Les traigo el capítulo 3 de este minific.
De nuevo una disculpa por la tardanza. Ha sido todo un reto para mi poder escribir esta historia, ya que sigo delicada de salud y no puedo estar mucho tiempo en las pantallas.
Pero poco a poco y desde mi trinchera sigo en la batalla, haciendo arder el cosmo por Terry
Se que pronto acabará la Guerra Florida 2021 y doy gracias a las AMAZONAS de Terry por invitarme a participar. Gracias, amigas por su apoyo y paciencia.
Gracias a todas las chicas que han organizado este evento, y también a quienes han seguido esta historia y me ha dejado palabras tan bonitas
Quiero decirles que, si para cuando suba el siguiente capítulo, (sólo quedan 2) se ha cerrado la Guerra 2021, lo estaré subiendo al apartado del foro rosa, en fanfics, por si gustan seguir mi historia.
Después de mucha charla, les traigo el capítulo 3. Espero les guste
DULCE VERANO - CAPÍTULO 1 https://www.elainecandy.com/t26081-amazonas-de-terry-fanfic-dulce-verano-capitulo-1-por-rose-granchester
DULCE VERANO - CAPÍTULO 2 https://www.elainecandy.com/t26643-amazonas-de-terry-fanfic-dulce-verano-capitulo-2-por-rose-granchester#430974
CAPITULO 3
Un fino Carruaje llegaba a la Villa Granchester, de él, bajaba una joven que en sus manos llevaba una canasta. Ese día se había esmerado en su arreglo personal más que de costumbre.
Parecía ser una encantadora persona y una gran futura dama, se sentía sumamente orgullosa de ella misma. Estaba segura de que, cuando el joven al que iba a visitar la viera vestida de esa forma, caería rendido a sus pies.
Le pidió a su dama de compañía que la esperara junto al carruaje mientras ella se adentraba en la residencia. No había dicho al lugar al que se dirigía cuando salió de su casa, solo mencionó que iría a dar un paseo.
Cuando llegó a la puerta principal del gran edificio, acomodó su cabello y el sombrero que llevaba, y antes de dar los golpes a la puerta, escuchó unos ruidos cerca, así que caminó tratando de seguirlos para ver de qué se trataba.
Cuál fue su sorpresa, pues al llegar a uno de los patios del lugar, se encontraba de espaldas el joven que deseaba encontrar ese día. Cortaba leña con gran fuerza, delatando sin duda su cuerpo atlético y varonil.
Como él no podía verla aún, ella se deleitó viendo sus movimientos; sus brazos apretando fuertemente el hacha y cómo su espalda se tensaba a través de la camisa empapada de sudor, al momento que cortaba cada tronco. Unos segundos después de que ella lo observara, él sintió la presencia de alguien más y al darse la vuelta, pudo ver que tenía compañía.
–Eliza ¿Qué haces aquí? – preguntó el joven, sorprendido al verla de repente.
–Hola Terry, he venido a hacerte una visita – le dijo, con una fingida y encantadora sonrisa.
Él joven, se quedó en silencio, dejó en el suelo el hacha que tenía entre sus manos y sacó de su pantalón un pañuelo para poder secarse el rostro.
–No recuerdo que hayamos quedado de vernos – le dijo con indiferencia.
–Lo sé, pero como no asististe a la fiesta que organicé, pensé que tal vez podrías haber enfermado o que algo malo pudo pasarte. Es por esa razón que decidí ver cómo estabas.
Terry sonrió de lado.
–No te preocupes, como puedes ver estoy bien.
Ella, torció la boca ante el indiferente comentario del joven.
Claro que Eliza mentía. Sabía perfectamente la razón por la cual Terry, había faltado a la fiesta blanca. Pudo verlo ese mismo día, cuando entró a la residencia sin pedir permiso y observó a Candy y Terry riendo en la sala de música. Pero no se lo diría, no se rebajaría a contarle la humillación que tuvo que pasar y, sobre todo, el hecho que él supiera que ella había presenciado todo en la oscuridad, como una indeseable intrusa.
–Creo que me debes una disculpa, entonces – continuó diciendo – No es de caballeros faltar así a una reunión, ya que tú mismo aceptaste ir cuando vine personalmente a invitarte.
Él, la miró con ojos desafiantes y sonrió de nuevo.
