Hola chicas, pues aquí trayendoles una entrega mas de esta historia que en lo personal estoy disfrutando mucho escribirla, sin mas que agregar les dejo el capitulo.
ÍNDICE.
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
NO ME RENDIRÉ.
El cuerpo me dolía a causa de la noche anterior, no había dormido bien desde hace dos días, me enjuagué el rostro en el lavamanos que había en los sanitarios del edificio, me vi en el espejo y me reproché un poco por mí decisión, probablemente no fue la mejor, pero no había vuelta atrás, además no sentía un solo rastro de arrepentimiento. Me dirigí al salón de clases ante las miradas inquisitivas de algunos compañeros, traté de ignorarlos, aun así, la incomodidad me invadió, creo que tendré que vivir con eso durante mi estadía en la SSMA, no me importaba pues yo era una chica de aguante, no me rendiría a la primera, me costó mucho esfuerzo entrar a una academia de música como para ahora darme por vencida solo por una decisión que a los ojos de muchos sería una estupidez. Pasé de una clase a otra hasta que finalmente llegó la hora del almuerzo, me lancé a la cafetería con la esperanza de encontrarme a mis nuevas amigas, casi adiviné que al entrar la mayoría de los ojos se postrarían en mí persona, y así fue, parecía que eran muy predecibles los estudiantes de esta escuela. Annie y Paty estaban en la misma mesa dónde estuvimos ayer, frente a la entrada se encontraban “Las Magnolias”, estas últimas no fueron discretas al verme, todo lo contrario de Annie y Paty. Los cuchicheos comenzaron en cuanto entré ya que llevaba la misma ropa que el día anterior. Caminé en la dirección de “Las Magnolias”, pero a mitad del camino giré y fui a donde estaban las chicas que se acercaron a mí el día de ayer.
- ¡Hola, chicas! – las saludé con una amplia sonrisa, arrastré una silla y me senté en la misma mesa, ellas me miraron sorprendidas de que yo les hubiese hablado. Mis ojos se llenaron de asombro al ver que sobre la mesa se encontraba la maceta con las violetas – ¿Y esto? – cuestioné al tiempo que sostenía el tiesto y lo jalaba hacia a mí.
- Cuando llegamos, ya estaba aquí – explicó Annie, quien aún tenía cara de desconcierto.
- Tiene una tarjeta – Paty me hizo saber y señaló con su dedo índice el pedacito de papel. Yo tomé la nota y miré, “Bien hecho, Chicago”, eran las palabras escritas en una perfecta y hermosa caligrafía. De manera involuntaria mis ojos comenzaron a buscar a alguien, “el diablo”, pensé para mis adentros, no se encontraba en la mesa de ayer, así que seguí buscando hasta que lo encontré, mis ojos verdes se reencontraron con los ojos aguamarina de él, una media sonrisa se dibujaba en sus labios.
- No es esta la misma plantita que traía ayer… - escuché comentar a Paty, no terminó su frase ya que fuimos interrumpidas por un agudo grito.
- ¿Cómo te atreviste? – Eliza Leagan se postró frente a mí con una actitud intimidante y retadora, esa chica estaba furiosa, casi se le salían los ojos de sus orbitas, tenía el puño cerrado cómo si estuviera conteniendo el golpe que me quería propinar, sí alguien había dejado de observarme, con el reclamo de Eliza evidentemente voltearon a verme otra vez.
- Bueno yo… - traté de excusarme, pero ella siquiera me dejó hablar.
- ¿Eres tonta o te haces? – volvió a gritarme, Annie y Paty estaban absortas, casi con la boca abierta - ¿Cómo fuiste capaz de dejarnos plantadas? – en cuanto soltó esa frase, los murmullos se hicieron presentes, algunos parecían admirados, entre ellos Archie y Stear, Eliza estaba haciendo berrinche, ya solo le faltaba tirarse al suelo como un niño de dos años y patalear, no es que me burlara, pero esa escena me pareció graciosa y sonreí - ¡y todavía tienes el cinismo de burlarte! – ahora parecía más rabiosa que antes – eres igual de perdedora que estas – señaló con el dedo a Annie y Paty, empezaba a ofenderlas y ellas siquiera tenían nada que ver, era injusta y yo detestaba las injusticias.
- En primer lugar, jamás te dije que iría – le respondí en el mismo tono en el que ella me hablaba, me puse de pie para quedar a su altura – tú solo llegaste y ordenaste que fuera – la miré con seriedad – y yo estoy lo suficientemente grande para que me manden – alcé la voz, en ese momento Eliza dejó de estar tan tensa – además no me interesa ser parte de un grupo dónde todas parecen una réplica exacta a ti – Eliza se sobresaltó y volteó a ver a “Las Magnolias”, así que si me disculpas tengo cosas que hacer con mis amigas – me di la vuelta y volví a mí asiento, Annie me señaló con sus ojos la maseta con las violetas, como queriendo decirme algo.
