Legados de Sangre
Escrito por: Saadesa & Anialeen82
Prologo
Parte leyenda, parte mito, parte realidad…
Kenia 1492, no existía otro camino ni alternativa. Bajaría de lo más alto de la montaña y como cada mes, se llevaría lo que él, exigía como una ofrenda. El cielo encopao amenaza con la llegada de nuevo diluvio.
[ahí viene, todos callados… no provoquemos su furia]
Decía, una de las mujeres más ancianas de la aldea. Las madres, corrieron a ocultar a sus hijos, sobre todo a los más pequeños. Las aldeas habían quedado totalmente aislada, la creciente del río, las mantiene atrapadas. Se podía vislumbra, el pelaje negro de los caballos, abriéndose pasó entre la neblina gris.
[¡hija! ¿a dónde vas?]
Dijo una de las mujeres, con la voz entrecortada. Mirar a su hija, en el umbral de la puerta, con las mejillas humedecidas por sus lágrimas, la invadió de terror.
[guárdate… vamos… apura]
Ordenó la joven doncella y salió de la choza, al encuentro de él. Los cascos de los caballos, se igualaba al sonido del corazón de la joven mujer. Él, al mirar cómo ella, se encontraba en medio del camino, le dejaba en claro que deseaba algo. Que ya daba por sentado, se le negaría.
La mujer titubeó, al encontrarse con la oscura mirada, llena de odio; de aquel ser maligno, que siempre caminaba a un lado de él. El tiempo de bajar, para llevarse lo más preciado para ellas, había llegado. En gratitud por su exigente ofrenda, él dejaba una carreta llena de víveres. Era demasiado doloroso entregar entre lagrimas y lamentos, dicha ofrenda.
Él, endureció más los rasgos de su rostro, irguiendo su cuerpo ante tal osadía. Solo negó con la cabeza. Ella sabían lo que deseaba: carne fresca, blanda, pura… jamás rumiada por el hombre.
Con la mirada gacha, se acuclillo la bella doncella. Una lúgubre sonrisa, se plasmó en el aterrador rostro de hombre. Eran siete los animales que se unían para formar una sola cabeza. El lastimero y feroz rugido de la bestia que lo acompañaba, paralizó el cuerpo de la joven[...]
El pacto con la doncella fue sellado. Pasado el tiempo, nació la más bellas de las mujeres. Sus rasgos eran perfectos, hipnóticos para la vista de cualquier hombre. Era tan perfecta, que hasta los mismos "Dioses" iniciaron una guerra por su amor.
Las "tribus" se enfrentan en sangrientas guerras, con sus hachas hechas de obsidianas, destrozaban los cuerpos de quien se les enfrentaran. Su motivo sagrado, la razón de formar parte de las “Guerras Floridas” era: ganar el corazón de aquella Diosa.
Solo un guerrero, logró ganar el amor de tan bella ave del paraíso. Pero… un beso desató la furia de la bestia...
Capitulo uno
- ”¡Tiene que ser una broma ¿verdad? estás jugando conmigo!”
Albert Ardlay, trato por tercera vez abrir la puerta de su despacho, la llave que tenia no funcionaba, le habían cambiado la cerradura; hizo el intento una vez más y siguió sin abrirse. Al escuchar pasos y murmullos, cercanos a la puesta; decidió mira por un pequeño resquicio.
Observó a su secretaria y otros empleados, deambulando por el pasillo de su oficina. Su secretaria, pedía a los empleados, retomar sus labores, ella se mantenía en un hermético mutismo, a una distancia considerable de la puerta.
- ¡Ay! - chillo ella, al escuchar el golpe seco, sobre la puerta; después de un rápido respiro, continuó archivando los documentos (mantente alejada y no hagas caso a sus amenaza) recordó lo que George, le había pedido antes de salir, así que hizo caso omiso a las miles de advertencias; que su jefe le profesaba.
- ¡Soy el dueño de la compañía! -grito al ver que su secretaria seguía ignorándolo -. No me hagas despedirte, Emely.
Al oír aquello, la mujer se acercó a la puerta.
-Por fin -suspiró el rubio, esperanzado en que la puerta se abriese y Emely su fiel secretaria y amiga lo dejase entrar.
-Lo siento señor -ella, con la cabeza gacha, la agito, negándose a la orden -Tengo órdenes de George, de no abrirle la puerta, así que tendrá que esperar a que vuelva
Emely, se dio la media vuelta y desapareció, antes de que Albert pudiera replicar algo.
- ¡George! -gritó con toda la fuerza de sus pulmones, golpeando nuevamente la puerta de su oficina-. ¡Dejame entrar “hijo de puta”!”.
Después de un corto lapso de tiempo,George Johnson, apareció. El era su mano derecha, el padre de crianza que siempre lo protegió, desde que sus padres fallecieron, en un accidente automovilístico. Durante los años de su adolescencia, George fue su albacea, de la gran fortuna que heredó; había sido su mejor guía, para dominar el gran Imperio Ardlay.
-Se supone que estas de vacaciones no deverias de estar aquí Albert -dijo George, enarcando las cejas, al tiempo que fruncía el ceño
- ¡Sí! eso es lo que dijo el medico, pero ¿desde cuando me tomo vacaciones? oh hago caso, a tontas recomendaciones médicas - con el cabello alborotado y la voz enronquecida continuó diciendo: - necesito trabajar, deje varias cosas inconclusas, debo firmar los documentos del nuevo hotel; que se está construyendo en Dubai.
Lo cierto, es que solo había una cosa en la que el rubio, de ojos azules, no hacía caso a George; y esa era en la palabra vacaciones. Hacia mas de una década, que no se daba la oportunidad de un merecido descanso, debía cuidar no solo de sus intereses, sino de los de sus sobrinos y su hermana. Cuando tomó el control del consorcio A&A, se sumergió en el trabajo como enajenado. Siempre daba prioridad a sus reuniones, era feroz con los empresarios y haciendo grandes negociaciones.
Para él era inimaginable visualizar su vida, tumbado en la playa, gozando en algún un crucero o socializando, en los centros nocturnos. Siempre estaba pensando en el trabajo, su hermana Candy, lo había retado en un sin fin de ocasiones; ella, demandaba su atención.
Siempre le pedía buscar a una buena chica y hacer una familia. Para Candy, no estaba bien la manera tan frenéticas, en la que miraba a su hermano trabajar. Ese ritmo de vida, a su treinta y ocho años, le había cobrado la factura, del terrible. El pre infarto, por el cual había pasado apena hacía dos semanas atrás, le dejó grandes secuelas, en su presión arterial.
- ¡Fue un pre infarto! - decía el rubio, como si se hubiese tratado de un buen chascarrillo -solo estuve un par de días en el hospital estás exagerando George.
-No…, no exageramos Albert. Nos has dado un gran susto - dijo George, con la seriedad que lo caracterizaba.
- ¡Ya me estoy tomando, las estúpidas pastillas! ¿qué más quieres? - las venas de la cien de Albert, se comenzaban a inflamar.
- Queremos que descanses, como lo ordeno el medico y este lugar no es exactamente lo que se llama vacaciones, quiero que te vayas a casa y empaques tus maletas -George ordenó que le abrieran la puerta, del gran edificio, propiedad de la compañía A&A. Él, atajó la entrada con su cuerpo, lo miro con una gran frialdad y le dijo: - Tu princesa está embarazada, pero el gran susto que se llevó al pensarte muerto, le provocó un sangrado, los ojos de Albert, querían saltar de sus cuencas.
- ¡Mi pequeña ¿como esta?! - preguntó Albert, con la voz temblante.
CONTINUARA...