Capítulo II
De visita
De visita
El camino era cercano, lo que lo dificultaba era el paso del rio, pero Fred tuvo que rodear el paso tradicional por el rio debido a que la hermana maría no estaba muy acostumbrada a entrar en caballo, ya era la hora de la merienda en la casa de campo de los Brighter por lo que Candy y Annie se encontraban despiertas aún.
- Señor Brighter, platíqueme, ¿usted nació rico? – cuestionó Candy sin ningún remordimiento.
- Bueno, no, mi padre era de familia acomodada pero no rico, ¿por qué la pregunta Candy? – preguntó con curiosidad el señor Brighter.
- Porque veo que usted tiene cosas bonitas y muchos caballos – refiere Candy atenta.
- ¿Tienes mascotas, Candy? – pregunta el señor Brighter.
- No, bueno sólo un coatí, pero no es sólo mío, también es de los demás niños, es el consentido de Annie… - dijo ella como si estuviese contando una historia.
- Y ¿qué tal se porta? – cuestionó el señor Brighter cuando lo explicaba.
- ¡Como un bribón! – resopla Candy.
- ¡Es muy lindo! Candy ha querido tener más mascotas, pero la Señorita Ponny no la deja, como nosotros no tenemos mamá ni papá ha querido reunir siempre a los que encuentra solos – confiesa Annie sonriendo ante el sonrojo de Candy.
- Y ¿cómo es eso Annie? – pregunta la señora Brighter.
- Sí, una vez la mamá gallina se había ido a dormir en el corral y sus pollitos comían afuera del corral entonces Candy amarró los cuellos de cada pollito al cuello de su mamá y los pollitos lloraban desesperados hasta la hermana María se dio cuenta y retaron a Candy – comenzó Annie a contar.
- Es que los pollitos podrían perder a su mamá, no quería que eso pasara porque se iban a sentir solitos – confesó Candy. ¡Annie se oyen caballos! – exclamó Candy sonriente y yendo a asomarse por la ventana.
- Yo no escucho nada… - responde Annie mirando con ensoñación a la señora Brighter.
- Ay Annie, ¿qué voy hacer contigo? – pregunta Candy como en reclamo.
- ¡Yo no oigo nada! – resuelve diciéndole a Candy, desesperada.
- Señor – se acerca Casey.
- Si Casey – responde el señor Brighter prestándole poca atención, las ocurrencias de Candy lo tenían encantado.
- Fred ya llegó, hago pasar a su visita – pregunto casi en un susurro.
- Sí Casey, por favor – accede apenas levantando la vista.
- ¡Te dije que eran caballos, Annie! – resuelve Candy.
- Es una carreta de hecho, Candy – Annie divisa que alguien es ayudada a bajar del carruaje.
- Buenas noches – saluda la visita.
- ¡Hermana María! – ambas gritan y corren a abrazar a la hermana María que las recibe con emoción.
- ¡Candy! ¡Annie! ¿Por qué no avisaron que iban a salir? – les pregunta la monja en cuestión.
- Porque no nos hubieran dejado – confesaron tajantes y mirando hacia el piso.
- Queríamos compartir un ratito juntas, cerca del río – confiesa Candy, viendo sus deditos.
- Para la otra avisen, niñas. Imagínense si les hubiese pasado algo, ¿qué cuentas le doy a la señorita Ponny? – cuestiona preocupada a la hermana María.
- ¡O a nuestros papás! - suelta Candy.
- Candy no tenemos padres… - la jala Annie para decirle lo que ya todos saben.
- Aún no, pero algún día los tendremos, te imaginas Annie, sabe usted, no le puedo presentar a Candy porque a esa niña se nos perdió en el bosque cuando jugaban cerca del río – informó Candy haciendo una metáfora.
- Basta Candy, nunca digas eso, por eso hay que estarte vigilando para que eso no pase nunca – confiesa la hermana inquieta y el señor Brighter sonríe por lo bajo. Además, se no hablaría bien del Hogar de Ponny, Candy, ¡nunca vuelvas a decir eso! – termina por retarla.
