Buenas tardes a todos, por petición especial y gracias al apoyo de mis compañeras TERRY GIRLS, les comparto un extra de DESENCUENTRO, originalmente era un epílogo, pero esta tan largo que mejor lo pondré en partes, espero sea de su agrado, gracias infinitas a las chicas por todo.
Me pregunto de dónde vendrá el mañana, amo el mañana
porque hay la probabilidad de que pasen cosas maravillosas...amo el mañana
más allá del viento resplandeciente...esa persona esta llamándome...está llamándome.
Candy...Candy...Candy...Candy
fragmento Ashita ga Suki
UNA NUEVA OPORTUNIDAD
Candice White Ardley llegó a Londres con el alma y el corazón en pedazos, pero dispuesta a empezar de nuevo, en casa, dejó algunos asuntos pendientes, pero el tiempo le daría la oportunidad y el valor de enfrentarlos, por ahora, necesitaba poner distancia de por medio.
Londres, 2 años después
El tiempo pasa a veces tan rápido, que no nos damos cuenta, para Candy fue como un abrir y cerrar de ojos, a pesar de la distancia, mantenía contacto con sus personas más queridas, siempre al pendiente del hogar de pony y sus madres, de Albert, de la tía Elroy, de Annie y muy a su pesar de Archie, no hablaba directamente con él, solo con Annie, por Albert sabía, que Archie trabajaba mucho, y que últimamente se veía enfermo, al parecer las cosas con Annie no marchaban tan bien como aparentaba, pero ninguno de los dos hablaba de ello, por su parte desde el momento que llego y se estableció en la casa que George había alquilado para ella se dedicó a trabajar, le gustaba mucho estar con los niños, sus caritas alegres, sus dulces voces, le hacían sentir dichosa, pues sabía que ella no podría ser madre, no después de lo que Archie le hizo, le aterraba pensar en que alguien llegara a tocar su cuerpo, de todos modos no estaba interesada, cuando vio a Terry en Nueva York confirmó que su corazón le pertenecía a él solamente.
En el hospital San Bartolome donde trabajaba, se había hecho de buenas amigas, como Amelie Evans y Prue Campbell, una enfermera un poco mayor, las tres mujeres hacían un buen equipo de trabajo, junto el doctor Ethan O´Connor, que se convirtió en un gran amigo después de convencerse que Candy no podría ser más que eso, una amiga, al principio Ethan intentó cortejarla, pero la rubia muy cortésmente lo había rechazado, Candy no se daba cuenta de cómo llamaba la atención de los caballeros, con veinticuatro años, la rubia era portadora de una belleza física natural, que junto con su carácter dulce y bondadoso tenían a más de uno embobado con ella.
Completamente recuperada, Candy de nuevo era una persona alegre, risueña y traviesa, junto a Amelie y Prue pudo reconciliarse consigo misma, en ellas encontró más que amigas, hermanas, a las que le confió su amarga experiencia, ellas le hicieron ver lo que la señora Smith ya le había dicho, que no era culpable y que debía decirle a Albert, ya era tiempo, le daba pena por Annie pero si en verdad estaba mal su relación con Archie, como Albert le había dicho, entonces ella debía, de alguna manera ayudar a su hermana y desenmascarar a su primo, para que Annie ya no siguiera sufriendo, ya estaba lista para enfrentarlo, y lo haría dentro de poco, no había tomado vacaciones desde que llego a Londres, por lo tanto las dos últimas navidades las paso en el hospital con los niños, este año estaba preparando todo para viajar a Chicago y enfrentar lo que fuera que viniera, tenía tres meses para eso, con lo que no contaba, era con la aparición de una persona que regresaba a su vida para darle un giro completamente diferente a lo que ella había planeado.
Ese día le tocaba guardia nocturna en el área de emergencias, estaba atendiendo a un pequeño que llegó con fiebre alta, afortunadamente no era nada grave.
- si sigues tomando tus medicamentos, pronto iras a casa pequeño Ben
-Lo prometo-afirmo el niño levantando la mano
-Candy-se escuchó la voz de Amelie asomándose por la puerta del pabellón infantil- el doctor O´Connor te solicita en la recepción de emergencias, acaba de llegar una pequeña, tiene un fuerte golpe en la cabeza
- ¡Santo dios! - exclamó la rubia- ya voy para allá, ¿te quedas con Ben?
