Days go by
¨No, esta noche no hay bromas ni travesuras...¨
Martha cerró las persianas de la sala de su residencia. La oscuridad del ocaso se extendió por la totalidad de cada cuarto de la hermosa mansión. Extrañamente, hacía un frío anormal por vivir en el cálido estado de Florida. O quizá sólo era su estado de animo lo que la hacía sentir escalofríos en su cuerpo cansado y doblado por la edad y la pena que su familia estaba padeciendo. Se talló los ojos para tratar de despejarse un poco y se dirigió hacia las habitaciones para ver como se encontraba su nieta. ¨Pobrecita mi niña!¨
Subió con lentitud por las escaleras y al llegar al cuarto de Patricia, escuchó a través de la puerta para ver si estaba despierta llorando para no molestarla en caso de ser así. Solo oyó silencio y abriendo con sumo cuidado la puerta, la vio recostada con su ropa de duelo hecha un ovillo sobre su cama, al acercarse notó que entre sus manos tenía una fotografía de su novio. El dulce rostro de su nieta estaba manchado con las lagrimas resecas que se habían vuelto trazas de polvillo blanco sobre sus mejillas. Tratando de no despertarla le retiró de las manos el retrato y a como le fue posible la acomodó para cubrirla con el cubrecamas. La jovencita lanzó un sentido suspiro y un sollozo mientras dormía pesadamente por el cansancio físico y emocional que saber la noticia de la muerte de Stear le había ocasionado. Se sentía impotente en ese horrible trance, por que no había chanza o chascarrillo que se le pudiera ocurrir para aliviar o resolver el sufrimiento de la persona que mas amaba en el mundo.
Patty regresó de Chicago después del funeral sin cuerpo presente, donde se hizo un servicio in memorian y un sepelio simbólico ante la imposibilidad de recuperar el cuerpo de quien fuera su primer y gran amor. En cuanto la vio entrar por la puerta de su mansión, la jovencita se lanzó a sus brazos en un mar de llantos y sollozos desgarradores que le encogió el corazón. Martha la abrazó lo mas fuerte que pudo intentando en vano consolarla, las pocas palabras que atinó a decirle no hicieron menguar el evidente dolor que ella sentía, solo atinó a llevarla a descansar a su cuarto y estarle llevando te y refrigerios para que no se deshidratara y pudiera poner en riesgo su salud.
Ella misma sabía lo que era perder seres queridos a causa de la violencia, varios familiares muy queridos habían muerto cuando ella era casi de la edad de Patricia en la Guerra de Secesión, y sufrieron grandes carencias a causa de la invasión de los yanquis al territorio de los estados confederados.
-Mi niña hermosa, cuantas cosas quisiera poder evitarte, pero el dolor es parte de la vida tanto como la alegría y la dicha. Ya veras que tiempos mejores están por venir y aunque te parezca impensable, volverás a amar y podrás recordar con agradecimiento...los días pasarán y el sufrimiento se irá.
Acarició con infinita ternura la cabeza de su amada nieta y dándole un beso en la frente salió de la misma cuidadosa manera del cuarto y se dirigió al suyo, en la repisa que tenía a un lado de su cama tenía innumerables fotografías y daguerrotipos de todos aquellos que ya habían partido, y una de ellas tenía la imagen bastante borrosa de un joven soldado confederado. Se quitó los lentes y tomándola por entre las demás, la tomó y la apretó contra su pecho. Era la de su primo Thomas, su primer gran amor de la niñez, ella tenía 10 años cuando lo vio partir con el batallón que perdió la batalla de Guettysburg. El tenía 16 años y aunque sólo fue un inocente amor platónico por parte de ella, el horror de saber que había perdido la vida llenó de tristeza su vida solitaria entre tutores y lejos de otros niños. Su padre huyó con su familia y las riquezas que pudo salvar para no sufrir la humillación que muchos otros sufrieron al terminar la guerra, la casaron muy joven y por esa razón ella sentía que no había vivido muchos sueños que ella siendo tan inquieta deseaba haber tenido.
Una pequeña lagrima surcó por su mejilla, y dándole un pequeño beso al retrato volvió a colocarlo gentilmente en el lugar de donde lo había tomado. Encendió un pequeño cirio que estaba a un lado de su lecho y agradeció a Dios por la buena vida que había llevado a pesar de todo, y agradeció la oportunidad de estar viva aun para cuidar y proteger a su querida nieta, y en silencio oró para que su corazón pronto se recuperara de ese duro golpe. Mañana, estaba segura, sería otro día.