DULCE VERANO
CAPITULO IV
CAPITULO IV
Estuvieron un poco más sobre aquel gran árbol, sentados en la misma posición, contemplando la inmensidad del lago y guardando silencio después de aquel dulce beso.
El corazón de Candy latía fuertemente y sentía que una calidez especial la acompañaba. El sonrojo de su rostro aún estaba presente y se sentía completamente diferente a la jovencita que subió a ese árbol unos momentos atrás.
Ese beso fue tan diferente al que recibió en el festival de mayo. Terry había sido tierno y delicado esta vez, y a pesar de que estaba sumamente nerviosa, pudo sentir la sinceridad del joven cuando la besaba.
Terry, por su parte también sentía su corazón latir a toda prisa, como si aquello que estaba experimentando perteneciera a otro mundo ¿Cuándo había sentido algo así? La respuesta era obvia, nunca. Por primera vez sentía que alguien estaba realmente en su vida y él deseaba que se quedara para siempre.
Sintiendo la luz del lago reflejada en sus ojos, se animó a hablar nuevamente a la joven después de su confesión.
–Candy… ¿Sabes cuál es el color del lago?
La joven lo miró, y dirigió su vista al lago para poder pensar en su respuesta. Las sensaciones en su interior le habían hecho enmudecer, y antes de que pudiera responder algo, Terry volvió a hablar.
–Le llaman “El color más antiguo el mundo” lo leí en alguna ocasión. “Sombra de cielo y aguas”. Se dice que antes de que todo hubiera sido creado, ya existían desde siempre. No soy religioso, pero algunos afirman que es así.
Candy volteó a ver de nuevo el rostro del joven, observó su perfil mirando hacia el enorme lago mientras hablaba.
–Entiendo, es un color hermoso – dijo, con una tierna sonrisa.
–Lo es… ¿Estás bien? – preguntó Terry.
–Si… ¿y tú?
–Perfectamente – le dijo, mientras le regalaba una galante y hermosa sonrisa.
Y ella con el rubor en su rostro, del que Terry se pudo dar cuenta, fue incapaz de sostener su mirada.
La atmósfera era tan romántica e irreal que ninguno de los dos se dio cuenta cuando el sol empezó a esconderse entre las colinas. Candy volviendo a la realidad, recordó que era tiempo de volver al colegio.
–Debo irme Terry, creo que está a punto de oscurecer – le dijo un poco apresurada, levantándose del tronco en el que estaba sentada.
–Tienes razón, creo que hemos perdido la noción del tiempo.
–Bueno, empezaré a bajar – dijo Candy, y comenzó a prepararse para descender.
–Déjame ayudarte, no sea que vuelvas a resbalar.
Terry, empezó a bajar primero para ayudarla enseguida.
Antes de dar el último salto para llegar al suelo firme, el joven la tomó de su cintura y la bajó con cuidado. Candy seguía con su corazón agitado, se sentía tan cerca de él y su cuerpo aún temblaba. El perfume del joven se había mezclado con el de su cabello cuando él se acercó y la besó.
–Iremos por el caballo y nos daremos prisa para que llegues a tiempo – le dijo Terry. Después, ambos jóvenes comenzaran a correr mientras reían por el camino.
Llegaron enseguida al establo y subieron rápidamente al caballo para emprender el camino.
Terry llevaba una velocidad más rápida de lo normal, sin embargo, miraba constantemente a Candy para observar si se mostraba inquieta o con miedo, ya que recordaba perfectamente la vez que la presionó para cabalgar en el festival de mayo. En ese momento iba casi a esa misma velocidad, pero por una razón distinta. No obstante, al ver que Candy se mostraba totalmente relajada, él también logró relajarse y continuó al mismo ritmo.
Cuando llegaron a la colina donde Terry la dejaba todos los días desde las clases de piano, para que pudiera entrar al colegio de verano, pudieron observar a lo lejos, que las monjas se acercaban a cerrar las puertas de entrada. Así que el joven, bajando rápidamente del caballo, la ayudó a hacerlo también.
–Debo irme, gracias por las clases y por mostrarme la villa de tu familia – le dijo, apresurando a despedirse con una tímida sonrisa.
–Como siempre ha sido un placer, señorita – confesó, sonriéndole también y lamentándose porque tenía que despedirse, ya que, sabía que cuando ella se marchara, algo también se alejaría de su corazón.
Por su parte, Candy tampoco quería despedirse ni separarse de él. Empezó a sentirse totalmente avergonzada al desear otro beso de Terry, lo anhelaba con todo el corazón, pero sabía que no había tiempo. Además, qué diría de ella si supiera que quería que la besara nuevamente. Pensaba sonrojada mientras los dos se veían fijamente a los ojos.
–Adiós Terry, nos vemos mañana en el lago, después de las clases en el colegio, no lo olvides.
–Ahí estaré – le dijo, guiñándole un ojo y brindándole su clásica sonrisa.
Entonces ella le sonrió también, para después, empezar a correr a toda velocidad hacia la entrada del colegio. Llegó justo cuando una de las monjas se disponía a cerrar la gran puerta de la entrada.
Terry pudo ver como Candy agachaba la cabeza ante la aparente reprimenda de una de las monjas, y después de unos segundos entró detrás de ellas. El joven esperaba que no le dieran un castigo por haber llegado tarde.
Cuando Candy iba caminando detrás de las monjas, volteó en dirección dónde había dejado a Terry unos momentos antes, pero debido a la lejanía, él no pudo ver su expresión. Aun así, estaba seguro de que le había regalado una encantadora sonrisa como todos los días cuando entraba después de despedirlo.
Después de perderla de vista, Terry subió a su caballo y se dirigió a su villa a un paso tranquilo. Quería pensar detenidamente en lo que había pasado. Cerró los ojos imaginando el momento en el que había besado a la bella jovencita.
"Ella me corresponde" pensó, dibujando en sus labios una sonrisa.
"¿Será posible que sienta lo mismo que yo?"
"Así que esto es lo que llaman amor? ¿Lo que los poetas escriben a sus musas? ¿Lo que Shakespeare relata en sus obras tan apasionadamente?"
Terry las conocía bien, pero sentía que, hasta ese momento, comenzaba a vivirlas en carne propia.
"Si… esto deber ser… porque por ella sería capaz de todo…"
El joven se había sentido atraído por Candy desde el momento en el que la conoció aquella noche fría en el barco, pero el sentimiento se había hecho más fuerte después de aquel beso que le robó en el festival de mayo, el cual, lamentablemente no terminó bien por causa de su propio impulso. Pero en esta ocasión todo era diferente, ahora se sentía correspondido. Candy lo aceptaba, estaba seguro de que no ser así, hubiera recibido otra bofetada. No estaba seguro si ella sentía lo mismo que él, pero lo que si sabía era que no le era del todo indiferente, y eso, para él, era más que suficiente para ganar su corazón.
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Después de entrar al colegio, Candy se dirigió al gran comedor para tomar la cena, entonces, pudo ver a lo lejos a Patty y Annie sentadas en una mesa. Las dos jovencitas levantaron sus manos para invitarla a que se las acompañara.
–Hola chicas – saludó alegremente.
–Hola Candy, pensamos que no llegarías a la cena. Estábamos muy preocupadas – dijo Annie, con un semblante acongojado.
–No tienen por qué preocuparse, ya saben yo que de una u otra manera siempre logro llegar a tiempo – dijo al sentarse, con una alegre sonrisa y guiñándoles un ojo.
–¿Dónde estabas Candy?, ¿No te da miedo andar sola por el bosque? – le preguntó Patty.
Entonces, Candy se ruborizó al recordar nuevamente que había estado al lado del apuesto inglés, y además que él la había besado. Se dio cuenta, que no les había comentado a sus amigos que lo había invitado al lago, por lo que pensó que era buena idea hacerlo en ese momento.
–Es que no estuve sola… estuve paseando con Terry… él me mostró su villa – les confesó.
–¿Terry Granchester? – preguntaron al mismo tiempo Patty y Annie, con cara de asombro.
–Si, ¿Por qué les sorprende?
Bueno… es que creo que eres la única persona con quien se relaciona realmente y además porque… precisamente hoy, cuando estábamos en villa de los Ardlay con los chicos, en un momento que ellos se ausentaron, Eliza se acercó a nosotras. Lucía muy feliz y…. fue de Terry precisamente de quien nos habló – dijo Annie, dudando de contarle lo que había sucedido.
Por su parte, Candy guardo silencio, esperando que su amiga terminara de hablar.