- ¡por supuesto!, yo le hare compañía a este jovencito
-Nos vemos luego Ben, pórtate bien con Amelie
Candy acudió presurosa para atender la emergencia, al entrar se encontró con un ángelito rubio de ojos azul gris llenos de lágrimas, le provocó tanta ternura, su boquita haciendo un puchero y llamando a su papá.
-Hola cielo- dijo la chica acercándose a la niña y acariciando su mejilla con ternura- no llores vamos a revisar esa cabecita, ¿Qué necesita doctor? -preguntó la chica mientras seguía haciendo mimos a la niña.
-Necesito que le cures el golpe que tiene en el costado izquierdo de la cabeza, tiene un poco de sangre, se habrá golpeado con algo al caer, la trajeron porque quedo inconsciente por un momento, así que después de curarla la pondremos en observación para descartar lesiones más graves, te mande llamar porque tienes un don muy especial con los niños, cuando Amelie la recibió no dejaba de llorar, y mírala ahora- señalo el medico
- ¿cómo se llama esta princesa doctor?
-Susan
-Bien Susan, revisemos esa cabecita
-saldré a avisar que la niña se quedara esta noche, por el momento termina de hacerle la curación, cuando termine de hablar con la familia vendremos y la llevaremos al pabellón con los demás niños
-Está bien, yo me ocupo- sonrió la rubia
El médico salió a dar el parte a los padres, en lo que Candy terminaba de atender a la pequeña, unos minutos después, escucho la voz de Ethan acercándose
-Susan estará bien atendida caballero, le repito que será solo una noche, tiene usted la fortuna de que hoy estén de guardia uno de los mejores equipos de enfermeras, sin embargo, si usted o su esposa desean quedarse, les proporcionaremos una habitación para que puedan quedarse con su pequeña.
-Disculpe doctor O´Connor, creo que hay una confusión y …
Cuando Candy escucho esa voz, se quedó inmóvil, miro de nuevo a la pequeña, la observo detenidamente, un año, rubia, el color de ojos, volteó lentamente y en la puerta hablando con Ethan estaba nada más y nada menos… que Terrence Granchester.
Terry se quedó de pie sin terminar de hablar, una pequeña rubia con uniforme de enfermera, mirándolo incrédula, frente a él estaba Candy White.
- ¡Oh!, señorita Ardley, le decía al padre de Susan que usted es una de las mejores enfermeras del hospital y…-el medico dejo de hablar cuando se dio cuenta que Candy había palidecido- ¿te encuentras bien?
-Estoy bien-Candy pestañeo varias veces y miró de nuevo a Susan, le sonrió dulcemente y con voz queda le hablo a la pequeña-papá está aquí preciosa- con un nudo en la garganta, adoptando su pose profesional se dirigió a Terry-su hija está bien señor, doctor O ´Connor, ¿hay algo más en que pueda ayudar a Susan?
-Si ya termino de hacerle las curaciones, solamente hay que preparar una habitación para que sus padres se queden con ella, usted estará a cargo de observarla-contestó el galeno, extrañado de la reacción de Candy.
El joven castaño parado en la puerta los observaba hablar sin entender todavía, sin embargo, cuando escuchó de nuevo la palabra “padre” y ver el rostro pálido de Candy se dio cuenta que ellos pensaban que, el padre, ¡era él!
-Aquí hay una equivocación
- ¿disculpe?
-Me parece que se refiere a mi como el padre de Susan
- ¿y no lo es? -preguntó el joven médico
-No-contestó el castaño mirando fijamente a Candy-es mi sobrina, pero a todos nos dice papá, verá usted, está aprendiendo a hablar, sus padres ya vienen para acá, yo la traje porque estaba ahí cuando ella se cayó de la cuna, un descuido de la nana
- Discúlpenos entonces caballero, asumimos que era el padre cuando llegó con ella.
- No hay problema doctor, tampoco aclaré nada cuando llegamos, estaba más preocupado por la niña
Mientras Terry hablaba, Candy lo miraba embelesada, sus ojos, tenían un brillo diferente a cuando lo vio hace dos años, su voz, el movimiento de sus labios al hablar, la tenían aturdida, sintió un escalofrió recorrerle la espalda, él también la estaba observando, se puso más nerviosa todavía, bajo la mirada para escapar del escrutinio al que era sometida, prefirió poner su atención en la pequeña, que aunque ya no lloraba no dejaba de llamar a su “papá”, el joven se acercó a la niña ofreciéndole los brazos para cargarla, a lo que la pequeña correspondió estirando los bracitos.
