ENTRE CONSULTAS
Su cálida y suave mirada se posaba sobre ella bajando a recibirlo una vez más. Lo lamentaba, de verdad lamentaba esta vez haber ido porque sabía bien que era la última vez que la vería, en realidad no estaba seguro de volver a mirarla en toda su vida y le dolía profundamente alejarse sin siquiera tener ese momento a solas que ambos merecían…
Suspiro profundo y camino hasta la escalera donde ella caminaba lentamente, contoneándose levemente para disfrute de su espectador, quien con su gorro en mano intentaba mantener el nerviosismo a raya.
Ella sonrió, sin siquiera sospechar el motivo de la visita tan repentina del chico y él bajo la mirada queriendo pedirle mil veces perdón por tener que partir.
*-*-*-*-*-*-*
Un par de años atrás se habían conocido prácticamente de manera casual, fue en una de esas ocasiones en que ella presentaba males que a la vista de todos eran graves y a la sabiduría del médico eran solo achaques de mujeres. Por supuesto que esto último no era motivo para que apenas comenzara a quejarse de los dolores horribles de cabeza, mareos y demás no llamaran de inmediato al médico para que al menos le diera algo para calmar sus malestares.
Ese día el médico de la familia estaba fuera, en su lugar el acudió ante la solicitud de la familia y a pesar de la renuencia del hombre de la casa, Michael lo convenció de que él tenía la suficiente experiencia a pesar de su edad. No es que fuera tan joven pero si lo suficiente para causar desconfianza en una familia tan importante.
Entro en la habitación y corrió las cortinas, pues estas se encontraban cerradas a petición de la enferma, tal vez esperaba una vieja achacosa de esas ricachonas que solo buscaban llamar la atención y por ello cuando la vio recostada en la cama, con el cabello suelto adornando la blanca almohada se quedó sin habla y sin poder moverse por un tiempo que en realidad para él fue eterno, sin quererlo quedo flechado de inmediato.
Ella abrió los ojos, apenas lograba distinguir después de haber estado todo el día con las luces apagadas se sentía enceguecida por la luz que ingresaba a la habitación, como siempre estiro la mano en espera de que el medico comenzara su chequeo y al ver que este no hacía nada volteo a verlo y se quedó pasmada, posiblemente ella también se encontró en la misma situación del chico y él pudo al fin pudo reaccionar cuando ambas miradas se encontraron.
- Buenas tardes Señora, mi nombre es Michael, vine en representación del Dr. Jones puesto que él se encuentra de viaje y…
- No es usted muy joven.
- Lo sé, ya hable con su esposo de ello y él ha autorizado que la revise.
Sarah asintió y esta vez intento sentarse para que el pudiera checarla mejor, él saco sus cosas del botiquín y empezó a auscultarla no sin temblar al tocar su cuerpo y sudar con cada roce entre ambos.
- Dices que te llamas Michael?
El la observo. ¿Lo había tuteado? ¿Debido a su edad? ¿Debido a haberle generado confianza? ¿Debido a no confiar en él?
- Si señora.
- Sarah, puedes llamarme Sarah.
- ¿No Sra. Leagan?
- Lo siento, creo que eso seria lo correcto verdad?
Michael asintió pero cierta alegría corrió por su cuerpo, ella prácticamente le estaba autorizando a tutearla, termino de revisarla y saco un frasco que traía consigo entregándoselo en las manos.
- Que tengo Dr. Michael?
- Tiene fastidio, aburrimiento, soledad.
Ella lo observo fijamente y una lagrima corrió por sus mejillas, era la primera vez que alguien se daba cuenta que lo que en realidad ella tenía era esto último… Soledad, aquella soledad provocada por un esposo ocupado o unos hijos malcriados, aquella que no puede cubrir por reuniones con falsas amigas o compras en los más caros lugares, era aquella soledad con la que había decidido lidiar después de darse cuenta que nadie más la acompañaban o la comprendía.
Michael se sentó en la orilla de la cama, a pesar de que esto no era nada ético y la jalo a sus brazos para darle consuelo, y ella continuo llorando un poco más hasta que alguien toco a la puerta.
