EN EL MISMO LUGAR
Estaba ahí, en el mismo lugar, donde hace 10 años la había visto por última vez…
Había vuelto a aquella ciudad, porque necesitaba concretar unos negocios; pero jamás fue su intención volver a ese sitio.
Han pasado 10 años… y ella sigue tan bella como el primer día que la viera.
Con su cabello rubio ondulando salvajemente al más mínimo de sus movimientos, con sus ojos chispeantes y vivos, y su sonrisa franca y brillante.
Desde ahí arriba él la observaba, sin poder quitarle los ojos de encima; a ratos ella desaparecía, y en esos ligeros momentos, era como si el mundo alrededor se activara de nuevo; y cuando la volvía a ver, y desde lejos oía su voz, alegre y cantarina, con timbre perfecto; su risa de campana que lo hacía estremecer por dentro, trayéndole memorias de juventud; de días mejores pasados a su lado… entonces todo se apagaba, y solo ella existía en el espacio.
Ella, y él, que desde aquella altura la miraba embelesado.
Desde la misma altura donde la viera por última vez, con un buen amigo de ambos a su lado, repitiéndole que pensara bien las cosas, que no fuera precipitado... Que si no pensaba fríamente las cosas, sus decisiones harían mucho daño... Que lo que sea que fuera a hacer, recordara siempre que tarde o temprano, habría consecuencias…
Ahora estaba solo, observándola desde aquella misma altura, como hace 10 años, sin nadie a su lado que le hablara; pero con la misma tristeza y la misma desazón de entonces. Incluso, con el sabor del mismo whisky en los labios; porque fue el whisky (mal consejero de siempre) quien al final encaminó sus pasos hasta aquel lugar, al que fue simplemente buscando remembranzas… Jamás se imaginó que la volvería a encontrar ahí mismo; en el mismo sitio donde la vio por última vez.
En un momento, ella desde sus labores, miró hacia arriba; y aunque él sabía que, virtualmente, era imposible; le pareció que sus ojos se encontraron.
Quizá se lo imaginó, pero la gran sonrisa que ella lucía, se apagó levemente un momento ¡sólo un par de segundos! Y se quedó muda, haciendo esperar por su respuesta a su interlocutor.
Pero fueron solo dos segundos; ella recobró el semblante, retiró su mirada y continuó como si nada; sin volver la vista hacia allí arriba donde él estaba sentado.
¿Habría sido posible? Que ella lograra haberlo visto hasta allá donde él estaba.
Honestamente, era muy poco probable; la distancia, la altura, la luz… No, no podía ser.
Decidió marcharse; porque aunque fue una verdadera sorpresa encontrarla ahí en ese mismo lugar, él no hacía nada quedándose.
Él ya tenía una vida hecha.
Una vida al lado de una mujer que no amaba, pero que se había obligado a elegir, porque en el momento en que lo hizo, le pareció ser lo correcto.
¡Una vida que él mismo había elegido!...
Una elección, que los había destrozado a ambos, y que ya no podía dar marcha atrás.
Pero se iba tranquilo.
Tranquilo de haberla visto bien ¡Bella como siempre! Sonriendo, como siempre, y con el mismo ímpetu y el mismo carácter que siempre mostrara; dedicada de lleno a su labor que ella amaba.
Entera, completa, realizada… y sin él.
Al salir del alto palco de lujo, a donde había conseguido entrada; Richard de Granchester no se percató de que la actriz volvía una vez más su vista hacia arriba; como buscándolo, sin encontrarlo.
Al salir del teatro…
- Señor ¿No me compra una foto?- lo abordó un pequeño de gorra – Tengo fotos de la diva ¡De Eleonor Baker, y están firmadas! Mire señor ¡Qué guapa la señora! Cómpreme una…
Richard sonrió levemente, tomó las tres imágenes que el niño le mostrara y, sin verlas siquiera, se las guardó en el saco. Pagó al pequeño con un billete muy alto, y se marchó palmeándole la cabeza, sin esperar cambio.
Se colocó el sombrero y caminó por la ancha calle, ya casi desolada, mientras adentro del mismo teatro donde Eleonor había trabajado los últimos 15 años de su vida, retumbaban los aplausos para la diva más bella y más amada de todo Broadway…
Había vuelto a aquella ciudad, porque necesitaba concretar unos negocios; pero jamás fue su intención volver a ese sitio.
