UN CUMPLEAÑOS ESPECIAL
Había una vez un reino lejano gobernado por un rey muy sabio y justo al que todos sus súbditos apreciaban y respetaban haciendo extensivos estos sentimientos para su bella esposa Eleanor y su hijo único Terrence al que sus padres y la gente allegada a ellos llamaban cariñosamente Terry.
Al interior del palacio había una gran conmoción y entusiasmo por que el joven príncipe cumpliría 18 años, así que todos trabajaban arduamente En la organización del festejo que serviría también para que el susodicho eligiera esposa según las tradiciones del reino.
El joven príncipe se encontraba nervioso porque temía equivocarse al hacer su elección, él quería un matrimonio feliz y bien avenido como el de sus padres Richard I y Eleanor reina de Graham. El amor entre ellos surgió a simple vista, pero mutuamente se habían encargado de cultivarlo día con día al permanecer eternamente uno enamorado del otro y la prueba más grande de ese amor era él mismo. Si bien era cierto que después de su nacimiento los reyes nunca más pudieron concebir, a ellos no les importó, con su unigénito eran felices y solo deseaban la misma fortuna para su vástago.
Ocupando su mente con estos pensamientos, el príncipe Terrence llegó a la torre del ala oeste que era habitada por la hechicera Ponny quien tenía el aspecto de una dulce ancianita, pero poseía el conocimiento del mundo y la lealtad del universo, hecho que la había consagrado como principal consejera del rey. Cual si fueran los aposentos de su abuelita, el heredero al trono entró sin tocar sorprendiendo a la hechicera Ponny mientras leía su libro de pócimas
—¿Qué tal Ponny, otra vez estudiando?
—Buenos días Terry, uno nunca termina de aprender, el mundo está en constante cambio y debemos cambiar con él, pero no estás aquí para verme estudiar ¿o sí?
—No Ponny, no vine a eso…
—¿Qué te aflige príncipe, es por tu futuro cumpleaños acaso?
—No exactamente, me angustia no saber elegir a mi futura esposa
—Debes aprender a usar los ojos del alma y ver más allá de los que los ojos humanos alcanzan, busca la esencia de las personas…
—¿Si claro! Lo dices fácil porque tu posees sabiduría, pero yo no soy como tú, ni como mi padre que hizo la elección perfecta
—Porque él uso los ojos del alma querido príncipe. Y ahora vete que tengo cosas que hacer
Y así el apuesto príncipe salió a cabalgar sobre Teodora, su yegua que lo ha acompañado fielmente desde hace algunos años, se introdujo al bosque para ir a su lugar favorito: un claro junto al arroyo que estaba rodeado de algunos árboles como si protegieran ese rincón especial, al llegar desmontó a su yegua y se acercó al río a beber un poco de agua para después acercar a Teodora para que también bebiera, con agua del arroyo refrescó su cara y sus manos, luego se sentó a los pies de un árbol y recargando su cabeza en él, cerró sus ojos pensando en las palabras de la hechicera Ponny “Usa los ojos del alma para ver más allá de lo que alcanza el ojo humano” habían pasado unos minutos en el más absoluto silencio cuando de pronto, como si recibiera una descarga eléctrica, se paró de un salto, subió de nuevo a su montura y se alejó con gran velocidad.
Una humilde jovencita de cabello dorado y mirada decidida se acercó al grupo de gente reunida para escuchar a los pregoneros reales que daban los avisos reales entre ellos la invitación al cumpleaños del príncipe Terrence que rezaba así:
“Se invita a todas las jóvenes casaderas del reino a festejar el cumpleaños del príncipe Terrence en el Palacio Real, ocasión que servirá también para la elección de la futura consorte del príncipe, por lo cual las aspirantes a tal honor deberán llevar un presente al festejado realizado por sus propios medios, de ser posible con sus manos. El baile se llevará a cabo el sábado a las 21 hrs. en el Palacio Real.”
Estaba embelesada oyendo el anuncio e imaginando como sería el Palacio Real por dentro, cuando un brusco empujón la sacó de sus fantasías, era una joven ricamente ataviada quién le dirigió una sonrisa intentando parecer condescendiente, pero resultó muy falsa y forzada ya que en realidad lo que quería era tapar su nariz por el insoportable olor a pobreza que según ella emanaba de todas las personas que la rodeaban. Usualmente ella no se mezclaría con el vulgo del reino, pero al no poder oír hasta su lujoso carruaje lo que decía el pregonero real y como su criada se demoraba en regresar después de cumplir el encargo que ella misma le había encomendado, no le quedó más remedio que acercarse por su propio pie.