- Tome las gotas en una taza de té, le ayudaran a descansar.
Ella asintió y el guardo sus cosas ante la mirada de John mientras él se sentaba en el lugar donde el había estado y Sarah se volvía a recostar, esta vez dando la espalda al hombre en su cama.
- Puede darme el diagnostico Doctor.
- Requiere descanso, las gotas le ayudaran y ella se sentirá mejor mañana. –dijo un tanto nervioso y preso de sus propios sentimientos.
Esa fue la primera vez que se vieron, pero también el inicio de ambos. Aquel abrazo y aquellas lágrimas derramadas en su pecho fueron como un vínculo que comenzó a unirlos como unos amigos involuntarios y poco a poco como un par de amantes furtivos.
Después de un par de visitas el doctor de cabecera volvió a la ciudad y el día en que Sarah lo recibió perfumada y lista para las confesiones (de las cuales Michael era su escucha a partir de la segunda visita) ella de inmediato lo corrió y pidió que fuera el otro médico y no el quien acudiera. Después de tantos años el medico se sintió ofendido, por supuesto, y cuando John le exigió una explicación a su esposa ella simplemente dijo que el Dr. Michael había hecho más en tres visitas que lo que el otro había hecho en años.
- Tú lo has visto, cuando el Dr. Michael se va yo me siento mejor.
- Sí, pero nuestro medico…
- No quiero al Dr. Jones, ya no le tengo confianza, ese hombre piensa que estoy loca y para el todo son cosas de mujeres.
John no tuvo más remedio que tomar la palabra de su mujer y a partir de ese día Michael se convirtió en su médico de cabecera… y al menos un par de veces al mes acudía a proporcionarle una visita para aplicarle el tratamiento, el cual consistía en gotas y aceites cuando alguien estaba presente y en escucharla cuando ambos estaban solos.
El primer beso se dio en medio del llanto de ella, él quería protegerla y ella necesitaba a alguien a su lado, aquel beso dio pauta a algo más profundo y pronto ambos comenzaron a verse no solo dentro de la mansión sino fuera de la misma en aquellos largos viajes de John o cuando él tenía largas juntas de trabajo.
El primer paso siempre lo dio Sarah, tal vez sentía que si no lo hacía Michael sería incapaz de avanzar hacia a ella, al fin y al cabo era una mujer casada, con cierta experiencia si a eso le podía llamar experiencia, a decir verdad cuando tuvo la oportunidad de estar entre sus brazos supo que era una novata en el acto de amar.
Aquella primera vez que pasaron juntos fue en aquel consultorio, en el que ambos comenzaron a citarse pues la Mansión tenia oídos y ojos por donde fuera. Ella llego y la recibió el mismo, ella sin saberlo iba dispuesta a todo y el al recibirla se dio cuenta cuanto deseaba tenerla lejos de aquella gran casona, donde se sentía incluso culpable al ver como la hija de la mujer que amaba intentaba seducirlo con atenciones y sonrisas. La pobre chiquilla se había enamorado de él y pensaba que las visitas que el realizaba era por los mismos sentimientos de Michael y al parecer John también lo creyó al ver a su hija tan entusiasmada.
Al cerrar las puertas del consultorio ella se acercó intentando ser sensual, la verdad después de unos minutos se sintió torpe pero el al notarlo se acercó y la tomo entre sus brazos para fundirse luego en un beso lleno de amor y deseo. SI, sus sentimientos fueron más allá que simple deseo, era loó que los mantenía a raya pero también los que los llevo a traspasar el pudor, la ética y la decencia. El hacer el amor en aquel sofá sobrepaso cualquier encuentro sutil que había tenido con su esposo, aquello la llevo a sentirse amada de verdad, deseada, la llevo a experimentar sensaciones que nunca había imaginado. Michael era completamente pasional, no se inmutaba de besar ningún recoveco de su figura y ella aprendió con las muchas formas de amarle.
*-*-*-*-*-*-*-*-*
- Vengo a despedirme de usted Sra. Leagan?
Aquellas palabras la hicieron trastabillar lo que provoco que él se acercara en modo protector y la tomara en sus brazos.