–Ella llegó contándonos que Terry y ella habían almorzado juntos hoy.
Candy sintió una rara sensación al escuchar el nombre de Terry y de Eliza en la misma oración.
–¿Ah… sí? – preguntó Candy, fingiendo poco interés después de unos segundos.
–Si… nos contó que Terry la invitó a su villa para disculparse, debido a que no había asistido a la fiesta blanca y como Eliza es tan considerada, llevó una canasta para compartir el almuerzo, que según lo que nos dijo, Terry aceptó gustoso… Ella piensa que Terry… siente algo por ella – respondió Patty, dudando en expresar lo último.
Candy trató de mostrarse serena. Pero las chicas, pudieron notar fugazmente un cambio en la expresión de su rostro.
A pesar de que eran pocas las veces que habían visto juntos a Terry y Candy, Annie y Patty se habían dado cuenta del lazo que se había formado entre ellos, e intuían que debido al trato que se daban cuando estaban juntos, podía ser más que una simple amistad.
–También nos relató que Terry le mostró la residencia, y que tenía una habitación de música, con un gran piano en ella – dijo Annie.
Y entonces el corazón de Candy se detuvo ¿Cómo es que Eliza sabía de esa habitación? Conociendo la manera de ser de Terry, no invitaba a nadie a su villa, ¿Entonces cómo había visto el gran piano donde él le daba clases?
La única explicación era que realmente había estado con Terry ese mismo día. Sintió como la duda empezaba a entrar a su corazón y no queriendo evidenciarse delante de sus amigas, trató de mostrarse lo más indiferente a la situación.
–Bueno, Terry es un buen chico. Algo tenía que hacer, para disculparse por faltar a la invitación que Eliza le había hecho – dijo la joven con tranquilidad.
Annie y Patty voltearon a verse desconcertadas, no sabían exactamente como tomar la reacción de Candy.
–Pero nosotras pensamos que miente, ya que hemos visto la manera tan indiferente en que Terry la trató en el lago, a pesar de su insistencia en acompañarlo – dijo Patty.
–Lo más seguro es que esté mintiendo Candy, ya sabes cómo es – agregó Annie, intuyendo que la noticia pudiera haber desconcertado a su amiga.
–Te lo hemos contado por si te enteras por otras chicas del colegio, al parecer Eliza ha esparcido el rumor – concluyó Patty.
–Pero ¿por qué se preocupan por eso? Si es verdad o mentira no es algo que deba incumbirnos – les dijo Candy, tratando de lucir totalmente relajada.
–Pero, Candy… – continuó diciendo Annie.
En ese momento, llegaron los platos a la mesa en la que se encontraban, y entonces, las monjas les pidieron que guardaran silencio para comenzar la oración y agradecer por los alimentos, así que dieron el tema por terminado.
Al terminar la cena, Candy no retomó la conversación y se despidió de sus amigas. Recordaron entusiasmadas que al día siguiente después de clases era la cita en el lago con Stear y Archie. Sin embargo, Candy después de lo que habían hablado, no les mencionó que había invitado a Terry.
Cuando la joven llegó a su habitación, y después de prepararse para dormir, se recostó en la cama. Empezó a sentir como una sensación desconocida empezaba a invadir su interior, la duda había entrado a su corazón. El hecho de saber que Terry hubiera pasado tiempo con Eliza, precisamente ese día que había sido tan especial para ella, la hacía sentir sumamente vulnerable.
Cuando Annie y Patty le habían mencionado acerca del almuerzo que Eliza llevó para Terry, ella recordó la canasta que había visto en los pasillos de la residencia del joven y la manera tan misteriosa con la que él la había escondido sin dar explicaciones. Y, sobre todo, el hecho de que Eliza supiera de la habitación de música, y que Terry tenía un piano ¿Cómo podía ser tanta coincidencia?
El corazón de Candy se sentía cada vez más pesado y sin poder evitarlo, sus ojos empezaron a cristalizarse, pero no derramaría una lágrima por eso. Cuántas veces Eliza la había hecho sentir mal, tratando de herir sus sentimientos, por lo que no le daría ese gusto.
Así que, serenándose, apretó la cruz de la señorita Pony que había tomado unos minutos antes de su buró y comenzó a hacer una oración para traer calma a su agitado corazón.
"Supongo que Terry puede tener otras amigas… incluso Eliza… pero…"
meditaba al estar quedándose dormida
"Pero ahora todo es diferente… Creo que… me he enamorado de Terry".
Recordó entonces, cuando los cálidos labios del joven se posaron sobre los suyos. Comenzó a sentir como su corazón empezó a latir de prisa como en ese momento tan especial.
Después de unos minutos, el cansancio venció a sus agitados pensamientos.
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Al día siguiente Candy se mostró distraída durante las clases, en su mente seguía meditando en lo que había conversado con Patty y Annie una noche antes, lo cual le había impedido descansar bien.
Antes de dar la campanada para terminar las clases y que las chicas se dispusieran a prepararse para ir al lago, la hermana Gray entró al aula en el que estaban reunidas. Al verla entrar al lugar, todas se levantaron en señal de reverencia, la monja con un con ademán les pidió que tomaran nuevamente su lugar.
–Me temo señoritas que esta tarde no podrán salir del colegio. Los guardabosques nos han dado la alerta de que han visto osos merodeando por los alrededores, por lo que la tarde libre fuera del colegio se cancela. Espero entiendan que es por su propia seguridad. Se nos informa que tal vez el día de mañana todo vuelva a la normalidad – dijo con su peculiar tono estricto pero sereno.
Al unísono, las jóvenes dieron muestras de su decepción, y otras expresaron miedo ante los hechos. Candy se mostró tranquila, sin embargo, pensó en Terry; él estaría esperándola en el lago ¿Se habría enterado de los hechos? ¿O podría estar en peligro sí nadie le hubiera avisado? En esos momentos deseaba escapar para ponerlo alerta.
–No puede ser… ¿Lo sabrán Stear y Archie? – se preguntó Annie, preocupada por los jóvenes.
–Seguramente si – contestó Candy – Recuerda que la tía abuela también tiene sirvientes, seguramente los alertaron. No te preocupes Annie – le dijo, tocando su hombro para tranquilizarla.
–Si es verdad, tienes razón Candy.
Cuando las jovencitas se enteraron de que no podrían salir del colegio, decidieron ir a su habitación a platicar un rato. En ese momento se sorprendieron al ver a lo lejos por los pasillos, a Eliza que caminaba junto con otras jóvenes.
–Es Eliza… ¿Qué es lo que hace aquí? – se preguntó Patty.
–Seguramente viene de visita. La hermana Gray se lo permite a ella y a las chicas que sus familias tienen residencias aquí cerca – dijo Annie.
Candy trató de ignorarla cuando se iba acercando a ellas, pero Eliza no desaprovecharía la oportunidad de saludarla.
–Hola Candy ¿ya te enteraste? – le preguntó cuando se encontraron de frente.
–Hola Eliza, ¿Qué es lo que se supone que debo enterarme? – le dijo saludándola con poco interés.
–¿Cómo que qué? ¿Acaso no te lo han dicho tus amiguitas? – dijo irónicamente volteando a ver a Patty y Annie que estaban a un lado de Candy, después dirigió su vista de nuevo a la joven. – Pues te lo diré, Terry me invitó a almorzar a su villa. El pobre no sabía cómo recompensarme por haber faltado a la fiesta que lo invité. No puedes imaginarte lo bien que la pasamos – dijo, mostrando su falsa y diabólica sonrisa. Mientras las jóvenes que la acompañaban suspiraban y reían junto con ella.
Candy guardaba silencio ante las provocaciones de Eliza, la conocía bien y sabía que quería sacarla de sus casillas.
Entonces, al ver que Candy no decía nada, Eliza dio unos cuantos pasos más para estar cara a cara con ella.
–Como puedes ver, Terry, el futuro duque de Granchester, prefiere a las futuras damas como yo, y no a una sirvienta de establo, a una sucia huérfana del hogar de Pony.
Cuando Eliza terminó de decir aquello, empezó a sentir como algo caliente recorría el interior de su mejilla, y sintió entumecido su rostro. Candy la había abofeteado.
Todas se sorprendieron ante lo sucedido. Las jóvenes que acompañaban a Eliza cubrieron sus rostros ante la sorpresa.
