Capítulo III
Niña de sociedad
Niña de sociedad
Y al otro día muy temprano, la hermana María se levantó, aseó y salió ya vestida con dirección al hogar de Ponny, pero antes bajó a la cocina donde ya se encontraba Fred para llevarla, la hermana María le pidió que cargara a Annie y que la llevará al carruaje para poder irse pues aún se encontraba durmiendo, dejando a Candy dormir un ratito más.
Mientras la hermana María, Annie y Fred iban en camino al Hogar de Ponny, Candy apenas dando las ocho de la mañana iba despertándose. Se dio cuenta que la hermana María y Annie no se encontraban en sus camas, por lo que decidió bajar en pijama a la cocina, justo cuando la cocinera, Casey y Marco otro ayudante del establo, se encontraban charlando vieron aparecer a Candy.
- ¡Buenos días! – saludó Candy a todos los presentes.
- Buenos días señorita, ¿quiere usted algo? – cuestionaron los sirvientes a Candy cuando la vieron entrar.
- Sí, pensé que la hermana María y Annie se encontraban aquí, usted sabe ¿dónde se encuentran? – preguntó atenta, observándolos a ambos que sus ojos también preguntaban lo mismo.
- No, creo que hoy regresaba al Hogar de Ponny – refirió Casey.
- ¿Se fue sin mí? ¿Por qué se fue sin mí? ¡Me dejó aquí, ya no me quiere! - preguntó Candy y comenzó a ir hacia la puerta de entrada.
- Espere señorita Candy, me promete que se quedara aquí, voy a preguntarle al señor Brighter – la detuvo muy cerca de la puerta.
- Si, te espero Casey – dijo preguntándose mil cosas, tenia que irse, pero le había prometido a Casey esperar ahí donde estaba parada.
Toc, toc
- Un momento – pidió alguien de adentro de la habitación
- Es muy temprano querido – susurró la señora Brighter.
- Ah de haber pasado algo, buenos días Casey – respondió cuando abrió la puerta de su habitación.
- Buenos días señor, puede decirme ¿dónde está la hermana María? Es que la señorita Candy está inconsolable por su ausencia – refiere Casey apenada por haberlo despertado.
- Dame unos minutos Casey, regreso – le dice a su esposa, colocándose bien la bata y las pantuflas para bajar a la planta de abajo.
- ¿Qué sucede? – preguntó su esposa.
- No debemos guardar secretos con la niña, querida, en un momento regreso – dijo el señor Brighter cuando la veía salir. - ¡Hola Candy! ¿Qué pasa? – cuestiona el señor Brighter cuando encontró a Candy llorando a borbotones y en una esquina del recibidor.
- ¡La hermana María no está y Annie también se fue! – se soltó a llorar y abrazó por las piernas al señor Brighter.
- ¡Ah es eso! Candy ven, siéntate aquí – le pide a Candy, tomándola de la mano y dirigiéndola a los dos primeros escalones.
- Annie tenía que regresar al Hogar de Ponny y la hermana María llegará a medio día, no te preocupes, ella va a estar unos días aquí contigo – refiere el señor Brighter tranquilizándola.
- ¿En serio? – lo vio y Candy sintió por primera vez que un enorme dedo le limpiaba las lágrimas que de sus ojos cayeran.
- Muy en serio – respondió el señor Brighter.
- ¡Qué bueno! – trato de sonreír y así se levantó rápidamente.
- ¿A dónde vas? – preguntó el señor Brighter.
- A la cocina, voy a ver que hará Casey de desayunar, seguro que tendrá algo de leche, siempre tomo leche por las mañanas cuando Thom va por ella con el señor Stevenson, si quiere señor Brighter puede regresar a dormir, no volveré a llorar – le prometió sonriendo.
- No creo poder dormir y usted señorita antes vaya a cambiarse, en un momento mandaré a Casey para que te bañe y te cambie porque si no la señora de la casa podría molestarse – le aseguró.
- Bueno, entonces voy a mi habitación, miré que rápido llego hasta allá - comenzando a saltar los escalones de uno a uno hasta que se perdió en su habitación.
- ¡Ay Candy, que alegre estas poniéndolo todo! – exclama el señor Brighter siguiéndola.
- Señor Brighter, por que tardaste tanto, regresa a la cama – le pide a su esposo.