- ¿Cómo estás?, pequeño grillo, mira nada más esa cabecita, tan pequeña y tan traviesa
La imagen de Terry con la bebé en brazos le produjo tanta ternura, y a la vez un dolor muy grande, era demasiado para ella, debía retirarse o terminaría por ponerse a llorar ahí mismo.
-Yo…voy a preparar la habitación, permiso-la rubia quiso salir de ahí rápidamente, pero el guapo castaño al percibir su huida, se interpuso en su camino con una sonrisa torcida, de esas que ella recordaba muy bien y que hacían su corazón latir tan aprisa, como si hubiera saltado las ramas de todos los árboles del bosque
-La sigo, señorita enfermera
Candy miro a Ethan pidiéndole con la mirada que hiciera algo, el joven médico que ya la conocía comprendió inmediatamente.
- Todavía hay algunas instrucciones que debo darle acerca del cuidado de Susan
Terry se dio cuenta de las miradas entre Candy y el matasano ese, frunció el ceño, ¡qué demonios!
-Esa información es para mi hermano y su esposa, yo solamente me quede en lo ellos llegaban, creo que es mejor que me adelante con la señorita para acomodar a mi sobrina, ¿no lo cree “doctor”? - inquirió el castaño con voz fuerte y de evidente molestia, haciendo énfasis al referirse al Ethan.
-Por supuesto caballero, adelante, la señorita Ardley les guiará
Candy no pudo hacer nada más que caminar hacia la puerta junto al castaño que apenas y se hizo a un lado para dejarla pasar, Terrence sonrió triunfante, si el medicucho pensaba que no se dio cuenta de sus miraditas con Candy estaba muy equivocado, apenas y podía creer que ahí estaba su tarzán pecosa, ¿Quién lo hubiera imaginado?, la hacía en chicago o en el hogar de pony.
Estaba en Londres por su padre, después de que Susana murió, Richard Granchester buscó a su hijo, gracias a la intervención de Eleonor pudieron reconciliarse, después de todo él también había cometido errores como los de su padre, al poner el deber antes que el amor, y a sus 25 años tenía la madurez y experiencia suficiente para entender de alguna manera el proceder del duque, por eso cuando le invitó a pasar una temporada con él, acepto ir en lo que comenzaba su temporada en el teatro, ni por un momento le paso por su cabeza encontrarse con Candy ahí, pero ya que el destino la volvía a poner en su camino, era momento de averiguar si había una nueva oportunidad para ellos y la carta que estaba a punto de mandar al hogar de pony se quedaría guardada, esperando el momento justo para ponerla él mismo en las manos del destinatario.
Caminaban por un largo pasillo hacia el ala de habitaciones, la rubia unos pasos adelante, en silencio, no sabía que decir, ¿Qué podría preguntarle?, ¿Qué hacia ahí?, ¿Cómo estaba después de la muerte de Susana?, ¡no!, mejor callar y dejarlo rápido para irse.
-Es aquí-señalo la rubia-Puedes…digo, puede esperar aquí
-Gracias-el castaño al ver la formalidad con la que la rubia lo estaba tratando decidió dar el primer paso para acercarse a ella- dime Candy, ¿Por qué tan formal?
-Yo…bueno…es que…-la rubia no sabía cómo tratarlo, y él no estaba ayudando mucho que digamos con la sonrisita arrogante que tenía en ese momento, termino por molestarse-no seas grosero Terry, soy una enfermera profesional, déjame hacer mi trabajo-sin más se acercó a él y le quito a Susan de los brazos para acostarla en la camita del cuarto
- ¡Fui! - Silbo el castaño- ¡qué carácter!, ¿segura que sabe tratar pequeños humanos? ¿Señorita enfermera profesional?
-Por supuesto que sí, mocoso engreído
La bebé, que estaba quedándose dormida en los brazos de Terry, al ser apartada abruptamente del castaño comenzó a hacer pucheros.
-Me parece que no, su paciente está a punto de llorar
Candy se apresuró en atender a Susan, le hablaba con tanta ternura que la niña se calmó, y de nuevo estaba quedándose dormida, la rubia le acariciaba los cabellos, la carita regordeta y la pequeña nariz, cayo rendida ante los mimos de la joven enfermera
-Tienes el toque ¿eh?
