El Camino
Reto
Los enfrentamientos bélicos entre naciones habían terminado, las personas podían respirar aire en vez de humo provocados por los insaciables bombardeos que se manifestaban en cada oportunidad; los gritos guerrilleros y de ayudas eran sustituidos por alegrías y llantos que le causaban la sorpresa de por fin sentirse libre de todo ese caos en el cual estaban sumido y que parecía que nunca iría a terminar.
Las calles volvían a ser atestadas por sus moradores ahora más creciditos y diferentes que la última vez que lograron disfrutarla de esa manera. La ausencia de amigos y familiares se hacían sentir, pero no se manifestaban con ese augurio de tristeza infinita ya que los recuerdos y la lucha de algunos de ellos para aferrarse a la vida les hacia resurgir cierto deje de sentimientos entre mezclado que empujaba una sonrisa en sus labios.
Ahora la importancia era el momento, el hoy y no el mañana, mucho menos el ayer; estaban vivos y eso era lo que importaban, disfrutarían la vida al cien por todos esos que hoy ya no estaban.
El Doctor Michael habia sufrido en carne propia los vestigios de la gran guerra, él estuvo allí y participó en esta más que un mero espectador o un médico que auxiliaba a los caídos en batalla, también fue participe a falta de soldados sin siquiera jamás haber tomado un arma para quitar vida humana. Todo pasó tan rápido que ni siquiera le dio tiempo de procesar lo que uno de los tenientes gritaba mientras les lanzaban armas: un segundo estaba atendiendo a los caídos y al siguiente los estaba sustituyendo en el frente.
Su participación como soldado fue muy corta, aunque para él le pareció todo lo contrario: ser el primero en la fila para ver a decenas de combatientes caer como arboles fue algo que lo traumatizó al no poder hacer nada por salvarlos. Su intuición medica lo orillaba a hacer el intento, pero las ráfagas de balas, bombas y estruendos que causaban estas y los combatientes se lo impedían. Lagrimas salían de sus ojos a borbotones cada vez que utilizaba su arma para sobrevivir y ver como él era el causante de apagar tantas y tantas vidas, como médico su deber era hacer todo lo contrario o al menos intentar mantenerlas.
Todos se sorprendieron al verlo de regreso, aunque en un principio no lo reconocieron pues estaba cubierto de barro, al escuchar la inconfundible voz del doctor las armas dejaron de apuntarles y todo el personal de enfermera (que en realidad era muy reducido) fueron a darle las felicitaciones por su tenacidad.
Ya todo aquello aparentaba ser parte del pasado, pero los flashes en forma de recuerdo que se manifestaban en la cabeza de Michael apenas si le dejaban continuar con su vida, dejando entre ver esa huella maldita que suelen dejar eventos tan traumáticos a pesar de haber sido tratado por profesionales era simplemente difícil seguir cuando una nube gris te persigue y no deja de empaparte de lo vivido en aquel infierno, pero al menos trataba.
En el pequeño hospital en el que laboraba su cambio repentino causaban escandalo entre el personal, los murmullos acerca de que el buen mozo hombre no podría superar su experiencia en el frente no dejaban de resonar; Michael hacía de oídos sordo a los comentarios aquellos que escuchaba detrás de la puerta por mera coincidencia pero sus pacientes no, por lo que cada vez venían menos persona a él, a pesar de sus buenos servicios cada vez fue teniendo menos asistente a su consultorio, por lo que a falta de distracción fue recayendo de apoco hasta que una repentina necesidad de cambiar de aire taladró cada recoveco de su ser, por lo que no tardó en escribirle a uno de sus superiores para enterarlo de su decisión de irse a recorrer otros caminos que le hicieran olvidar todo lo vivido, por lo tanto allí dejaba la súplica en cada letra para que fuera bien recomendado en su campo y así empezar de cero.
Tan pronto llegó la respuesta que tanto había anhelado y la que le dio tantos dolores de cabeza obtener, pues hacer un trámite de tal magnitud de la noche a la mañana no era cosa fácil conseguir, tomó sus valijas y se despidió de los suyos, caminó por esas calles sin asfalto con el sol veraniego a punto de salir, con la brisa fresca jugando con su anaranjada cabellera; aspiró un poco de aire y, por primera vez en mucho tiempo, sus labios se estiraron en una sincera sonrisa.
«América, ahí te voy»
Musitó el francés con el pecho rebosante de felicidad, aquella que le causaba la placentera satisfacción de construirse otra vida, tenía una nueva oportunidad para labrarse otro camino y ejerciendo lo que más amaba en la vida que era salvar y no quitar vida.
Gracias por leer