Al concluir el aviso del festejo, el tumulto de gente se dispersó para volver a sus labores, sin embargo, dos jóvenes las reanudaban con la llama de a esperanza brillando en sus corazones.
Después de apearse del carruaje con ayuda de su cochero la señorita Susana Marlone se retiró a sus aposentos. Ella era una hermosa y rica joven que había quedado huérfana recientemente, pero sus padres le habían dejado una cuantiosa herencia que incluía un gran número de propiedades, dinero y sirvientes para mantener a flote tales inmuebles, su séquito de sirvientes estaban dispuestos a cumplir el más minino capricho de esta huérfana mimada. Después de un buen descanso, mandó llamar a sus consejeros para pedirles que pensaran en cuál sería el mejor regalo para el príncipe Terrence y lo consiguieran a como diera lugar, acabando la junta, se olvidó del asunto del obsequio y mandó llamar a la modista del reino vecino para que le confeccionara dos ajuares, uno para la fiesta y otro aún más espectacular para su boda con el príncipe.
Lejos de ahí, en una modesta vivienda del reino, la sencilla joven rubia limpiaba su taller de costura para recibir a la señora que había encargado un vestido para estrenarlo en la celebración del cumpleaños del príncipe. La chica había quedado huérfana hacía poco tiempo, pero sus padres en vez de una cuantiosa herencia y un séquito de sirvientes le habían dejado tres cosas: su modesta vivienda, una vieja máquina de coser y lo más importante una educación basada en la honestidad, empatía y la convicción de que con disciplina y trabajo podría lograr todos sus sueños así que desde que quedó huérfana trabaja con más ahínco.
Al concluir su jornada, dio un paseo al bosque, llegó hasta un claro a la orilla del rio donde su madre la llevaba a menudo, pensó en aquel día lejano cuando trepada en un enorme y frondoso árbol, oyó ruidos y al bajar la mirada observó a un apuesto joven sobre un corcel blanco cuyo pelaje resplandecía al sol y le daba al jinete un halo mágico, ella se quedó quieta y observó como aquel misterioso muchacho desmontaba su caballo para hincarse a un lado del río y beber agua, posteriormente bebió su caballo, fue entonces que se percató que el chico portaba la insignia de la familia real por lo que dedujo que se trataba del príncipe Terrence, siguió mirándolo mientras él se refrescaba y después se recargaba en el árbol en el que ella estaba trepada, después de unos minutos el guapo príncipe se levantó y partió rápidamente como si tuviera que estar en algún otro lugar en ese momento.
A partir de aquel día, un calorcito desconocido se instaló en su interior y la hacía cantar cuándo debía estar llorando por su reciente orfandad, anhelaba verlo de nuevo y el festejo en el castillo era el mejor pretexto, además de que le serviría de distracción. Pero… ¿Cómo presentarse si no tenía un vestido adecuado? Y ¿Qué podía obsequiar a su excelencia si no tenía nada en este mundo más que una máquina de coser y algunos sobrantes de tela que sus clientas le dejaban al concluir sus vestidos?... de pronto se le iluminó su rostro, haría un vestido con aquellos sobrantes, seguro encontraría alguno que pudiera usar, pero ahora... ¿Qué presente podría llevarle? Por más que pensó se dio cuenta que no había nada en su casa que pudiera ser obsequiado a tan importante personaje, cabizbaja pensó que lo mejor era olvidarse del asunto, ensimismada en sus cavilaciones no se percató que salió de su casa sin rumbo fijo, al darse cuenta estaba de nuevo en su claro del bosque y reparó en un arbusto de hermosas margaritas rojas que no había visto ahí en ninguna de sus visitas anteriores y eso que las margaritas rojas eran muy difíciles de encontrar, recogió una buena cantidad de ellas y con renovada esperanza se dirigió a casa para poner manos la obra a su vestido.
Llegó el día y la hora del baile en Palacio todo el mundo se daba cita con sus mejores ropas y los más variados regalos para agasajar al joven príncipe, de un rico carruaje bajó una damisela con un enorme vestido de terciopelo azul con varias capas de crinolina, aplicaciones de encaje en el faldón, un ajustadísimo corsé ricamente adornado con piedras preciosas y las mangas acampanadas y excesivamente largas ribeteadas también con encaje, era toda una oda al exceso su estampa, además de estorbosa para moverse, llevaba en sus manos una caja y con trabajos se adentraba al castillo.
