Un campo de girasoles, quizás el último vestigio de paz en una tierra tan atribulada por la guerra. Stear solía escaparse cuando le era posible, que era cada vez menos. Las batallas habían recrudecido, temía enfrentar cada día, pues podía ser su último. Este preciado lugar traía un poco de sosiego a su, cada vez más, afligido ser…
La lluvia arreciaba, cubriendo así sus lágrimas. Domy, la persona que consideraba más cercana, había sido abatido. Vio con profundo pesar como su novia lloraba, mirando a los cielos. La joven fue llamada para recoger sus cenizas, junto con las pocas pertenencias que su amigo dejó atrás.
“No hagas sufrir a tu novia”
Las palabras de Domy calaban hondo mientras presenciaba la escena. “Patricia…” ¿Qué sería de ella si él moría? Comenzó a lamentar no haber sido más audaz, no haber creado más recuerdos juntos para atesorar. La tristeza y la rabia, en ese momento, lo consumían. Estaba decidido a cobrarse la muerte de su preciado amigo. Tan absorto en sus pensamientos estaba, que ni siquiera vio a la muchacha marchar, sólo vino a reaccionar cuando su capitán tocó su hombro.
-Sr. Cornwell, vaya a descansar- su tono era severo, más su rostro mostraba genuina preocupación. – necesito su juicio claro y su puntería certera cuando lancemos el contra ataque.
-¿Cuándo será esto Capitán Bowman?- preguntó.
-Cuando pare este aguacero. Ahora, haga lo que le ordeno- hizo el saludo militar sin esperar su respuesta.
Tres días más se sucedieron, y para Stear, cada gota de lluvia parecía cargada de recuerdos: Los pocos y preciados momentos junto a sus padres. Su adorado hermano, fuente de entretención y compañía en la soledad de su niñez. Su primo Anthony, la tía abuela. Inevitable pensar en Candy, los días en el San Pablo, y por supuesto Patricia. Cercano al medio día, de ese tercer día, la lluvia amainó, dando paso a un frío sol. Observó los cielos y sonrió, aprovecharía ese momento para tomar un avión, y visitar su santuario personal.
Allí estaba el campo de girasoles, sus pétalos brillaban bajo el sol de la tarde. El hermoso espectáculo le hizo llorar. “¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me ha traído este estúpido idealismo? ¿Qué he ganado? Sólo siento que he perdido nuevos y preciosos momentos junto a los míos”. Pensó.
De pronto, la imagen de Anthony pobló su cabeza. “¿Sabías que en días nublados los girasoles se miran los unos a los otros para compartir energía? Me lo dijo el señor Weedman”
Así era y siempre había sido. Cada vez que se sintió atribulado o triste, su hermano, su primo, o algún amigo estuvo para él. Incluso en esos días de lluvia, habían acudido a él en forma de recuerdos. Ellos eran su valiosa fuente de energía, el girasol al que acudía. Y por el bienestar de esas personas, era que luchaba día con día.
“Gracias Anthony” pensó.
Esta fue la última vez que regresó a su santuario. Esa misma tarde la orden le fue dada, atacarían al despuntar el alba…
Última edición por cilenita79 el Miér Abr 14, 2021 9:40 am, editado 2 veces