–Tienes razón, no es de caballeros, y será precisamente porque aún no puedo considerarme uno. Lamento haber faltado a tu invitación. Aun así, imagino que la pasaron de maravilla, estoy seguro de que no era el único invitado en esa fiesta.
–Por supuesto que no. La pasamos muy bien, hubo mucha gente y estuvimos muy animados. Pero como ves, soy una chica que se preocupa por los demás y a pesar de tu descortesía, no pude evitar el hecho de saber cómo estabas – mintió la joven.
–Agradezco tu preocupación, y te vuelvo a decir, que como puedes ver, estoy bien –dijo mirándola firmemente, con la poca paciencia que le quedaba.
La joven empezó a sentir, como la sangre le comenzaba a hervir. Terry no reconocía que había sido por culpa de Candy, la razón por la cual se había perdido a la fiesta. Seguramente al ir de camino, ella lo había convencido para que no asistiera y así robarle su atención. De nuevo ella, quitándole lo que más deseaba, pensaba mientras apretaba los dientes. Pero su orgullo no la haría reconocer que estaba al tanto de todo eso, no perdería de esa forma.
–Me alegro de que sea así entonces – dijo, haciendo un esfuerzo por seguir mostrándole una sonrisa, después continuó – Me preguntaba si habías comido. He traído algunos bocadillos en esta canasta. Pensé que tal vez podrías invitarme a pasar un momento y así compartir juntos el almuerzo.
Terry frunció el ceño y se secó sus manos con el mismo pañuelo.
–Lamento decirte Eliza, que no tengo la servidumbre necesaria para atenderte en estos momentos.
A la joven, se le desfiguro la expresión que hasta el momento trataba de aparentar, sabía que Terry trataba de deshacerse de ella.
–Además, como ves no estoy en condiciones – continuó diciéndole, mostrándole su atuendo. – Entre otras cosas, tengo que salir, hay pendientes que no pueden esperar. Pero te agradezco tus atenciones y discúlpame si no puedo corresponderlas en este momento – finalizó.
–Pero… Terry – expresó Eliza al ver que el joven comenzaba a caminar hacia la entrada de la residencia.
Al sentir su rechazo, Eliza sintió como si hubieran vaciado sobre ella un balde de agua fría. Y sin soportarlo más y tratando de guardar un poco de la dignidad que le quedaba, usó su última dosis de autocontrol para seguir esbozando su fingida sonrisa, y que de esta manera el joven no se llevara una mala impresión de ella.
–Está bien Terry. Entiendo. Tal vez pueda ser en otra ocasión – le dijo con voz dulce y delicada, mientras Terry estaba en la puerta observándola en silencio – Lo menos que puedes hacer es aceptar lo que he traído para ti. No serías capaz de rechazar esto ¿verdad? – le dijo la joven, acercándose a él para entregarle la canasta que había llevado.
Terry suspiró, y viéndola a los ojos tomó lo que la joven le entregaba.
–Entonces me voy. Espero podamos vernos en mejores situaciones – le dijo sonriendo aún.
Terry asintió, pero no respondió. Su rostro no tenía expresión alguna. Entonces la joven al ver que no decía ninguna palabra, se dio la vuelta.
En cuanto su rostro no pudo ser visto por el joven, Eliza quitó esa mirada angelical y la falsa careta que llevaba. Su piel palideció como si hubiera sido transfigurada por la ira, se sentía sumamente rechazada y humillada.
“¡Maldita Candy! Todo esto es tu culpa. Lo has enredado con tus trucos como lo haces siempre con todos. Te deleitas tratando de quitarme todo lo que yo deseo. Pero no te lo permitiré, no dejaré que te quedes con Terry, él es mío”. vociferaba para sus adentros, mientras se encaminaba al carruaje en el que había llegado.
Unas horas después, cuando las clases habían acabado en el colegio de verano, Candy se encaminó como ya era su costumbre a la villa de Terry.
Cuando llegó a la residencia y tocó la puerta, esta vez el joven no tardó en abrir.
–Hola Terry – saludó Candy con una linda sonrisa.
–Hola Candy, me alegra que hayas llegado. Pasa – le dijo, sonriéndole también.
–Gracias – contestó la joven, feliz de poder verlo de nuevo y entró al lugar – Veo que has cumplido tu promesa de portarte bien el día de hoy.