- Que dices… que dice Doctor? –compuso de inmediato pues estaban en su casa, donde los sirvientes recogían cualquier las palabras para esparcirlas en sus chismes de cocina.
- Su hija, Eliza me ha invitado a una pequeña fiesta en el jardín, no quise desaprovechar la ocasión para venir y despedirme de ustedes. Me han mandado a llamar al frente como médico auxiliar.
Aquellas palabras apenas llegaban a sus oídos, quería llorar pero sabía que debía mantenerse tranquila al menos frente a otros, no demostrar que le dolían sus palabras y que tenía miedo de no volverlo a ver.
- Es nuestro deber, yo hice mi carrera en un hospital militar y desde un inicio sabíamos que podrían llamarnos. –decía con un nudo en la garganta, sabía lo que ella sentía porque el mismo estaba sintiendo que se desgarraba por dentro al tener que alejarse. –no podre atenderla más pero quería agradecerle su confianza.
Sus manos tomaron las de Sarah apretándolas fuertemente, y entregándole disimuladamente una carta la cual estaba seguro, dejaría de existir una vez que ella la leyera.
- Michael, te estamos esperando, anda ven!!!–grito Eliza melosamente, quería presumirlo a sus amigos, ella tampoco sabía que él se marcharía, lo supo en la fiesta cuando el conoció a Candy, cuando bailo con la rubia sintiéndose un poco identificado por las carreras tan similares, cuando intento distraerse al pasar un lado con la rubia para no dar más esperanzas a Eliza y para no pensar tanto en Sarah quien seguramente estaba en su habitación.
Al final busco en pretexto de alejarse mientras acompañaba a Candy al hospital. Al alejarse en el auto pudo ver la figura de Sarah en la ventana y claramente a pesar de la distancia la vio llorando con la carta en la mano… una carta cuyas letras hablaban de cuanto la amaba y cuanto más la amaría en los días que vendrían, hablaba de extrañarla e intentar sobrevivir para volver a ella, una carta llena de promesas futuras que ambos sabían bien no se cumplirían.
Fin.
Su cálida y suave mirada se posaba sobre ella bajando a recibirlo una vez más. Lo lamentaba, de verdad lamentaba esta vez haber ido porque sabía bien que era la última vez que la vería, en realidad no estaba seguro de volver a mirarla en toda su vida y le dolía profundamente alejarse sin siquiera tener ese momento a solas que ambos merecían…
Suspiro profundo y camino hasta la escalera donde ella caminaba lentamente, contoneándose levemente para disfrute de su espectador, quien con su gorro en mano intentaba mantener el nerviosismo a raya.
Ella sonrió, sin siquiera sospechar el motivo de la visita tan repentina del chico y él bajo la mirada queriendo pedirle mil veces perdón por tener que partir.
*-*-*-*-*-*-*
Un par de años atrás se habían conocido prácticamente de manera casual, fue en una de esas ocasiones en que ella presentaba males que a la vista de todos eran graves y a la sabiduría del médico eran solo achaques de mujeres. Por supuesto que esto último no era motivo para que apenas comenzara a quejarse de los dolores horribles de cabeza, mareos y demás no llamaran de inmediato al médico para que al menos le diera algo para calmar sus malestares.
Ese día el médico de la familia estaba fuera, en su lugar el acudió ante la solicitud de la familia y a pesar de la renuencia del hombre de la casa, Michael lo convenció de que él tenía la suficiente experiencia a pesar de su edad. No es que fuera tan joven pero si lo suficiente para causar desconfianza en una familia tan importante.
Entro en la habitación y corrió las cortinas, pues estas se encontraban cerradas a petición de la enferma, tal vez esperaba una vieja achacosa de esas ricachonas que solo buscaban llamar la atención y por ello cuando la vio recostada en la cama, con el cabello suelto adornando la blanca almohada se quedó sin habla y sin poder moverse por un tiempo que en realidad para él fue eterno, sin quererlo quedo flechado de inmediato.
