Es Agosto.
El calor del verano los ha obligado a salir al jardín donde casi todos se refrescan en el agua con cloro, la piscina es un precioso rectángulo tan honda como una alberca olímpica, es tan azul como sus ojos, pero tiene el efecto contrario.
La piscina le refresca mientras sus ojos le producen poco mas que fiebre.
Sabe que le observan atentos a cada movimiento o torpe chapoteo que da, sabe que aprecian sus formas cuando se ha quitado la bata para descubrirse en un bañador que deja poco o mucho a la imaginación.
Sus ojos le contemplan en casi una caricia, ella le ignora, porque si no lo hace y sucumbe el habra ganado, en su naturaleza esta mortificarle, no rehuye a su mirada penetrante, le enfrenta y le sonríe con la mas grande de las osadías.
Provocarle se ha vuelto un juego bastante divertido, sabe que el musita su nombre en las noches estivales, sabe que desfoga su pasión con vividas imágenes como esta.
Cuando ella sale del agua y el bañador mas que pegarse a su piel, transparenta y delinea cada parte se cuerpo, Albert le contempla una vez mas.
El guardara en su memoria aquel recuerdo para esas noches sofocantes donde es imposible conciliar el sueño.
Y a ella no le importa.
Lo prefiere así, la ha puesto en un pedestal y ahora no encuentra como bajarla sin romper todas aquellas normas del decoro que dictan el buen proceder.
Candy lo encuentra cruel, porque el prefiere desearle en la distancia y llenarle de regalos antes que romper esa barrera.
Y cuando el se case con esa joven de familia rica, entonces otra barrera mas sera interpuesta entre ambos, una linea invisible que por mas que intenten traspasar no podran, a menos no sin quedar heridos.