Legados de Sangre
Escrito realizado por: Saadesa & Anialeen82
Capitulo cuatro
- ¿¡Estás bien!? Se te ve pálida. Considero que debes ver un doctor, el desmayo que tuviste y ahora esto. Es mejor que te revise un médico. Vendrás conmigo al pueblo.
- ¡¡No…!! ya me siento mejor. No te preocupes, es solo un poco de anemia. Solo debo de alimentarme mejo - [y hace tanto que no…] su pensamiento se desvaneció, al observar: como por su dedo, se deslizaba un peque hilo de sangre.
Sin sentirlo se había cortado con un trozo de vidrio. El rojo, cálido y bien oliente de su sangre, estaba embargando su cuerpo de una descomunal ansiedad. Albert, al notar el temblor en las manos de la joven, intento acercarse a ella. La preocupación que sentía en ayira, iba en aumento al ver como la joven, apretaba su garganta. Ya próximo a ella él dijo:
- ¿Estás segura? ¡En verdad Ayira, podemos…!
- ¡Sí…! Ya te dije que estoy bien. He ido al doctor… - como siempre mintió. Trataba de ocultar tantas cosas, que su mundo era un castillo de engaños -. Solo descansare un poco. Ándate, no tengas pendiente por mí. Enami, no tardara en llegar. La escuela rural, donde ella imparte clases, no se encuentra lejos; así que ándate. Encárgate de tus menesteres ¡¡que son varios!! Vamos chico rubio, apresúrate el pueblo queda retirado. No me agrada que el señorito ande noche por las carreteras, recuerda que estas a mi cuidado.
Albert, arrugo su nariz y soltó una risa de incredulidad. Como una joven cuidaría de un hombre como él. En medio de una risa nerviosa dijo: Ayira, eres tan joven, que me temo decepcionarte y decirte que es imposible cuidar de mí.
- No se fié de todo lo que ve mi querido lord. Puedo ser muy ruda si me lo propongo.
Sus miradas se encontraron, al igual que dos almas perdidas, suspendidas “en el tercer y cuarto plano de la existencia espiritual”. Había llegado el momento de conjuntar sus caminos.
Sus errantes pasos, estaban de vuelta en la zona, donde su amor había finalizado. Como el viento que llega y remueve las hojas secas del pastizal, de esa misma manera; le llego la sensación de un triste deja vu , el cual no había encontrado su final. Sus sentimientos fueron invadidos, por el temblar de miedo… miedo a la pasión, que amenazaba por salir de sus venas.
Aun negándose a reconocer lo ahora descubierto, ambos condujeron sus pasos en direcciones desiguales.
Ella, trataba de esconderse en la oscuridad, de la rosa de los vientos. Un poniente solitario y sombrío, donde sumisa esperaría su final.
Él, se condujo a los despertares del sol, como un firme guerrero, siempre expectante a las nuevas batallas. Sin perder la fe, de ver el resplandor de un nuevo sol, que emana de entre los montes del oriente.
Albert, llegó al pueblo, con presura busco el café Internet. En cuanto se encendió de la portátil, la adrenalina comenzó a correr por su cuerpo. Pero… no echaba de menos su vida en la gran ciudad, por algún motivo inexpiable para él, se sentía tan cercano a… – Ayira ¿cómo estará? – se preguntaba, mientras esperaba que la señal de Internet, se conectara a su portátil.
La alegría lo invadió, en cuanto vio tras la pantalla, el hermoso y resplandeciente rostro, de su pequeña hermana Candy. Las noticias que Albert le daba la estaban llenado de gozo y alegría. Candy se sentía tan feliz. Mirar a su hermano, con tan buen semblante y ahora saberse productiva, ante la lucha de una reserva ecológica. Eso para ella significaba mucho. Por primera vez, haría equipo con su hermano.
- Pequeña, necesito que la “Asociación Andrew Graham” sean los principales benefactores. Los que recaudes de tus cenas de galas, eso lo dejaremos como un fondo de subsistencia para que se ayuden, en lo que se unen más benefactores. ¿Estás de acuerdo?
