"ME HACE FALTA"
CAPITULO 1: EL RETRATO
El caballero miraba con atención los estados financieros sobre su escritorio, aunque estaba seguro de que los resultados eran positivos debido a su cuidadosa vigilancia, no le gustaba dejar nada al azar. Que las cosas marcharan bien en el sentido económico era una de sus responsabilidades y él disfrutaba cumplir cabalmente con lo que se le había confiado tantos años atrás. Ella no había bajado de sus aposentos en todo el día y no era para menos, las malas noticias en el aspecto familiar abundaban y su frágil salud por su edad no le ayudaba a resistirlos como en el pasado.
Se recargó en su cómodo sillón de piel y sacó de su bolsillo el reloj de cadena que desde hacía 20 años le acompañaba fielmente, miró con atención la hora y vio que era hora de llevarle el té. Aunque ella no quisiera aceptarle nada, no iba a permitir que la tristeza le hiciera mella en la salud. Cerró los ojos y la preocupación lo hizo regresar su memoria a tantos años atrás. Evitaba pensar en ese pasado que tanto le había marcado, pero una vez que entraba a ese espacio de su mente, le costaba trabajo salir de ahí.
El fue un bastardo mestizo. Nacido al otro lado de la frontera en una ranchería donde su madre era una mexicana y su padre un capataz americano, que a bien hizo darle su apellido haciendo evidente su estado de hijo natural de un odiado extranjero. Su madre era una jovencita de hermosos ojos negros pero que a los pocos meses de nacido murió de tifoidea, dejándolo sólo al cuidado de su padre alcohólico. El hombre regresó al norte pocos años después a su tierra de origen cargando con el pequeño Jorge, y consiguió trabajo de caporal en diferentes ranchos y haciendas, donde Jorge, ahora llamado George por los lugareños, aprendió a leer, escribir, contar, sumar y restar mientras ayudaba cuidando el ganado y atendiendo los caballos que su padre se especializaba en amansar.
George sentía enorme ira. Era obvia la forma como la gente lo despreciaba por su doble condición de mestizo e hijo bastardo. Cuando su padre se quedaba dormido después de tomar y acabarse la raya en alcohol y mujeres, George se tomaba lo que quedaba en su botella intentando ahogar la tristeza que el sentirse solo le provocaba.
A la edad de 19 años llegaron a Lakewood. Su padre había sido contratado como caballerango de la familia Andley y él como en las ocasiones anteriores le acompañaba como ayudante en sus actividades. El gran amor que sentía por las bestias era la única forma como tenía algún tipo de contacto que no fuera la indiferencia de su padre y el rechazo de los que les rodeaban. Precisamente el segundo día de su estancia en Lakewood, la conoció.
La vio entrar por la puerta de la caballeriza y de inicio le pareció una estirada más que veía la equitación como una extensión más de su vida pudiente de ricachona aburrida. Ella era alta, llevaba el cabello anudado en un moño a la altura de la nuca y aparentaba ser aun joven. De figura espigada y esbelta, con un talle delgado por el obvio uso del corsé tan común esas épocas de fin de siglo. Su padre le gritó para que acercara al palomino que estaba peinando cuando la Doña de la hacienda llegó en compañía del Don para un paseo matinal.
Entonces ella volteó a él y lo miró con esos penetrantes ojos negros, en ese instante sintió ser atravesado por un dardo en pleno estómago. De todas las señoronas que había visto, esta tenía un brillo de obsidiana filosa en la mirada que a él lo dejó pasmado como un imbécil.
-"Vamos George!! No te quedes parado como idiota que los señores nos esperan, van a decir que eres un retrasado!"
-No se moleste, señor Johnson, no sea duro con el muchacho. El Señor Andley intervino haciendo menos tenso el incomodo momento, con una voz pausada muy acorde a su avanzada edad.