Instantes después, la modesta costurera se presentó y acaparó miradas, ya que a pesar de portar un sencillo vestido, este tenía un gusto exquisito, era también de terciopelo azul ceñido hasta la cadera de tal forma que delimitaba sus voluptuosas curvas, sus mangas tres cuartos y el escote cuadrado estaban ribeteados por un fino encaje blanco, para complementar su atuendo, una cinta de galón plateado caía suavemente sobre sus caderas y bajaba por el frente de su falda, moviéndose acompasadamente al ritmo cadencioso de sus caderas, ella avanzaba con decisión admirando los lujos que adornaban el interior del palacio, no se daba cuanta la expectación que había a su alrededor y menos de las comparaciones con la señorita de blonda cabellera lacia que llegó minutos antes que ella, a pesar de que ambas usaban el mismo color de vestido y que el de la señorita Marlone se veía tan lujoso y costoso, el de la joven morena hacía notar su buen gusto y elegancia
El apuesto príncipe Terry se encontraba conversando con sus padres cuando la bella morena se adentró al salón y de inmediato acaparó toda la atención no solo de él sino también de la familia real, caminaba con tal seguridad y porte que todos se preguntaban de donde provenía semejante mujer que si no era una princesa de seguro era miembro de alguna familia importante y distinguida. Rompiendo todo el protocolo, Terry se disculpó con sus acompañantes y se dirigió a saludar a la enigmática señorita que acababa de llegar y le pregunto su nombre —Candice White— le contestó aquella tímidamente y fijando sus preciosos ojos color esmeralda en los azules de él —hermoso nombre para una hermosa dama— dijo galante posando sus manos en las manos femeninas.
Aunque las reglas de comportamiento del príncipe le exigían no repetir pareja en los bailes, Terry se las arregló para estar con la preciosa Candy el mayor tiempo posible para sorpresa y enojo de las demás asistentes
El momento de que las damas solteras obsequiaran al príncipe había llegado, aunque Candy se sentía muy contenta y había pasado unos momentos maravillosos mientras bailaba con el príncipe, de pronto recordó la sencillez de su regalo y abrumada por tanto lujo que le rodeaba se dirigió a la mesa de regalos tratando de buscar el suyo y sutilmente desaparecerlo u ocultarlo, sin embargo solo puedo hacer esto último, y así su regalo quedó relegado al final de todos, de tal manera que una a una fueron pasando las damas según las iban nombrando por las etiquetas de sus regalos, una gran variedad de regalos fueron presentados desde los más trillados hasta los más originales pero ninguno era tan sorprendente.
Cuando tocó el turno del ultimo regalo y Candy escuchó su nombre de parte de los guardias reales para entregar en propia mano, caminó con seguridad a pesar de que moría de nervios con una hermosa caja de metal en sus manos de la cual, estando frente a frente con el príncipe Terry y perdiéndose en sus hermosos ojos azules
Con pulso tembloroso y casi a tientas porque no dejaban de verse a los ojos, sacó del interior su obsequio: una preciosa corona de margaritas rojas, la exclamación de asombro se escuchó en el salón, a los asistentes les pareció una burla un regalo tan sencillo, la señorita Marlone se encaminaba a protestar cuando un trueno retumbó en las paredes del castillo y un rayo de luna entró por la ventana iluminando directamente la corona de margaritas en el justo momento en el que Terry inclinaba su cabeza para recibir tan sencilla corona, una luz cegadora envolvió a ambos y las flores irradiaron un brillo sobrenatural convirtiéndose en preciosos rubíes y los delicados tallos se transformaron en precioso oro laboriosamente labrado y tejido formando la corona más sorprendente que ojos humanos hayan visto, fue cuando recordó las palabras de Ponny “debes ver con los ojos del alma más allá de lo que tus ojos humanos alcancen a ver” y entonces lo supo, que Candy White era la mujer elegida para ser su reina pero lo más importante para compartir toda una vida en la tierra y continuar su amor en la eternidad, tomándola de las mejillas acercó su boca a la jugosa y roja de ella fundiéndose en un beso que más que un contacto físico era un contacto espiritual a través de sus almas.
FIN