""ME HACE FALTA""
CAPITULO 3: MAD WORLD
Alrededor de mi hay rostros familiares, lugares desgastados, rostros desgastados...
George se preparaba para regresar a pasar unos días de vacaciones a la hacienda Andley. Iba en el tercer y ultimo año de estudios en la academia de finanzas de la ciudad de Chicago. Para él era el momento más esperado del año ya que de los pocos placeres y cariños que sentía en el mundo los más importantes estaban dentro del microuniverso que sin lugar a dudas Lakewood era. A pesar de ser uno de los estudiantes más avanzados de su generación, el estigma de su origen lo volvía un paria y la soledad de la escuela le recordaba tiempos más difíciles de su niñez y juventud. Sus compañeros lo evadían y los maestros apenas le dirigían la palabra para lo necesario.
El dinero de los Andley se aseguraba con su esfuerzo y compromiso a la hora de estudiar estaría muy bien invertido, estaba decidido a convertirse en un administrador y economista incomparable para ayudar a acrecentar la fortuna de aquellos que le habían tendido la mano y confiado en él. Sin embargo había días en los que el silencio de su habitación estudiantil lo aturdía y lo trataba de remediar bebiendo whisky a solas. Se había prometido a si mismo no caer en el alcoholismo extremo de su padre, sin embargo no podía dejar de necesitar la sensación agarrosa del alcohol en su garganta, y se convencía que estando un poco tomado se relajaba y concentraba mejor a la hora de estudiar, y sin duda, sus calificaciones de excelencia parecían darle la razón.
Las noches de luna llena amaba tomar mientras fumaba mirando el orbe celeste, y aprovechaba para recordarla a ella, cuando los meses pasaban le parecía que su imagen mental se iba desgastando y sólo con la ayuda de la hada del whisky podía recordarla en todo su maravilloso esplendor. Cuantas veces la espió en silencio mientras ella paseaba por el jardín, cuando jugaba cariñosamente con sus sobrinos, cuando la acompañaba a montar y cuando le ayudaba a atender a sus caballos que tanto amaba. Siempre tan seria, siempre tan adusta, siempre tan abrumante y tan imponente.
Había una ternura y una vulnerabilidad detrás de esa fachada inexpresiva en apariencia, según sabía no había sido madre nunca pero había en ella una dulzura maternal que le resultaba irresistible. Aun cuando sabía que era algo improbable, soñaba con tocarla y sentirla cerca, soñaba con abrazarla y ser abrazado por esa mujer que le robaba la calma, aunque de sobra sabía que estaba completamente fuera de su alcance. Emilia Elroy estaba en un momento de su adultez que aun conservaba el brillo de la juventud con el atractivo de la madurez y la experiencia de los años.
George conocía cada rasgo, lunar, arruga y gesto de su rostro, y se volvió un experto en el arte de reprimir sus emociones para no verse descubierto por nadie ante la naturaleza de sus sentimientos.
Sobre todo, por el hecho de que su patrón el señor Elroy era un hombre muy bueno al que le debía todo lo bueno que le había pasado en su miserable vida. Jamas se atrevería a faltarle de semejante manera, aun así, él no mandaba en su corazón, que tercamente decía el nombre de ella con cada latido.
En su momento de intimidad, cerraba los ojos y se mordía los labios hasta casi hacerlos sangrar para no gritar su nombre, después de desahogarse se quedaba lívido en su cama sintiéndose vacío y un poco más sólo que el día anterior, y con esa mascara gris iba a cumplir con sus clases y miles de compromisos académicos.
Ahora se preparaba para regresar y ansioso de verla y estar en lo que ahora llamaba su hogar, se preguntaba por que el mundo era tan absurdo y loco, como fue que después de ser un simple bastardo mexicano ahora estudiaba entre estirados burgueses... No siguió mucho en ese pensamiento, él nunca pertenecería en ninguna parte, ni siquiera Lakewood. Siempre sería un advenedizo y un hipócrita, que soñaba con poseer lo más valioso que su patrón poseía, y la vergüenza lo hacía desear estar muerto.
Cuando el carruaje llegó finalmente, lo recibieron la bella Rose y el pequeño Albert, que cada día estaba más alto y fuerte y quien lo buscaba para que le ayudara a volar papalotes. Sarah ya no lo procuraba, se había vuelto una jovencita snob que apenas lo toleraba aunque no era grosera con él. Rose corrió hacia él y se le colgó del cuello como era su costumbre pero esta vez se sintió algo incomodo, había cierta intensidad en la atención que ella le daba que lo ponía tenso. La conoció siendo muy pequeña y ahora ya casi tenía 16 años, no quería que pareciera que él no respetaba su condición de doncella y señorita de familia.
-George!! Oh por Dios, George, te has dejado crecer el bigote, que buen mozo te ves!! La jovencita lo miraba con arrobo insistente, y él apenas pudo contenerse aunque se sonrojó hasta las orejas. Albert atrás reía divertido conteniendo las carcajadas con ambas manos.
-Oh, señorita Rose, como es usted bromista, no me abochorne usted con sus palabras inmerecidas y fuera de lugar... El de forma amable se quitó los brazos de la chica del cuello de forma suave y respetuosa y la chica disfrutó ver el predicamento que su amigo favorito estaba pasando.
-Oh, vamos George, no seas tan propio! Que vamos a festejar mi cumpleaños y quiero que tu bailes conmigo toda la noche, mis tíos contrataron una orquesta para mi fiesta. Verdad que le diras a George que baile conmigo toda la noche tía Emilia??