–No te permitiré nunca más que hables así del lugar donde orgullosamente crecí. No hay nada en mi vida de lo pueda estar más orgullosa. Presumes que serás algún día una distinguida dama, pero no podrás serlo nunca, Eliza. Las personas como tú nunca podrán llamarse de esa manera, porque tienen negro el corazón – expresó Candy, con impotencia y enojo al saber que había insultado su amado hogar.
Después de decir aquello, la joven se dio media vuelta y se encaminó en dirección a su habitación. Por su parte, Patty Annie quienes no salían del asombro, se apresuraron a alcanzarla.
Mientras las tres jóvenes se alejaban, podían escuchar las voces de las amigas de Eliza mientras la consolaban: “¡Pero qué falta de educación!” “¡Sin duda viene de un orfanato!" "¡Es una salvaje!”.
Eliza, se quedó totalmente en silencio, mientras sus amigas la consolaban. No podía creer lo que le había hecho Candy, y lo único que pudo hacer en ese momento fue tragarse la furia que sentía como lava ardiendo dentro de ella.
Cuando Patty y Annie alcanzaron a Candy, trataron de confortarla, preocupadas porque lo que había dicho Eliza la hubiera lastimado en verdad.
–Lo siento tanto, chicas. Sé que no debí reaccionar así, pero… no pude soportar que insultara así al hogar de Pony.
–Candy, tú sabes que Eliza solo quiere provocarte, no te sientas mal. Nosotras sabemos que el hogar de Pony es el mejor hogar del mundo – le dijo Annie, tomando sus manos.
–Si Candy, no dejes que lo que dijo Eliza te haga sentir menos, por supuesto que serás una bella dama en un futuro. Y eres mucho mejor persona que ella – le dijo Patty.
–Gracias amigas, no deben preocuparse por mí. Conozco a Eliza desde hace tiempo. No me afecta en nada lo que ha dicho, sólo que esta vez no me pude controlar.
Candy les dijo que iría a dar un paseo por el jardín del colegio, Annie y Patty quisieron acompañarla, pero ella agradeciéndoles, les dijo que prefería ir sola y que las vería de nuevo en el tiempo de la cena.
Cuando la joven llegó al patio y comenzó a caminar entre los árboles, empezó a sentirse mejor, pero algo aún la hacía estar intranquila, apretaba los dedos de sus manos una y otra vez, comenzó a pensar de nuevo en Terry, seguía preocupada por su seguridad.
"¿Será que la familia que cuidaba de él, le avisaría de los osos que merodean por el bosque?"
Pensaba, mientras se acercaba a una pequeña colina que había encontrado desde hace días y se sentó en ella. A unos cuantos metros estaba la barda de la escuela, se quedó observándola un tiempo mientras meditaba.
"Es una barda alta, pero los árboles que están cerca podrían ayudarme a subirla y bajarla con facilidad"
"Pero si me descubren podría acarrear un gran problema"
"Si saliera y me encontrara con los osos ¿qué haría entonces?"
"Pero… necesito ver a Terry, él tal vez debe estar esperándonos en el lago. Si no sabe de los osos, podrían atacarlo" pensó con preocupación.
Como impulsada por una fuerza sobrenatural, Candy se levantó y empezó a correr en dirección a la barda del colegio. Al llegar, pudo observar mejor el árbol que estaba a un lado de ella.
–Perfecto, subiré por aquí, después me desplazaré hacia la barda y volveré a tomar otro árbol para bajar.
Decidida, empezó a subir con cuidado, pero tratando de apresurarse y cuando estaba por saltar hacia el otro lado, una voz la interrumpió.
–¡Pero que agilidad, señorita Tarzán!
El corazón de Candy se detuvo al escuchar la voz que le hablaba.
–Cada día me sorprende más como supera a los mismos monos, señorita Ardlay.
Candy dirigió su vista hacia abajo y pudo ver en el mismo patio del colegio a Terry, quien la miraba con una pícara sonrisa y comenzaba a reír con grandes carcajadas.
–¡Terry! – exclamó Candy, sorprendida de verlo de repente.
Entonces, acomodó su vestido inmediatamente al ver en la posición en la que se encontraba.
–Así que dentro del colegio de verano también realizas tu pasatiempo favorito, pensé que sólo lo hacías en Londres o en el bosque, pero ya me di cuenta de que no es así – le dijo burlándose, mientras continuaba riendo.
Candy estaba totalmente sonrojada, no sabía que decirle, jamás imaginó verlo ese día en ese lugar.
–¿Qué haces aquí? – le preguntó un tanto confundida.
–¿Por qué no bajas? No creo que podamos comunicarnos de esta manera – le pidió el joven, ya que estaban algo alejados para poder conversar.
Candy empezó a descender del árbol, pero recordó que Terry la miraba desde arriba.
–Date la vuelta, no puedo bajar si estás mirándome de esa forma.
Entonces Terry, sin decir nada, sonrió y se dio la vuelta como le había pedido.
Cuando Candy bajó completamente del árbol, llegó hasta donde estaba el joven y él, se dio la vuelta al sentir que había llegado a su lado.
–¿Qué haces aquí Terry? – le preguntó nuevamente.
–Primero que nada, deberías pedirme una disculpa, ya que he estado esperando por más de una hora en el lago.
–Lo siento, yo… – dijo la joven, mientras su corazón comenzaba a latir de prisa al ver que el joven se veía tan apuesto como siempre, con esa sonrisa que lo caracterizaba y con su profunda mirada. Ella, entonces, no pudo evitar recordar el beso de un día antes, pero después de mirarlo por unos segundos regresó a su presente.
–¿No lo sabes? Hay osos por los alrededores del bosque. Las hermanas nos prohibieron salir.
–¿Ah sí? ¿Y por qué ibas a salir si es peligroso y te lo han prohibido? – le preguntó Terry sarcásticamente.
–Bueno… yo… – respondió, totalmente ruborizada y con su corazón cada vez más de prisa – iba a avisarte – terminó de decir.
Entonces, Terry la miró fijamente y le sonrió. Su pequeña pecosa iba a romper de nuevo las reglas y no sólo eso, se pondría en peligro sólo para avisarle a él.
–¿Pensabas que no lo sabía?
–Bueno, no estaba segura de que hubieras sido alertado, ya que estás solo en la villa. No sabía si la familia que cuida de ti estaba enterada.
–Yo lo sabía, Candy… – le confesó.
–¿Lo sabías? ¿Y aun así fuiste al lago? – le preguntó, sorprendida.
–¿Crees que un par de osos iba a hacer que faltara a mi promesa? Te dije que iría, lo prometí.
Candy, con todas sus emociones al límite, se sintió tan especial al saber que Terry a pesar del peligro iba a cumplir su promesa.
–¿Pero por qué has venido? Te has puesto aún más en peligro, tu villa está muy lejos de aquí.
Entonces él se acercó un poco más a ella, para quedar frente a frente.
–Porque quería verte… – le confesó con voz profunda mientras la miraba dulcemente a los ojos
Entonces sin poder evitarlo, Candy se sintió estremecer desde la punta de su cabeza hasta sus pies. Terry se estaba exponiendo solo para verla ese día y además se lo estaba confesando.
–No debiste exponerte así – le dijo, bajando su mirada.
–Tú tampoco…
Ella sonrió…
–Bueno… dime, ¿Cómo entraste? – preguntó la joven, dando un paso atrás.
–De la misma manera que tú ibas a salir.
Ante tal respuesta, los dos comenzaron a reír y caminaron hacia la colina en la que antes estaba Candy y se sentaron en ese lugar.
–Vaya, a dónde vas encuentras colinas, por lo que veo – le dijo Terry.
–Ésta es muy pequeña pero igual me da tranquilidad como las demás. No puedo ver mucho del panorama como en la colina de Pony o en la del colegio, pero al menos está algo alejada a la residencia del colegio, así que es perfecta.
Candy comenzó a cortar pequeñas florecillas que estaban cerca de ella, mientras Terry, la miraba fija e intensamente. La joven no era ajena a esas miradas y sentía un calor cubrir sus mejillas. Estar al lado de Terry era una dulce sensación, se sentía tan feliz, tan completa; pero entonces, recordó el incidente con Eliza momentos atrás. Comenzó a sentir un nudo en el estómago. De repente su semblante cambió y Terry pudo darse cuenta de ello.
–¿Qué te pasa? Te has quedado muy seria.
–No es nada, estoy bien – contestó fríamente.
Entonces Terry, que deseaba sentir más cerca a Candy, acercó su mano a la de la joven, la cual estaba descansando sobre el césped y suavemente rozó sus dedos con los de ella.
