Legados de Sangre
Escrito realizado por: Saadesa & Anialeen82
Capitulo seis
Todos los aldeanos sabían que ese no era su cuidador. Ese, con el que se había pactado la ofrenda, un centenar de décadas atrás. "No" la bestia había despertado. Una de sus presas se le había escapado, entregándose a los brazos del mejor guerrero de “Las Guerras Floridas”.
La comunidad de “Kenia” despertaba despavorida, por el estruendoso ruido. Los chillantes sonidos, se igualaban al afilador de las tijeras. El final se acerba a ellos. Descendiendo, como feroz lava enardecida. “Kenia” volvería a sumirse en la hambruna y no habría un nuevo pacto. Ahora él, decidiría las reglas de los puntos rojos.
La “Tribu Maasai” al escuchar el aterrador ruido, de los gruñidos amenazantes. Corrieron por sus hachas, arcos y puntiagudas flechas. Los jóvenes guerreros, sabían cuales caminos tomar, para rodear a la bestia; montaron a sus caballos y de un fuetazo los hicieron relinchar. Acompañándolos por un grito guerra.
Pero los aldeanos, no comulgaban con las decisiones del “Jefe Abad”. Así que ellos, tomaron sus mejores rifles y subieron a sus grandes camionetas. Al igual que la tribu “Maasai” sabían de los caminos, que tomarían los guerreros.
Los ríos de sangre inundarían a un poblado. “Las Grandes Guerras Floridas” esas batallas jerárquicas, contadas por sus ancestros, volvían sin piedad alguna.
El ruido de los cascos de los caballos y los motores de las camionetas, hacían estremecer la tierra. Las voces se unían en solo cántico, lleno de amenazas envenenadas. Los lugareños, estaban llenos de rabia. Eran como si hubiesen perdido la paz milenaria, que mantenía con la bestia.
El valle se llenó de lamentos y gemidos. Las balas salían de los violentos rifles. Las afiladas flechas, atravesaban los cristales. Los animales corrían despavoridos, ante el contagioso ruido enloquecedor de la batalla; su instinto les impulsa a buscar resguardo para preservar su vida.
- ¿¡Que sucede Enami!? – pregunto Albert, con el semblante desencajado. La jovencita solo negó con la cabeza y volvió su mirada a hermana.
Ayira, ya se comenzaba a poner en pie.
- ¡Ayira! – dijo Albert, tratándola de detener. Los ojos de ella, solo negaron a la petición.
Ayira con la sonrisa más triste dijo a, Albert: mi gran guerrero, necesito que saques toda la fortaleza, que tiene tu alma y te lleves los más lejos posible, a nuestra hermosa golondrina.
- No…, ¡¡eso no!! vayámonos juntos. Ayira… yo te amo – mirar llorar a un guerrero por su gran amor, era el acto más grande de valentía.
Ella tomo a la pequeña y la coloco en los brazos de Albert. Deposito un tierno beso sobre la frente de la bebé. Sus lágrimas caían, humedeciendo sus pequeñas y regordetas mejillas. Miro hacia los ojos de Albert, donde se encontraba la pureza de su alma y le dijo: “se que la cuidaras con tu propia vida ¡porque ella es…!
Albert, coloco un dedo sobre los labios de Ayira. Aun no quería despertar a su consciente.
Del cuerpo de Ayira, comenzó a salir un hermoso pelaje, tan brillante como el sol, que se esconde entre negros rosales. Renuente a que la siguieran mirando, dijo con la vos enronquecida: ¡¡ándate…!! ¡¡llévatelas…!! ¡¡salgan…!! ¡Enami… hermanita te amo!
****
- ¡George! ¡¡George!! - Albert trataba de contactar a su mentor, por medio de su móvil. Pero no se establecía una buena señal. El camino estaba cerrado por algunas camionetas, que habían volcado. Los lamentos se escuchaban tan cercanos, pero Albert, no quita la vista del camino y el acelerado del “Jeep” lo llevaba hasta el fondo.
Enami, miro por el retrovisor. Los callados sollozos de la joven, no tardaron en llegar, ver como las llamas consumía lo que algún día había sido su hogar y su refugio; era tan doloroso. Sus brazos, apretaban cada vez más a su pequeña sobrina. Ella, solo negaba con la cabeza, se negaba a creer lo que estaba sucediendo. Jamás en las historias contadas por su hermana, se imaginó ser ella parte de la raíz de un pacto.
