IN THE WIND
El anciano miró con nostalgia hacia el muelle. Solía ir de vez en vez a mirar en dirección donde la había visto partir por última vez. La conoció siendo prácticamente niños, ella muy pequeña y él apenas entrando a la adultez, pero algo en su mirada le pareció tan cercano y familiar. Sería el destino el que los llevó a unir sus caminos tiempo después, y verla crecer a través de los años, sabiendo que ella era un alma pura, la más buena persona con la que tuvo la oportunidad de convivir por tanto tiempo.
Quiso ayudarla a como pudo hacerlo, era su mejor amiga y de tal manera acompañó sus pasos y limpió su llanto en cada decepción y en cada despedida. Creyó que sólo era eso, conforme los años pasaron y la confianza trascendía cualquier pasión pasajera. Estaba tan seguro de tener su compañía tranquila, sin presiones ni sobresaltos, una vez que las llamas descontroladas de la juventud se apaciguaron.
Con cuánta sorpresa recibió la noticia ese triste día para él. Ella se marcharía cruzando el océano en pos de un viejo amor que no había olvidado. Como se lamentó no haber abierto antes su corazón, y tener que decirle como el mejor de los amigos: "Vete en paz, que Dios bendiga tu camino!" Como lamentó no haber visto que en ella podía realizarse como un hombre a plenitud, pero estaban tan a gusto, estaban tan tranquilos viendo los años pasar en paz, como los mejores amigos...
Ahora la recordaba, en la soledad de su vejez, lamentándose el hubiera, el "y si hubiera dicho o hecho tal o cual cosa...?" No podía evitar de vez en cuando mirar hacia el cielo y preguntarse en cuál de esas estrellas brillaba el alma de su amiga. Aún recuerda lo que sintió en su corazón al leer la carta donde su marido le informaba que ella había fallecido al dar a luz a su primer hijo, y que entre sus últimas palabras le pedía decirle a su buen amigo Albert que le agradecía todo lo que había hecho por ella en vida...
Así que en cada aniversario de conocerla, iba a ese muelle a recordar como dejó ir por amor, al gran amor de su vida.