Cuando Candy sintió el roce de sus dedos, por instinto movió su mano. Algo se había anidado en su interior desde una noche antes, como una especie de espina, que le molestaba en su corazón y no le permitía expresar sus sentimientos.
Terry se sorprendió al ver que Candy lo rechazaba, pero no quería pensar que fuera intencional, conocía a Candy y sabía que era una chica impredecible, así que trató de aligerar el ambiente.
–Ayer fue un buen día ¿no lo crees? – le preguntó galantemente el joven, tratando de recordar el momento que compartieron juntos en aquel enorme árbol.
Entonces Candy recordó nuevamente el dulce beso que Terry le había dado y la manera en que ella dejó que lo hiciera. No se arrepentía, fue un beso tan dulce y delicado que le había llenado el alma. Pero en esos momentos, algo en ella había cambiado, aunque no quería reconocerlo, las palabras de Eliza la habían inquietado. Le molestaba pensar que probablemente Terry y ella habían estado juntos en la villa el mismo día que él la había besado.
Terry observó detenidamente a Candy, y al ver que guardaba silencio, presintió que algo no estaba bien y antes de preguntarle qué es lo que pasaba, ella se adelantó a hablar.
–¿Ah sí? ¿Por qué lo dices? –preguntó la joven, fingiendo no saber la respuesta.
Terry frunció el ceño al escuchar su respuesta y la manera en que hablaba, como si hubiera olvidado lo que vivieron un día antes.
Así que, al sentir su indiferencia, consideró que tampoco debía abrir su corazón, si ella lo cerraba de nuevo. Recordó entonces el festival de mayo, donde la joven lo rechazó y él se sintió tan poca cosa. No quería volver a pasar por algo así.
–Bueno… me pareció, o tal vez fue mi imaginación. Eso es todo – dijo también de forma indiferente. Entonces Candy lo miró desconcertada, y se lamentó haber dado esa respuesta.
Al sentir de nuevo el frío en su corazón, Terry se levantó del lugar donde estaba y ella lo observó mientras se ponía de pie.
–Creo que debo irme, ya empieza a caer la noche, muy pronto sonará la campana para que regreses al colegio.
Entonces, Candy se levantó inmediatamente. Empezaba a sentir que estaba juzgando mal a Terry. Después de todo Eliza mentía la mayoría de las veces, pero… ¿Por qué ella sentía que le estaba ocultando algo? ¿Por qué se comportó de manera sospechosa con aquella canasta? Y ¿cómo es que Eliza sabía de la habitación de música? Todas esas ideas daban vueltas en su cabeza.
Pero ¿quién era ella para cuestionarlo? Ni si quiera sabía en que punto de relación estaban y no quería parecer demasiado infantil delante de él.
–¿Irás mañana al lago? – preguntó ella.
–¿Quieres que lo haga? – le dijo el joven de forma fría.
El corazón de Candy se sintió abrumado ¿Por qué el rostro gentil de Terry ahora lucía tan frío como regularmente en el colegio? ¿Acaso era porque lo había rechazado?
–Bueno… hiciste una promesa… tienes que ir – le contestó tranquilamente la joven.
Entonces él se acercó de repente a ella y el corazón de Candy se sobresaltó.
–¿Pero tú quieres que vaya? Porque si no es así, al diablo con la promesa - expresó Terry, con sus ojos empezando a encenderse.
El corazón de Candy comenzó a golpear fuertemente su pecho al ver la reacción del joven, y por fin abrió su corazón.
–Claro que si Terry… me gustaría que vayas – le confesó finalmente.
Ante tal respuesta, Terry se relajó y sonrió.
–Entonces ahí estaré – le dijo, mirándola un poco más y después de unos instantes, se dio la vuelta y comenzó a dirigirse hacia el lugar por el que había entrado.
Al ver que Terry se alejaba cada vez más, Candy empezó a caminar tras de él…
–¡Terry! – le gritó fuertemente.
El joven, se detuvo al escuchar su nombre e inmediatamente volteó de nuevo hacia ella.
–¿Qué pasa? – preguntó preocupado al escuchar la manera en la que Candy lo había llamado. Ella se apresuró y llegó junto a él. Terry podía ver como la joven apretaba sus labios y sus manos, como reprimiéndose en confesar algo.
Candy lo miró unos instantes.
–¿Es verdad que ayer, Eliza fue a tu villa? – le preguntó la joven sin pensarlo más.
El rostro de Terry se desconcertó, guardó silencio un momento, y respondió con voz firme.
–Si.
Ante su respuesta, Candy sintió que algo oprimió aún más su corazón. En ese momento las campanadas del colegio empezaron a sonar. Era hora de volver a la residencia.
–¿Por qué lo preguntas? – preguntó Terry, teniendo un mal presentimiento.
Candy quería hablar, pero sabía tenía poco tiempo, si no quería llevarse un buen castigo como del que se libró un día antes.
–¿Ella almorzó contigo?
–No – contestó tajantemente el joven –¿Qué pasa Candy, por qué preguntas eso?
–¿Le mostraste la habitación de música?
–No, claro que no – respondió de inmediato.
A lo lejos, las campanadas se hacían más fuertes, con cada una de ellas, el corazón de Candy latía más de prisa y sentía una gran presión dentro de su pecho.
–¿De dónde sacaste eso Candy? – le preguntó confundido Terry.
Candy dudaba en contarle, seguía sintiéndose tan vulnerable al hablar de ello. Ella no tenía derecho a cuestionar la vida del joven, pero algo dentro de ella le hacía sentir que necesitaba saber la verdad de sus labios.
–Ella… les contó a las chicas… – le confesó
–¡¿Qué?! – exclamó exaltado. Después, relajó su rostro y siguió hablando – No es verdad – confesó acercándose un poco más a ella.
–Entonces ¿Aquella canasta no era de ella?
Terry suspiró y frunció el ceño. Entonces Candy temió que pudiera ser verdad lo que decía Eliza.
–Si Candy, lo era, pero no almorzó conmigo, ella la llevó solamente… Yo… yo no la esperaba, ella llegó de repente… acepté la canasta, solo eso… tal vez no debí, pero ella no almorzó conmigo, se fue después de dármela.
Entonces Candy comenzó a sentirse sumamente ingenua, sabía cómo era Eliza y aun así se había dejado llevar, había caído en su trampa. Se sentía sumamente avergonzada.
–Me tengo que ir… – dijo la joven, totalmente apenada por cómo se había comportado.
–Espera Candy – le pidió Terry, tomándola de su brazo.
El joven la acercó aún más a él y sin pensarlo dos veces…
le dio un beso fugaz en los labios, que, aunque no duró mucho tiempo, para ambos fue tan dulce como aquel beso en la cima del árbol.
Después de separase de sus labios, Terry la vio a los ojos...
–No hay nadie que quiera que visite mi villa o entre al aula de música más que tú Candy, no hay nadie con quién yo quiera almorzar, sino contigo – le confesó con esa voz dulce y profunda que a ella le gustaba tanto.
Ante tal muestra de amor repentina, los ojos de Candy se llenaron de lágrimas, se separó poco a poco de Terry, y sintiendo que su corazón no podría resistirlo más y antes de que las lágrimas escaparan de sus ojos, comenzó a correr en dirección al colegio, no quería que el joven la viera llorar.
Corrió un poco más, pero antes de seguir avanzando, se detuvo y dirigió su vista donde había dejado a Terry, él seguía de pie en el mismo lugar. A pesar de la distancia, pudo ver su atlética y varonil figura y cómo sonreía con esa expresión tan galante, entonces ella sonrió también, y poniendo sus manos cerca de su rostro comenzó a gritar para que él pudiera escucharla.
–Nos vemos mañana el lago… no puedes faltar.
Terry, sintió que su corazón había vuelto a latir como antes, y la frialdad que quiso invadirlo, se alejaba nuevamente. Entonces, le habló en voz alta como ella lo había hecho.
–Allí estaré pecosa.
Después de escuchar aquello, Candy sonrió y siguió corriendo hacia la residencia. La joven sentía como algo pesado caía de su pecho; creía en Terry, sabía que decía la verdad. El calor y la seguridad que por un tiempo se habían opacado, la acompañaban nuevamente.
Terry, al observar cómo Candy se alejaba, comenzó a pensar en todo lo ella le había dicho. No entendía como es que la joven había llegado a esa conclusión y el por qué Eliza había mentido de esa forma. Pero no se quedaría con la duda. Así que, se propuso firmemente no permitir que nadie interfiriera entre el amor que empezaba a formarse entre ellos. No permitiría que alguien le arrebatara la felicidad que ahora lo acompañaba.