George giró hacia la entrada de la casona y se puso pálido al ver a Emilia unos pasos más atrás de ellos, ella estaba seria pero tenía su hermosa sonrisa leve, que la hacía parecer una Mona Lisa de carne y hueso. Lo miró a los ojos con su mirada de obsidiana por ese microinstante que lo hacía estremecerse. La mujer miró con ternura a su sobrina y le dijo con su hermosa voz, como cantando.
-Claro que si, querida, George bailará contigo hasta que se te rompan los zapatos, te la pasaras divino en tu fiesta mi niña!
-Ama Elroy, que gusto verla! George hizo una reverencia sin atreverse a mirarla, y Elroy le respondió de la misma manera.
-Que gusto que estes de vuelta, George, nos han hecho llegar ya tus calificaciones y te adelanto que el señor Elroy está más que complacido. Es muy justo que estos días que estarás aquí descanses y te relajes, te hemos preparado una habitación en la casa del mayordomo, ya no dormirás en la cabaña del establo...
-Mi señora, créame que no es necesario, para mi atender mis obligaciones de caballerango es un verdadero honor y es lo mínimo que pueda hacer para corresponder toda su confianza. Si me lo permite, prefiero quedarme en ese lugar que ha sido mi hogar desde mi llegada, así podré ponerme al día con los caballos. Se lo ruego encarecidamente! George no la miró a los ojos y Elroy sonriendo asintió mientras se daba la vuelta y regresaba a la casa grande seguida por los niños Andley.
-Esta bien, será como tu lo solicitas. Ponte cómodo y ve a la cocina para que cenes y descanses temprano.
Unos pocas noches después, se celebraba el 16 años de la bella Rose Andley y lo mejor de lo mejor de la sociedad de esa región se hizo presente. Los jóvenes de las familias más importantes se peleaban por bailar con ella, pero ella insistía tercamente en esperar a que el joven caporal se presentara a la reunión. El se encontraba en la cocina ayudando a todo lo relativo de la celebración como el empleado más que era por lo que lo sorprendió desagradable y enormemente el ver a la bella rubia asomarse por la puerta de servicio buscándolo a él.
-George, George, que haces?? Por que no estas en mi fiesta??
-Señorita Rose! Por favor, que hace usted aquí?? Este es lugar para la servidumbre, por favor, regrese con sus invitados, ellos están aquí para festejarla y festejar con usted, yo estoy ayudando a que todo salga bien, por favor!
-Pero, pero, es que yo quiero que bailes conmigo! Le diré a mi tía que te de permiso, ella lo dijo el otro día, quiero que seas tu quien baile conmigo esta noche!
George se rascó la frente arrugando la nariz con frustración mientras los demás miembros de la servidumbre lo miraban entre divertidos y consternados. Era mas que evidente que la joven heredera estaba encaprichada con el guapo caporal. Pero mayor fue su asombro cuando vio llegar al señor Elroy a la cocina buscándolo.
-George, hijo, acompáñame un momento por favor.
-Ss..si señor! Dígame en que le puedo ayudar?
El anciano lo llevó hasta su habitación donde le dio un traje de gala para que se lo pusiera.
-Pensaba obsequiartelo para tu graduación pero ante la insistencia de mi querida Rose no me quedó de otra más que adelantartelo. Por favor, se de sobra que eres muy respetuoso de tu lugar, pero en esta ocasión debo pedirte que por favor la entretengas un poco, ya que siente una especial predilección por ti. Creeme, si no te conociera lo cabal y honesto que eres, no me atrevería a pedírtelo. Confío ciegamente en tí. Solo unas piezas para que se quede en paz y luego te puedes retirar.
George se quedó pasmado ante las palabras de su patrón y luchó para no reflejar en su rostro la vergüenza que estas palabras le ocasionaban. Si el hombre supiera la naturaleza de sus pensamientos y sentimientos por su esposa... A como pudo agradeció el regalo y la confianza, se cambió rápidamente y lo siguió al salón donde la orquesta ya entonaba algunos valses de moda.
Rose al verlo llegar corrió hacia él y este de forma caballerosa le besó la mano para llevarla al centro de la pista para abrir juntos el baile. No era difícil dejarse llevar por la magia de la velada, la música maravillosa, la belleza de su joven pareja de baile y el ambiente perfumado por las velas y las rosas que adornaban el lugar. En un momento dado algo lo sacó de su embeleso y vio entre la multitud que presenciaba la inauguración del baile a la mujer de sus sueños, hermosa, alta, con un vestido verde oscuro de raso brillante, luciendo un escote que dejaba a la vista su blanco y delicado cuello, la forma como ella lo miraba lo traspasó como una flecha y esto lo hizo reaccionar apretando con intensidad la mano y el talle de la joven que lo miraba con devota atención. Hubiera dado su vida misma a cambio de tener entre sus brazos en ese baile a esa mujer que era tan lejana e imposible como la misma luna, y tan bella y majestuosa como tal.
Mientras tanto, Emilia sentía hierros candentes hundiéndose en su pecho. Ver a George tan varonil y lleno de caballerosa galantería con su querida sobrina le dolió en su pequeño y oculto orgullo femenino. No le extrañaba que Rose estuviera obsesionada con él, habiéndose convertido en todo un hombre de semejante porte y naturaleza. Tenía que guardar la compostura, por su propio bien y por el de su familia, y se obligó a mirar impávida el doloroso espectáculo de verlo bailar y bailar, como ella quizá nunca lo había hecho ni lo haría en su vida...
CONTINUARÁ
CAPITULO 4[/url]
Última edición por Maga Cafi el Lun Abr 26, 2021 10:04 pm, editado 2 veces