–Ya te he dicho que un caballero siempre cumple sus promesas ¿no es así? – le preguntó con su inigualable sonrisa, mientras se dirigían a la habitación de música.
Cuando pasaban por la estancia, Candy pudo ver una gran canasta en medio de una de las mesas que se encontraban en el lugar. Se trataba del almuerzo que había llevado Eliza para Terry esa misma mañana.
–Veo que te han traído el almuerzo ¿No has comido aun? – preguntó Candy al ver la canasta llena de comida.
El joven volteó a verla también con una mueca de desagrado. Se había olvidado de ella. Cuando entró a la residencia después haber despedido a Eliza, la dejó en una de las mesas, olvidándola por completo. Su plan era dejarla en la cocina después, para que los Crods pudieran aprovechar los alimentos que contenía, ya que él no tenía la intención de probar nada de ella.
Ahora que la joven la había visto, pensó que era mejor no decirle nada acerca de quién había sido la persona que la había llevado. Ya que se había dado cuenta desde el incidente del lago que Eliza despreciaba a Candy y eso a él le había molestado.
Prefería olvidar el incidente sin darle ningún tipo de importancia. Esperaba que con el trato que le dio por la mañana se olvidará de regresar a buscarlo.
–Ya he comido, no te preocupes – le dijo el joven. Después, tomó la canasta y la llevó hacia la cocina. Mientras Candy lo esperaba en el pasillo.
A Candy, la actitud del Terry le pareció un poco rara, ya que, aunque había dicho que había almorzado, al parecer la canasta no daba muestras de ello. Pero prefirió dejar el tema de lado, ya que pensó que tal vez había comido en otro lugar ese día.
Llegaron al aula de música y Candy se dirigió al piano.
–¿Qué aprenderemos hoy? – preguntó al sentarse en el banco y viendo directamente el rostro del joven con una sonrisa.
–¿Qué te gustaría aprender? – preguntó sonriéndole también.
–Tú eres el maestro, Terry. Yo no decido las lecciones.
–¿Y por qué no? Los alumnos también deberían decir aquello que quieren aprender.
Candy lo observó detenidamente mientras él seguía de pie, y sonrió recordando algo.
–Bueno… si es así, hay una melodía que si me gustaría aprender.
–¿Ah sí? ¿y cuál es? – preguntó el joven cruzando los brazos.
–Bueno… – dijo Candy, pensando en su respuesta – es aquella melodía que tocaste en el colegio, cuando te encontré en el aula de música.
Terry, dejó de esbozar su sonrisa y la vio fijamente a los ojos. Candy temía haber tocado un punto sensible en el alma del joven.
–¿Así que esa canción de cuna? – preguntó tranquilamente.
Candy asintió.
–¿Por qué? – preguntó Terry con evidente interés en su rostro.
–Bueno... es que, cuando escuché que la tocabas en el colegio, me pareció realmente hermosa. Y pensé que tal vez, cuando vaya al hogar de Pony podría tocarla también a los niños, a la señorita Pony y a la hermana Lane. – le confesó viéndolo tiernamente a los ojos y el corazón de Terry se enterneció.
Ahí estaba, era ese don que sólo ella tenía sobre él, no sabía cómo lo conseguía, pero sabía que era sincera y él era feliz a su lado y haría lo que fuera por hacerla feliz también.
La verdad, era que, en el momento en que Candy lo descubrió en el aula de música tocando el piano, mientras ella estaba sobre una de las ramas de un árbol, esa bella melodía se había quedado en su corazón, sobre todo porque después supo que significaba tanto para él.
Entonces Terry le brindó una tierna sonrisa.
–Está bien – dijo el joven al sentarse en el gran banco en el que Candy estaba también – Entonces, pon atención.
Terry empezó a tocar la melodía con toda maestría. Candy lo observó atentamente, ella ponía atención en cómo el joven colocaba las notas sobre el teclado, pero después de unos momentos alzó su mirada hacia él y pudo ver como los rayos de sol resplandecían en su varonil rostro.
El joven tenía los ojos fijos en el teclado con una expresión de melancolía, mientras deslizaba los dedos por el piano, y entonces Candy se deleitó observando su perfil, como su cabello oscuro caía en su frente y sus finas facciones.