Continuará…
El corazón de Candy latía fuertemente y sentía que una calidez especial la acompañaba. El sonrojo de su rostro aún estaba presente y se sentía completamente diferente a la jovencita que subió a ese árbol unos momentos atrás.
Ese beso fue tan diferente al que recibió en el festival de mayo. Terry había sido tierno y delicado esta vez, y a pesar de que estaba sumamente nerviosa, pudo sentir la sinceridad del joven cuando la besaba.
Terry, por su parte también sentía su corazón latir a toda prisa, como si aquello que estaba experimentando perteneciera a otro mundo ¿Cuándo había sentido algo así? La respuesta era obvia, nunca. Por primera vez sentía que alguien estaba realmente en su vida y él deseaba que se quedara para siempre.
Sintiendo la luz del lago reflejada en sus ojos, se animó a hablar nuevamente a la joven después de su confesión.
–Candy… ¿Sabes cuál es el color del lago?
La joven lo miró, y dirigió su vista al lago para poder pensar en su respuesta. Las sensaciones en su interior le habían hecho enmudecer, y antes de que pudiera responder algo, Terry volvió a hablar.
–Le llaman “El color más antiguo el mundo” lo leí en alguna ocasión. “Sombra de cielo y aguas”. Se dice que antes de que todo hubiera sido creado, ya existían desde siempre. No soy religioso, pero algunos afirman que es así.
Candy volteó a ver de nuevo el rostro del joven, observó su perfil mirando hacia el enorme lago mientras hablaba.
–Entiendo, es un color hermoso – dijo, con una tierna sonrisa.
–Lo es… ¿Estás bien? – preguntó Terry.
–Si… ¿y tú?
–Perfectamente – le dijo, mientras le regalaba una galante y hermosa sonrisa.
Y ella con el rubor en su rostro, del que Terry se pudo dar cuenta, fue incapaz de sostener su mirada.
La atmósfera era tan romántica e irreal que ninguno de los dos se dio cuenta cuando el sol empezó a esconderse entre las colinas. Candy volviendo a la realidad, recordó que era tiempo de volver al colegio.
–Debo irme Terry, creo que está a punto de oscurecer – le dijo un poco apresurada, levantándose del tronco en el que estaba sentada.
–Tienes razón, creo que hemos perdido la noción del tiempo.
–Bueno, empezaré a bajar – dijo Candy, y comenzó a prepararse para descender.
–Déjame ayudarte, no sea que vuelvas a resbalar.
Terry, empezó a bajar primero para ayudarla enseguida.
Antes de dar el último salto para llegar al suelo firme, el joven la tomó de su cintura y la bajó con cuidado. Candy seguía con su corazón agitado, se sentía tan cerca de él y su cuerpo aún temblaba. El perfume del joven se había mezclado con el de su cabello cuando él se acercó y la besó.
–Iremos por el caballo y nos daremos prisa para que llegues a tiempo – le dijo Terry. Después, ambos jóvenes comenzaran a correr mientras reían por el camino.
Llegaron enseguida al establo y subieron rápidamente al caballo para emprender el camino.
Terry llevaba una velocidad más rápida de lo normal, sin embargo, miraba constantemente a Candy para observar si se mostraba inquieta o con miedo, ya que recordaba perfectamente la vez que la presionó para cabalgar en el festival de mayo. En ese momento iba casi a esa misma velocidad, pero por una razón distinta. No obstante, al ver que Candy se mostraba totalmente relajada, él también logró relajarse y continuó al mismo ritmo.
Cuando llegaron a la colina donde Terry la dejaba todos los días desde las clases de piano, para que pudiera entrar al colegio de verano, pudieron observar a lo lejos, que las monjas se acercaban a cerrar las puertas de entrada. Así que el joven, bajando rápidamente del caballo, la ayudó a hacerlo también.
–Debo irme, gracias por las clases y por mostrarme la villa de tu familia – le dijo, apresurando a despedirse con una tímida sonrisa.
–Como siempre ha sido un placer, señorita – confesó, sonriéndole también y lamentándose porque tenía que despedirse, ya que, sabía que cuando ella se marchara, algo también se alejaría de su corazón.
Por su parte, Candy tampoco quería despedirse ni separarse de él. Empezó a sentirse totalmente avergonzada al desear otro beso de Terry, lo anhelaba con todo el corazón, pero sabía que no había tiempo. Además, qué diría de ella si supiera que quería que la besara nuevamente. Pensaba sonrojada mientras los dos se veían fijamente a los ojos.
–Adiós Terry, nos vemos mañana en el lago, después de las clases en el colegio, no lo olvides.
–Ahí estaré – le dijo, guiñándole un ojo y brindándole su clásica sonrisa.
Entonces ella le sonrió también, para después, empezar a correr a toda velocidad hacia la entrada del colegio. Llegó justo cuando una de las monjas se disponía a cerrar la gran puerta de la entrada.
Terry pudo ver como Candy agachaba la cabeza ante la aparente reprimenda de una de las monjas, y después de unos segundos entró detrás de ellas. El joven esperaba que no le dieran un castigo por haber llegado tarde.
Cuando Candy iba caminando detrás de las monjas, volteó en dirección dónde había dejado a Terry unos momentos antes, pero debido a la lejanía, él no pudo ver su expresión. Aun así, estaba seguro de que le había regalado una encantadora sonrisa como todos los días cuando entraba después de despedirlo.
Después de perderla de vista, Terry subió a su caballo y se dirigió a su villa a un paso tranquilo. Quería pensar detenidamente en lo que había pasado. Cerró los ojos imaginando el momento en el que había besado a la bella jovencita.
"Ella me corresponde" pensó, dibujando en sus labios una sonrisa.
"¿Será posible que sienta lo mismo que yo?"
"Así que esto es lo que llaman amor? ¿Lo que los poetas escriben a sus musas? ¿Lo que Shakespeare relata en sus obras tan apasionadamente?"
Terry las conocía bien, pero sentía que, hasta ese momento, comenzaba a vivirlas en carne propia.
"Si… esto deber ser… porque por ella sería capaz de todo…"
El joven se había sentido atraído por Candy desde el momento en el que la conoció aquella noche fría en el barco, pero el sentimiento se había hecho más fuerte después de aquel beso que le robó en el festival de mayo, el cual, lamentablemente no terminó bien por causa de su propio impulso. Pero en esta ocasión todo era diferente, ahora se sentía correspondido. Candy lo aceptaba, estaba seguro de que no ser así, hubiera recibido otra bofetada. No estaba seguro si ella sentía lo mismo que él, pero lo que si sabía era que no le era del todo indiferente, y eso, para él, era más que suficiente para ganar su corazón.
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Después de entrar al colegio, Candy se dirigió al gran comedor para tomar la cena, entonces, pudo ver a lo lejos a Patty y Annie sentadas en una mesa. Las dos jovencitas levantaron sus manos para invitarla a que se las acompañara.
–Hola chicas – saludó alegremente.
–Hola Candy, pensamos que no llegarías a la cena. Estábamos muy preocupadas – dijo Annie, con un semblante acongojado.
–No tienen por qué preocuparse, ya saben yo que de una u otra manera siempre logro llegar a tiempo – dijo al sentarse, con una alegre sonrisa y guiñándoles un ojo.
–¿Dónde estabas Candy?, ¿No te da miedo andar sola por el bosque? – le preguntó Patty.
Entonces, Candy se ruborizó al recordar nuevamente que había estado al lado del apuesto inglés, y además que él la había besado. Se dio cuenta, que no les había comentado a sus amigos que lo había invitado al lago, por lo que pensó que era buena idea hacerlo en ese momento.
–Es que no estuve sola… estuve paseando con Terry… él me mostró su villa – les confesó.
–¿Terry Granchester? – preguntaron al mismo tiempo Patty y Annie, con cara de asombro.
–Si, ¿Por qué les sorprende?
Bueno… es que creo que eres la única persona con quien se relaciona realmente y además porque… precisamente hoy, cuando estábamos en villa de los Ardlay con los chicos, en un momento que ellos se ausentaron, Eliza se acercó a nosotras. Lucía muy feliz y…. fue de Terry precisamente de quien nos habló – dijo Annie, dudando de contarle lo que había sucedido.
Por su parte, Candy guardo silencio, esperando que su amiga terminara de hablar.
–Ella llegó contándonos que Terry y ella habían almorzado juntos hoy.
Candy sintió una rara sensación al escuchar el nombre de Terry y de Eliza en la misma oración.
