Respondiendo el reto de Cherry
RETO #5
Desde muy temprana edad tenía la firme convicción de que seria una solterona, y como estas, dedicaría su vida a instruir a otras para que no corrieran con su misma suerte, por lo que dedicaba su tiempo a empaparse de conocimientos generales, sin escatimar en temas, como hacían las actuales institutrices. Leía, tomaba clase de canto y de pintura, ¡Le encantaba pintar! En especial, se le hacia encantador dibujar campos de amapolas y a alguien que se le parecía recorriéndolos. Hacia todo lo posible para ser la mejor en eso que había escogido, ya que las mujeres no tenían esa libertad de escoger como los tenían los hombres.
No era que estuviese a falta de pretendientes, pues su basta posición económico y procedencia de una de las familias que poseía el titulo más antiguo, la hacia el mejor de los partidos, a pesar de su característico y notorio físico. Pero Beatriz era orgullosa y bastante acomplejada, sobre todo eso ultimo. De rostro redondo, nariz ancha, pómulos caídos y boca desprovista de carne, un estereotipo de belleza bastante peculiar se mofaba ella resaltando su peculiaridad en cada intento de algún posible prospecto, espantándolos de esa manera.
También sacaba tiempo para nutrir a otras chicas de eso que aprendía de los libros, pues no le gustaba dejar todo en una mera teoría; por lo que aprovechaba los bailes de temporadas, ahí ofrecía su ayuda para conquistar a los objetivos, pues estas chicas se iban de lenguas espantándolos de manera tan fáciles que a Beatriz le provocaba golpearlas hasta dejar su abanico inservible.
Usaba su elocuencia para barrer las posibles competencias, Beatriz sabia como truncar con simples palabras las inseguridades de las personas. Era toda una titiritera en asuntos sociales, si fuera hombre, estaba segura de ello, hubiera sido la mas que una simple mano del rey ¡Fuera el Rey!
«¿Quién entendía a los caballeros de hoy en día?» se preguntaba Beatriz cada vez que tenía que ayudar a una de sus amigas para impactar al objetivo de esa noche. El hombre exigía a una mujer hermosa y adinerada, que además de eso, tuviera tantito de pensamientos no banales, solo un poco, a nadie le gustaba una mujer que pensara por si sola, pero tampoco querían saber de mujeres que dependieran de su marido para ejecutar ciertas tareas o viceversa, valga la redundancia.
El «objetivo» de esa noche parecía un poco diferente, pues tenía a «su amiga»—y se podía decir que, a la misma Beatriz, quien se hallaba detrás de esta susurrándole, disimuladamente, lo que tenía que decir—nerviosa y sudando de la impaciencia. El hombre parloteaba y guiaba la conversación de una manera realmente exasperante, como si quisiera constatar algo, Beatriz podía jurar que hasta sonreía cada vez que su amiga, nerviosa como estaba, miraba hacia los lados esperando a por su respuesta.
—¡Eres… eres una falsa, Bea! Tus métodos son tan horrendos como tu rostro ¡Te odio! —explotó Annet en un ataque de ansiedad, logrando con su explosiva manera de proceder, que la música se pausara y que las miradas se posaran en ellas, haciendo que se pusiera tan roja como una amapola.
Beatriz quedó paralizada, desprovista de su admirable manera de voltear las cosas a su conveniencia. A su mente no llegaba recuerdo alguno de haberse leído algo que fuera con situación igual.
Una risotada, una bastante profunda y que hizo que su corazón diera un vuelco le dio el animo que necesitaba para moverse al menos, pues quería ver al dueño de tan particular risa. Y si, era el engreído chico, a quien hasta ahora se había animado en mirar en todo su esplendor, y era tan sublimemente guapo como aquellas flores que le favorecía a ella, cuyo significado no les hacia justicia.
—Te dije, viejo amigo, que mi querida Bea es toda una caja de sorpresa.
—Y mi hijo mucho mas, ¿No ves como ha dejado a las damas, en especial, a Bea?
Con ese comentario, Annet se sintió lo bastante humillada que no pudo soportar un segundo mas en ese lugar, por lo que salió de allí tan rápido como su tembloroso cuerpo se lo permitía, llevándose miradas a su paso.
—En efecto —una risotada acompañada con un asentimiento.
—Pa-padre ¿Qué está pasando aquí? —decía una curiosa Beatriz aun nerviosa y desconcertada.
—¡Que siga la fiesta! Aquí nada ha pasado—decía su señor padre a la audiencia con ese carácter animado que dejaba ver pocas veces.
Los músicos hicieron lo que se le instruyó así como el resto de los invitados, aunque algunos, picado por el gen de la curiosidad, miraban por rato al anfitrión de la fiesta y al duque e hijo.
—Beatriz, hija, te presento a tu prometido. —hablaba el actual duque de Grandchester, mirando fijamente a la insegura jovencita, quien era su ahijada.
—¿Mi-mi qué? —esto resultaba una sorpresa enorme para ella, pues ya se había hecho a la idea de que sería una solterona más. —
—Si, hija mía, ¿Te acuerdas de Richard? —señalando al sonriente y altivo hombre.
Beatriz no se sentía con animo para bromas, nunca lo había estado y su padre lo sabía. Tragó en seco.
—Lo siento, padre, pero…—y su padre negó con la cabeza y le tomó las manos para, acto seguido, ofrecérsela al gallardo y apuesto joven.
Richard tomó la mano que le fue ofrecida en un acto mecánico. Aun no cabía en su asombro de que todo lo que se le había dicho de esa mujer era verdad; no hablaba de su físico, pues en su posición social era lo que menos importaba si la mujer podía traer herederos al mundo y poseía títulos; mas bien, le sorprendió su forma tan particular de actuar. La había visto un par de veces, la había estudiado, se había reído de como manipulaba a las otras mujeres y como las dejaba en cero, pero hasta ahora lo habian animado a que fueEra él quien la dejara a ella ajena de su campus.
Beatriz estaba presa en un marullo de emociones que desconocía, se sentía realmente pequeña, apabullada en ese insignificante tacto. Retiró sus manos rápidamente y se la cubrió con la otra: se sentía incomoda
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Los días fueron transcurriendo y las visitas del futuro duque la hacían experimentar sensaciones aun mas escandalosas, aun mas desconocida. En sus pinturas, ya no se retrataba ella sola recorriendo los campos de amapolas, también hacia la silueta masculina de un hombre que se le parecía mucho a su futuro marido.
Que rápido se le había borrado la descabellada idea de ser una mera institutriz, ahora todas sus conversaciones relataban las visitas de Richard. Su Richard.
Ese día cumplían dos semanas de frecuentarse, y ella no tenia otra forma de celebrarlo que con un primer beso que practicaba con su almohada, con la que, impresionantemente, se sonrojaba. Pero él no le dio la oportunidad de hacer nada, le había dicho que venia a despedirse, pues al día siguiente iría a América por una temporada en busca de inversionista para con un proyecto que tenia en puerta. Beatriz se sintió realmente triste al escuchar que su amado partiría por quien sabe cuanto tiempo, pero no dejó que su tristeza se reflejara; mas bien, mostro una expresión compresiva y anímica, pues entendía que todo era para mejor, por lo que le deseó buena fortuna y prometió esperarlo.
Richard sonrió y tomó las manos de la jovencita de rostro especial; y, en un acto que la chaperona de esta no premeditó, la abrazó fuertemente y también prometió volver lo mas pronto posible para cumplir su compromiso como se tenía planeado.
Gracias por leer