El móvil de Albert comenzó a sonar, con algo de dificultad, apretó el botón de tono. Al instante dijo: ¿¡George!?
- No señor. Soy Emily, le tengo los datos que el señor George, me dio para usted
- ¿¡como!? ¿y donde esta George? Necesito que enlaces la llamada con su móvil. Esto no es un juego Emily – dijo Albert, con los nervios tendiendo de un frágil hilo
- De acuerdo señor, yo realizo el enlace. Pero antes, escuche por favor. Todo está listo. Diríjase al hangar ocho su GPS ya está activado y por lo que veo en mi pantalla, esta próximo a llegar.
- Emily, necesito que me hagas un favor – Albert, respiro para serenar su voz. En este corto tiempo, había aprendido tanto de Ayira, y la serenidad, era fundamental para lograr un buen objetivo – Por nada del mundo llames a mi hermana y también necesito […]
***
- Enami, solo recarga tu cuerpo en el sillón y pon tu mente en blanco. Todo estará bien te lo prometo – Albert apretó fuerte sus ojos y apaciguo sus nervios con un gran suspiro – ¡adelante capitán! levante el vuelo y sin escalas.
***
- ¡Ahí! ¡tras lo matorrales! – grito uno de los aldeanos. Algunos de los guerreros de la “Tribu Maasai” se encontraban liados, contra el piso. Los mantendrían como rehenes, hasta obtener lo que la bestia pidiese, como ofrenda. Necesitaban darle una buena congratulación, para lavado de su honra.
El atronador tiro de la escopeta, salió directo a donde se había señalado. Un lastimero gañido se dejó escuchar.
- Traedle ante mí. Todos vuestros ojos podríais mirad, como se paga una ofensa. La desleal ruptura de los pactos, se pagáis con sangre. Aunque ya estéis rumiada por el hombre. Eso no importáis, la paga a mi deshonra debéis ser plena ante mis ojos – dijo la Bestia, apuñando con fuerza su gran estaca.
El cuerpo debilitado de la “CHEETAHA”, era arrastro por un grupo de hombres. Como un desecho humano, la lazaron sin piedad a los pies de la Bestia. “Él CHITRAKA” macho se acercó asta ella. Con gesto de desagrado, acerco su geta al cuerpo de ella y la comenzó a olfatear. “Él CHITRAKA” se volvió hacia la Bestia y negó con la cabeza.
- ¡¡NO!! – musito él, al verle desvalida ante los pies, de aquella venosa piel. Creada por siete diferentes partes de animales
Con furia “Él CHITRAKA” macho, encajo sus colmillos, sobre el lomo de “La Mujer CHEETAHA”. Como un pedazo de trozo carroñero, fue lanzada por los aires; cayendo su cuerpo sobre el lodo, el dolor que sentía solo la hacía sollozar. Aun no se sentirse complacido por la deshonra, la llevo hasta el fango y ahí, le encajo sus colmillos en diferentes partes de sus extremidades.
[ya no más… ¡por favor!] suplicaba a quien fuese que lo escuchara
- Lo siento hijo – escucho decir tras él. Al instante se volvió. Al encontrarse con un rostro amigo, sus lágrimas no esperaron y comenzaron a salir a borbotones – tranquilo Albert… los legados de sangre suelen ser dolorosos.
- George… por favor impidamos esta masacre – suplico Albert, a su gran amigo y mentor
- ¡No! Eso es imposible. El parar ahora esto, sería darle continuación a este pacto – Dijo el “Jefe Abad”, agachando su cabeza frente al hombre rubio. Aunque no le podía mirar, sentía el dolor del alma de su más joven guerrero.
El cuerpo de Ayira, comenzaba a ser abandonar por el chaman, que la acompañaba desde su nacimiento. Ahora era una mujer desvalida, recién parida y con severas mordeduras, por todo su cuerpo.
- ¡¡Decidme mala mujer!! ¿Dónde tenéis vuestro escondrijo? ¡Traedme a su cría! no me importáis que seáis una mestiza, como vuestra hermana. Le deseo para agasajarme con sus majares. “Carne limpia, pura y tierna. Jamáis rumiada por el hombre”.