–¿Ah… sí? – preguntó Candy, fingiendo poco interés después de unos segundos.
–Si… nos contó que Terry la invitó a su villa para disculparse, debido a que no había asistido a la fiesta blanca y como Eliza es tan considerada, llevó una canasta para compartir el almuerzo, que según lo que nos dijo, Terry aceptó gustoso… Ella piensa que Terry… siente algo por ella – respondió Patty, dudando en expresar lo último.
Candy trató de mostrarse serena. Pero las chicas, pudieron notar fugazmente un cambio en la expresión de su rostro.
A pesar de que eran pocas las veces que habían visto juntos a Terry y Candy, Annie y Patty se habían dado cuenta del lazo que se había formado entre ellos, e intuían que debido al trato que se daban cuando estaban juntos, podía ser más que una simple amistad.
–También nos relató que Terry le mostró la residencia, y que tenía una habitación de música, con un gran piano en ella – dijo Annie.
Y entonces el corazón de Candy se detuvo ¿Cómo es que Eliza sabía de esa habitación? Conociendo la manera de ser de Terry, no invitaba a nadie a su villa, ¿Entonces cómo había visto el gran piano donde él le daba clases?
La única explicación era que realmente había estado con Terry ese mismo día. Sintió como la duda empezaba a entrar a su corazón y no queriendo evidenciarse delante de sus amigas, trató de mostrarse lo más indiferente a la situación.
–Bueno, Terry es un buen chico. Algo tenía que hacer, para disculparse por faltar a la invitación que Eliza le había hecho – dijo la joven con tranquilidad.
Annie y Patty voltearon a verse desconcertadas, no sabían exactamente como tomar la reacción de Candy.
–Pero nosotras pensamos que miente, ya que hemos visto la manera tan indiferente en que Terry la trató en el lago, a pesar de su insistencia en acompañarlo – dijo Patty.
–Lo más seguro es que esté mintiendo Candy, ya sabes cómo es – agregó Annie, intuyendo que la noticia pudiera haber desconcertado a su amiga.
–Te lo hemos contado por si te enteras por otras chicas del colegio, al parecer Eliza ha esparcido el rumor – concluyó Patty.
–Pero ¿por qué se preocupan por eso? Si es verdad o mentira no es algo que deba incumbirnos – les dijo Candy, tratando de lucir totalmente relajada.
–Pero, Candy… – continuó diciendo Annie.
En ese momento, llegaron los platos a la mesa en la que se encontraban, y entonces, las monjas les pidieron que guardaran silencio para comenzar la oración y agradecer por los alimentos, así que dieron el tema por terminado.
Al terminar la cena, Candy no retomó la conversación y se despidió de sus amigas. Recordaron entusiasmadas que al día siguiente después de clases era la cita en el lago con Stear y Archie. Sin embargo, Candy después de lo que habían hablado, no les mencionó que había invitado a Terry.
Cuando la joven llegó a su habitación, y después de prepararse para dormir, se recostó en la cama. Empezó a sentir como una sensación desconocida empezaba a invadir su interior, la duda había entrado a su corazón. El hecho de saber que Terry hubiera pasado tiempo con Eliza, precisamente ese día que había sido tan especial para ella, la hacía sentir sumamente vulnerable.
Cuando Annie y Patty le habían mencionado acerca del almuerzo que Eliza llevó para Terry, ella recordó la canasta que había visto en los pasillos de la residencia del joven y la manera tan misteriosa con la que él la había escondido sin dar explicaciones. Y, sobre todo, el hecho de que Eliza supiera de la habitación de música, y que Terry tenía un piano ¿Cómo podía ser tanta coincidencia?
El corazón de Candy se sentía cada vez más pesado y sin poder evitarlo, sus ojos empezaron a cristalizarse, pero no derramaría una lágrima por eso. Cuántas veces Eliza la había hecho sentir mal, tratando de herir sus sentimientos, por lo que no le daría ese gusto.
Así que, serenándose, apretó la cruz de la señorita Pony que había tomado unos minutos antes de su buró y comenzó a hacer una oración para traer calma a su agitado corazón.
"Supongo que Terry puede tener otras amigas… incluso Eliza… pero…"
meditaba al estar quedándose dormida
"Pero ahora todo es diferente… Creo que… me he enamorado de Terry".
Recordó entonces, cuando los cálidos labios del joven se posaron sobre los suyos. Comenzó a sentir como su corazón empezó a latir de prisa como en ese momento tan especial.
Después de unos minutos, el cansancio venció a sus agitados pensamientos.
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Al día siguiente Candy se mostró distraída durante las clases, en su mente seguía meditando en lo que había conversado con Patty y Annie una noche antes, lo cual le había impedido descansar bien.
Antes de dar la campanada para terminar las clases y que las chicas se dispusieran a prepararse para ir al lago, la hermana Gray entró al aula en el que estaban reunidas. Al verla entrar al lugar, todas se levantaron en señal de reverencia, la monja con un con ademán les pidió que tomaran nuevamente su lugar.
–Me temo señoritas que esta tarde no podrán salir del colegio. Los guardabosques nos han dado la alerta de que han visto osos merodeando por los alrededores, por lo que la tarde libre fuera del colegio se cancela. Espero entiendan que es por su propia seguridad. Se nos informa que tal vez el día de mañana todo vuelva a la normalidad – dijo con su peculiar tono estricto pero sereno.
Al unísono, las jóvenes dieron muestras de su decepción, y otras expresaron miedo ante los hechos. Candy se mostró tranquila, sin embargo, pensó en Terry; él estaría esperándola en el lago ¿Se habría enterado de los hechos? ¿O podría estar en peligro sí nadie le hubiera avisado? En esos momentos deseaba escapar para ponerlo alerta.
–No puede ser… ¿Lo sabrán Stear y Archie? – se preguntó Annie, preocupada por los jóvenes.
–Seguramente si – contestó Candy – Recuerda que la tía abuela también tiene sirvientes, seguramente los alertaron. No te preocupes Annie – le dijo, tocando su hombro para tranquilizarla.
–Si es verdad, tienes razón Candy.
Cuando las jovencitas se enteraron de que no podrían salir del colegio, decidieron ir a su habitación a platicar un rato. En ese momento se sorprendieron al ver a lo lejos por los pasillos, a Eliza que caminaba junto con otras jóvenes.
–Es Eliza… ¿Qué es lo que hace aquí? – se preguntó Patty.
–Seguramente viene de visita. La hermana Gray se lo permite a ella y a las chicas que sus familias tienen residencias aquí cerca – dijo Annie.
Candy trató de ignorarla cuando se iba acercando a ellas, pero Eliza no desaprovecharía la oportunidad de saludarla.
–Hola Candy ¿ya te enteraste? – le preguntó cuando se encontraron de frente.
–Hola Eliza, ¿Qué es lo que se supone que debo enterarme? – le dijo saludándola con poco interés.
–¿Cómo que qué? ¿Acaso no te lo han dicho tus amiguitas? – dijo irónicamente volteando a ver a Patty y Annie que estaban a un lado de Candy, después dirigió su vista de nuevo a la joven. – Pues te lo diré, Terry me invitó a almorzar a su villa. El pobre no sabía cómo recompensarme por haber faltado a la fiesta que lo invité. No puedes imaginarte lo bien que la pasamos – dijo, mostrando su falsa y diabólica sonrisa. Mientras las jóvenes que la acompañaban suspiraban y reían junto con ella.
Candy guardaba silencio ante las provocaciones de Eliza, la conocía bien y sabía que quería sacarla de sus casillas.
Entonces, al ver que Candy no decía nada, Eliza dio unos cuantos pasos más para estar cara a cara con ella.
–Como puedes ver, Terry, el futuro duque de Granchester, prefiere a las futuras damas como yo, y no a una sirvienta de establo, a una sucia huérfana del hogar de Pony.
Cuando Eliza terminó de decir aquello, empezó a sentir como algo caliente recorría el interior de su mejilla, y sintió entumecido su rostro. Candy la había abofeteado.
Todas se sorprendieron ante lo sucedido. Las jóvenes que acompañaban a Eliza cubrieron sus rostros ante la sorpresa.
–No te permitiré nunca más que hables así del lugar donde orgullosamente crecí. No hay nada en mi vida de lo pueda estar más orgullosa. Presumes que serás algún día una distinguida dama, pero no podrás serlo nunca, Eliza. Las personas como tú nunca podrán llamarse de esa manera, porque tienen negro el corazón – expresó Candy, con impotencia y enojo al saber que había insultado su amado hogar.