La rubia lo miraba boquiabierta [¿quién se comió a mi hermano? ] incrédula y expectante miraba a Albert. Tan impactada estaba, que no permitía ni parpadear. No fuera a desaparecer de la pantalla, ese rostro sereno, de tan bella sonrisa y coloradas mejillas. Le aterraba que regresara “Él ogro gritón toda prisa”. Era el mote, con el que se le conocía al magnate.
- Candy… ¿¡por qué me miras así…!?
- ¡Ash, Bert! Si no fuera porque nos separa miles de millas, yo misma iba y te pellizcaba esas lindas y bronceadas mejillas.
- ¡Haber! – dijo Terry, pegándose con exageración al monitor
- Ya… sean juiciosos en este asunto. Esta reserva africana, necesita mucha ayuda. Así que, como tardaras dos semanas, en organizar tu primera cena de recaudación en Chicago. Necesito que le diga a George, que envié un mi “jet” y la cantidad de dinero, que te marcare por correo.
- No te preocupar magnate, estamos haciendo unos buenos negocios. ¡Ah! ya no tienes acciones, a si que ya no tienes por que venir a trabajar – grito Terry desde la bañera
- dile a tu cretino marido que en cuanto llegue lo tomare por el cogote asta dejarlo tan morado como una berenjena. Aun no me cobro eso que te hizo
- ¿Qué me hizo, Bert? – los ojos de la rubia se abrieron tanto que sus pestañas tocaban sus cejas
- ¡Eso! Mírate es una enorme barriguita. Ahí hay ¡¡tres engreídos y dos monas pecas!! – dijo Albert soltando tremenda carcajada-. cuando vuelva. no te podré abrazar pequeña
- ¡¡Bert!! – gruño la rubia, curveando sus músculos faciales
- Es mentira, te ves hermosa. Más hermosa que nunca. Te quiero pequeña y disculpa si no estuve contigo, en los momentos que más me necesitaste
- ¡¡Hermano!! – los bellos ojos color esmeralda, comenzaron a desbordase las más tiernas lágrimas, tan llenas de amor–. Bert, no sé qué comas, pero espero que, a tu regreso traigas un bultito lleno de eso; que te hablando el corazón.
- Pequeña…, cuídate mucho y dile a tu actor que, si no protege a mi asobina, yo mismo con mis manos…
- ¡uy…! el señor magnate – dijo Terry socarronamente, al escuchar la amenaza
- vamos… no comiencen - dijo Candy
- Sabe que tengo más experiencia - dijo Albert empuñando su mano una sobre su palma
- Te extrañaremos hermano, pero estamos muy felices, de que estés descansando. Tú también cuídate y no olvides que te quiero. “Bay” -se cerró la imagen en la vídeo llamada.
Albert, salió del café Internet, su mirada era dubitativa, se debatía entre qué camino tomar. Quería saber cómo estaba Ayira, pero… había algo que lo inquietaba por saber, era como si una gran cita de negocios lo esperara […]
****
- Hola – saludaba Albert, a los niños que corrieron a su encuentro. Le estrego la bolsa con algunas golosinas. Las caritas de sorpresa de los pequeños, estremecieron su corazón.
La tarde estaba por terminar y la “Tribu Masai” ya había prendido una fogata, hombres danzaban y mujeres aplaudían, alrededor de ella, con cantos desconocidos para él – pero hacían palpitar su corazón frenéticamente - Le ofrecieron de beber un líquido verdoso, en una pequeña vasija.
Albert, sabía que debía tomarlo, era descortés no aceptarlo, podrían tomarlo como ofensa. Cuando lo bebió, un fuerte sabor cubrió su boca. Evitando hacer un gesto de desagrado solo se limito a sacudió la cabeza.
- ¡¡Caray… vaya que esta fuerte esto!! – “Él Jefe Abad” tono asiento a un lado de él.
- Me alegra mucho verte entre nosotros – dijo “ÉL Jefe Abad” con toda serenidad.
- Para mí, es un gran honor el poder adentrarme en su mundo. Me siento agradecido y honrado. Es curioso, me siento como si estuviera en casa.
