo en Chicago, así que podemos organizar algo sencillo. Quizá ir a cenar o algo así…
-¡Me encanta la idea!
-Puedes invitar a Patty, es encantadora. Tengo un amigo que podría presentarle
Entendí la indirecta, pero no podía comprometerme a llevar a Tom sin preguntarle primero. Así que nos pusimos de acuerdo en cuanto al lugar de la cita, y comenté que invitaría a mis amigos, si es que estaban libres. Annie aplaudió y se conformó con ello.
Un par de días después, Annie cumplió su palabra, me llamó y nos pusimos un tanto al día. Ella, adoptada por una familia de abolengo había asistido a un colegio privado, se sorprendió al saber que yo había sido una de las beneficiadas con una beca de la fundación Ardley, y había asistido a una escuela de cierta élite, el Colegio San Pablo, donde conocí a Anthony y a Terry, por supuesto. Debido a mis calificaciones, con mucho esfuerzo ahora gozaba de otra beca en la universidad, y con mi sueldo del hospital, podía costear el departamento con Patty. Annie, me dijo, tomaba un curso sobre diseño de modas, nada serio, según ella. Finalmente quedamos de vernos en un restaurancillo de cierto renombre en el centro de la ciudad.
De más está decir, que Tommy se rehusó categóricamente a asistir conmigo a dicha reunión.
-¡Ah, no! ¡Definitivamente no! Esa chica, no es la Annie dulce que yo conocí. No es más que una riquilla superficial. Pronostico aburrición total.
-Pero Tommy, yo quiero ir ¿Y si conozco al amor de mi vida?
-Ja, ja, ja. Entonces puedes ir tú. Pero no cuentes conmigo. Llévate a Patty. Le van a presentar a un “galanazo” ¿cierto? Quizá sea tan interesante como lo es Annie ahora.
El día de la cita llegó. Anthony me envió un mensaje, avisándome al fin de su llegada. Pero iría a ver a su madre luego de una ausencia de dos meses, así que quedamos en vernos al día siguiente, le contaría todo lo de la remodelación, sobre la fiesta y sobre Michael. Me hacía falta una charla con él.
Llegué al restaurante, Patty me alcanzaría saliendo de trabajar. Hubiese sido más fácil proponer el snack-bar donde ella laboraba como lugar para la cita, pero decidimos no revelar el sitio que tanto nos gustaba, por si la salida no resultaba bien. Después de todo, no conocíamos a los amigos de Annie.
No quise esperar en la mesa, sino en la entrada. El lugar era muy chic, y podías tomar café en vasitos pequeños que me parecieron muy coquetos, mientras esperabas mesa, o en mi caso, a mis acompañantes. Luego de cinco cafés, no llegaba nadie. El hostess, parecía compadecerse de mí, y postergó mi reservación por si aún llegaban mis amigos. Tenía 20 minutos más para aguardar. Para mi mala suerte, había olvidado el celular, y francamente, me apenaba solicitar el teléfono en el lugar, así que algo temblorosa por el exceso de cafeína, decidí ir al teléfono de la esquina para avisarle a Patty que se cancelaba todo y que me iba a casa. Quizá Annie había olvidado la cita, quizá había tenido un imprevisto. Como fuera, no había asistido.
Crucé el estacionamiento de un centro comercial contiguo al lugar y en el trayecto ví un auto familiar. Grande fue mi sorpresa al encontrar a un conocido chico acercándose a su auto estacionado.
-¡Candy!
-¡Anthony!
En esa entonces, tenía una roomate fabulosa. Patty, mi mejor amiga quien es chef. De inmediato, ella se ofreció a ayudar aunque ni siquiera conocía el lugar, lo hacía por mí y me sentí muy agradecida con ella.
Esos días fueron de arduo trabajo, ya que intenté contactar a algunos antiguos hijos del Hogar de Pony que hubiesen tenido una adopción abierta, para que apoyaran.
Solicité patrocinios para el evento, y de alguna forma, obtener dinero extra para el mantenimiento de los niños.