Después de decir aquello, la joven se dio media vuelta y se encaminó en dirección a su habitación. Por su parte, Patty Annie quienes no salían del asombro, se apresuraron a alcanzarla.
Mientras las tres jóvenes se alejaban, podían escuchar las voces de las amigas de Eliza mientras la consolaban: “¡Pero qué falta de educación!” “¡Sin duda viene de un orfanato!" "¡Es una salvaje!”.
Eliza, se quedó totalmente en silencio, mientras sus amigas la consolaban. No podía creer lo que le había hecho Candy, y lo único que pudo hacer en ese momento fue tragarse la furia que sentía como lava ardiendo dentro de ella.
Cuando Patty y Annie alcanzaron a Candy, trataron de confortarla, preocupadas porque lo que había dicho Eliza la hubiera lastimado en verdad.
–Lo siento tanto, chicas. Sé que no debí reaccionar así, pero… no pude soportar que insultara así al hogar de Pony.
–Candy, tú sabes que Eliza solo quiere provocarte, no te sientas mal. Nosotras sabemos que el hogar de Pony es el mejor hogar del mundo – le dijo Annie, tomando sus manos.
–Si Candy, no dejes que lo que dijo Eliza te haga sentir menos, por supuesto que serás una bella dama en un futuro. Y eres mucho mejor persona que ella – le dijo Patty.
–Gracias amigas, no deben preocuparse por mí. Conozco a Eliza desde hace tiempo. No me afecta en nada lo que ha dicho, sólo que esta vez no me pude controlar.
Candy les dijo que iría a dar un paseo por el jardín del colegio, Annie y Patty quisieron acompañarla, pero ella agradeciéndoles, les dijo que prefería ir sola y que las vería de nuevo en el tiempo de la cena.
Cuando la joven llegó al patio y comenzó a caminar entre los árboles, empezó a sentirse mejor, pero algo aún la hacía estar intranquila, apretaba los dedos de sus manos una y otra vez, comenzó a pensar de nuevo en Terry, seguía preocupada por su seguridad.
"¿Será que la familia que cuidaba de él, le avisaría de los osos que merodean por el bosque?"
Pensaba, mientras se acercaba a una pequeña colina que había encontrado desde hace días y se sentó en ella. A unos cuantos metros estaba la barda de la escuela, se quedó observándola un tiempo mientras meditaba.
"Es una barda alta, pero los árboles que están cerca podrían ayudarme a subirla y bajarla con facilidad"
"Pero si me descubren podría acarrear un gran problema"
"Si saliera y me encontrara con los osos ¿qué haría entonces?"
"Pero… necesito ver a Terry, él tal vez debe estar esperándonos en el lago. Si no sabe de los osos, podrían atacarlo" pensó con preocupación.
Como impulsada por una fuerza sobrenatural, Candy se levantó y empezó a correr en dirección a la barda del colegio. Al llegar, pudo observar mejor el árbol que estaba a un lado de ella.
–Perfecto, subiré por aquí, después me desplazaré hacia la barda y volveré a tomar otro árbol para bajar.
Decidida, empezó a subir con cuidado, pero tratando de apresurarse y cuando estaba por saltar hacia el otro lado, una voz la interrumpió.
–¡Pero que agilidad, señorita Tarzán!
El corazón de Candy se detuvo al escuchar la voz que le hablaba.
–Cada día me sorprende más como supera a los mismos monos, señorita Ardlay.
Candy dirigió su vista hacia abajo y pudo ver en el mismo patio del colegio a Terry, quien la miraba con una pícara sonrisa y comenzaba a reír con grandes carcajadas.
–¡Terry! – exclamó Candy, sorprendida de verlo de repente.
Entonces, acomodó su vestido inmediatamente al ver en la posición en la que se encontraba.
–Así que dentro del colegio de verano también realizas tu pasatiempo favorito, pensé que sólo lo hacías en Londres o en el bosque, pero ya me di cuenta de que no es así – le dijo burlándose, mientras continuaba riendo.
Candy estaba totalmente sonrojada, no sabía que decirle, jamás imaginó verlo ese día en ese lugar.
–¿Qué haces aquí? – le preguntó un tanto confundida.
–¿Por qué no bajas? No creo que podamos comunicarnos de esta manera – le pidió el joven, ya que estaban algo alejados para poder conversar.
Candy empezó a descender del árbol, pero recordó que Terry la miraba desde arriba.
–Date la vuelta, no puedo bajar si estás mirándome de esa forma.
Entonces Terry, sin decir nada, sonrió y se dio la vuelta como le había pedido.
Cuando Candy bajó completamente del árbol, llegó hasta donde estaba el joven y él, se dio la vuelta al sentir que había llegado a su lado.
–¿Qué haces aquí Terry? – le preguntó nuevamente.
–Primero que nada, deberías pedirme una disculpa, ya que he estado esperando por más de una hora en el lago.
–Lo siento, yo… – dijo la joven, mientras su corazón comenzaba a latir de prisa al ver que el joven se veía tan apuesto como siempre, con esa sonrisa que lo caracterizaba y con su profunda mirada. Ella, entonces, no pudo evitar recordar el beso de un día antes, pero después de mirarlo por unos segundos regresó a su presente.
–¿No lo sabes? Hay osos por los alrededores del bosque. Las hermanas nos prohibieron salir.
–¿Ah sí? ¿Y por qué ibas a salir si es peligroso y te lo han prohibido? – le preguntó Terry sarcásticamente.
–Bueno… yo… – respondió, totalmente ruborizada y con su corazón cada vez más de prisa – iba a avisarte – terminó de decir.
Entonces, Terry la miró fijamente y le sonrió. Su pequeña pecosa iba a romper de nuevo las reglas y no sólo eso, se pondría en peligro sólo para avisarle a él.
–¿Pensabas que no lo sabía?
–Bueno, no estaba segura de que hubieras sido alertado, ya que estás solo en la villa. No sabía si la familia que cuida de ti estaba enterada.
–Yo lo sabía, Candy… – le confesó.
–¿Lo sabías? ¿Y aun así fuiste al lago? – le preguntó, sorprendida.
–¿Crees que un par de osos iba a hacer que faltara a mi promesa? Te dije que iría, lo prometí.
Candy, con todas sus emociones al límite, se sintió tan especial al saber que Terry a pesar del peligro iba a cumplir su promesa.
–¿Pero por qué has venido? Te has puesto aún más en peligro, tu villa está muy lejos de aquí.
Entonces él se acercó un poco más a ella, para quedar frente a frente.
–Porque quería verte… – le confesó con voz profunda mientras la miraba dulcemente a los ojos
Entonces sin poder evitarlo, Candy se sintió estremecer desde la punta de su cabeza hasta sus pies. Terry se estaba exponiendo solo para verla ese día y además se lo estaba confesando.
–No debiste exponerte así – le dijo, bajando su mirada.
–Tú tampoco…
Ella sonrió…
–Bueno… dime, ¿Cómo entraste? – preguntó la joven, dando un paso atrás.
–De la misma manera que tú ibas a salir.
Ante tal respuesta, los dos comenzaron a reír y caminaron hacia la colina en la que antes estaba Candy y se sentaron en ese lugar.
–Vaya, a dónde vas encuentras colinas, por lo que veo – le dijo Terry.
–Ésta es muy pequeña pero igual me da tranquilidad como las demás. No puedo ver mucho del panorama como en la colina de Pony o en la del colegio, pero al menos está algo alejada a la residencia del colegio, así que es perfecta.
Candy comenzó a cortar pequeñas florecillas que estaban cerca de ella, mientras Terry, la miraba fija e intensamente. La joven no era ajena a esas miradas y sentía un calor cubrir sus mejillas. Estar al lado de Terry era una dulce sensación, se sentía tan feliz, tan completa; pero entonces, recordó el incidente con Eliza momentos atrás. Comenzó a sentir un nudo en el estómago. De repente su semblante cambió y Terry pudo darse cuenta de ello.
–¿Qué te pasa? Te has quedado muy seria.
–No es nada, estoy bien – contestó fríamente.
Entonces Terry, que deseaba sentir más cerca a Candy, acercó su mano a la de la joven, la cual estaba descansando sobre el césped y suavemente rozó sus dedos con los de ella.
Cuando Candy sintió el roce de sus dedos, por instinto movió su mano. Algo se había anidado en su interior desde una noche antes, como una especie de espina, que le molestaba en su corazón y no le permitía expresar sus sentimientos.
