Hola chicas, ¿que tal el fin de semana?, espero que se lo hayan pasado genial, y bueno para que alardear tanto, les dejo la cuarta entrega de mi histora, empieza lo bueno jajajajaja.
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ÍNDICE
CAPITULO 1
CAPITULO2
CAPITULO3
CAPITULO 4
EL VIAJE.
Miraba el azul oscuro del cielo desde la ventana del autobús, estaba estampado por miles de estrellas brillantes que lo adornaban cual bóveda celestial. Había tomado el autobús de las siete quince de la mañana, desde Chicago a Nueva York el viaje duraría aproximadamente veintitrés horas, llevaba poco más de la mitad del camino recorrido, las piernas se me habían cansado de estar en la misma posición, lo bueno fue que el viajero que iba a mí lado descendió en Cleveland y nadie más ocupó su lugar, así que pude estirarme un poco y descansar más cómoda. Cerré los ojos intentado dormir un poco, pero lo único que se me vino a la mente fue la despedida con mis tías horas atrás, varias horas atrás, suspiré de solo recordarlo, era la primera vez que realmente está lejos de ellas y tenía miedo de no poder soportar su ausencia, sobre todo de mí tía Mary, aunque como ella me lo explicó, tenía que extender mis alas y volar por lo que yo realmente deseaba, saqué la cajita de madera que iba debajo de mí asiento y vi cómo iba la maceta con las violetas que me había regalado, esas que le dio su pretendiente, “llévalas contigo, así siempre estaré presente cuanto te sientas sola”, volví a meter la caja bajo el asiento, de manera cuidadosa en que mi planta no se maltratara, su perfume inundó mi lugar – gracias tía Mary – recargué la cabeza en el respaldo del asiento y volví a cerrar los ojos, esta vez el sueño me venció. En mí ensoñación me visualice frente a un gran escenario, con muchos espectadores que se emocionaban con mí peculiar forma de tocar el violín, en mí rostro había una gran sonrisa, me sentía plena, realizada, la melodía que salía del violín era diferente llena de matices y colores que nunca había experimentado, lo mejor de todo vino al final, cuando terminé de tocar y sobre mí comenzaron a caer miles de violetas como si fueran lluvia, cuando al fin postré mis ojos en las butacas, pude percatarme de que entre todos esas personas que para mí no tenían rostro, había uno que sí lo tenía, mis piernas temblaron cuando los ojos azules de “mí ángel” me observaron, me regalaba una sonrisa tierna y aplaudía con entusiasmo, pero casi de inmediato dio la vuelta para marcharse, esta vez no se me escaparía, así que bajé el escenario de un brinco y corría para donde estaba, tenía que saber su nombre, tenía que saber quién era, estaba a punto de llegar a él, extendí la mano para sujetarlo del hombro, solo que al hacerlo mi “ángel” se desintegró ante mis ojos, dejando solo pétalos de violetas a nuestro alrededor.
- ¡No! – grité al tiempo que abría los ojos de golpe, mi corazón acelerado y mi respiración agitada, tenía la mano extendida como queriendo alcanzar algo, la pareja de adultos que iba en el asiento de al lado me miró con desaprobación, supongo que por hacer tanto alboroto – lo siento – me disculpé y bajé las piernas para quedar bien sentada, la cortina de mí ventanilla en algún momento había sido cerrada sin que yo me diera cuenta, así que noté que la luz matinal se filtraba por una orilla, miré la hora en el celular, el autobús se había detenido.
- ¡New Jersey! – el chofer dijo en voz alta, creo que era el aviso a los pasajeros que bajarían en esta ciudad.
- ¡Pueden dejar dormir! – alguien se quejó en el asiento detrás del mío.
- Sí quiere dormir bien, vaya a un hotel – respondió el chofer de manera cortante y descendió del autobús, era obvio que tenía que estirar las piernas un poco.
- ¡Qué tipo tan rabioso! – respondió la voz masculina que estaba detrás de mí – primero tengo que escuchar los gritos de esta chiquilla alborotadora y luego los del chofer – masculló, ¿alborotadora?, había dicho.
- ¿Qué le pasa? – no dudé en reclamarle, me levanté de mí asiento y me puse frente al tipo de atrás, había un hombre acomodado en los dos asientos, su cabeza estaba recargada en la ventanilla y su rostro lo cubría una chamarra de piel en color negro.
- ¡Deja de molestar y vuelve a dormir! – sacó su mano e hizo ademan de que me fuera, en su muñeca derecha llevaba puesto un brazalete ancho trenzado de cuero también en tono negro.
- Es usted un tipo tan… tan, odioso – me sacó que mis casillas, además con qué derecho me tuteaba. Me encontraba muy molesta así que opté una postura erguida, puse mis manos en la cintura, sí él me tuteaba sin mí consentimiento por qué no habría de hacerlo yo - ¡tú!, da la cara – lo señalé con mí dedo índice, en ese momento caí en cuentas de que había tomado la misma postura que tía Paulette cuando me reprimía por alguna travesura, fue gracioso, porque me imaginé con el mismo vestido y peinado que ella, aun así trate de mostrarme dura frente al tipo ese, el cual seguía en la misma posición – ¡acaso no escuchaste! – alcé la voz – no te escondas debajo de tú costosa chamarra de cuero – empecé a sentirme ansiosa y más molesta así que sin pensarlo me acerqué con la firme intención de quitarle la chaqueta y me diera la cara, me encontraba a nada de tomarla y jalarla cuando chofer me interrumpió.