-Es parte de mi trabajo, me encantan los niños
-Me voy, tengo otros pacientes que atender
-¿Me dejaras solo aquí con ella?, y ¿si despierta y llora?
-Dijiste que sus padres ya venían, así que no esperaras mucho tiempo
La joven dio la media vuelta para irse, pero fue detenida por la mano grande y fuerte de Terry
-¿Podemos hablar?
-No
-¿Por qué?
-Porque estoy trabajando
-Por favor Candy, necesito hablar contigo
-No tenemos nada de qué hablar
-Por supuesto que si
-Ya dije que no
La rubia aspiro profundamente, se soltó del agarre del que era presa y salió de la habitación, le esperaba una noche muy larga si él iba a estar ahí, sin embargo, cuando regreso a ver a la niña Terry ya no estaba.
Pasaron dos semanas y Candy no volvió a saber del castaño, no sabía si sentirse triste, molesta o aliviada, aunque la sensación, no le duro mucho tiempo.
Después de ver a Candy en el hospital, Terry no sabía qué hacer, cuando regreso a la casa de su padre, le conto lo que había pasado con su sobrina, y la sorpresa que se llevó al ver a Candy ahí, Richard que ya conocía la historia de los jóvenes rebeldes, aconsejo a su hijo investigar sobre la estadía de la rubia pecosa en Londres, no sería difícil para un hombre como él averiguar todo lo referente a ella.
Ya enterado de las condiciones en las que Candy estaba en Londres, se dispuso a preparar una estrategia para acercarse a ella, según sus averiguaciones Candy estaba soltera, vivía en una casa a las afueras de la ciudad con una mucama y el mismo chofer que conoció hace dos años, ya cansado de encuentros y desencuentros, era hora de tomar cartas en el asunto, esta vez no la dejaría escapar.
cuando Candy llego a su casa, se encontró con un hermoso ramo de rosas y narcisos blancos en la mesita del recibidor, junto a ellas una tarjeta con una letra conocida: “para la hermosa enfermera pecosa” T.G
Los días subsecuentes fueron iguales, chocolates, flores, dulces, dirigidos a la “enfermera pecosa” por T.G.
-Buenas tardes Dorothy, ya llegué- llamo Candy desde la entrada quitándose el abrigo y metiéndolo al armario junto al recibidor.
-Buenas tardes Candy, tienes una visita
- ¿Una visita? - inquirió la rubia sorprendida, nadie la visitaba a excepción de sus compañeras del hospital, se encamino curiosa a la sala, ahí se encontró con un alto y atractivo castaño
-Buenas tardes Candy-saludó el joven con una radiante sonrisa
- ¡Terry!, ¿Qué haces aquí? - inquirió la rubia con asombro
-Quise pasar a saludarte y agradecerte lo que hiciste con Susan
- ¡Ah!, no tienes que agradecer, es mi trabajo, no tenías que venir hasta aquí… ¿y cómo sabes en donde vivo?
-fue fácil averiguar, no hay muchas enfermeras pecosas en el hospital San Bartolome
La rubia rodo los ojos, es que acaso ¿seguía siendo el mismo mocoso grosero y arrogante?, se volvió hacia el moreno con el ceño fruncido, lo miro con desconfianza, ¿Qué estaba tramando?
- ¿Cómo estás Candy?
-Estoy bien, ¿y tú?
- Podría estar mejor
-Deja de jugar, ¿para que querías verme? - inquirió enojada la chica con los brazos en jarra
- ¿Qué haces en Londres? - fue la pregunta directa
-Aquí trabajo
- ¿Desde cuándo?
-Desde hace dos años, ¿Por qué quieres saber?
-Me extraña que estés tan lejos de casa
Candy se quedó en silencio, bajo la cabeza sin saber que decir, se le hizo un nudo en la garganta, no podía decirle, así que uso la misma excusa de siempre.
-Aquí me necesitan mas
- ¿Y tus madres?, nunca hubiera pensado encontrarte aquí
-Ni yo tampoco a ti Terry.
Después de ese encuentro, se sucedieron otros, de vez en cuando él iba a visitarla, se pusieron al día de lo que habían hecho, poco a poco retomaban la amistad y camaradería que en sus tiempos del colegio tenían, comenzaron un nuevo reconocimiento, ya como adultos, evitando a toda costa temas dolorosos.