- ¡Imposible! Un torbellino rubio ya anda activa desde temprano, así que nos tocará madrugar, voy a asearme y tengo que vestirme, la mandé a hacer lo mismo, puedes checar como va Casey cuando hagas lo propio – le pide ella.
- Sí querido – aceptó ella perdiéndose en el cuarto de baño.
Tiempo después…
Toc, toc
- Adelante – respondió Casey.
- Candy, ¿cómo estás? – le dijo cuando ella
- Buenos días señora Brighter, pues más o menos, ¿podría ayudarme a seleccionar el vestido? Es que todos se ven muy elegantes - responde Candy observándolos sobre la cama.
- Y ¿cómo quisieras tu vestido? – preguntó ella.
- Pues mire, que sea así de corto, con mis botas, de manga corta por el calor, pero que me permita correr, trepar y andar en el bosque y con caballos, sí eso es importante – dijo Candy observando que el rostro de la señora Brighter se descompone.
- Espera, espera, una señorita de sociedad no debe ni saltar, ni correr, ni trepar y menos andar con caballos y en el bosque sola – refiere la señora Brighter.
- ¿Por qué? – cuestionó ella esperando una respuesta.
- ¿Como vamos querida? – preguntó su esposo al ver la disyuntiva.
- Tenemos algunos problemitas, le decía a Candy que una niña de sociedad como lo es la nuestra, no se le permite correr, saltar y andar con caballos - explica la señora Brighter con orgullo.
- ¿Por qué? - fue la cuestión repetida de Candy
- Cierto, ¿por qué querida? – dos contra ella, eso era injusto.
- Porque ese es el papel que me dieron a mí, nunca hice algo parecido – refiere apenada de que su esposo la pusiera a explicar algo tan básico.
- Pero desde que usted era niña a ahorita ya pasaron años no, los tiempos cambian, además parecería una muñeca de porcelana que si le soplan se rompe – razona Candy.
- ¡Bien dicho Candy! – la felicitó en silencio.
- Eh este, si supongo – no le quedo de otra a la señora Brighter que aceptarlo, porque ella también fue una muñeca de porcelana.
- Anda mujer déjala que se vista como quiera, ponte lo que quieras Candy, Casey seguro podrá comprar telas en el pueblo y hacerte algo – refiere haciendo que la mucama asienta y se despida cuando haya terminado de arreglar a Candy.
- Por supuesto señor, yo puedo hacerle vestidos – dice Casey.
- Pero querido… - la señora Brighter quiso ponerse, pero no la dejaron.
- Anda mujer, vamos a que te arregles para que bajemos a desayunar – le apura para que no se entretengan más.
- Bien, Casey lleva a Candy al comedor cuando esté lista – le pide su patrón.
- ¡Sí señor, apurémonos! – le dice Casey a Candy cuando terminó de ponerse el vestido que traía un día anterior.
Mientras en la habitación de los Brighter, la señora Brighter se le queda viendo a su esposo por el espejo y la sorprende muy triste.
- ¿Qué pasa querida? ¿Dije algo malo? – pregunta su esposo.
- ¿Siempre fui una niña de porcelana? ¿Por eso te casaste conmigo? – cuestiona con tono dolido de que por eso se haya casado con ella.
- No querida, me casé contigo porque estaba y estoy enamorado de ti a pesar de ser una mujer enérgica, pero delicada, si actúas tan estrictamente podrías asustarla – refirió su esposo levantándola de su arreglo y tomándola por los brazos.
- Pero así me educaron a mí – responde ella casi llorosa.
- Sí desde los cuatro años, pero Candy sólo ha estado un día aquí y ella es como tú, sólo que más libre – refiere el señor Brighter sonriéndole.
- Parece un chico, ¿de donde se parece a mí? – comenta su esposa en tono bulón.
- Tiene su carácter, pero es fiel y eso me da una buena espina. Anda, una sonrisa y bajemos a desayunar. ¿Estás lista? - le respondió atentamente.
- Si, muy lista, bueno más o menos – refiere cuando se le hubo caído una horquilla.
- Calma querida, veremos que nos espera… - silbó y después sonrió.
