Familias sin mayores recursos se atendían en el improvisado hospital donde trabajaba Candy. Cada vez más niños con fiebre se presentaban, situación que comenzó a alarmarles. No tenían suficientes camas para atenderlos a todos, más escaso aún, eran los recursos. Preocupado, el Dr. Martín se contactó con sus amigos y colegas, solicitándoles ayuda con medicamentos. Mientras que Candice hacía lo que podía con lo poco que tenían.
-¿Qué vamos a hacer?
-Necesito que vayas a Nueva York y te encuentres con el Dr. Mathews
-¿Cómo? – le miró confundida
-Él va a darnos una mano – le aclaró. – pero yo no puedo viajar y dejar a nuestros pacientes tirados, tendrás que ir tú- sentenció.
-¿y quién va a ayudarle con los pacientes? – se mostró preocupada.
-Estas familias no pueden pagar por un tratamiento, no obstante, alguna de las madres podría servir de apoyo en los cuidados de los niños - le dijo impávido.
Ciertamente todo sería más fácil si hubiera podido pedirle ayuda a Albert, pero este no se encontraba en América. Tomó un carruaje para dirigirse a la mansión Corwell. Allí se encontró con su querida amiga Annie. Quien le hizo pasar de inmediato, llevándola al estudio de su marido, que ahora se encontraba trabajando. Candy contó a grandes rasgos las dificultades que la pequeña clínica estaba pasando. Avergonzada, le pidió ayuda económica a su amiga, para poder ir a Nueva York. Le había mentido al doctor, asegurándole que ella podría ocuparse de esos gastos, tratando de alivianar su mochila. Pero lo cierto era que, tan poco le pegaba, que con suerte le permitía a ella vivir dignamente. Annie le sonrió con dulzura, envolviendo las manos de la enfermera con las propias.
-Yo te ayudare, no te preocupes
-Muchísimas gracias, Annie- se lanzó a sus brazos.
-¿Cuánto tiempo estarás fuera?- le preguntó Annie.
-No deberían ser más que un par de días- le aseguró. – Tengo que ir al hospital Bellevue, preguntar por el Dr. Mathews, de ahí en más depende de él… No sé cuántos medicamentos podrá entregarme, y cuando. Dudo mucho que pueda hacerlo el mismo día, por lo mismo pienso son dos días, máximo- le explicó.
Annie se levantó de su silla, para ir hacia el escritorio de su marido. Busco en una de las gavetas hasta dar con una enorme cartera. Sacó una considerable cantidad de billetes, y volvió a su puesto.
-¿Con esto bastará?- se los entregó.
-Annie, esto es demasiado…- intentó devolvérselo.
-No, llévatelo todo. Prefiero que tengas de más en caso de una necesidad.
Se despidieron con un fuerte abrazo, y con la promesa de verse una vez Candy llegará de Nueva York. Annie vio a su amiga marcharse, sintiendo el corazón inquieto, sin saber por qué.
La joven enfermera volvió a su residencia, con una carta y un ticket de tren en su bolsillo. Buscó entre sus cosas esa olvidada maleta. No la veía desde aquella vez. Y ahora el destino la enviaba de vuelta a esa ciudad. Se sintió inquieta. Decidió sacudir esos pensamientos de su mente, y ocuparse. Posó la pequeña maleta sobre su cama y comenzó a guardar su ropa. Colocó sus ropas, y luego fue hasta su mesita de noche, de encima tomó el rosario que les había regalado sus madres, besó el crucifijo y lo guardó con todo lo demás.
Candy se levantó temprano, tomó un desayuno frugal para luego partir a la terminal. La mañana era fría, no pudo evitar la reminiscencia de ese viaje realizado años atrás. Suspiro con desgano, recriminándose mentalmente. Viajaba a Nueva York por otros motivos, él debía quedar en el pasado.
Neal estaba, como de costumbre, observando la ciudad desde su enorme balcón cuando el llamado a la puerta lo sacó de sus cavilaciones.
-Pase- ordenó.
Uno de sus hombres entró raudo, para luego detenerse delante del escritorio. Se veía nervioso, compungido.
-¿Qué es lo ocurre Ricci?
El hombre balbuceaba delante suyo, sin decir realmente nada. De pronto, cayó en cuenta.
-¿Qué pasa con Candy?- su voz era amenazadora.
-Verá… señor…
-¡CONTESTA!
-Desapareció…
-¿Cómo que desapareció? ¿Revisaron la clínica, su residencia?
-Si señor…- el hombre se sacó el sombrero con gesto nervioso, jugueteando con él en las manos. – nosotros estábamos apostados fuera del hospital. Pasaban las horas y no había señales de ella. Así que dejé a Russo en el lugar, por si llegaba más tarde, mientras yo iba a su residencia…
-¿¡Y!? No te quedes callado, imbécil.
-Como no había movimiento en su departamento, pues hablé con su casera… la señora la vio salir temprano con una maleta.
Neal se acercó hasta tomarlo por las solapas.
-PARA QUE MIERDA LES PAGO- empujo lejos al hombre después de zamarrearlo. – ENCUENTRENLA…
Continuará…
CAPITULO 1 BY GEZABEL
CAPITULO 2 BY CILENITA
CAPITULO 3 BY CILENITA
CAPITULO 4 BY GEZABEL
CAPITULO 5 BY CILENITA
CAPITULO 6 BY GEZABEL
CAPITULO 7 BY CILENITA
-¿Qué vamos a hacer?