Michael me dio tiempo a solas para realizar todos los pendientes que debía llevar a cabo, pero aceptó acompañarme a la reinauguración de mi amado Hogar.
Finalmente, llegó el día. Anthony por supuesto, colaboró también. Pero se encontraba viajando por Europa con su padre, quien era capitán de un barco.
Tom, a quien consideraba mi hermano, pues se había criado en el Hogar conmigo, se encontraba a mi lado, y luego de la ceremonia oficial de corte de listón, la fiesta empezó. Recorrí el lugar saludando a todo el mundo. Hombres y mujeres que habían sido acogidos alguna vez en el orfanato cuando niños, patrocinadores importantes, gente de la alta sociedad de Indiana e Illinois que deseaban conocer el sitio al que habían entregado parte de su dinero. Y claro, pequeños huérfanos que vivían allí, correteaban afuera, felices por los cambios en el lugar disfrutando la fiesta.
Después del arduo trabajo de meses, pude relajarme y disfrutar. Además ¡Estaba en casa! En el lugar que a pesar de los años, siempre consideraría mi hogar.
-¡Vamos a bailar! –me propuso Tom, y gustosa acepté.
Me encontraba divirtiéndome de lo lindo, cuando ví en la entrada a Michael. Sabía que no le gustaría verme bailando con nadie, por lo que le solté un:
-Baila con Patty. Voy a recibir a Michael.
Esperaba algún reconocimiento de mi novio sobre las mejoras del lugar, pero me encontré con una cara larga producto de unos celos infundados hacia uno de mis mejores amigos.
-Michael ¡Qué bueno que llegas! Te esperaba para comer –le dije luego de darle un beso en la mejilla.
-¿Ah, sí? Pero te estas divirtiendo ¿No?
-¡Claro! Trabajé mucho para este evento. –contesté despreocupada. Era la verdad.
Pedí la comida a uno de los meseros contratados para ese día. Y el silencio reinó mientras degustamos los platillos de Patty.
-Vamos a saludar a la señorita Pony y a la hermana María. ¡Anda, felicítalas por lo bien que ha resultado todo! Hemos obtenido más apoyos de lo esperado. Aunque la remodelación ha concluido, tenemos fondos para costear la educación de los chicos mayores. Uno de los patrocinadores, ha ofrecido becas universitarias ¿Te imaginas? ¡Jamás habíamos contado con semejante oportunidad!
-Bien, vamos. –Fue todo lo que recibí por respuesta.
Francamente decepcionada de su nulo entusiasmo, nos acercamos a mis madres, quienes recibieron a Michael con los brazos abiertos. Las dulces mujeres estaban felices de verme asentada en una relación con un muchacho tan educado y encima, médico.
A ellas las saludó calurosamente. Tommy se acercó a saludarle y aunque Michael sabía por nuestras charlas que era mi hermano de crianza, me soltó sin más:
-Me tengo que ir.
Me sorprendió de sobremanera, pues yo sabía que aquel era su día de descanso.
-Tengo cosas que hacer –afirmó como si hubiera leído mi mente- Nos vemos mañana en el hospital.
Y sin darme ninguna explicación, partió.
-¿Se fue por mi causa?- me preguntó un mortificado Tom
-No… La verdad es que a veces no lo entiendo. Ni siquiera estoy segura que en verdad me guste.
Tom se sorprendió con mi declaración. Pero por primera vez, aceptaba en voz alta la verdad.
-Dices eso porque estás molesta con él. Ven, hablemos en la cocina
-No tiene ninguna obligación de estar aquí
-Pero tú querías que estuviera…
-Soy una exagerada, sé que no debería importarme pero… He hablado de este evento por meses. ¡Me esforcé mucho, Tommy! –exclamé al punto del llanto por sentirme incomprendida.
-Lo sé, Can. Y he aquí tu recompensa: Mira la enorme sonrisa de la señorita Pony y la hermana María. Y la cantidad de gente que está aportando a la causa
-Tienes razón. Nada debería ensombrecer eso.- Acepté resignada
-Ven, vamos a hacer un brindis y a seguir bailando. Te lo mereces. –Afirmó con una sonrisa compasiva.