El joven endureció su expresión irritado por la humillación que su padre le había hecho recién conociendo a los patrones, pero rápidamente se acercó llevando el hermoso ejemplar para ser preparado para su montura. Su padre le había enseñado desde muy joven a no mirar a los ojos a los patrones e hizo el intento de no hacerlo como estos nuevos, pero en un momento determinado volvió a mirar a la mujer. Había una extraña belleza en ella, su piel era blanca como porcelana y los labios carnosos, estaban enmarcados de 2 leves surcos de una expresión de dureza y temple fuerte, su nariz era recta, sus pómulos muy marcados y las pestañas y las cejas eran negras como el ébano. Cuando la vio montada en el caballo se percató de la elegancia de su cuello y porte, y miró el tobillo derecho que sobresalió sin querer debajo de la carísima enagua de raso. La punzada volvió a atacarlo en el estomago, y en ese preciso momento ella volteó hacia él. Sintió una fuerte descarga de electricidad recorrerle cuando sus ojos se cruzaron, percibió un atisbo de sonrisa en la dama que que de inmediato giró su rostro como queriendo romper el sorpresivo contacto visual. La vio alejarse con el esposo y se quedó mirando hacia donde habían salido con una expresión indescifrable.
Su padre lo hizo regresar a la realidad de un golpe en la parte posterior de la cabeza.
- Que miras, tarado?? Regresa a trabajar, que para eso sólo sirves, y deja de andar mirando potrancas ajenas, hasta por eso lo terminan matando a uno, y ademas, esta muy vieja y rica para ti..
- No señor, a mi esa señora no me ha gustado, como dice esas cosas...
-No estoy ciego, Jorge, no quiero problemas con los patrones, no quiero perder este empleo también, no andes de mirón con la patrona. Te lo advierto por que a la siguiente te rompo otro hueso...
Quiso la vida y las actividades de la hacienda que George realizara diferentes actividades de mozo. Gozaba de mala fama por su temperamento volátil. Pero le reconocían ser muy fuerte y hábil para diferentes tareas.
Cierto día el mayordomo le pidió ayuda para mover unas pesadas vitrinas de la biblioteca del patrón y fue la primera vez que puso un pie en la casa grande. Le maravilló el lujo y elegancia de esta y lo que más le dejó una fuerte impresión fue el olor de la biblioteca, mientras el mayordomo iba por una herramientas para poder zafar algunos tornillos y clavos que sostenían los muebles, George miró con curiosidad los objetos finos que adornaban los numerosos y lujosos estantes. Pero lo que más llamó su atención fue un hermosos retrato que lo cautivó y lo hizo acercarse para verlo con ávidos ojos. Era el de la señora Andley, tal como la recordaba el primer día que la vió. El ovalo de su rostro sereno, sus cabellos oscuros recogidos en un sencillo peinado, y los ojos negros que tanto le habían impactado. Con inocencia acercó un dedo a la imagen y la tocó con suavidad, y una añoranza extraña le hizo sentir calor en el pecho. Algo le hizo recordar a su madre y ese hogar que nunca tuvo, la miró y una sensaciones confusas lo invadieron de súbito. Era demasiado joven e ignorante para alcanzar a comprender cualquier cosa que pasara por su cabeza. Solo podía pensar en lo hermosa que ella le parecía.
En ese momento el mayordomo se presentó en el lugar y el se alejó con disimulo del mueble para ayudarle con lo que le había solicitado, pero de reojo miraba hacia la imagen.
En el segundo piso, en la habitación de la señora, Emilia miraba por su ventana como el joven peón sacaba en su espalda el pesado mueble. Y un ardor perturbador ardió nuevamente en su vientre. Ese día cumplia 41 años y se sentía dentro de un torbellino emocional que la atormentaba como jamás lo llegó a concebir...
CONTINUARÁ
CAPITULO 2
Última edición por Maga Cafi el Jue Abr 22, 2021 8:55 pm, editado 1 vez