Han pasado 10 años… y ella sigue tan bella como el primer día que la viera.
Con su cabello rubio ondulando salvajemente al más mínimo de sus movimientos, con sus ojos chispeantes y vivos, y su sonrisa franca y brillante.
Desde ahí arriba él la observaba, sin poder quitarle los ojos de encima; a ratos ella desaparecía, y en esos ligeros momentos, era como si el mundo alrededor se activara de nuevo; y cuando la volvía a ver, y desde lejos oía su voz, alegre y cantarina, con timbre perfecto; su risa de campana que lo hacía estremecer por dentro, trayéndole memorias de juventud; de días mejores pasados a su lado… entonces todo se apagaba, y solo ella existía en el espacio.
Ella, y él, que desde aquella altura la miraba embelesado.
Desde la misma altura donde la viera por última vez, con un buen amigo de ambos a su lado, repitiéndole que pensara bien las cosas, que no fuera precipitado... Que si no pensaba fríamente las cosas, sus decisiones harían mucho daño... Que lo que sea que fuera a hacer, recordara siempre que tarde o temprano, habría consecuencias…
Ahora estaba solo, observándola desde aquella misma altura, como hace 10 años, sin nadie a su lado que le hablara; pero con la misma tristeza y la misma desazón de entonces. Incluso, con el sabor del mismo whisky en los labios; porque fue el whisky (mal consejero de siempre) quien al final encaminó sus pasos hasta aquel lugar, al que fue simplemente buscando remembranzas… Jamás se imaginó que la volvería a encontrar ahí mismo; en el mismo sitio donde la vio por última vez.
En un momento, ella desde sus labores, miró hacia arriba; y aunque él sabía que, virtualmente, era imposible; le pareció que sus ojos se encontraron.
Quizá se lo imaginó, pero la gran sonrisa que ella lucía, se apagó levemente un momento ¡sólo un par de segundos! Y se quedó muda, haciendo esperar por su respuesta a su interlocutor.
Pero fueron solo dos segundos; ella recobró el semblante, retiró su mirada y continuó como si nada; sin volver la vista hacia allí arriba donde él estaba sentado.
¿Habría sido posible? Que ella lograra haberlo visto hasta allá donde él estaba.
Honestamente, era muy poco probable; la distancia, la altura, la luz… No, no podía ser.
Decidió marcharse; porque aunque fue una verdadera sorpresa encontrarla ahí en ese mismo lugar, él no hacía nada quedándose.
Él ya tenía una vida hecha.
Una vida al lado de una mujer que no amaba, pero que se había obligado a elegir, porque en el momento en que lo hizo, le pareció ser lo correcto.
¡Una vida que él mismo había elegido!...
Una elección, que los había destrozado a ambos, y que ya no podía dar marcha atrás.
Pero se iba tranquilo.
Tranquilo de haberla visto bien ¡Bella como siempre! Sonriendo, como siempre, y con el mismo ímpetu y el mismo carácter que siempre mostrara; dedicada de lleno a su labor que ella amaba.
Entera, completa, realizada… y sin él.
Al salir del alto palco de lujo, a donde había conseguido entrada; Richard de Granchester no se percató de que la actriz volvía una vez más su vista hacia arriba; como buscándolo, sin encontrarlo.
Al salir del teatro…
- Señor ¿No me compra una foto?- lo abordó un pequeño de gorra – Tengo fotos de la diva ¡De Eleonor Baker, y están firmadas! Mire señor ¡Qué guapa la señora! Cómpreme una…
Richard sonrió levemente, tomó las tres imágenes que el niño le mostrara y, sin verlas siquiera, se las guardó en el saco. Pagó al pequeño con un billete muy alto, y se marchó palmeándole la cabeza, sin esperar cambio.
Se colocó el sombrero y caminó por la ancha calle, ya casi desolada, mientras adentro del mismo teatro donde Eleonor había trabajado los últimos 15 años de su vida, retumbaban los aplausos para la diva más bella y más amada de todo Broadway…
Gracias por leer...