- Debo decirte… los legados de sangre, marcan nuestro destino, y tu tiene uno muy fuerte. El que estés en este lugar ¡no es casualidad! está aquí, porque el cruce de tu destino: exige que cierres ciclos o inicies uno nuevo. ¡Ah! y tu hogar… que bien que no olvides.
- ¿Como dice? - no entiendo sus palabras. Albert pensó que le habían informado sobre su vídeo llamada [el brebaje… sí, esta haciendo efecto en mí. Creo que me siento ¿¡feliz!?]
“Él Jefe Abad” continuo: “Hay un llamado de sangre hacia usted – Albert solo trato de ocultar una sonrisa – No joven guerrero. Usted pensara que soy un viejo y mi mente divaga, por los grandes montes de Kenia, pero no… Cuando lo vi por primera vez, detrás de ti pude visualizar a la mujer. Créeme esto que veras y vivirás, no será una leyenda más de este pueblo.
- ¿Qué mujer? ¡Ayira! Se refiere a ella… Disculpe mi ignorancia, pero en verdad no sé de me habla.
- No tienes que entenderlo…, tu legado de sangre se encargará de hacerlo por ti. Solo no huyas de ella, hace varios meses que ella vaga; come de sus presas y desaparece, en el infinito se desliza como: si flotara buscando a su salvador.
“El Jefe Abad” tomo un poco de polvo verdoso y lo lazo a la gran fogata. Los cánticos y bailes de los hombres y mujeres aumentaron frenéticamente. Él Jefe continúo diciendo: “Ella, canta luz y teje piel, es poderosa. Al principio de los tiempos, los dioses oscuros crearon a esta la mujer. Se esconde entre las sombras de la noche. Pero también, es mujer de una misteriosa presencia. Hay momentos en que la sentimos tan cerca, pero nunca la vemos. Sabemos que nos protege, pero también se le debe tener temor”
Albert, no dejaba de escuchar, lo que el anciano le decía: “En ti esta la iniciar nuevamente, una gran ¡“Guerra Florida”! o tomar tu gran pajarraco he irte. Pero recuerda… tu legado te perseguirá y no tendrás la paz que tu alma necesita. Y aquí – “El Jefe Abad” llevo su mano, al pecho de Albert – siempre dolerá, sentirás el vacío de los oscuros pantanos. La soledad de los bosques olvidados y tu legado lo transmitirás, a la más inocente y alma pura.
Albert, lo miro desafiante. Su respiración se comenzaba a agitada y los latidos de su corazón, aumentaban su ritmo
- no me mires así “Mi Gran Guerrero” – él respetado anciano de la comarca, se levantó. Dio unos escasos pasos y paro su andar. Se volvió a Albert y en tono solemne le dijo: que bella es tu hermana y tu sobrino podría ser uno de los nuestros.
Un poco mareado, Albert decidió retirarse, aquellas palabras del jefe Abad, lejos de asombrarlo, le causaron un poco de desconcierto [creo que, esta bebida hace alucinar y creer de mitos]
- ¡hombre rubio! – grito a las espaldas de Albert, él paro su andar y fue donde se percató, que el jefe de la tribu era ciego; dos chicos de los más jóvenes, lo apoyaban guiando su paso-. permítame darle un consejo… más bien, una advertencia. El beso que sale de los labios humanos, puede despertar la furia de la bestia. ¡Yo lo vi… y lo escuché…!
El semblante lastimero del jefe Abad, prendió las alarmas internas de Albert.
Albert subió al "Jeep" se sentía un poco de aturdimiento y sus movientes eran torpes. Pero aun así, puso en marcha el auto, [gracias a Dios no hay más autos] él, intentaba enfocar su distorsionada vista en el camino. En un instante, de la oscuridad del llano salio una cebra, saltando despavorida a la carreteras. Albert intentaba estabilizar el volante, frenar precipitadamente solo haría, que el saliera expulsado por los aires. sin apretar el acelerador ni el freno, dejo ir en punto muerto el "jepp". Albert, contrajo los músculos de su cuerpo y apretó los ojos tanto como pudo. El vehículo, se iba a estrellar contra las montañas...
CONTINUARA...