Tras las difíciles experiencias, Terry avanzaba poco a poco, no quería asustarla, se había dado cuenta de que algo no encajaba, había una barrera que no le permitía ir más allá, si bien seguía siendo una chica risueña y bondadosa, había algo más que no lograba dilucidar todavía, le estaba impacientando, le quemaban las manos por abrazarla, por decirle que no la había olvidado, que todavía la amaba, que nunca dejo de hacerlo, pero ella no le permitía cruzar la línea más allá de la amistad.
El mes de noviembre llegó, tras mes y medio de pláticas, paseos e intentos fallidos por acercarse, jugó su última carta, ella regresaba a Chicago a pasar las fiestas con su familia, se lo había dicho, él hizo arreglos para regresar también, pero quería hacerlo con ella.
-Candy, llego esto hoy- señalo Dorothy la mesita del recibidor- creo que ya sabes de quien será
La rubia suspiró profundamente, Terry no quitaba el dedo del renglón, se había dado cuenta de sus intenciones, pero era imposible darle algo más que su amistad, cada que lo veía, sentía las mariposas de su estómago revolotear, si antes era un chico guapo, se había convertido en un hombre sumamente atractivo, su ojos parecían leerle el alma cuando la miraba, su voz profunda la hipnotizaba al hablar, lo quería tanto, pero tenía miedo, si llegaba a enterarse de “eso”, no lo soportaría, era momento de hacerle notar que ella solo sería su amiga, aunque le partiera el alma no poder darle todo el amor que tenía únicamente para él.
Candy miro la carta que estaba en la mesita junto con un narciso, vio el remitente “Hogar de Pony”, ¿Por qué Terry iba enviar una carta a sus madres?, la abrió y lo que leyó en ella la paralizó:
Querida Candy:
¿Cómo estás?
Ha pasado un año desde entonces…pasado ese tiempo, había prometido escribirte, pero luego, por mi indecisión, he dejado pasar seis meses más.
Sin embargo, me he armado de valor y he decidido enviarte esta carta.
Para mí, nada ha cambiado.
No sé si llegaras a leer estas palabras, pero quería que lo supieras
T.G.
Candy apretó la carta contra su pecho, un audible sollozo rompiendo el silencio del lugar, ¡no podía ser posible!, no ahora, subió corriendo las escaleras, paso junto a Dorothy sin darse cuenta, debido a las lágrimas que nublaban su vista
- ¡Candy!, ¿Qué paso?, ¡Candy por dios! - Dorothy subió tras ella, pero la rubia era más rápida, cuando llego a su habitación, cerró la puerta con llave, la mucama solamente escuchaba el llanto amargo, golpeaba insistente, llamándola, pero no obtenía respuesta, Jacob que escucho los gritos de la mucama subió a ver qué había pasado
-Señorita Candy, ¿Qué tiene?, ¿podemos ayudarle en algo? -tanto la mucama como el chofer insistían en llamar a su patrona, pero ella solo lloraba y lloraba, estaban desesperándose, ¿Qué más podrían hacer ellos?, en eso estaban cuando escucharon el llamado de la puerta, Dorothy acudió y se encontró con Terrence Granchester
- ¡Señor Granchester!, ¡gracias a dios!
- ¿Qué pasa Dorothy?
-Es la señorita Candy, no sé qué le pasa, llego hace un rato y después de leer la carta que usted le envió, subió llorando a su cuarto, no nos deja pasar, estamos asustados
-Voy a verla, indíqueme el camino por favor- pidió el castaño sintiéndose culpable del estado anímico de Candy
-Candice- le llamo el joven desde la puerta de la recamara, solamente se escuchaban los sollozos de la rubia-Candy abre por favor, ¿Qué tienes? -por más que insistían Candy no respondía, - si no abres, voy a tirar la puerta!, ¡Candice!, ¡maldita sea!, ¡háganse a un lado!
- ¡Señor Granchester!, ¿Qué va a hacer?
-Ya que no abre, abriré yo
-Pero… voy por la llave
-No esperaré un minuto más- tomando impulso el castaño abrió la puerta de una patada, entro desesperado buscando a Candy, la encontró en la cama, abrazando sus rodillas, llorando con angustia, tal y como la había visto aquella vez en nueva york- prepárele un té por favor- solicito el castaño acercándose a la cama.