“Realmente Terry es un noble. Todo en él es tan elegante. Los movimientos que hace, su mirada, sus facciones tan varoniles” – pensaba, mientras su corazón comenzaba a latir de prisa y un calor invadía su rostro.
Empezó a recordar el momento, cuando en el colegio en Londres, lo descubrió tocando el piano por primera vez, envuelto en ese aire aristocrático, el mismo que emanaba en ese momento.
Y entonces Candy se dio cuenta…
“Terry es un Granchester… Realmente somos de mundos diferentes. Sus ancestros se reservan a generaciones, en cambio yo no sé ni quienes fueron mis padres. Sin embargo, he sido bendecida al ser adoptada y gracias a ello pude conocerlo… a pesar de nuestras diferencias me siento tan bien a su lado” …
Candy pudo sentir como el aire que entraba por las grandes ventanas, acariciaba su rostro, y la música la había invadido dejando una extraña calidez en su pecho que la hizo cerrar sus ojos.
Cuando Terry terminó la melodía, pudo verla con sus ojos cerrados y aun disfrutando de todas las sensaciones que había experimentado.
–Mira nada más, ¿Así que no has puesto atención a las notas que he colocado? – preguntó Terry, actuando con un tono enfadado.
–¡Ehh! – expresó Candy al abrir los ojos.
–No has puesto atención, has estado durmiendo. Ahora veo el por qué no rindes en clases – le dijo el joven, soltando una carcajada.
–¡No, claro que no! Es sólo que la melodía es tan hermosa que al final me dejé llevar y cerré los ojos – le dijo Candy sonrojada.
Terry seguía riendo mientras Candy empezaba a molestarse.
–Está bien, si tú lo dices – le dijo el joven, dándole una pequeña palmadita con uno de sus dedos en su frente – Ahora es tu turno – entonces, se levantó y se colocó detrás de ella.
Candy se enderezó y empezó a tocar las primeras notas de la melodía, quería demostrarle que ella no había mentido al decirle que había puesto atención.
Terry la observaba sin perder detalle.
Cuando la joven se equivocaba de nota, él se acercaba por su espalda y suavemente, tomaba sus dedos y los ponía en las teclas correctas. Lo que hacía a Candy estremecer. Debido a esa manera de corregirla, era inevitable que Terry tocara suavemente su piel. Para Candy aquello era una sensación tan tierna y excitante a la vez.
Le gustaba, realmente le gustaba mucho su cercanía.
En ocasiones cuando Terry la corregía de esa manera, ella volteaba a ver su rostro sólo para poder ver los ojos aguamarina del joven que tanto le fascinaban. Por su parte Terry la miraba fijamente también y le regalaba su encantadora y tierna sonrisa que solo reservaba para ella.
Terry quería que Candy aprendiera lo mejor posible, para que no se preocupara más por las clases de música en el colegio en Londres. Pero si era sincero consigo mismo, toda aquella enseñanza, eran una buena razón para acercarse más a la joven. Cada día era más fuerte lo sentía por ella, quería tenerla cerca y expresarle lo que había en su corazón, quería decírselo, quería declararle que se había enamorado de ella.
Al pasar una hora de clases, Candy había avanzado mucho en la ejecución de la melodía. Terry se dio cuenta y tuvo una idea para disfrutar aún más la tarde a su lado.
–Vaya, me sorprendes. Lo estás haciendo muy bien.
–Te dije que si estaba poniendo atención – le dijo Candy con una radiante sonrisa.
–¿No será que tienes un excelente maestro? – le pregunto acercándose a su rostro.
Candy quien seguía sentada en el banco, se puso completamente roja cuando él se acercó a ella, con esa encantadora sonrisa.
–No seas engreído Terry – dijo volteando su cara nuevamente hacia el piano.
Entonces el joven comenzó a reír.
–Engreído pero buen maestro. Ya no podrás gritar como decías, que soy pésimo para enseñar.
–No, creo que no – le dijo la joven y comenzó a reír junto con él.
–Tengo una idea ¿por qué no vamos afuera? Te lo mereces, has avanzado mucho hoy.
–¡Me encantaría! – dijo Candy, levantándose alegremente del banco – ¿Adónde quieres ir?
–¿Qué te parece si vamos a dar un paseo por la villa? Es una gran extensión de bosque.
–Se oye maravilloso – dijo ella, mientras se encaminaban a la salida.
