*Sugerencia, coloquen play y lean*
Miró la pintura que él me regalara. Ese significativo lugar al que siempre volví para aquietar el alma. El que, por mucho tiempo, era el único al que podía llamar hogar. Ahora se encuentra inmortalizado, colgado en la sala de mi morada. A un costado, un cuadro más pequeño. Le había pedido me llevara al mismo mercado, donde encontrara el cuadro. En cuanto lo vi supe que era para mí. Él no entendía mi entusiasmo y lo que evocó, aun así, me lo compró
Quizás para el pintor no era más que un paisaje más. Un mar bravío y turbulento. Mas yo me perdí en los trazos, en los azules resplandecientes, en la espuma brillante. ¿Como explicar lo que evocaba? Tantas veces había cruzado el Atlántico, con cada cruce una enseñanza, un descubrimiento, un cambio en lo profundo.
El frío del océano, ese azul del cielo. Me recordaron esos ojos bellos, su vida como el despliegue de esta ola, tan lleno de vida me colmo de alegría. Veo como en su movimiento lanza efímera espuma, esa rápida despedida. Pero como la espuma, no desaparece del todo, es una constante en mi vida.
Unos ojos tristes, una voz ronca deslumbrante. Un ser turbulento como magnético. Me reconstruyó cuando me sentía perdida. Ese ser que fuera capaz de subirme el pulso y en un instante desmoronarme, lanzándome al abismo.
El mar podía ser calmo, determinado. Desplegarse de forma tierna y reconfortante. Podía ser aire, un viento incesante. Libre.
Tan inmenso que también me recuerda a Dios, que realmente nunca he estado sola. Esos azules resplandecientes, esa espuma brillante. Todo lo que el mar me ha enseñado, todo, absolutamente todo lo he atesorado y guardado.
El Mar
Miró la pintura que él me regalara. Ese significativo lugar al que siempre volví para aquietar el alma. El que, por mucho tiempo, era el único al que podía llamar hogar. Ahora se encuentra inmortalizado, colgado en la sala de mi morada. A un costado, un cuadro más pequeño. Le había pedido me llevara al mismo mercado, donde encontrara el cuadro. En cuanto lo vi supe que era para mí. Él no entendía mi entusiasmo y lo que evocó, aun así, me lo compró
Quizás para el pintor no era más que un paisaje más. Un mar bravío y turbulento. Mas yo me perdí en los trazos, en los azules resplandecientes, en la espuma brillante. ¿Como explicar lo que evocaba? Tantas veces había cruzado el Atlántico, con cada cruce una enseñanza, un descubrimiento, un cambio en lo profundo.
El frío del océano, ese azul del cielo. Me recordaron esos ojos bellos, su vida como el despliegue de esta ola, tan lleno de vida me colmo de alegría. Veo como en su movimiento lanza efímera espuma, esa rápida despedida. Pero como la espuma, no desaparece del todo, es una constante en mi vida.
Unos ojos tristes, una voz ronca deslumbrante. Un ser turbulento como magnético. Me reconstruyó cuando me sentía perdida. Ese ser que fuera capaz de subirme el pulso y en un instante desmoronarme, lanzándome al abismo.
El mar podía ser calmo, determinado. Desplegarse de forma tierna y reconfortante. Podía ser aire, un viento incesante. Libre.
Tan inmenso que también me recuerda a Dios, que realmente nunca he estado sola. Esos azules resplandecientes, esa espuma brillante. Todo lo que el mar me ha enseñado, todo, absolutamente todo lo he atesorado y guardado.