Hoy parado frente a este gran espejo, observando mi reflejo; veo el hombre en que me he convertido, gracias a las personas que siempre tuve la fortuna de estar rodeado; como la señorita Pony y la Hermana María, mis dos madres bondadosas que me enseñaron, el amor al prójimo, la bondad, la humildad y sobre todo lo que es sentirse amado, a pesar de las circunstancias de ser un chico huérfano.
Gracias a ellas y al hogar tuve la fortuna de tener muchos hermanos de crianza, dos hermanas especiales y sobre todo para mi, puesto que yo puse sobre aviso a mis madres del llanto de esas bebés abandonadas a las afueras del hogar, en una fría noche de tormenta invernal.
Recuerdo que me daba curiosidad ver a esas pequeñas bebes, dormidas frente a la chimenea, tanto así que decidí quitar a una de ellas su chupete; pero no lo hice por maldad solo que quería verle los ojos y lo único que logré fue terminar llorando los tres.
Con el pasar de los años, esas dos chiquillas y yo pasamos, un sin fin de aventuras, juegos, peleas y reconciliaciones.
Aún recuerdo ese tercer domingo del mes de marzo, cuando el hogar tenía la visita de personas que deseaban adoptar a uno de los niños como su hijo; Candy y Annie decidieron portarse mal y dejar en mal al hogar, como consecuencia recibieron una reprimenda de la señorita Pony.
Después de eso pasaron cuatro años más y festejamos el décimo cumpleaños de mis hermanas, la señorita Pony les informo que yo sería adoptado por un granjero rico en primavera, eso originó una pelea más entre Candy y yo, aunque ahora que lo pienso; tal vez era su forma de decirme; que me extrañaría y no de que estuviera celosa como yo se lo hice saber.
Esa noche; yo practicaba como lazar y aún me fallaba, recuerdo que la entrometida de Candy salió a decirme que así jamás sería un buen vaquero, pero que si quería ella podría enseñarme; a lo cual le contesté molesto que se callara y la empujé cuando trato de tomar el sombrero que mi nuevo padre me había regalado, nunca había visto llorar tanto a Candy como esa noche.
Por fin llego la primavera, y era la hora de despedirme de todos y partir hacia mi nuevo hogar, mi padre les aseguro a mis madres que haría de mi un buen vaquero; al pedirme el que dijera algo a mis madres; no supe que decir y mi padre me dio tremenda bofetada, a lo cual Candy salió en mi defensa pidiéndome no me fuera con alguien que me golpeara.
Claro que si me pude despedir de ellas y agradecí todo lo que hicieron por mi; durante diez años y les prometí que se sentirían orgullosas de mi.
Candy y Annie corrieron a despedirme a la colina de Pony, jamás olvidaré ese detalle que tuvieron conmigo; como las extrañaría derrame unas cuantas lágrimas y el abrazo protector de mi padre me reconfortó, ahí supe que ese hombre de modales toscos, sería el más amoroso y protector de los padres.
No volví a ver a Annie hasta años después , pero a Candy la vi, dos años después en una gigantesca casa en Lakewood, propiedad de una familia de renombre que la adoptó, conocí a sus primos, conviví un poco más con Anthony, un chico con apariencia de querubín; pero que demostró ser todo lo contrario a su remilgada familia, lo enseñe a partir leña, ordeñar; todo lo que un vaquero debe saber hacer y además de participar en un rodeo; vaya que ese chico era excepcional, me dolió saber, de su muerte.
Después de eso Candy y yo perdimos contacto; hasta unos años después, cuando yo llegaba al hogar de Pony en busca del Sr Matthew el cartero, para que me regresara, la invitación que mi padre les había mandado, con respecto a mi compromiso y del cual yo no estaba de acuerdo, ya que mi padre no consideró mis sentimientos, ni mi aprobación y fue solo un acuerdo entre los padres; así que Candy se ofreció para hablar con él; gracias a su intervención pudimos convencerlo y saber la verdadera razón por la cual mi padre quería casarme; se había empezado a sentir mal y temía por su vida y dejarme solo de nuevo.