La sangre de Albert hervía, como si fuese un volcán en ebullición. El muy cretino, se refería a su hija, como si fuese un exquisito trozo de carne. George, lo conocía tan bien que tapo su paso.
- "No…" es su juego. Sabe de nuestra presencia y quiere retar a tus demonios – George coloco una mano sobre el hombro de Albert – no es la primera vez que te enfrentas a él. Pero esta vez será diferente. La niña la tienes tú. Él se ha quedado sin nada. Ayira no vivirá y hasta aquí, terminara el pacto y tu legado .
- ¿Vos no abalarais? Bien… ¡¡abridle!! – conjuntando todo el poder de su furia con su fuerza. Encajo la puntiaguda estaca en la entrañas de Ayira. Las severidad de sus palabras, estremeció a todos los aldeanos, al decir: Cambiaros vuestras ofrendas por pactos y no cumpliros, sabéis de la severidad que conlleváis la consecuencia. Por vosotros, hacéis quinientos años. La sangre de vuestra doncella que miráis castigada, habéis sostenido un pacto con vuestra eminencia, que sois yo. Fue gallarda de belleza exorbitante la damisela. Ninguna de las que neis en vuestras chozas se le igual. Vosotros ahora venís y sacrificadle. juzgáis a la doncella deshonrosa. Vosotros sois hipócritas. Protegeros y lealtad se le merecían. En ofrenda a su gallardía os dejo: oscuridad de la anochecer sobre vuestro paso. No tendréis día o noche tranquiláis.
- pero usted fue quien la quería – dijo uno de los aldeanos mirándolo a los ojos
En instantes el gran “CHITRAKA” destrozo el cuerpo del hombre, que se había osado a cuestiónale.
- ¡Y vos! Salid de vuestro escondrijo. Venid aquí. George..., saludaros a vuestras viejecillas amistareis. Traed ante mí a vuestro mejor guerrero, ese que tenéis los ojos hechiceros, tan azulados como si fuerais nubecillas. Esaís… de donde me habéis echaros – su rostro se transfiguro al regales un sonrisa –. no sé si os alegrasteis lo suficiente…
La comunidad de “Kenia” despertaba despavorida, por el estruendoso ruido. Los chillantes sonidos, se igualaban al afilador de las tijeras. El final se acerba a ellos. Descendiendo, como feroz lava enardecida. “Kenia” volvería a sumirse en la hambruna y no habría un nuevo pacto. Ahora él, decidiría las reglas de los puntos rojos.
La “Tribu Maasai” al escuchar el aterrador ruido, de los gruñidos amenazantes. Corrieron por sus hachas, arcos y puntiagudas flechas. Los jóvenes guerreros, sabían cuales caminos tomar, para rodear a la bestia; montaron a sus caballos y de un fuetazo los hicieron relinchar. Acompañándolos por un grito guerra.
Pero los aldeanos, no comulgaban con las decisiones del “Jefe Abad”. Así que ellos, tomaron sus mejores rifles y subieron a sus grandes camionetas. Al igual que la tribu “Maasai” sabían de los caminos, que tomarían los guerreros.
Los ríos de sangre inundarían a un poblado. “Las Grandes Guerras Floridas” esas batallas jerárquicas, contadas por sus ancestros, volvían sin piedad alguna.
El ruido de los cascos de los caballos y los motores de las camionetas, hacían estremecer la tierra. Las voces se unían en solo cántico, lleno de amenazas envenenadas. Los lugareños, estaban llenos de rabia. Eran como si hubiesen perdido la paz milenaria, que mantenía con la bestia.
El valle se llenó de lamentos y gemidos. Las balas salían de los violentos rifles. Las afiladas flechas, atravesaban los cristales. Los animales corrían despavoridos, ante el contagioso ruido enloquecedor de la batalla; su instinto les impulsa a buscar resguardo para preservar su vida.
- ¿¡Que sucede Enami!? – pregunto Albert, con el semblante desencajado. La jovencita solo negó con la cabeza y volvió su mirada a hermana.
Ayira, ya se comenzaba a poner en pie.