Y sí, la seora Brighter sólo sobrevivió a unas cuantas horas, al parecer el sol le había caído tan mal que tuvo que irse a recostar un poco, tanto que comenzó a preocupar a Candy, por lo que fue a pedir una bandeja con agua fría y un paño a la cocina, cuestión que extrañó a más de uno haciendo que a su paso de regreso a la habitación de la señora Brighter, subiendo uno a uno el salón por temor a que la bandeja se le cayera, la siguieran Casey y el señor Brighter. Cuando llegó hasta la habitación tocó y al dar el pase, entró y detrás de ella, los que la venían siguiendo.
Toc toc
- Adelante – susurró la señora Brighter.
- Señora Brighter, ¿cómo se siente? – preguntó Candy dejando la bandeja sobre el piso y corriendo a quitar cosas de las mesas de al lado de la cama y cuando termino coloco la bandeja, sumergiendo el paño y exprimiéndolo para ponerlo sobre la rente de la señora Brighter.
- Bien Candy, creo que me dio un poco el calor, sólo necesito recostarme un rato – refiere la señora Brighter intentando levantarse.
- No, no se levante. Quédese en la cama, espere iré por una caja. Bien, ¿dónde tiene una sábana? – cuestiona Candy atenta.
- Ahí, abriendo el guardarropa hay una frazada para verano – explica la señora Brighter.
- Bien, gracias. Ahora se la colocaremos, le seguiré poniendo este paño que tiene agua fría para que se le baje el calor y usted descanse – explica mientras extiende la frazada y la ajusta al cuerpo de la enferma.
- Gracias Candy – agradece ella.
- Sabe señora Brighter creo que debería usar otro tipo de vestidos, digo como sugerencia, no sé cómo no se rostiza dentro de esto, por eso le pegó el calor – advierta ella.
- Candy… - se quedó con ese nombre y mejor guardo silencio.
- Lo siento, no debo ser tan bocota, perdóneme señora Brighter – pensó que tendría que guardar silencio y comenzó a irse.
- Espera Candy, ¿quién te enseñó a cuidar de personas? – cuestionó ella.
- La hermana María me ha cuidado cuando estamos enfermos, no es difícil ser enfermera, eso sí, uno tiene que ser muy cuidadosa – refiere cambiando el paño de agua fría.
- Gracias Candy – cuando veía a Candy que con tanto esmero la atendía, decidió conocerla mas y dejar como ella fuera, de que algo iba a aprender, era muy seguro.
Mientras afuera, el señor Brighter sonreía porque sabia que su esposa parecía que ya se estaba ablandando…
Continuará…
[/justify]Mientras la hermana María, Annie y Fred iban en camino al Hogar de Ponny, Candy apenas dando las ocho de la mañana iba despertándose. Se dio cuenta que la hermana María y Annie no se encontraban en sus camas, por lo que decidió bajar en pijama a la cocina, justo cuando la cocinera, Casey y Marco otro ayudante del establo, se encontraban charlando vieron aparecer a Candy.
- ¡Buenos días! – saludó Candy a todos los presentes.
- Buenos días señorita, ¿quiere usted algo? – cuestionaron los sirvientes a Candy cuando la vieron entrar.
- Sí, pensé que la hermana María y Annie se encontraban aquí, usted sabe ¿dónde se encuentran? – preguntó atenta, observándolos a ambos que sus ojos también preguntaban lo mismo.
- No, creo que hoy regresaba al Hogar de Ponny – refirió Casey.
- ¿Se fue sin mí? ¿Por qué se fue sin mí? ¡Me dejó aquí, ya no me quiere! - preguntó Candy y comenzó a ir hacia la puerta de entrada.
- Espere señorita Candy, me promete que se quedara aquí, voy a preguntarle al señor Brighter – la detuvo muy cerca de la puerta.
- Si, te espero Casey – dijo preguntándose mil cosas, tenia que irse, pero le había prometido a Casey esperar ahí donde estaba parada.
Toc, toc
- Un momento – pidió alguien de adentro de la habitación
- Es muy temprano querido – susurró la señora Brighter.
- Ah de haber pasado algo, buenos días Casey – respondió cuando abrió la puerta de su habitación.
- Buenos días señor, puede decirme ¿dónde está la hermana María? Es que la señorita Candy está inconsolable por su ausencia – refiere Casey apenada por haberlo despertado.
- Dame unos minutos Casey, regreso – le dice a su esposa, colocándose bien la bata y las pantuflas para bajar a la planta de abajo.
- ¿Qué sucede? – preguntó su esposa.