- Lo siento hermana María, me disculpa, no quise decirlo de esa forma – Candy sin poder con el regaño suelta una lágrima.
- No Candy, solo que debes tener mas cuidado con lo que dices – era hora de consolarla. Anda, ve con Casey y pórtate bien –
- Si hermana María, permiso – dijo Candy, tomando la mano de Casey y después subiendo con ella y Annie a la habitación designada por los señores Brighter.
Pero antes…
- Casey – el señor Brighter llama a la mucama.
- Sí señor – y ella se aparece rápidamente.
- Llévate a las niñas a su habitación – le pide y ella accede tomándola de las manos para comenzar a subir por las escaleras.
- Quieren algo de leche y galletas – ofrece Casey cuando ya van a media escalera.
- ¡Sí galletas! ¡Vamos Annie! – las niñas van subiendo las escaleras de dos en dos.
- Espera Candy, no corras – le llama la atención la Hermana María, quedándose en un escalón, esperando a Casey.
- Lo siento, hermana María – lo que produce una risita inocente de Annie.
- Yo las acompaño – se animó la señora Brighter, tomando la mano de Annie y así subieron.
- Gracias, señora Brighter – la hermana le dijo con bastante tardanza a la matrona de la casa.
- Vamos niñas – las apuró Casey.
- Hermana María, me permite – le preguntó ella a la hermana en cuestión, dándole el paso hacia la biblioteca.
- Sí señor Brighter, lo sigo – respondió la hermana, la situación había cambiado desde ese momento.
- Siéntese usted hermana, ¿quiere tomar algo? – le preguntó esperando pacientemente.
- Un poco de agua, le pido disculpas por el comentario de Candy, ella no quiso ser impertinente – refiere la hermana María.
- No se preocupe y créame, Candy me gusta demasiado, ella es como mi esposa, así que sí, me ha llamado la atención. Bien, he encontrado a Annie y Candy cerca del lago, parecía que jugaban en este y otro poco y sucede algo que tendríamos que lamentar – advierte el señor Brighter.
- Espero que todo haya salido bien, Candy es muy impetuosa, lo lamento tanto – la hermana no dejaba de pedir disculpas.
- Lo sé hermana María y precisamente de ella es de quién quiero hablarle, mi hija, murió hace algunos años y Candy es muy despierta, por lo que quiero conocerla un poco más, quizás con el tiempo, adoptarla – le habla sinceramente el señor Brighter.
- ¿De verdad? - exclamó la hermana María muy emocionada.
- ¿Está sorprendida, hermana? Quiero que sepa que ella será muy bien atendida y si desconfía de nosotros podría quedarse usted unos días, para que veamos cómo va este asunto – refiere el señor Brighter.
- Sí bueno, pero Annie no podría quedarse, tendría que llevarla para que el desapego no sea tan duro – dijo la hermana María, pensando rápido.
- Sí lo comprendo, de hecho, Casey y Fred podrían llevarla al Hogar de Ponny si usted gusta – el señor Brighter comenzó a pensar rápido y dar soluciones.
- Bueno, sí, pero no he traído ropa para cambiarme, será mejor que la lleve y después venga con equipaje, digo si no le molesta, además podría irme más temprano para que no ocasione un problema – resuelve la hermana María de pronto.
- No hay problema con ello hermana María, le avisaré a Fred para que la acompañe, gracias – le agradece levantándose cuando la hermana María hizo lo mismo.
- A usted señor Brighter, con permiso – ella se despide sacándole una sonrisa a la hermana.
- Fred – al salir de la biblioteca, llamó a Fred.
- Sí señor – él acudió rápidamente cuando fue llamado.
- Mañana a primera hora la hermana María y la señorita Annie saldrán rumbo al Hogar de Ponny, puedes acompañarlas, sobre todo para cargar a Annie.
- Sí señor como usted me lo ordene – respondió Fred con tono servicial.
- Gracias Fred, puedes retirarte. Casey, las niñas ya se durmieron – preguntó cuando vio que bajaba la mucama.