Al estar caminando por el bosque, Candy se sorprendió al darse cuenta de cuan grande era la propiedad de Terry, ya que él comenzó a explicarle hasta dónde abarcaba la villa.
En un momento del camino los dos estaban en silencio. A lo lejos se escuchaba el canto de los pájaros y el sonido de la naturaleza. De repente las nubes comenzaron a cubrir los rayos del sol.
–Que hermoso día hace – dijo Candy, inhalando y levantando sus brazos.
Terry al verla tan relajada, sonrió.
–Por lo que veo, te gusta mucho la vida en el campo.
–Si, me recuerda al hogar de Pony. No hay lugar en el mundo en el cual sea tan feliz.
–Sobre todo porque puedes trepar ese manzano y convertirte en una chica Tarzán ¿no?
Candy trató de fruncir el ceño, pero no lo logró, ya que comenzó a reír junto a Terry.
–Recuerdo a la señorita Pony y a la hermana Lane preocupadas cuando era aún muy pequeña y se dieron cuenta por primera vez que subí al árbol.
–Si que eras un dolor de cabeza – se burló el joven.
–Hablas como si tú hubieras sido un niño muy bien portado, no creo que te quedaras atrás – le contestó Candy retándolo y sonriendo.
–Por lo menos no era un mono salvaje como tú.
–¡¿Que dices Terry?! ¡Ven acá, te voy a dar tu merecido! – le dijo, tratando de capturarlo abalanzándose hacia él. El joven comenzó a correr mientras reía, y en un momento le llevaba delantera a Candy.
Terry se dirigió hasta el pie de un gran árbol, se detuvo cuando llegó a él, esperando que la joven lo alcanzara.
–Vamos a ver si puedes alcanzarme y si eres tan buena como dices – le dijo el joven recargándose en el árbol cuando ella llegó a su lado.
–¿Me estás retando acaso? – preguntó Candy poniendo las manos en su cintura.
Terry asintió. Y luego prosiguió.
–¿Quieres apostar?
Candy se quedó en silencio unos segundos. Ella sabía que apostar no era propio de una dama, ni si quiera era bien visto por sus madres, pero le parecía un reto divertido, así que se animó.
–¿De qué se trata? – preguntó la joven.
–El primero que suba a la cima del árbol gana.
Candy volteo a ver el árbol, realmente era grueso y de una gran altura, sin embargo, era algo que no la amedrentaba.
–Y también se llevará un premio – continuó diciendo Terry.
–¿Un premio? ¿Y qué será?
–Eso lo decidirá el ganador. ¿Te animas o tienes miedo, pecosa? – le preguntó el joven, levantando una ceja y con un aire desafiante mientras sonreía.
–Claro que no tengo miedo. Acepto – dijo sin dudar.
A la cuenta de tres, Candy comenzó a subir el árbol rápidamente y se dio cuenta que Terry esperó que ella eligiera por cuáles ramas subir, para después hacerlo él. Claramente con esa actitud le estaba dando algo de ventaja, pero Candy convencida de su agilidad, sonrió.
–No tienes que darme ventaja Terry, aun así, voy a ganarte – le gritó la joven desde arriba.
Terry comenzó a subir por el otro extremo y escuchó claramente lo que le había dicho la joven.
–Solo trataba de ser un caballero, pero como te muestras tan segura, ahora mismo te alcanzaré.
Terry comenzó a subir el árbol con gran agilidad, Candy también hacía un gran esfuerzo y él a pesar de que sabía perfectamente cómo subir árbol y tenía más fuerza que ella, se daba cuenta la gran habilidad de la joven a pesar de ser pequeña. Candy aún llevaba la delantera, sin embargo, él debería ganar esta vez.
En un cambio de suerte era Terry quien comenzó a alcanzar a Candy y subió rápidamente unas cuantas ramas del árbol más arriba que ella.
Al estar viendo como Terry avanzaba a gran velocidad y la alcanzaba, Candy piso parte de la tela de su vestido, por lo que se descubrieron sus piernas más de la cuenta y al tratar de cubrirlas, resbaló del tronco, pero entonces Terry la tomó del brazo.
–Te tengo – le dijo el joven y con fuerza, pero cuidadosamente la subió a dónde él estaba
–Gracias – dijo Candy, apenada.