Terry se sorprendió al ver que Candy lo rechazaba, pero no quería pensar que fuera intencional, conocía a Candy y sabía que era una chica impredecible, así que trató de aligerar el ambiente.
–Ayer fue un buen día ¿no lo crees? – le preguntó galantemente el joven, tratando de recordar el momento que compartieron juntos en aquel enorme árbol.
Entonces Candy recordó nuevamente el dulce beso que Terry le había dado y la manera en que ella dejó que lo hiciera. No se arrepentía, fue un beso tan dulce y delicado que le había llenado el alma. Pero en esos momentos, algo en ella había cambiado, aunque no quería reconocerlo, las palabras de Eliza la habían inquietado. Le molestaba pensar que probablemente Terry y ella habían estado juntos en la villa el mismo día que él la había besado.
Terry observó detenidamente a Candy, y al ver que guardaba silencio, presintió que algo no estaba bien y antes de preguntarle qué es lo que pasaba, ella se adelantó a hablar.
–¿Ah sí? ¿Por qué lo dices? –preguntó la joven, fingiendo no saber la respuesta.
Terry frunció el ceño al escuchar su respuesta y la manera en que hablaba, como si hubiera olvidado lo que vivieron un día antes.
Así que, al sentir su indiferencia, consideró que tampoco debía abrir su corazón, si ella lo cerraba de nuevo. Recordó entonces el festival de mayo, donde la joven lo rechazó y él se sintió tan poca cosa. No quería volver a pasar por algo así.
–Bueno… me pareció, o tal vez fue mi imaginación. Eso es todo – dijo también de forma indiferente. Entonces Candy lo miró desconcertada, y se lamentó haber dado esa respuesta.
Al sentir de nuevo el frío en su corazón, Terry se levantó del lugar donde estaba y ella lo observó mientras se ponía de pie.
–Creo que debo irme, ya empieza a caer la noche, muy pronto sonará la campana para que regreses al colegio.
Entonces, Candy se levantó inmediatamente. Empezaba a sentir que estaba juzgando mal a Terry. Después de todo Eliza mentía la mayoría de las veces, pero… ¿Por qué ella sentía que le estaba ocultando algo? ¿Por qué se comportó de manera sospechosa con aquella canasta? Y ¿cómo es que Eliza sabía de la habitación de música? Todas esas ideas daban vueltas en su cabeza.
Pero ¿quién era ella para cuestionarlo? Ni si quiera sabía en que punto de relación estaban y no quería parecer demasiado infantil delante de él.
–¿Irás mañana al lago? – preguntó ella.
–¿Quieres que lo haga? – le dijo el joven de forma fría.
El corazón de Candy se sintió abrumado ¿Por qué el rostro gentil de Terry ahora lucía tan frío como regularmente en el colegio? ¿Acaso era porque lo había rechazado?
–Bueno… hiciste una promesa… tienes que ir – le contestó tranquilamente la joven.
Entonces él se acercó de repente a ella y el corazón de Candy se sobresaltó.
–¿Pero tú quieres que vaya? Porque si no es así, al diablo con la promesa - expresó Terry, con sus ojos empezando a encenderse.
El corazón de Candy comenzó a golpear fuertemente su pecho al ver la reacción del joven, y por fin abrió su corazón.
–Claro que si Terry… me gustaría que vayas – le confesó finalmente.
Ante tal respuesta, Terry se relajó y sonrió.
–Entonces ahí estaré – le dijo, mirándola un poco más y después de unos instantes, se dio la vuelta y comenzó a dirigirse hacia el lugar por el que había entrado.
Al ver que Terry se alejaba cada vez más, Candy empezó a caminar tras de él…
–¡Terry! – le gritó fuertemente.
El joven, se detuvo al escuchar su nombre e inmediatamente volteó de nuevo hacia ella.
–¿Qué pasa? – preguntó preocupado al escuchar la manera en la que Candy lo había llamado. Ella se apresuró y llegó junto a él. Terry podía ver como la joven apretaba sus labios y sus manos, como reprimiéndose en confesar algo.
Candy lo miró unos instantes.
–¿Es verdad que ayer, Eliza fue a tu villa? – le preguntó la joven sin pensarlo más.
El rostro de Terry se desconcertó, guardó silencio un momento, y respondió con voz firme.
–Si.
Ante su respuesta, Candy sintió que algo oprimió aún más su corazón. En ese momento las campanadas del colegio empezaron a sonar. Era hora de volver a la residencia.
–¿Por qué lo preguntas? – preguntó Terry, teniendo un mal presentimiento.
Candy quería hablar, pero sabía tenía poco tiempo, si no quería llevarse un buen castigo como del que se libró un día antes.
–¿Ella almorzó contigo?
–No – contestó tajantemente el joven –¿Qué pasa Candy, por qué preguntas eso?
–¿Le mostraste la habitación de música?
–No, claro que no – respondió de inmediato.
A lo lejos, las campanadas se hacían más fuertes, con cada una de ellas, el corazón de Candy latía más de prisa y sentía una gran presión dentro de su pecho.
–¿De dónde sacaste eso Candy? – le preguntó confundido Terry.
Candy dudaba en contarle, seguía sintiéndose tan vulnerable al hablar de ello. Ella no tenía derecho a cuestionar la vida del joven, pero algo dentro de ella le hacía sentir que necesitaba saber la verdad de sus labios.
–Ella… les contó a las chicas… – le confesó
–¡¿Qué?! – exclamó exaltado. Después, relajó su rostro y siguió hablando – No es verdad – confesó acercándose un poco más a ella.
–Entonces ¿Aquella canasta no era de ella?
Terry suspiró y frunció el ceño. Entonces Candy temió que pudiera ser verdad lo que decía Eliza.
–Si Candy, lo era, pero no almorzó conmigo, ella la llevó solamente… Yo… yo no la esperaba, ella llegó de repente… acepté la canasta, solo eso… tal vez no debí, pero ella no almorzó conmigo, se fue después de dármela.
Entonces Candy comenzó a sentirse sumamente ingenua, sabía cómo era Eliza y aun así se había dejado llevar, había caído en su trampa. Se sentía sumamente avergonzada.
–Me tengo que ir… – dijo la joven, totalmente apenada por cómo se había comportado.
–Espera Candy – le pidió Terry, tomándola de su brazo.
El joven la acercó aún más a él y sin pensarlo dos veces…
le dio un beso fugaz en los labios, que, aunque no duró mucho tiempo, para ambos fue tan dulce como aquel beso en la cima del árbol.
Después de separase de sus labios, Terry la vio a los ojos...
–No hay nadie que quiera que visite mi villa o entre al aula de música más que tú Candy, no hay nadie con quién yo quiera almorzar, sino contigo – le confesó con esa voz dulce y profunda que a ella le gustaba tanto.
Ante tal muestra de amor repentina, los ojos de Candy se llenaron de lágrimas, se separó poco a poco de Terry, y sintiendo que su corazón no podría resistirlo más y antes de que las lágrimas escaparan de sus ojos, comenzó a correr en dirección al colegio, no quería que el joven la viera llorar.
Corrió un poco más, pero antes de seguir avanzando, se detuvo y dirigió su vista donde había dejado a Terry, él seguía de pie en el mismo lugar. A pesar de la distancia, pudo ver su atlética y varonil figura y cómo sonreía con esa expresión tan galante, entonces ella sonrió también, y poniendo sus manos cerca de su rostro comenzó a gritar para que él pudiera escucharla.
–Nos vemos mañana el lago… no puedes faltar.
Terry, sintió que su corazón había vuelto a latir como antes, y la frialdad que quiso invadirlo, se alejaba nuevamente. Entonces, le habló en voz alta como ella lo había hecho.
–Allí estaré pecosa.
Después de escuchar aquello, Candy sonrió y siguió corriendo hacia la residencia. La joven sentía como algo pesado caía de su pecho; creía en Terry, sabía que decía la verdad. El calor y la seguridad que por un tiempo se habían opacado, la acompañaban nuevamente.
Terry, al observar cómo Candy se alejaba, comenzó a pensar en todo lo ella le había dicho. No entendía como es que la joven había llegado a esa conclusión y el por qué Eliza había mentido de esa forma. Pero no se quedaría con la duda. Así que, se propuso firmemente no permitir que nadie interfiriera entre el amor que empezaba a formarse entre ellos. No permitiría que alguien le arrebatara la felicidad que ahora lo acompañaba.
Continuará…
Última edición por Rose Granchester el Vie Jun 25, 2021 10:28 am, editado 2 veces