- ¿Qué es eso? – cuestionó Eliza con repulsión y señaló mis violetas – esas flores están prohibidas en este lugar – estaba que echaba chispas y yo no entendía el por qué, alcancé a escuchar de los labios de Paty un susurro.
- Eliza odia las violetas – apretó los dientes.
- Quita eso de mi vista – le ordenó a una chica que estaba parada detrás de ella, la joven obedeció temerosa.
- ¿Qué te pasa? – le aventé la mano, yo estaba muy molesta para ese momento y conociéndome, en cualquier instante le metería un empujón.
- Esto es mío – escuché la voz de “el diablo”, Terry agarró la maseta y miró a Eliza, altivo e intimidante – son de mí madre – dijo serio, Eliza ya no dijo nada, dio la vuelta y se marchó vociferando maldiciones, las demás “Magnolias” la siguieron como si fueran sus perritos falderos. Yo la veía marcharse, me había buscado a mí primera enemiga en la escuela, exhalé compungida, mis ojos volvieron a la mesa y noté que mi maceta ya no estaba ahí.
- ¿Dónde quedó? – cuestioné curiosa, Annie me señaló a dónde estaba “él”. No puede ser, se volvió a llevar mis violetas, yo hice un puchero, en ese momento escuché como algunos chicos empezaron a aplaudir, eran Stear y Archie, luego siguieron algunos otros, entre ellos “Terry”, Annie y Paty se unieron al aplauso, yo estaba confundida del por qué aplaudían, algunos gritaron eufóricos y se acercaron a felicitarme, y yo no sabía el motivo.
- ¡Bien hecho! – el joven llamado Stear me tocó el hombro.
- Esto estuvo genial – el chico que acompañaba a Stear, me sonrió, yo me quedé seria, no sabía que responder – lo siento, mi nombre es Archivald – se presentó – pero puede llamarme Archie – me guiñó el ojo, noté cómo Annie bajaba la mirada al igual que Paty.
- Yo soy Alistear, pero me puede llamar Stear– el joven de anteojos también se presentó.
- ¡Hola! – respondí amable – mi nombre es Candice, y me pueden llamar Candy, y ellas son mis amigas, Annie y Paty – no perdería la oportunidad de presentarlos, me di cuenta de que a esas chicas les gustaban estos muchachos – si gustan pueden tomar asiento – les ofrecí, busqué a Terry, pero ya no estaba, ¿dónde diablos se fue?, pensé para mis adentros, miré por el gran ventanal de la cafetería, ahí estaba el marchándose con mis violetas – sí me permiten un momento – me disculpé con mis nuevos amigos, salí corriendo de la cafetería para darle alcance, pero el tipo parecía desintegrarse ante mí vista, caminé un buen rato hasta que finalmente me di por vencida, ya casi era la hora de regresar a clase y no lo encontraba, llegué a la pequeña colina en el lado sur del campus, me senté bajo un robusto roble, frondoso, necesitaba una buena sombra en medio de este calor que me estaba matando, se sentía todo tan apacible cuando de repente se escuchó el rasgueo de las cuerdas de una guitarra, me levanté y vi que el chico de cabellera larga estaba ahí, sentado en el césped apuntando algo en un cuaderno, me llegó un peculiar olor, ¡era cigarro!, empecé a toser en cuanto el humo llego a mí garganta – puedes apagar eso – pedí y seguí tosiendo, solo que pareció que le hablé al tronco de un árbol – oye te estoy hablando a ti – alcé la voz.
- Deja de molestar, ¿siempre eres tan escandalosa? – el chico me estaba ignorando por completo, volvió a rasguear las cuerdas de su guitarra. No iba a tolerar su comportamiento, así que recordé a lo que iba.
- Devuélveme mis violetas – le exigí, y esperaba que lo hiciera para largarme de aquí y no verle la cara.
- Te metes en muchos problemas… Chicago – al fin volteó a mirarme con esos enigmáticos ojos aguamarina.
- ¿Chicago? – no entendía a qué se refería - ¿Qué quieres decir con eso? – ese chico me exasperaba.
- Vienes de allá, ¿no? – enarcó una ceja – es tú alias – se rio, yo me quedé boquiabierta.
- ¡Ah... er…! – empecé a tartamudear – no vuelvas a llamarme así – le exigí enérgica.
- Como digas… ¡Chicago! – lo volvió a decir, yo estaba a nada de hacer una rabieta – ¡devuélveme mis violetas! – no iba a caer en su juego.
- No las tengo aquí – me hizo saber, comencé a buscar con la mirada, decía la verdad no estaban ahí.
- Tienes una hora para regresármelas – apreté los puños del coraje.