- No señor y creo que será difícil, Candy es muy animada – refiere Casey riéndose.
- Lo sé Casey, mi esposa ¿ya se retiró a su habitación? – cuestionó el señor Brighter.
- Sí señor, creo que fue mucho para ella, dice que lo esperaba – le informó Casey.
- Casey, la hermana María ¿no te pidió algo para la merienda? – preguntó el señor Brighter.
- Le llevaré algo de comer, señor – respondió afirmativamente.
- Bien Casey, buenas noches – se despidió el señor Brighter subiendo a su habitación.
- Buenas noches señor Brighter – se despidió Casey dirigiéndose a la cocina.
Toc toc
- Adelante, se va a quedar la hermana María, supongo – comentó la señora Brighter.
- Sí, sólo que irá a dejar a Annie mañana al hogar de Ponny – refiere su esposo mientras se quitaba el saco y la corbata.
- ¿Por qué a Annie? Pensé que te había gustado Annie y no Candy – comenta su esposa tajante.
- Ella le inyectará vida a esta casa, querida – sonrió viéndola en el espejo, sabía que ella quería a Annie y no a Candy.
- Pero Annie sería más fácil de educar, ¡Candy es una niña problema! – exclama su esposa, preocupada.
- Pero es bastante lista e independiente, a mí me gusta más Candy; Annie es linda, pero extremadamente callada – le dijo en son de queja.
- ¿Qué harás? – quiso saber ella.
- Invité a la hermana María a quedarse unos días y aceptó, pero ella regresará a Annie al Hogar de Ponny para que convivamos más con Candy y que el desapego no sea tan fuerte el día que firme los papeles. La hermana María nos enseñará cómo tratar a Candy en estos días, mañana mismo regresará – le dijo para que lo considerara.
- Bien querido, pero a mí me gusta más Annie – refutó.
- A mí me encantó Candy, no sé, la siento más genuina, quizás es que me estoy dejando llevar, además sé que no querrá a otros papás, nosotros seremos grandes padres – la braza dándole un beso en el hombro.
- Eso lo veremos señor Brighter… - le sonrió besándolo cariñosamente.
Continuará…
- Señor Brighter, platíqueme, ¿usted nació rico? – cuestionó Candy sin ningún remordimiento.
- Bueno, no, mi padre era de familia acomodada pero no rico, ¿por qué la pregunta Candy? – preguntó con curiosidad el señor Brighter.
- Porque veo que usted tiene cosas bonitas y muchos caballos – refiere Candy atenta.
- ¿Tienes mascotas, Candy? – pregunta el señor Brighter.
- No, bueno sólo un coatí, pero no es sólo mío, también es de los demás niños, es el consentido de Annie… - dijo ella como si estuviese contando una historia.
- Y ¿qué tal se porta? – cuestionó el señor Brighter cuando lo explicaba.
- ¡Como un bribón! – resopla Candy.
- ¡Es muy lindo! Candy ha querido tener más mascotas, pero la Señorita Ponny no la deja, como nosotros no tenemos mamá ni papá ha querido reunir siempre a los que encuentra solos – confiesa Annie sonriendo ante el sonrojo de Candy.
- Y ¿cómo es eso Annie? – pregunta la señora Brighter.
- Sí, una vez la mamá gallina se había ido a dormir en el corral y sus pollitos comían afuera del corral entonces Candy amarró los cuellos de cada pollito al cuello de su mamá y los pollitos lloraban desesperados hasta la hermana María se dio cuenta y retaron a Candy – comenzó Annie a contar.
- Es que los pollitos podrían perder a su mamá, no quería que eso pasara porque se iban a sentir solitos – confesó Candy. ¡Annie se oyen caballos! – exclamó Candy sonriente y yendo a asomarse por la ventana.
- Yo no escucho nada… - responde Annie mirando con ensoñación a la señora Brighter.
- Ay Annie, ¿qué voy hacer contigo? – pregunta Candy como en reclamo.