-Necesito que vayas a Nueva York y te encuentres con el Dr. Mathews
-¿Cómo? – le miró confundida
-Él va a darnos una mano – le aclaró. – pero yo no puedo viajar y dejar a nuestros pacientes tirados, tendrás que ir tú- sentenció.
-¿y quién va a ayudarle con los pacientes? – se mostró preocupada.
-Estas familias no pueden pagar por un tratamiento, no obstante, alguna de las madres podría servir de apoyo en los cuidados de los niños - le dijo impávido.
Ciertamente todo sería más fácil si hubiera podido pedirle ayuda a Albert, pero este no se encontraba en América. Tomó un carruaje para dirigirse a la mansión Corwell. Allí se encontró con su querida amiga Annie. Quien le hizo pasar de inmediato, llevándola al estudio de su marido, que ahora se encontraba trabajando. Candy contó a grandes rasgos las dificultades que la pequeña clínica estaba pasando. Avergonzada, le pidió ayuda económica a su amiga, para poder ir a Nueva York. Le había mentido al doctor, asegurándole que ella podría ocuparse de esos gastos, tratando de alivianar su mochila. Pero lo cierto era que, tan poco le pegaba, que con suerte le permitía a ella vivir dignamente. Annie le sonrió con dulzura, envolviendo las manos de la enfermera con las propias.
-Yo te ayudare, no te preocupes
-Muchísimas gracias, Annie- se lanzó a sus brazos.
-¿Cuánto tiempo estarás fuera?- le preguntó Annie.
-No deberían ser más que un par de días- le aseguró. – Tengo que ir al hospital Bellevue, preguntar por el Dr. Mathews, de ahí en más depende de él… No sé cuántos medicamentos podrá entregarme, y cuando. Dudo mucho que pueda hacerlo el mismo día, por lo mismo pienso son dos días, máximo- le explicó.
Annie se levantó de su silla, para ir hacia el escritorio de su marido. Busco en una de las gavetas hasta dar con una enorme cartera. Sacó una considerable cantidad de billetes, y volvió a su puesto.
-¿Con esto bastará?- se los entregó.
-Annie, esto es demasiado…- intentó devolvérselo.
-No, llévatelo todo. Prefiero que tengas de más en caso de una necesidad.
Se despidieron con un fuerte abrazo, y con la promesa de verse una vez Candy llegará de Nueva York. Annie vio a su amiga marcharse, sintiendo el corazón inquieto, sin saber por qué.
La joven enfermera volvió a su residencia, con una carta y un ticket de tren en su bolsillo. Buscó entre sus cosas esa olvidada maleta. No la veía desde aquella vez. Y ahora el destino la enviaba de vuelta a esa ciudad. Se sintió inquieta. Decidió sacudir esos pensamientos de su mente, y ocuparse. Posó la pequeña maleta sobre su cama y comenzó a guardar su ropa. Colocó sus ropas, y luego fue hasta su mesita de noche, de encima tomó el rosario que les había regalado sus madres, besó el crucifijo y lo guardó con todo lo demás.
Candy se levantó temprano, tomó un desayuno frugal para luego partir a la terminal. La mañana era fría, no pudo evitar la reminiscencia de ese viaje realizado años atrás. Suspiro con desgano, recriminándose mentalmente. Viajaba a Nueva York por otros motivos, él debía quedar en el pasado.
Neal estaba, como de costumbre, observando la ciudad desde su enorme balcón cuando el llamado a la puerta lo sacó de sus cavilaciones.
-Pase- ordenó.
Uno de sus hombres entró raudo, para luego detenerse delante del escritorio. Se veía nervioso, compungido.
-¿Qué es lo ocurre Ricci?
El hombre balbuceaba delante suyo, sin decir realmente nada. De pronto, cayó en cuenta.
-¿Qué pasa con Candy?- su voz era amenazadora.
-Verá… señor…
-¡CONTESTA!
-Desapareció…
-¿Cómo que desapareció? ¿Revisaron la clínica, su residencia?
-Si señor…- el hombre se sacó el sombrero con gesto nervioso, jugueteando con él en las manos. – nosotros estábamos apostados fuera del hospital. Pasaban las horas y no había señales de ella. Así que dejé a Russo en el lugar, por si llegaba más tarde, mientras yo iba a su residencia…
-¿¡Y!? No te quedes callado, imbécil.
-Como no había movimiento en su departamento, pues hablé con su casera… la señora la vio salir temprano con una maleta.
Neal se acercó hasta tomarlo por las solapas.
-PARA QUE MIERDA LES PAGO- empujo lejos al hombre después de zamarrearlo. – ENCUENTRENLA…
Continuará…
CAPITULO 1 BY GEZABEL
CAPITULO 2 BY CILENITA
CAPITULO 3 BY CILENITA
CAPITULO 4 BY GEZABEL
CAPITULO 5 BY CILENITA
CAPITULO 6 BY GEZABEL
CAPITULO 7 BY CILENITA
Última edición por cilenita79 el Miér Abr 21, 2021 12:41 pm, editado 1 vez