- No debemos guardar secretos con la niña, querida, en un momento regreso – dijo el señor Brighter cuando la veía salir. - ¡Hola Candy! ¿Qué pasa? – cuestiona el señor Brighter cuando encontró a Candy llorando a borbotones y en una esquina del recibidor.
- ¡La hermana María no está y Annie también se fue! – se soltó a llorar y abrazó por las piernas al señor Brighter.
- ¡Ah es eso! Candy ven, siéntate aquí – le pide a Candy, tomándola de la mano y dirigiéndola a los dos primeros escalones.
- Annie tenía que regresar al Hogar de Ponny y la hermana María llegará a medio día, no te preocupes, ella va a estar unos días aquí contigo – refiere el señor Brighter tranquilizándola.
- ¿En serio? – lo vio y Candy sintió por primera vez que un enorme dedo le limpiaba las lágrimas que de sus ojos cayeran.
- Muy en serio – respondió el señor Brighter.
- ¡Qué bueno! – trato de sonreír y así se levantó rápidamente.
- ¿A dónde vas? – preguntó el señor Brighter.
- A la cocina, voy a ver que hará Casey de desayunar, seguro que tendrá algo de leche, siempre tomo leche por las mañanas cuando Thom va por ella con el señor Stevenson, si quiere señor Brighter puede regresar a dormir, no volveré a llorar – le prometió sonriendo.
- No creo poder dormir y usted señorita antes vaya a cambiarse, en un momento mandaré a Casey para que te bañe y te cambie porque si no la señora de la casa podría molestarse – le aseguró.
- Bueno, entonces voy a mi habitación, miré que rápido llego hasta allá - comenzando a saltar los escalones de uno a uno hasta que se perdió en su habitación.
- ¡Ay Candy, que alegre estas poniéndolo todo! – exclama el señor Brighter siguiéndola.
- Señor Brighter, por que tardaste tanto, regresa a la cama – le pide a su esposo.
- ¡Imposible! Un torbellino rubio ya anda activa desde temprano, así que nos tocará madrugar, voy a asearme y tengo que vestirme, la mandé a hacer lo mismo, puedes checar como va Casey cuando hagas lo propio – le pide ella.
- Sí querido – aceptó ella perdiéndose en el cuarto de baño.
Tiempo después…
Toc, toc
- Adelante – respondió Casey.
- Candy, ¿cómo estás? – le dijo cuando ella
- Buenos días señora Brighter, pues más o menos, ¿podría ayudarme a seleccionar el vestido? Es que todos se ven muy elegantes - responde Candy observándolos sobre la cama.
- Y ¿cómo quisieras tu vestido? – preguntó ella.
- Pues mire, que sea así de corto, con mis botas, de manga corta por el calor, pero que me permita correr, trepar y andar en el bosque y con caballos, sí eso es importante – dijo Candy observando que el rostro de la señora Brighter se descompone.
- Espera, espera, una señorita de sociedad no debe ni saltar, ni correr, ni trepar y menos andar con caballos y en el bosque sola – refiere la señora Brighter.
- ¿Por qué? – cuestionó ella esperando una respuesta.
- ¿Como vamos querida? – preguntó su esposo al ver la disyuntiva.
- Tenemos algunos problemitas, le decía a Candy que una niña de sociedad como lo es la nuestra, no se le permite correr, saltar y andar con caballos - explica la señora Brighter con orgullo.
- ¿Por qué? - fue la cuestión repetida de Candy
- Cierto, ¿por qué querida? – dos contra ella, eso era injusto.
- Porque ese es el papel que me dieron a mí, nunca hice algo parecido – refiere apenada de que su esposo la pusiera a explicar algo tan básico.
- Pero desde que usted era niña a ahorita ya pasaron años no, los tiempos cambian, además parecería una muñeca de porcelana que si le soplan se rompe – razona Candy.
- ¡Bien dicho Candy! – la felicitó en silencio.
- Eh este, si supongo – no le quedo de otra a la señora Brighter que aceptarlo, porque ella también fue una muñeca de porcelana.
- Anda mujer déjala que se vista como quiera, ponte lo que quieras Candy, Casey seguro podrá comprar telas en el pueblo y hacerte algo – refiere haciendo que la mucama asienta y se despida cuando haya terminado de arreglar a Candy.