-Solo quería que mi novio, que supuestamente me quiere tanto, entendiera lo importante que es para mí El Hogar y todo este evento
-Estoy de acuerdo, es un cretino egoísta.
-¡Tom!
-¡Vamos! Estás pensando algo así. Suéltalo- Me pidió al tiempo que me ofrecía un shoot del cognac de la señorita Pony que tan celosamente ocultaba en el estante más alto y que yo, sin siquiera saborear, me tomé en dos tragos
-¡Estoy furiosa con él!
-Eso, nena. ¡Sácalo!
-Fue muy insistente para salir conmigo. No me malentiendas, es un gran tipo y le tengo cariño
-¿Pero..?
-Pero en ocasiones, me siento incómoda a su lado. No es como contigo, o con Anthony, que puedo hablar de cualquier cosa. Incluso con Terry, no compartíamos hace años, y cuando me llamó recién, fue como si no hubiera pasado ni un día. Charlamos como viejos amigos, nos sentíamos cómodos. No sé… Quizá sea la química ¡Sí, eso es!
-¿De qué rayos hablas, Candy? No te gusta tanto y punto
-Pero Michael es un gran chico
-Como acaba de demostrar…
-¡Demonios! Ahora creo que tienes razón
-Brindemos por la química
-¡Por la química! –secundé tomando otro shoot del cognac ajeno, de un golpe
-Creo que debo acostarme con él
-¡¿Qué?! –preguntó Tom ahogándose con la bebida- ¿Y el rollo que acabas de decir?
-Ha insistido mucho. Somos una pareja adulta, supongo que es lo que se espera. quizá nos uniría
-Quizá no. No permitas que ningún imbécil te presione
-Algún día tiene que suceder. Mejor con alguien que me quiera
-Oye, pero que tengan ese tipo de intimidad, no significa que deban casarse o algo así
-¡Por supuesto! No me creas tan chapada a la antigua.
-Solo checo. Una cosa es que disfrutes saliendo con él y otra que te cases con alguien a quien se nota que no amas
-Creo que Michael no cree en el matrimonio. Una vez me dijo que no conoce a ningún hombre que sea fiel.
-¿Eso lo incluye?
-Espero que no…
Nunca había considerado que quizá Michael estaba siendo demasiado sincero. Ingenua de mí, siempre pensé que se refería a terceros. Tom me había hecho pensar
-¿Debería terminar con él?
-No te quiebres la cabeza. Michael se fue, así que ¡a disfrutar como chica soltera! Igual y te ligas a uno de esos millonetas que están de visita
-Ja, ja, ja. Cada cosa que se te ocurre. Primero, debería terminar con Michael, tengo principios ¿Sabes? Y segundo, un “millonetas” y yo, no encajaríamos. De la gloria o la riqueza, prefiero la naturaleza. – Exclame tomando otro trago.
-Can, me parece que es suficiente cognac por hoy, ya estás diciendo incoherencias.
Justo íbamos a sentarnos en medio de la fiesta, cuando se acercó a mí un rostro conocido. Una chica a quien en mi niñez había considerado como a una hermana, pero a quien no había visto por años. Otra hija del Hogar de Pony
-¡Candy!
-¿Annie? ¿En verdad eres tú? ¡Qué alegría me da verte!
-¡Lo mismo digo, Candy! ¡Cuántos años!
-Demasiados… ¡Ven, siéntate un momento con nosotros! ¿Te acuerdas de Tom, verdad?
-¡Vaya, qué sorpresa! No te habría reconocido si Candy no me dice que eras tú. Te ves… diferente
-¡Eso espero, Annie! Nos dejamos de ver siendo unos niños.
Annie se limitó a sonreír empezamos a charlar sobre nuestras respectivas vidas. Le presenté a Patty, quien luego de un rato, decidió ir a bailar con Tom. No pude evitar ver que mi hermana de crianza, se comía con los ojos a mi hermano por convicción, pero era demasiado tímida para pedirle bailar. Ellos se habían dejado de ver muy pequeños, y las miradas de Annie no eran para nada las de una hermana.