Con la ayuda de Candy logré que fuéramos al hospital donde ella estudiaba; gracias a Dios mi padre no tenía nada grave, solo que evitara hacer trabajos pesados.
Desde entonces yo me he hecho cargo de la granja, para evitarle a mi padre problemas de salud; también me mantengo al tanto de las necesidades que puedan tener en el hogar; así qué tanto Jimmy como yo ayudamos, a nuestras madres en todo lo que puedan; necesitar los niños.
También estamos al pendiente de la salud de la señorita Pony, pues ya es mayor; contamos también con la ayuda del señor Albert ahora que todos, sabemos que en realidad es el padre adoptivo de Candy; le ha hecho varías mejoras al hogar.
Candy había vuelto al hogar; después de ser despedida y problemas que se suscitaron con unos parientes desagradables y su triste separación que tuvo de ese chico del cual esta enamorada.
Fue entonces que volvimos, ha afianzar nuestros lazos; de hermanos que durante muchos años, dejamos a la deriva; nos dimos la oportunidad de ponernos al tanto de todo lo que vivimos durante este tiempo que dejamos de vernos.
Una tarde que Candy y yo estábamos recostados en la colina viendo; el cielo azul, le cuestioné en qué momento dejamos de ser unos chiquillos revoltosos; ella me contestó, - no sé tú Tom pero yo sigo siendo revoltosa, reímos los dos.
Después de esa tarde, Candy y yo tratamos de sincronizar nuestros tiempos, para por unas horas dejar de ser adultos y comportarnos como los chiquillos que solíamos ser; espero pronto Candy sane su corazón y encuentre la felicidad que le arrebato esa chica, espero yo también la encuentre y como siempre dice la señorita Pony, no sabemos lo que nos espera a vuelta de la esquina.
Oigo que alguien grita mi nombre; es Candy quien me saca de todos mis recuerdos hasta el día de hoy vividos, -date prisa me dice, ¿no olvidaste el pícnic verdad? -no, enseguida voy le respondo; me miro una última vez al espejo y me digo; gracias por convertirte en la mejor versión de ti, tomo mi sombrero y salgo a mi encuentro con Candy.
Fin
Esmeralda Graham
Gracias a ellas y al hogar tuve la fortuna de tener muchos hermanos de crianza, dos hermanas especiales y sobre todo para mi, puesto que yo puse sobre aviso a mis madres del llanto de esas bebés abandonadas a las afueras del hogar, en una fría noche de tormenta invernal.
Recuerdo que me daba curiosidad ver a esas pequeñas bebes, dormidas frente a la chimenea, tanto así que decidí quitar a una de ellas su chupete; pero no lo hice por maldad solo que quería verle los ojos y lo único que logré fue terminar llorando los tres.
Con el pasar de los años, esas dos chiquillas y yo pasamos, un sin fin de aventuras, juegos, peleas y reconciliaciones.
Aún recuerdo ese tercer domingo del mes de marzo, cuando el hogar tenía la visita de personas que deseaban adoptar a uno de los niños como su hijo; Candy y Annie decidieron portarse mal y dejar en mal al hogar, como consecuencia recibieron una reprimenda de la señorita Pony.
Después de eso pasaron cuatro años más y festejamos el décimo cumpleaños de mis hermanas, la señorita Pony les informo que yo sería adoptado por un granjero rico en primavera, eso originó una pelea más entre Candy y yo, aunque ahora que lo pienso; tal vez era su forma de decirme; que me extrañaría y no de que estuviera celosa como yo se lo hice saber.
Esa noche; yo practicaba como lazar y aún me fallaba, recuerdo que la entrometida de Candy salió a decirme que así jamás sería un buen vaquero, pero que si quería ella podría enseñarme; a lo cual le contesté molesto que se callara y la empujé cuando trato de tomar el sombrero que mi nuevo padre me había regalado, nunca había visto llorar tanto a Candy como esa noche.