- ¡Ayira! – dijo Albert, tratándola de detener. Los ojos de ella, solo negaron a la petición.
Ayira con la sonrisa más triste dijo a, Albert: mi gran guerrero, necesito que saques toda la fortaleza, que tiene tu alma y te lleves los más lejos posible, a nuestra hermosa golondrina.
- No…, ¡¡eso no!! vayámonos juntos. Ayira… yo te amo – mirar llorar a un guerrero por su gran amor, era el acto más grande de valentía.
Ella tomo a la pequeña y la coloco en los brazos de Albert. Deposito un tierno beso sobre la frente de la bebé. Sus lágrimas caían, humedeciendo sus pequeñas y regordetas mejillas. Miro hacia los ojos de Albert, donde se encontraba la pureza de su alma y le dijo: “se que la cuidaras con tu propia vida ¡porque ella es…!
Albert, coloco un dedo sobre los labios de Ayira. Aun no quería despertar a su consciente.
Del cuerpo de Ayira, comenzó a salir un hermoso pelaje, tan brillante como el sol, que se esconde entre negros rosales. Renuente a que la siguieran mirando, dijo con la vos enronquecida: ¡¡ándate…!! ¡¡llévatelas…!! ¡¡salgan…!! ¡Enami… hermanita te amo!
****
- ¡George! ¡¡George!! - Albert trataba de contactar a su mentor, por medio de su móvil. Pero no se establecía una buena señal. El camino estaba cerrado por algunas camionetas, que habían volcado. Los lamentos se escuchaban tan cercanos, pero Albert, no quita la vista del camino y el acelerado del “Jeep” lo llevaba hasta el fondo.
Enami, miro por el retrovisor. Los callados sollozos de la joven, no tardaron en llegar, ver como las llamas consumía lo que algún día había sido su hogar y su refugio; era tan doloroso. Sus brazos, apretaban cada vez más a su pequeña sobrina. Ella, solo negaba con la cabeza, se negaba a creer lo que estaba sucediendo. Jamás en las historias contadas por su hermana, se imaginó ser ella parte de la raíz de un pacto.
El móvil de Albert comenzó a sonar, con algo de dificultad, apretó el botón de tono. Al instante dijo: ¿¡George!?
- No señor. Soy Emily, le tengo los datos que el señor George, me dio para usted
- ¿¡como!? ¿y donde esta George? Necesito que enlaces la llamada con su móvil. Esto no es un juego Emily – dijo Albert, con los nervios tendiendo de un frágil hilo
- De acuerdo señor, yo realizo el enlace. Pero antes, escuche por favor. Todo está listo. Diríjase al hangar ocho su GPS ya está activado y por lo que veo en mi pantalla, esta próximo a llegar.
- Emily, necesito que me hagas un favor – Albert, respiro para serenar su voz. En este corto tiempo, había aprendido tanto de Ayira, y la serenidad, era fundamental para lograr un buen objetivo – Por nada del mundo llames a mi hermana y también necesito […]
***
- Enami, solo recarga tu cuerpo en el sillón y pon tu mente en blanco. Todo estará bien te lo prometo – Albert apretó fuerte sus ojos y apaciguo sus nervios con un gran suspiro – ¡adelante capitán! levante el vuelo y sin escalas.
***
- ¡Ahí! ¡tras lo matorrales! – grito uno de los aldeanos. Algunos de los guerreros de la “Tribu Maasai” se encontraban liados, contra el piso. Los mantendrían como rehenes, hasta obtener lo que la bestia pidiese, como ofrenda. Necesitaban darle una buena congratulación, para lavado de su honra.
El atronador tiro de la escopeta, salió directo a donde se había señalado. Un lastimero gañido se dejó escuchar.
- Traedle ante mí. Todos vuestros ojos podríais mirad, como se paga una ofensa. La desleal ruptura de los pactos, se pagáis con sangre. Aunque ya estéis rumiada por el hombre. Eso no importáis, la paga a mi deshonra debéis ser plena ante mis ojos – dijo la Bestia, apuñando con fuerza su gran estaca.