Decidí que lo iba a instar a invitarla a bailar en cuanto regresara a la mesa, pero Annie ya debía irse, así que no pude hacerlo. Sin embargo, me sorprendió con una propuesta antes de marchar
-Candy, me ha parecido muy poco el tiempo de nuestra charla, ¿Qué te parece si nos vemos el fin de semana? Ya te he dicho que también vivo en Chicago, así que podemos organizar algo sencillo. Quizá ir a cenar o algo así…
-¡Me encanta la idea!
-Puedes invitar a Patty, es encantadora. Tengo un amigo que podría presentarle
Entendí la indirecta, pero no podía comprometerme a llevar a Tom sin preguntarle primero. Así que nos pusimos de acuerdo en cuanto al lugar de la cita, y comenté que invitaría a mis amigos, si es que estaban libres. Annie aplaudió y se conformó con ello.
Un par de días después, Annie cumplió su palabra, me llamó y nos pusimos un tanto al día. Ella, adoptada por una familia de abolengo había asistido a un colegio privado, se sorprendió al saber que yo había sido una de las beneficiadas con una beca de la fundación Ardley, y había asistido a una escuela de cierta élite, el Colegio San Pablo, donde conocí a Anthony y a Terry, por supuesto. Debido a mis calificaciones, con mucho esfuerzo ahora gozaba de otra beca en la universidad, y con mi sueldo del hospital, podía costear el departamento con Patty. Annie, me dijo, tomaba un curso sobre diseño de modas, nada serio, según ella. Finalmente quedamos de vernos en un restaurancillo de cierto renombre en el centro de la ciudad.
De más está decir, que Tommy se rehusó categóricamente a asistir conmigo a dicha reunión.
-¡Ah, no! ¡Definitivamente no! Esa chica, no es la Annie dulce que yo conocí. No es más que una riquilla superficial. Pronostico aburrición total.
-Pero Tommy, yo quiero ir ¿Y si conozco al amor de mi vida?
-Ja, ja, ja. Entonces puedes ir tú. Pero no cuentes conmigo. Llévate a Patty. Le van a presentar a un “galanazo” ¿cierto? Quizá sea tan interesante como lo es Annie ahora.
El día de la cita llegó. Anthony me envió un mensaje, avisándome al fin de su llegada. Pero iría a ver a su madre luego de una ausencia de dos meses, así que quedamos en vernos al día siguiente, le contaría todo lo de la remodelación, sobre la fiesta y sobre Michael. Me hacía falta una charla con él.
Llegué al restaurante, Patty me alcanzaría saliendo de trabajar. Hubiese sido más fácil proponer el snack-bar donde ella laboraba como lugar para la cita, pero decidimos no revelar el sitio que tanto nos gustaba, por si la salida no resultaba bien. Después de todo, no conocíamos a los amigos de Annie.
No quise esperar en la mesa, sino en la entrada. El lugar era muy chic, y podías tomar café en vasitos pequeños que me parecieron muy coquetos, mientras esperabas mesa, o en mi caso, a mis acompañantes. Luego de cinco cafés, no llegaba nadie. El hostess, parecía compadecerse de mí, y postergó mi reservación por si aún llegaban mis amigos. Tenía 20 minutos más para aguardar. Para mi mala suerte, había olvidado el celular, y francamente, me apenaba solicitar el teléfono en el lugar, así que algo temblorosa por el exceso de cafeína, decidí ir al teléfono de la esquina para avisarle a Patty que se cancelaba todo y que me iba a casa. Quizá Annie había olvidado la cita, quizá había tenido un imprevisto. Como fuera, no había asistido.
Crucé el estacionamiento de un centro comercial contiguo al lugar y en el trayecto ví un auto familiar. Grande fue mi sorpresa al encontrar a un conocido chico acercándose a su auto estacionado.
-¡Candy!
-¡Anthony!
CONTINUARÁ...
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