Lo que salió
A la espera
-Estas aquí…
-Tú tambie…
-Entonces, si tú, yo…nosoros…
-Evidentemente, amigo.
Ni hacia falta preguntar que había sido de la vida del otro ya que los medios se encargaban de enterar a todo el mundo: uno había sido el heredero del ducado cuando, por peripecias de la vida, ninguno de sus hermanos varones habían aceptado para saltar al mundo cual trotamundos, y el otro, asumió su responsabilidad para con su familia. Aunque sus vidas no habían sido tan perfectas, al menos no eran miserables en su soltería.
-No has sabido nada de…?
-…-una negación de cabeza fue la afirmación de lo que el castaño ya se imaginaba.
-Pero han pasado más de un año desde la última vez.
-Entiende que ella no quiere hablar, no quiere saber nada de nosotros.
-Pero tenemos derecho de saber al menos.
-Es que ni ella misma está segura.
-Hicimos mal, Albert, fue un absurdo el haber propuesto aquello.
-No lo creo, tan solo le ofrecimos una solución a su problema.
El rubio lanzó aquellas palabras sin el menor tono de culpabilidad.
-Exactamente.
-No puedo creer que sea tan orgullosa.
-Siempre lo ha sido.
Una risotada.
-Nunca va a aprender esa niña malcriada.
-Es increíble lo orgullosa que es, prefiere dejarse morir antes de aceptar nuestra ayuda.
-Recuerda que aun no ha dado respuesta.
-Me basta con su silencio.
-…A mi no.
-Ay Terry, es mejor que ya ni le demos vuelta al asunto: si ella no quiere, no quiere Y YA ESTA.
-Tienes razón.
Ambos habían entrado a aquel pequeño cubículo el cual, hace años, habia sido el lugar de reuniones de los tres. Este no habia cambiado en nada: aun tenia ese marcado color a mugre y ese pequeño castre, hasta la mesilla y sus particulares asientos aún se encontraban allí, todo estaba en su sitio tal y como lo habían dejado la última vez, era como si el tiempo no hubiera pasado por allí.
Las sonrisas y miradas ladinas no se hicieron esperar mientras que el silencio parecía ser ahora el protagonista. A la espera de que esa muchachita llegara, ambos continuaron su recorrido por el lugar sin aun dirigirse la palabra; no era que estuvieran enemistado, solo que ya no tenían nada nuevo que dirigirse el uno al otro porque sus reuniones, aunque bien eran bimestrales y que todas sus vidas salían prácticamente diarias en los medios, no le daban oportunidad a las buenas o malas nuevas.
El tiempo continuaba pasando y ambos hombres continuaba con sus respectivas tareas para hacer de la espera un poco mas llevadera; hacia frio, pero no importaba, seguirían allí hasta que la paciencia o el tiempo acordado se acabara.
-Al parecer una vez mas lo ha hecho.
-Claro que si.-una ironica sonrisa con un deje melancolico se clavó en los labios de ambos hombres.
-Ya es tiempo de que renunciemos a este absurdo y que comprendamos de que ella no quiere nada que tenga que ver con nosotros.
Esas eran las palabras que siempre salían de sus bocas cuando eso sucedia y siempre terminaban regresando Era ironico que ninguno de los dos pudieran haber convecido a aquella irreverente muchachita de que aceptara su ayuda para devolverla a su tierra natal y que abandonara la supuesta promesa que le habia hecho a un hombre que nada mas le habia traído desgracia a ella.
El hombre era un completo ogro, un cavernícola que no valoraba al tesoro que tenia a su lado. Era cierto que estaba enfermo, arruinado económica y socialmente, pero eso no eran excusas para que maltratara de esa manera a Candice y que Candice se dejara ser solo porque decía que el hombre era un alma en incomprendida; que ella no le haría lo mismo que la familia de este.
Desde esa conversación, ya habia pasado año y medio y ambos hombres le habían dicho que cada 15 de cada cierto mes, la esperarían en aquel lugar.
-“Perderan su tiempo, yo no pienso irme de la Inglaterra, al menos no me iré hasta cambiar el alma negra de Francisco”
Y, cada uno en sus recuerdos, se marcharon de aquel lugar con la esperanza latente de que ella cambiaria de opinión algun dia.