- Por supuesto señor, yo puedo hacerle vestidos – dice Casey.
- Pero querido… - la señora Brighter quiso ponerse, pero no la dejaron.
- Anda mujer, vamos a que te arregles para que bajemos a desayunar – le apura para que no se entretengan más.
- Bien, Casey lleva a Candy al comedor cuando esté lista – le pide su patrón.
- ¡Sí señor, apurémonos! – le dice Casey a Candy cuando terminó de ponerse el vestido que traía un día anterior.
Mientras en la habitación de los Brighter, la señora Brighter se le queda viendo a su esposo por el espejo y la sorprende muy triste.
- ¿Qué pasa querida? ¿Dije algo malo? – pregunta su esposo.
- ¿Siempre fui una niña de porcelana? ¿Por eso te casaste conmigo? – cuestiona con tono dolido de que por eso se haya casado con ella.
- No querida, me casé contigo porque estaba y estoy enamorado de ti a pesar de ser una mujer enérgica, pero delicada, si actúas tan estrictamente podrías asustarla – refirió su esposo levantándola de su arreglo y tomándola por los brazos.
- Pero así me educaron a mí – responde ella casi llorosa.
- Sí desde los cuatro años, pero Candy sólo ha estado un día aquí y ella es como tú, sólo que más libre – refiere el señor Brighter sonriéndole.
- Parece un chico, ¿de donde se parece a mí? – comenta su esposa en tono bulón.
- Tiene su carácter, pero es fiel y eso me da una buena espina. Anda, una sonrisa y bajemos a desayunar. ¿Estás lista? - le respondió atentamente.
- Si, muy lista, bueno más o menos – refiere cuando se le hubo caído una horquilla.
- Calma querida, veremos que nos espera… - silbó y después sonrió.
Y sí, la seora Brighter sólo sobrevivió a unas cuantas horas, al parecer el sol le había caído tan mal que tuvo que irse a recostar un poco, tanto que comenzó a preocupar a Candy, por lo que fue a pedir una bandeja con agua fría y un paño a la cocina, cuestión que extrañó a más de uno haciendo que a su paso de regreso a la habitación de la señora Brighter, subiendo uno a uno el salón por temor a que la bandeja se le cayera, la siguieran Casey y el señor Brighter. Cuando llegó hasta la habitación tocó y al dar el pase, entró y detrás de ella, los que la venían siguiendo.
Toc toc
- Adelante – susurró la señora Brighter.
- Señora Brighter, ¿cómo se siente? – preguntó Candy dejando la bandeja sobre el piso y corriendo a quitar cosas de las mesas de al lado de la cama y cuando termino coloco la bandeja, sumergiendo el paño y exprimiéndolo para ponerlo sobre la rente de la señora Brighter.
- Bien Candy, creo que me dio un poco el calor, sólo necesito recostarme un rato – refiere la señora Brighter intentando levantarse.
- No, no se levante. Quédese en la cama, espere iré por una caja. Bien, ¿dónde tiene una sábana? – cuestiona Candy atenta.
- Ahí, abriendo el guardarropa hay una frazada para verano – explica la señora Brighter.
- Bien, gracias. Ahora se la colocaremos, le seguiré poniendo este paño que tiene agua fría para que se le baje el calor y usted descanse – explica mientras extiende la frazada y la ajusta al cuerpo de la enferma.
- Gracias Candy – agradece ella.
- Sabe señora Brighter creo que debería usar otro tipo de vestidos, digo como sugerencia, no sé cómo no se rostiza dentro de esto, por eso le pegó el calor – advierta ella.
- Candy… - se quedó con ese nombre y mejor guardo silencio.
- Lo siento, no debo ser tan bocota, perdóneme señora Brighter – pensó que tendría que guardar silencio y comenzó a irse.
- Espera Candy, ¿quién te enseñó a cuidar de personas? – cuestionó ella.
- La hermana María me ha cuidado cuando estamos enfermos, no es difícil ser enfermera, eso sí, uno tiene que ser muy cuidadosa – refiere cambiando el paño de agua fría.
- Gracias Candy – cuando veía a Candy que con tanto esmero la atendía, decidió conocerla mas y dejar como ella fuera, de que algo iba a aprender, era muy seguro.
Mientras afuera, el señor Brighter sonreía porque sabia que su esposa parecía que ya se estaba ablandando…
Continuará…