- ¡Yo no oigo nada! – resuelve diciéndole a Candy, desesperada.
- Señor – se acerca Casey.
- Si Casey – responde el señor Brighter prestándole poca atención, las ocurrencias de Candy lo tenían encantado.
- Fred ya llegó, hago pasar a su visita – pregunto casi en un susurro.
- Sí Casey, por favor – accede apenas levantando la vista.
- ¡Te dije que eran caballos, Annie! – resuelve Candy.
- Es una carreta de hecho, Candy – Annie divisa que alguien es ayudada a bajar del carruaje.
- Buenas noches – saluda la visita.
- ¡Hermana María! – ambas gritan y corren a abrazar a la hermana María que las recibe con emoción.
- ¡Candy! ¡Annie! ¿Por qué no avisaron que iban a salir? – les pregunta la monja en cuestión.
- Porque no nos hubieran dejado – confesaron tajantes y mirando hacia el piso.
- Queríamos compartir un ratito juntas, cerca del río – confiesa Candy, viendo sus deditos.
- Para la otra avisen, niñas. Imagínense si les hubiese pasado algo, ¿qué cuentas le doy a la señorita Ponny? – cuestiona preocupada a la hermana María.
- ¡O a nuestros papás! - suelta Candy.
- Candy no tenemos padres… - la jala Annie para decirle lo que ya todos saben.
- Aún no, pero algún día los tendremos, te imaginas Annie, sabe usted, no le puedo presentar a Candy porque a esa niña se nos perdió en el bosque cuando jugaban cerca del río – informó Candy haciendo una metáfora.
- Basta Candy, nunca digas eso, por eso hay que estarte vigilando para que eso no pase nunca – confiesa la hermana inquieta y el señor Brighter sonríe por lo bajo. Además, se no hablaría bien del Hogar de Ponny, Candy, ¡nunca vuelvas a decir eso! – termina por retarla.
- Lo siento hermana María, me disculpa, no quise decirlo de esa forma – Candy sin poder con el regaño suelta una lágrima.
- No Candy, solo que debes tener mas cuidado con lo que dices – era hora de consolarla. Anda, ve con Casey y pórtate bien –
- Si hermana María, permiso – dijo Candy, tomando la mano de Casey y después subiendo con ella y Annie a la habitación designada por los señores Brighter.
Pero antes…
- Casey – el señor Brighter llama a la mucama.
- Sí señor – y ella se aparece rápidamente.
- Llévate a las niñas a su habitación – le pide y ella accede tomándola de las manos para comenzar a subir por las escaleras.
- Quieren algo de leche y galletas – ofrece Casey cuando ya van a media escalera.
- ¡Sí galletas! ¡Vamos Annie! – las niñas van subiendo las escaleras de dos en dos.
- Espera Candy, no corras – le llama la atención la Hermana María, quedándose en un escalón, esperando a Casey.
- Lo siento, hermana María – lo que produce una risita inocente de Annie.
- Yo las acompaño – se animó la señora Brighter, tomando la mano de Annie y así subieron.
- Gracias, señora Brighter – la hermana le dijo con bastante tardanza a la matrona de la casa.
- Vamos niñas – las apuró Casey.
- Hermana María, me permite – le preguntó ella a la hermana en cuestión, dándole el paso hacia la biblioteca.
- Sí señor Brighter, lo sigo – respondió la hermana, la situación había cambiado desde ese momento.
- Siéntese usted hermana, ¿quiere tomar algo? – le preguntó esperando pacientemente.
- Un poco de agua, le pido disculpas por el comentario de Candy, ella no quiso ser impertinente – refiere la hermana María.
- No se preocupe y créame, Candy me gusta demasiado, ella es como mi esposa, así que sí, me ha llamado la atención. Bien, he encontrado a Annie y Candy cerca del lago, parecía que jugaban en este y otro poco y sucede algo que tendríamos que lamentar – advierte el señor Brighter.
- Espero que todo haya salido bien, Candy es muy impetuosa, lo lamento tanto – la hermana no dejaba de pedir disculpas.