El cuerpo debilitado de la “CHEETAHA”, era arrastro por un grupo de hombres. Como un desecho humano, la lazaron sin piedad a los pies de la Bestia. “Él CHITRAKA” macho se acercó asta ella. Con gesto de desagrado, acerco su geta al cuerpo de ella y la comenzó a olfatear. “Él CHITRAKA” se volvió hacia la Bestia y negó con la cabeza.
- ¡¡NO!! – musito él, al verle desvalida ante los pies, de aquella venosa piel. Creada por siete diferentes partes de animales
Con furia “Él CHITRAKA” macho, encajo sus colmillos, sobre el lomo de “La Mujer CHEETAHA”. Como un pedazo de trozo carroñero, fue lanzada por los aires; cayendo su cuerpo sobre el lodo, el dolor que sentía solo la hacía sollozar. Aun no se sentirse complacido por la deshonra, la llevo hasta el fango y ahí, le encajo sus colmillos en diferentes partes de sus extremidades.
[ya no más… ¡por favor!] suplicaba a quien fuese que lo escuchara
- Lo siento hijo – escucho decir tras él. Al instante se volvió. Al encontrarse con un rostro amigo, sus lágrimas no esperaron y comenzaron a salir a borbotones – tranquilo Albert… los legados de sangre suelen ser dolorosos.
- George… por favor impidamos esta masacre – suplico Albert, a su gran amigo y mentor
- ¡No! Eso es imposible. El parar ahora esto, sería darle continuación a este pacto – Dijo el “Jefe Abad”, agachando su cabeza frente al hombre rubio. Aunque no le podía mirar, sentía el dolor del alma de su más joven guerrero.
El cuerpo de Ayira, comenzaba a ser abandonar por el chaman, que la acompañaba desde su nacimiento. Ahora era una mujer desvalida, recién parida y con severas mordeduras, por todo su cuerpo.
- ¡¡Decidme mala mujer!! ¿Dónde tenéis vuestro escondrijo? ¡Traedme a su cría! no me importáis que seáis una mestiza, como vuestra hermana. Le deseo para agasajarme con sus majares. “Carne limpia, pura y tierna. Jamáis rumiada por el hombre”.
La sangre de Albert hervía, como si fuese un volcán en ebullición. El muy cretino, se refería a su hija, como si fuese un exquisito trozo de carne. George, lo conocía tan bien que tapo su paso.
- "No…" es su juego. Sabe de nuestra presencia y quiere retar a tus demonios – George coloco una mano sobre el hombro de Albert – no es la primera vez que te enfrentas a él. Pero esta vez será diferente. La niña la tienes tú. Él se ha quedado sin nada. Ayira no vivirá y hasta aquí, terminara el pacto y tu legado .
- ¿Vos no abalarais? Bien… ¡¡abridle!! – conjuntando todo el poder de su furia con su fuerza. Encajo la puntiaguda estaca en la entrañas de Ayira. Las severidad de sus palabras, estremeció a todos los aldeanos, al decir: Cambiaros vuestras ofrendas por pactos y no cumpliros, sabéis de la severidad que conlleváis la consecuencia. Por vosotros, hacéis quinientos años. La sangre de vuestra doncella que miráis castigada, habéis sostenido un pacto con vuestra eminencia, que sois yo. Fue gallarda de belleza exorbitante la damisela. Ninguna de las que neis en vuestras chozas se le igual. Vosotros ahora venís y sacrificadle. juzgáis a la doncella deshonrosa. Vosotros sois hipócritas. Protegeros y lealtad se le merecían. En ofrenda a su gallardía os dejo: oscuridad de la anochecer sobre vuestro paso. No tendréis día o noche tranquiláis.
- pero usted fue quien la quería – dijo uno de los aldeanos mirándolo a los ojos
En instantes el gran “CHITRAKA” destrozo el cuerpo del hombre, que se había osado a cuestiónale.
- ¡Y vos! Salid de vuestro escondrijo. Venid aquí. George..., saludaros a vuestras viejecillas amistareis. Traed ante mí a vuestro mejor guerrero, ese que tenéis los ojos hechiceros, tan azulados como si fuerais nubecillas. Esaís… de donde me habéis echaros – su rostro se transfiguro al regales un sonrisa –. no sé si os alegrasteis lo suficiente…
Continuara...
Última edición por an le mon el Miér Abr 29, 2020 11:08 pm, editado 3 veces