-Candy- le llamo suavemente- Candy, por favor háblame, ¿qué te pasa? - el joven se sentó en la orilla de la cama, poso su mano en el hombro de la rubia para que ella lo mirara. Por instinto la rubia se encogió más todavía al sentir el contacto, levantó la cara, unos hermosos ojos zafiros la miraban con angustia, levanto la mano con la que sostenía la carta de Terry mostrándosela, el moreno palideció, comprendió el motivo del llanto amargo de Candy, pensó lo peor sintió su corazón romperse-Entiendo, perdóname, no quise…
-No entiendes… yo…no puedo…
- ¿Qué no puedes?, ¡háblame!, ¿qué es lo que te sucede?
-No puedes… no debes, yo no lo merezco
- ¿Por qué?
¡Porque no!
- ¡Ya basta Candy!, si no me das una buena razón, te juro que iré hasta el mismo infierno para averiguar qué demonios te pasa- estaba desesperado, enojado, a punto de cometer una locura
- ¡déjame!, ¡no quiero hablar contigo!, ¡vete!, ¡sigue con tu vida!, no vuelvas a buscarme
-Se perfectamente que todavía hay algo entre nosotros, no intentes negarlo- el castaño la tomó de los hombros mirándola fijamente, sus ojos oscurecidos de rabia y dolor, lleno de determinación y completamente furioso ante la negativa de la rubia, le hablo con voz firme- o me dices que es lo que te pasa, o en este instante te cargare sobre mis hombros, te llevare a casa de mi padre y no te dejare ir hasta que me digas o hasta que Albert vaya por ti
- ¡Terry!, no serias capaz-, Candy lo miro atónita
-Por supuesto que si señorita pecas-afirmo el castaño arqueando la ceja y acercando peligrosamente su cara a la de ella
La rubia no tenía escapatoria, estaba presa en sus manos que la sujetaban firmemente, se quedó inmóvil ante su cercanía, su aliento fresco la invadió, estaba perdida, bajo la vista a los labios de Terry, por instinto cerro los ojos, él se dio cuenta y sonrió triunfante, con suavidad poso sus labios sobre los de ella.
Cuando los labios de Terry se posaron en los suyos, por un momento se olvidó de todo y de todos, era un beso suave, tierno, lleno de amor y anhelo, un beso esperado por tanto tiempo, se perdieron en el dulce sabor de sus bocas, el castaño le soltó los brazos, le tomo la cara, acariciaba sus mejillas con los pulgares, quería demostrarle todo el amor que sentía por ella, la rubia se dejó llevar por la emoción de ese beso lleno de amor, correspondió con igual vehemencia, cuando él la soltó, se aferró a su saco cual naufrago a un salvavidas, se sintió flotar, un calor abrazador invadiendo su cuerpo, estaban perdidos uno en los labios del otro, probándose, amándose, entregando su alma en un solo beso, era como un sueño, ahí, en la habitación de Candy, en Londres donde todo comenzó, pero como todos los sueños, en algún momento despiertas y la realidad te golpea.
Poco a poco se fueron separando, todavía con los ojos cerrados y el rostro de la rubia entre sus manos, el castaño poso su frente con la de ella.
-Déjame quererte pecas, no te resistas, déjame cuidar de ti- La rubia derramaba gruesas lágrimas al escuchar su ruego, era demasiado para ella, lo amaba tanto, le dolía en demasía su sufrimiento, el joven le levanto el rostro sonrojado al sentir sus lágrimas
-Dímelo, no importa lo que sea, solo dímelo para entender de una buena vez lo que te sucede-mientras le hablaba, le limpiaba las lágrimas
-No puedo aceptar esto- dijo la chica mostrándole la carta- no soy digna de que nadie me quiera, menos tú.
- ¿A qué te refieres con eso? - inquirió el joven tomándola de nuevo por los brazos- no conozco a nadie más digno y bondadoso que tú, ¿Qué o quién te hace creer que no eres digna de ser amada?
-Terry- hablo quedamente la rubia- te voy a contar algo que me duele en el alma, quiero tu promesa de que cuando te lo diga me dejaras, ¿lo prometes?
-No, no puedo prometerte algo así, ¡nunca!, dime lo que sea, te ayudare a superarlo, como ya lo he hecho antes, ¿te acuerdas? - le dijo rememorando aquella vez en escocia, cuando la obligo a subir al caballo
-Esto no es lo mismo
-Solamente dímelo
La chica suspiro profundamente, sin pensarlo por más tiempo le dijo aquello que desgracio su vida y la hizo huir de américa.