Por fin llego la primavera, y era la hora de despedirme de todos y partir hacia mi nuevo hogar, mi padre les aseguro a mis madres que haría de mi un buen vaquero; al pedirme el que dijera algo a mis madres; no supe que decir y mi padre me dio tremenda bofetada, a lo cual Candy salió en mi defensa pidiéndome no me fuera con alguien que me golpeara.
Claro que si me pude despedir de ellas y agradecí todo lo que hicieron por mi; durante diez años y les prometí que se sentirían orgullosas de mi.
Candy y Annie corrieron a despedirme a la colina de Pony, jamás olvidaré ese detalle que tuvieron conmigo; como las extrañaría derrame unas cuantas lágrimas y el abrazo protector de mi padre me reconfortó, ahí supe que ese hombre de modales toscos, sería el más amoroso y protector de los padres.
No volví a ver a Annie hasta años después , pero a Candy la vi, dos años después en una gigantesca casa en Lakewood, propiedad de una familia de renombre que la adoptó, conocí a sus primos, conviví un poco más con Anthony, un chico con apariencia de querubín; pero que demostró ser todo lo contrario a su remilgada familia, lo enseñe a partir leña, ordeñar; todo lo que un vaquero debe saber hacer y además de participar en un rodeo; vaya que ese chico era excepcional, me dolió saber, de su muerte.
Después de eso Candy y yo perdimos contacto; hasta unos años después, cuando yo llegaba al hogar de Pony en busca del Sr Matthew el cartero, para que me regresara, la invitación que mi padre les había mandado, con respecto a mi compromiso y del cual yo no estaba de acuerdo, ya que mi padre no consideró mis sentimientos, ni mi aprobación y fue solo un acuerdo entre los padres; así que Candy se ofreció para hablar con él; gracias a su intervención pudimos convencerlo y saber la verdadera razón por la cual mi padre quería casarme; se había empezado a sentir mal y temía por su vida y dejarme solo de nuevo.
Con la ayuda de Candy logré que fuéramos al hospital donde ella estudiaba; gracias a Dios mi padre no tenía nada grave, solo que evitara hacer trabajos pesados.
Desde entonces yo me he hecho cargo de la granja, para evitarle a mi padre problemas de salud; también me mantengo al tanto de las necesidades que puedan tener en el hogar; así qué tanto Jimmy como yo ayudamos, a nuestras madres en todo lo que puedan; necesitar los niños.
También estamos al pendiente de la salud de la señorita Pony, pues ya es mayor; contamos también con la ayuda del señor Albert ahora que todos, sabemos que en realidad es el padre adoptivo de Candy; le ha hecho varías mejoras al hogar.
Candy había vuelto al hogar; después de ser despedida y problemas que se suscitaron con unos parientes desagradables y su triste separación que tuvo de ese chico del cual esta enamorada.
Fue entonces que volvimos, ha afianzar nuestros lazos; de hermanos que durante muchos años, dejamos a la deriva; nos dimos la oportunidad de ponernos al tanto de todo lo que vivimos durante este tiempo que dejamos de vernos.
Una tarde que Candy y yo estábamos recostados en la colina viendo; el cielo azul, le cuestioné en qué momento dejamos de ser unos chiquillos revoltosos; ella me contestó, - no sé tú Tom pero yo sigo siendo revoltosa, reímos los dos.
Después de esa tarde, Candy y yo tratamos de sincronizar nuestros tiempos, para por unas horas dejar de ser adultos y comportarnos como los chiquillos que solíamos ser; espero pronto Candy sane su corazón y encuentre la felicidad que le arrebato esa chica, espero yo también la encuentre y como siempre dice la señorita Pony, no sabemos lo que nos espera a vuelta de la esquina.
Oigo que alguien grita mi nombre; es Candy quien me saca de todos mis recuerdos hasta el día de hoy vividos, -date prisa me dice, ¿no olvidaste el pícnic verdad? -no, enseguida voy le respondo; me miro una última vez al espejo y me digo; gracias por convertirte en la mejor versión de ti, tomo mi sombrero y salgo a mi encuentro con Candy.
Fin
Esmeralda Graham
Última edición por Esmeraldagraham el Mar Sep 24, 2019 12:45 pm, editado 1 vez