- ¡Señorita! – me habló con voz rasposa, me sobresalté y me alejé del hombre – si sigue con esa actitud, me veré en la obligación de bajarla – me hizo saber, diantres, el tipo ese me había provocado y yo resultaba regañada, por un instante pasó por mí mente la idea de bajarme, no quería viajar con este hombre detrás de mí, aunque la realidad era que no tenía tanto dinero como para andar pagando otro pasaje innecesariamente, así que no tuve más remedio que dar la vuelta e ir a mí asiento, ese momento escuché como debajo de la prenda salía entre dientes una risa burlesca, me aguanté las ganas de decirle sus verdades, al fin y al cabo, nunca más lo volvería a ver en mí vida. Me senté, saqué un paquete unas galletas y una leche de cajita que me mandó la tía Paulette, puse los audífonos en mis oídos y busqué música en la carpeta de mí celular, necesitaba con urgencia oír algo que me relajara.
- ¡Mmmm! – desplegué la lista de canciones - ¡Chopin, Debussy, Beethoven, Tartini! – no, no, no – ¡Vaya, como caído de cielo!, mi banda alemana favorita de Metal – subí el volumen lo más que pude, no quería seguir escuchando la voz de aquel chico, suponía que era alguien joven, no tenía la voz de un hombre adulto, y mucho menos tenía el comportamiento de adulto, pasaron varios minutos desde que salimos de New Jersey, creo que estaba ya a media hora de la gran ciudad, el nerviosismo se hizo presente, al no saber que me deparaba el destino en una urbe como esa, mucho menos cuando me encontraba sola, estaba tan a gusto disfrutando de mí música, cuando repentinamente sentí cómo empujaron mí asiento hacia adelante - ¡Candy, conserva la calma! – traté de no caer en las provocaciones de este enfadoso joven. Pensé que volvería golpear el asiento, supongo que desistió de su intento de molestarme al percatarse de que no respondería a su instigación. Pude ver la ciudad desde la carretera, se veía tan majestuosa e imponente, con sus grandes edificios, desde ahí no alcance a ver Manhattan, ya habría tiempo para eso, para soñar con algún escenario en su distrito de teatros, mis manos temblaban de la emoción. Finalmente, el autobús llegó a la estación, los viajeros empezaron a bajar sus pertenencias de porta equipajes que están arriba de los asientos, yo no llevaba una gran maleta, lo único que llevaba era una mochila con la suficiente ropa, cuándo encontrara donde vivir mis tías mandarían las maletas que dejé hechas en mí habitación, lo más importante era el estuche de cuero con mí violín adentro, y la maceta que tía Mary me había regalado. Yo no me había levantado del asiento todavía, quería que los demás bajaran primero, para poder sacar mis cosas con tranquilidad, además no quería que ese muchacho me volviera a molestar, me quedé mirando por la ventana, al ponerse de pie el chico volvió a empujar mi asiento, cerré los ojos tragándome mi coraje, escuché cómo salió al pequeño pasillo, de modo involuntario abrí los ojos y lo miré de reojo, solo alcancé a ver su espalda, ya llevaba puesta su chaqueta negra, tenía el cabello largo por debajo de los hombros, y era bastante alto, también me percaté que era músico o algo así, pues al hombro llevaba un estuche de cuero algo desgastado en el cual era evidente llevaba una guitarra, creo que se sintió observado porque volteó y me miró de reojo, nuestras miradas se cruzaron, yo me sobresalté, así que volví la vista a la ventana, tratando de ignorarlo pero mis ojos regresaron de inmediato a él, alcancé a ver que en su rostro se dibujaba una media sonrisa, como de desconcierto, mi nerviosismo se hizo presente, no sabía si fue la mirada penetrante de ese chico o por el simple hecho de que estaba a nada de empezar una nueva vida. Salí de la terminal de autobuses, ya tenía la ubicación a dónde tenía que llegar, solo necesitaba transportarme hacia la gran manzana, busqué estaciones del metro, que me quedaran lo más cerca posible, casi eran las ocho de la mañana y yo debía de estar en la SSMA a las nueve, nunca me imaginé que el poder transportase en el metro sería algo casi imposible, tal vez es porque casi es la hora de que la mayoría de las personas entrar a trabajar, en fin, no me iba a poner a pensar en tonterías, tenía que estar concentrada cuando me presentara con los directivos de la academia. Mientras viajaba en el metro el recuerdo del joven del autobús se vino a mí mente - ¿Dónde subiría? – me cuestioné, ya que cuándo abordé el autobús en chicago no había nadie en el asiento de atrás, el Cleveland no subió nadie – seguía pensando – tal ven en Baltimore – recordé que el autobús haría una parada en esa ciudad, solo que no me di cuenta ya que me quedé dormida, me encogí de hombros y traté de darle la