-Hace un poco más de dos años fui atacada
-Atacada ¿Cómo?, te refieres a que… ¿alguien te forzó? - el castaño se levantó de golpe de la cama donde permanecía sentado junto a Candy, que de nuevo se acurruco abrazando sus rodillas- ¿Quién fue?, ¿Dónde? - el castaño sentía la sangre hervir de rabia y dolor
-Fue la primavera de hace dos años, el día de la boda de Annie
- ¿Quién fue el maldito bastardo que se atrevió a ponerte las manos encima? - el castaño apretaba los puños con tal fuerza que los nudillos estaba blancos, comenzó a caminar de un lado a otro de la recamara, parecía un toro a punto de atacar, ella ya no tenía fuerzas, las palabras salían sin pensar
-Fuer Archie
-Archie? - Terry se volvió a mirarla incrédulo- me estás diciendo, que Archie te forzó ¿el día de su boda con Annie?
-Sí, él estaba borracho, la fiesta estaba por terminar y Paty y yo fuimos a revisar la habitación que ellos ocuparían para su noche de bodas, cuando regresábamos, yo entre al cuarto que era de Anthony, me sentía triste porque yo…sabía que nunca podría casarme como Annie lo hizo, y al día siguiente yo partía a Nueva York para el curso, estaba viendo el jardín desde la ventana cuando Archie entro, se escondía de la tía abuela porque estaba bastante bebido, solamente cruzamos unas palabras, él se tropezó y cayó al piso, intenté ayudarle, también caí y de un momento a otro estaba sobre mí, no me escuchaba, estaba como ido, ni siquiera sé si se acuerda de lo que paso, te juro que trate de detenerlo pero en el forcejeo me golpee la cabeza, quede inconsciente y…no pude hacer nada mas
- ¡Voy a matarlo!
- ¡NO! - la rubia se levantó de un brinco al escuchar la amenaza, no quería que él se manchara las manos, menos por culpa de ella- él no lo vale
-Y ¿Albert?, ¿lo sabe?, ¿no hizo nada?
-Él no lo sabe
- ¿Cómo?, ¿entonces ese infeliz esta como si nada?
-No lo sé, tampoco me interesa saber, ya estoy bien y no quiero saber nada, aquí he encontrado paz, nuevos amigos, una vida nueva
-Por eso cuando te vi en Nueva York estabas tan delgada, con esa mirada triste, por eso te pusiste tan mal cuando nos encontramos en el parque, la señora Smith me dijo que no era la primera vez, era por eso
- ¿Cómo?, ¿Cuándo hablaste con ella?, ¿Qué te contó?
-Esa noche que te lleve a tu departamento me lo dijo, no era la primera crisis que tenías -el moreno le tomo las manos y le hablo suavemente- ¿Por qué no me lo dijiste entonces?
-No tenía caso Terry, lo hecho, hecho estaba, y tú…pues estaba Susana y yo ya tenía todo listo para venir aquí
-Candy…lo hubiera dejado todo por ti
-Lo sé, pero tenías un deber que cumplir
-Ese maldito debe pagar por lo que te hizo, debes decirle a Albert
-Lo haré, regresare a Chicago ¿recuerdas?
-Regresaré contigo
- ¡No!, tu estas aquí para convivir con tu padre, yo.. yo no…
-No te dejare ir sola, no importa lo que digas, entiende que no tienes la culpa, yo… te amo Candice, y no me importa lo que haya pasado, te amo a ti- el joven la tomo en sus brazos para demostrarle con hechos el amor que le tenía y que no iba a cambiar por nada ni por nadie, ella se dejó hacer, llorando, ahora de alivio, por fin había escuchado esas palabras tan esperadas, apenas podía creer que él la aceptara, ahora junto a él libraría una nueva contienda, juntos.
Después de una larga ausencia, Candice White, estaba de regreso en América, lista para enfrentarse a sus demonios, el principal de ellos Archibald Cornwell, estaba lista y decidida, desde la cubierta del barco veía como poco a poco se acercaban al puerto de Nueva York, esta vez además de su fiel compañero Jacob Walker, que se convirtió en más que un guardaespaldas, en un padre, Dorothy quien fue enviada a Londres por Albert poco después que ella se estableció, para que no estuviera sola, y también, junto a ella, tomándola de la mano se encontraba su futuro esposo, Terry Granchester, que por azares del destino y después de una serie de encuentros y desencuentros a lo largo de los años hoy estaba con ella acompañándola