Ella abrió los ojos, apenas lograba distinguir después de haber estado todo el día con las luces apagadas se sentía enceguecida por la luz que ingresaba a la habitación, como siempre estiro la mano en espera de que el medico comenzara su chequeo y al ver que este no hacía nada volteo a verlo y se quedó pasmada, posiblemente ella también se encontró en la misma situación del chico y él pudo al fin pudo reaccionar cuando ambas miradas se encontraron.
- Buenas tardes Señora, mi nombre es Michael, vine en representación del Dr. Jones puesto que él se encuentra de viaje y…
- No es usted muy joven.
- Lo sé, ya hable con su esposo de ello y él ha autorizado que la revise.
Sarah asintió y esta vez intento sentarse para que el pudiera checarla mejor, él saco sus cosas del botiquín y empezó a auscultarla no sin temblar al tocar su cuerpo y sudar con cada roce entre ambos.
- Dices que te llamas Michael?
El la observo. ¿Lo había tuteado? ¿Debido a su edad? ¿Debido a haberle generado confianza? ¿Debido a no confiar en él?
- Si señora.
- Sarah, puedes llamarme Sarah.
- ¿No Sra. Leagan?
- Lo siento, creo que eso seria lo correcto verdad?
Michael asintió pero cierta alegría corrió por su cuerpo, ella prácticamente le estaba autorizando a tutearla, termino de revisarla y saco un frasco que traía consigo entregándoselo en las manos.
- Que tengo Dr. Michael?
- Tiene fastidio, aburrimiento, soledad.
Ella lo observo fijamente y una lagrima corrió por sus mejillas, era la primera vez que alguien se daba cuenta que lo que en realidad ella tenía era esto último… Soledad, aquella soledad provocada por un esposo ocupado o unos hijos malcriados, aquella que no puede cubrir por reuniones con falsas amigas o compras en los más caros lugares, era aquella soledad con la que había decidido lidiar después de darse cuenta que nadie más la acompañaban o la comprendía.
Michael se sentó en la orilla de la cama, a pesar de que esto no era nada ético y la jalo a sus brazos para darle consuelo, y ella continuo llorando un poco más hasta que alguien toco a la puerta.
- Tome las gotas en una taza de té, le ayudaran a descansar.
Ella asintió y el guardo sus cosas ante la mirada de John mientras él se sentaba en el lugar donde el había estado y Sarah se volvía a recostar, esta vez dando la espalda al hombre en su cama.
- Puede darme el diagnostico Doctor.
- Requiere descanso, las gotas le ayudaran y ella se sentirá mejor mañana. –dijo un tanto nervioso y preso de sus propios sentimientos.
Esa fue la primera vez que se vieron, pero también el inicio de ambos. Aquel abrazo y aquellas lágrimas derramadas en su pecho fueron como un vínculo que comenzó a unirlos como unos amigos involuntarios y poco a poco como un par de amantes furtivos.
Después de un par de visitas el doctor de cabecera volvió a la ciudad y el día en que Sarah lo recibió perfumada y lista para las confesiones (de las cuales Michael era su escucha a partir de la segunda visita) ella de inmediato lo corrió y pidió que fuera el otro médico y no el quien acudiera. Después de tantos años el medico se sintió ofendido, por supuesto, y cuando John le exigió una explicación a su esposa ella simplemente dijo que el Dr. Michael había hecho más en tres visitas que lo que el otro había hecho en años.
- Tú lo has visto, cuando el Dr. Michael se va yo me siento mejor.
- Sí, pero nuestro medico…
- No quiero al Dr. Jones, ya no le tengo confianza, ese hombre piensa que estoy loca y para el todo son cosas de mujeres.
John no tuvo más remedio que tomar la palabra de su mujer y a partir de ese día Michael se convirtió en su médico de cabecera… y al menos un par de veces al mes acudía a proporcionarle una visita para aplicarle el tratamiento, el cual consistía en gotas y aceites cuando alguien estaba presente y en escucharla cuando ambos estaban solos.
El primer beso se dio en medio del llanto de ella, él quería protegerla y ella necesitaba a alguien a su lado, aquel beso dio pauta a algo más profundo y pronto ambos comenzaron a verse no solo dentro de la mansión sino fuera de la misma en aquellos largos viajes de John o cuando él tenía largas juntas de trabajo.