- Lo sé hermana María y precisamente de ella es de quién quiero hablarle, mi hija, murió hace algunos años y Candy es muy despierta, por lo que quiero conocerla un poco más, quizás con el tiempo, adoptarla – le habla sinceramente el señor Brighter.
- ¿De verdad? - exclamó la hermana María muy emocionada.
- ¿Está sorprendida, hermana? Quiero que sepa que ella será muy bien atendida y si desconfía de nosotros podría quedarse usted unos días, para que veamos cómo va este asunto – refiere el señor Brighter.
- Sí bueno, pero Annie no podría quedarse, tendría que llevarla para que el desapego no sea tan duro – dijo la hermana María, pensando rápido.
- Sí lo comprendo, de hecho, Casey y Fred podrían llevarla al Hogar de Ponny si usted gusta – el señor Brighter comenzó a pensar rápido y dar soluciones.
- Bueno, sí, pero no he traído ropa para cambiarme, será mejor que la lleve y después venga con equipaje, digo si no le molesta, además podría irme más temprano para que no ocasione un problema – resuelve la hermana María de pronto.
- No hay problema con ello hermana María, le avisaré a Fred para que la acompañe, gracias – le agradece levantándose cuando la hermana María hizo lo mismo.
- A usted señor Brighter, con permiso – ella se despide sacándole una sonrisa a la hermana.
- Fred – al salir de la biblioteca, llamó a Fred.
- Sí señor – él acudió rápidamente cuando fue llamado.
- Mañana a primera hora la hermana María y la señorita Annie saldrán rumbo al Hogar de Ponny, puedes acompañarlas, sobre todo para cargar a Annie.
- Sí señor como usted me lo ordene – respondió Fred con tono servicial.
- Gracias Fred, puedes retirarte. Casey, las niñas ya se durmieron – preguntó cuando vio que bajaba la mucama.
- No señor y creo que será difícil, Candy es muy animada – refiere Casey riéndose.
- Lo sé Casey, mi esposa ¿ya se retiró a su habitación? – cuestionó el señor Brighter.
- Sí señor, creo que fue mucho para ella, dice que lo esperaba – le informó Casey.
- Casey, la hermana María ¿no te pidió algo para la merienda? – preguntó el señor Brighter.
- Le llevaré algo de comer, señor – respondió afirmativamente.
- Bien Casey, buenas noches – se despidió el señor Brighter subiendo a su habitación.
- Buenas noches señor Brighter – se despidió Casey dirigiéndose a la cocina.
Toc toc
- Adelante, se va a quedar la hermana María, supongo – comentó la señora Brighter.
- Sí, sólo que irá a dejar a Annie mañana al hogar de Ponny – refiere su esposo mientras se quitaba el saco y la corbata.
- ¿Por qué a Annie? Pensé que te había gustado Annie y no Candy – comenta su esposa tajante.
- Ella le inyectará vida a esta casa, querida – sonrió viéndola en el espejo, sabía que ella quería a Annie y no a Candy.
- Pero Annie sería más fácil de educar, ¡Candy es una niña problema! – exclama su esposa, preocupada.
- Pero es bastante lista e independiente, a mí me gusta más Candy; Annie es linda, pero extremadamente callada – le dijo en son de queja.
- ¿Qué harás? – quiso saber ella.
- Invité a la hermana María a quedarse unos días y aceptó, pero ella regresará a Annie al Hogar de Ponny para que convivamos más con Candy y que el desapego no sea tan fuerte el día que firme los papeles. La hermana María nos enseñará cómo tratar a Candy en estos días, mañana mismo regresará – le dijo para que lo considerara.
- Bien querido, pero a mí me gusta más Annie – refutó.
- A mí me encantó Candy, no sé, la siento más genuina, quizás es que me estoy dejando llevar, además sé que no querrá a otros papás, nosotros seremos grandes padres – la braza dándole un beso en el hombro.
- Eso lo veremos señor Brighter… - le sonrió besándolo cariñosamente.
Continuará…