- No sé cómo aún tienes energía para pelear conmigo – dejó la guitarra a un lado suyo – debiste de pasar una mala noche al dormir en la copa del roble – me miró serio, yo me quedé pasmada y con la boca abierta, ¿cómo lo había descubierto? Recordé la noche anterior, cuando estaba apuntó de abrir la puerta para entrar a la residencia de “Las Magnolias”, me arrepentí, sospeché que había algo extraño en esa fraternidad, no sabía que era, pero no me quedaría a averiguarlo, di la vuelta y me alejé del edificio, por largo rato me la pasé vagabundeando en el campus, hasta que finalmente ya no había alumnos, caminé y encontré esta colina y el roble, el cual me cobijó durante toda la noche, saqué la bolsa con las papas que dejo Annie sobre la mesa, al igual que la botella de agua que había dejado Paty, esa fue mi cena esa noche, puse la alarma del teléfono para despertarme un poco antes de que la escuela abriera sus puertas, en cuanto empezaron a llegar los alumnos me filtré entre ellos y me dirigí al baño a asearme, no quería verme fatal, ese día no había probado bocado alguno, y aunque no lo parecía estaba perdiendo energía y fuerzas, tenía que calmarme y no desgastarme con tonterías.
- Si quieres puede venir a dormir a mí departamento – el joven “diablo”, me estaba ofreciendo su casa, me sonrió, ¿qué tipo de propuesta es esa?, me sentí ofendida, al parecer quería aprovecharse de mí situación actual – ahí podrás cuidar de tus violetas – me guiñó el ojo.
- ¡No, gracias! – me di la vuelta – no me quedaré con un tipo tan lascivo como tú – se me erizó la piel de solo imaginarme sola ahí con él en su departamento, ¡yo aún era muy joven e inocente para pensar en esas cosas!
- ¿Lascivo? – respondió perplejo, de un brinco se puso de pie – te ofrezco mi casa para que no pases penurias y me llamas ¡Lascivo! – se río – sé que soy sexy y muy atractivo, pero nunca usaría esos encantos para llevar a una chica a la cama – expresó con cierto grado de molestia y a la vez de arrogancia, comencé mi andar sin darme vuelta a mirarlo, estaba demasiado sonrojada por lo que acaba de decir, creo que mal interpreté su oferta, “trágame tierra, por favor y escúpeme en el salón de clases”, rogué una y otra vez.
- ¡Te pasaste Chicago, te pasaste! – alcancé a escuchar entre risas. Después de las clases me quedé con Annie y Paty un rato más en el campus, les cuestioné sobre lo ocurrido en la cafetería, me explicaron que siempre que llegaba alguna chica nueva (cosa que era muy raro ya que la mayoría de alumnos nuevos eran hombres), Eliza las jalaba a la fraternidad de “La Magnolias”, más a fuerza que de ganas, como lo quiso hacer conmigo y que siempre cumplía su cometido, eso lo hacía para mantener controladas a las chicas que demostraban tener algún talento musical, no quería que nadie sobresaliera más que ella, mencionaron a una chica, me dijeron que esa chica era parte de ese grupo, pero que su talento y belleza, la hicieron destacar muy a pesar de Eliza Leagan, su nombre era algo así como “Marlowe”. También me dijeron que nunca nadie antes había rechazado a Eliza y su séquito, y que nadie más la había enfrentado como yo, por el simple hecho de ser hija de la subdirectora. Después de platicar un rato salimos de la academia, cada una se fue por su lado, aunque a decir, yo no tenía ningún lugar a donde ir, con mí mochila y mi violín en mano, me dispuse a buscar un empleo en algún lugar, caminé por largo rato, pero en ningún lado querían una chica recién llegada a la ciudad, tenía hambre y deseaba en lo más profundo de mí ser, poder bañarme y reposar en la comodidad de una cama o de perdida en un sofá.
- ¡Tengo hambre! – sentía que ya no tenía fuerzas para caminar, me hubiera gustado contarles a Annie y Paty mi situación, pero apenas comenzaba a conocerlas, no quería que pensaran que quería abusar de su confianza, en ese momento sonó mi celular, era tía Mary, solo me había limitado a mandarles mensajes, no quería sobrepasar mi saldo – con las pocas fuerzas que me quedaban respondí – ¡hola, tía! – traté de que mi voz sonara tan entusiasta como siempre - ¡Sí, estoy bien! – mentí - ¡ah, la dirección!– me mordí el labio, le había prometido que en cuanto me instalara en la casa de huéspedes le daría la dirección para que me mandara mi demás equipaje – la escuela es muy demandante – me excusé en eso – pero más tarde te la mando – apreté los labios que estaban secos por la sed – ¡sí, he comido bien! – me llevé la mano al estómago por inercia – claro que sí tía, estoy muy bien – saqué las últimas fuerzas que me quedaban – me tengo que ir, te llamo después – mis pasos cada vez eran más lentos – te quiero – añadí para finalizar la llamada, siento mentirte tía, mi visión comenzó a ser borrosa, apenas y podía despegar los pies del suelo, en ese momento sentí que las rodillas se me doblaron y todo se nubló frente a mí, en el fondo sabía que me daría un gran golpe en el suelo, pero para este punto aunque quisiera evitarlo no podría, me desvanecí tratando de que el golpe no fuera tan duro. Mientras iba cayendo sentí como si los brazos de alguien me hubiesen sostenido… ojalá fuesen las alas de mí “ángel”.
CONTINUARÁ…
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