vuelta al tema, era prácticamente imposible que en una ciudad tan grande como esta volviera a encontrármelo, por el altavoz del vagón vocearon la siguiente estación, era en la que yo me bajaría, así que pasé entre la gente pidiendo permiso y tratando de que no maltrataran la planta que me dio tía Mary, en el hombro llevaba mi mochila, en una mano el violín y en la otra la maceta, cuando la puerta se abrió, un tumulto de personas descendieron, empujándose una a otras, vivir en la ciudad siempre es más caótico que vivir en un lugar tranquilo como lo era Lakewood, busqué la salida más cercana hacia la avenida dónde se encontraba la SSMA, le pregunté a una policía en los torniquetes y me indicó por dónde debía ir. No había pierde solo tenía que llegar a la avenida y seguir la numeración, me encontraba tan ensimismada que no me percaté que frente de mí venían un par de chiquillos jugando, choqué con uno de ellos al grado que lo tumbé al suelo – ¡cuando lo siento! – me disculpé y me agaché para ayudar a levantarlo, dejé el violín en el suelo y la cajita con la maceta – ¿no te lastimaste? – pregunté preocupada, el golpe había sido duro, el chico no respondió solo me miró y volteó a ver a su acompañante, le señaló con los ojos el violín, en ese momento el otro niño tomó el estuche de cuero y salió disparado, mis verdes ojos se abrieron tan grandes al darme cuenta de que me estaban robando, y no era cualquier cosa, ¡era el violón de tía Mary!, me puse de pie y salí corriendo tras el pequeño ladrón, no permitiría que se llevaran algo tan preciado para mí, corrí por la avenida, empujando gente y gritando que detuvieran al chico, pero tal parece que hay personas que no entienden el significado de “deténganlo”, sentí que las piernas dejaban de responderme, mi paso se fue haciendo lento al grado de que ya no pude más, mi respiración era acompasada y sentía que el corazón se me saldría por la boca, me detuve, me incliné un poco, puse mis manos sobre mis rodillas e inevitablemente mis ojos empezaron a llorar – lo siento tía Mary – musité entre el llanto, en ese instante recordé que había dejado la planta dónde choqué con el niño, así que me incorporé y regresé corriendo al sitio del robo, al llegar cuál fue mi sorpresa al ver que la maceta estaba fuera de la caja, tirada a un lado, me acerqué y me agaché para levantarla mientras lloraba desconsolada, miré la caja y maldecí mil veces mi suerte, solo a mí se me ocurriría guardar la bolsa con el dinero que tenía para un mes de alquiler en una casa de huéspedes, en la caja con la maceta, apreté los labios para no gritar del coraje, no me dolía tanto el dinero, pero el violín, era lo que más me importaba, me recriminé por dejarme engañar por un par de mocosos - ¡Qué tonta soy! – dejé la maceta a un lado y me llevé las manos al rostro queriendo cubrir mi tristeza.
- ¡Toma! – una voz masculina detrás de mí habló, levanté la vista para mirar quién era, mis ojos se llenaron de felicidad al ver frente a mí el estuche de mí violín – deberías de tener más cuidado – me puse de pie, un joven alto y bastante apuesto estaba frente a mí, con la mano extendida y en ella mi violín, creo que mis ojos se iluminaron y no sé qué expresión puse, porque noté un poco de sonrojo en sus mejillas.
- ¡Gracias! – expresé casi en un grito y sin pensarlo me lancé a abrazarlo – no sé cómo agradecerle – en ese momento sentí que era mi héroe.
- No asfixiándome – dijo con la voz ronca, creo que mi efusividad fue demasiada, lo solté y vi cómo exhaló – así está mejor – parecía desconcertado – ten tú violín – volvió a extender la mano.
- ¡Gracias! – volví a repetir, extendí la mano para agarrar mi violín, me sobresalté cuándo me percaté de que en su muñeca derecha llevaba un brazalete ancho trenzado en cuero de color negro; levanté la vista, ahí caí en cuentas de que era el mismo chico del autobús, llevaba la misma chaqueta de cuero, el cabello castaño y largo, una camisa ajustada en color azul marino y unos jeans negros, sus labios eran regulares, su nariz recta, cejas abundantes bien definidas y sus ojos grandes, con espesas y enchinadas pestañas, y el color de sus ojos eran de un azul profundo con vetas verdosas, que los hacían verse como aguamarina o turquesa, su mirada estaba fija en mí, no sé pero sentí que me estaba analizando a detalle, tomé el violín y sin decir más me alejé de ahí, en mi vida me había sentido tan abrumada por alguien como él, pero tenía que admitirlo, el tipo era guapísimo aunque ahora no sabía sí era mi héroe, o el mismo diablo en persona, porque en verdad sentía que con solo mirarme había despertado un fuego que me estaba haciendo arder por dentro, como si tuviera el mismo infierno.
CONTINUARÁ…