El primer paso siempre lo dio Sarah, tal vez sentía que si no lo hacía Michael sería incapaz de avanzar hacia a ella, al fin y al cabo era una mujer casada, con cierta experiencia si a eso le podía llamar experiencia, a decir verdad cuando tuvo la oportunidad de estar entre sus brazos supo que era una novata en el acto de amar.
Aquella primera vez que pasaron juntos fue en aquel consultorio, en el que ambos comenzaron a citarse pues la Mansión tenia oídos y ojos por donde fuera. Ella llego y la recibió el mismo, ella sin saberlo iba dispuesta a todo y el al recibirla se dio cuenta cuanto deseaba tenerla lejos de aquella gran casona, donde se sentía incluso culpable al ver como la hija de la mujer que amaba intentaba seducirlo con atenciones y sonrisas. La pobre chiquilla se había enamorado de él y pensaba que las visitas que el realizaba era por los mismos sentimientos de Michael y al parecer John también lo creyó al ver a su hija tan entusiasmada.
Al cerrar las puertas del consultorio ella se acercó intentando ser sensual, la verdad después de unos minutos se sintió torpe pero el al notarlo se acercó y la tomo entre sus brazos para fundirse luego en un beso lleno de amor y deseo. SI, sus sentimientos fueron más allá que simple deseo, era loó que los mantenía a raya pero también los que los llevo a traspasar el pudor, la ética y la decencia. El hacer el amor en aquel sofá sobrepaso cualquier encuentro sutil que había tenido con su esposo, aquello la llevo a sentirse amada de verdad, deseada, la llevo a experimentar sensaciones que nunca había imaginado. Michael era completamente pasional, no se inmutaba de besar ningún recoveco de su figura y ella aprendió con las muchas formas de amarle.
*-*-*-*-*-*-*-*-*
- Vengo a despedirme de usted Sra. Leagan?
Aquellas palabras la hicieron trastabillar lo que provoco que él se acercara en modo protector y la tomara en sus brazos.
- Que dices… que dice Doctor? –compuso de inmediato pues estaban en su casa, donde los sirvientes recogían cualquier las palabras para esparcirlas en sus chismes de cocina.
- Su hija, Eliza me ha invitado a una pequeña fiesta en el jardín, no quise desaprovechar la ocasión para venir y despedirme de ustedes. Me han mandado a llamar al frente como médico auxiliar.
Aquellas palabras apenas llegaban a sus oídos, quería llorar pero sabía que debía mantenerse tranquila al menos frente a otros, no demostrar que le dolían sus palabras y que tenía miedo de no volverlo a ver.
- Es nuestro deber, yo hice mi carrera en un hospital militar y desde un inicio sabíamos que podrían llamarnos. –decía con un nudo en la garganta, sabía lo que ella sentía porque el mismo estaba sintiendo que se desgarraba por dentro al tener que alejarse. –no podre atenderla más pero quería agradecerle su confianza.
Sus manos tomaron las de Sarah apretándolas fuertemente, y entregándole disimuladamente una carta la cual estaba seguro, dejaría de existir una vez que ella la leyera.
- Michael, te estamos esperando, anda ven!!!–grito Eliza melosamente, quería presumirlo a sus amigos, ella tampoco sabía que él se marcharía, lo supo en la fiesta cuando el conoció a Candy, cuando bailo con la rubia sintiéndose un poco identificado por las carreras tan similares, cuando intento distraerse al pasar un lado con la rubia para no dar más esperanzas a Eliza y para no pensar tanto en Sarah quien seguramente estaba en su habitación.
Al final busco en pretexto de alejarse mientras acompañaba a Candy al hospital. Al alejarse en el auto pudo ver la figura de Sarah en la ventana y claramente a pesar de la distancia la vio llorando con la carta en la mano… una carta cuyas letras hablaban de cuanto la amaba y cuanto más la amaría en los días que vendrían, hablaba de extrañarla e intentar sobrevivir para volver a ella, una carta llena de promesas futuras que ambos sabían bien no se cumplirían.
Fin.