–¿Estás bien? – le preguntó, preocupado.
–Si, si… Sólo que he resbalado – le dijo, mientras se sentaba en el grueso tronco acomodando su vestido.
–¿Qué te ha pasado? no creía que Tarzán era capaz de resbalar de un árbol – dijo sarcásticamente.
Candy ruborizada contestó
–No te burles Terry, no es tal fácil subir con esta ropa.
Entonces el joven dejo de reír. Entendió a lo que Candy se refería. A veces olvidaba que era una chica como todas las demás, no porque no supiera que era una linda y bella mujer, sino que con ella sentía que podía ser él mismo.
–Está bien. Creo que podemos considerarlo un empate.
–No quiero que seas condescendiente conmigo Terry. Sea cual sea la razón, la verdad es que tú has llegado primero.
–¿Estás segura? – le preguntó, levantando una ceja.
–Si – dijo Candy con firmeza.
–Hiciste un buen trabajo, así que lo dejaremos en un empate.
–¿Y qué pasara con el premio? – preguntó la joven.
Terry arrancó una pequeña hoja de la rama que colgaba cerca de su rostro
–Ya que ha sido un empate podemos olvidar la apuesta o cada uno puede tener su premio – contestó el joven y volteó su vista a ella – Pareces muy interesada en ese premio ¿De qué se trata?
Era verdad, Candy quería pedirle nuevamente algo sin que él pudiera negarse.
–Bueno… los chicos harán un paseo en lago el día de mañana. Y pensé que podrías acompañarme.
Terry sonrió y volteó su vista al frente.
–Creo que ya te había dado mi palabra de que iría ¿no es verdad?
–Si, es verdad. Pero pensé que si ganaba no habría manera de que pudieras negarte, además quería pedirte otra cosa…– Terry volteó a verla nuevamente al ver que ella había hecho una pausa – que trataras de llevarte bien con ellos – finalizó.
Terry comenzó a reír.
–¿En verdad crees que soy un monstruo? ¿No es así? – preguntó el joven con ironía.
–¡No! No… lo que pasa es que me he dado cuenta de que te cuesta mucho socializar con los demás. Además, te metes en peleas constantemente en el colegio – le dijo la joven, bajando el volumen de su voz al final.
–Está bien lo prometo. Iré a ese absurdo paseo en lago como lo prometí y me comportaré como todo un caballero – le dijo, mirándola a los ojos y con una sonrisa encantadora.
Candy sonrió también.
–¡Me alegra! Ya verás que no te arrepentirás.
Después, hubo un silencio en medio de la conversación, mientras observaban la inmensidad del lago que podía apreciarse desde la cima en la que estaban.
–Y ¿cuál era tu premio, Terry? – preguntó Candy recordando que él también había ganado.
Terry meditó en la pregunta que la joven le hacía.
–No sé si sea buena idea – respondió con su vista aún en el lago.
–¿Por qué no? – preguntó Candy, con interés.
–Tal vez no te parezca.
–Bueno, si no me dices, no lo sabré.
Terry, dirigió su mirada a ella y la observó fijamente un momento deleitándose en sus ojos verdes. El rostro de Candy comenzó a sonrojarse y su corazón empezó a latir a toda velocidad, la mirada de Terry hacía que todo su ser empezara a reaccionar cada vez que la miraba de esa forma.
Entonces, él se acercó un poco a ella. Y poniendo su mano en el gran tronco sobre el que se encontraba recargada la joven, se acercó un poco más a ella.
Candy pudo percibir su aliento y su perfume, era una mezcla entre menta y lavanda, combinadas con la frescura del bosque.
–Mi premio… más bien, lo que deseo es esto… – le confesó con voz profunda y con su rostro muy cerca del suyo.
Entonces Candy mirándolo fijamente, observando esas cálidas llamas zafiro, comprendió lo que él quería y sin poner resistencia, cerró los ojos, ya que ella lo deseaba tanto como él.
Terry, al ver que la joven no se negaba, comenzó a acercar su rostro hacia ella y rozó su nariz con la suya, lenta y tiernamente. Después, observó esos bellos y rosados labios y acercó los suyos.
Y por fin sucedió….
Le dio un beso delicado y sin prisa…
dulcemente…
Terry, primero posó sus labios sobre los de la joven con un toque delicado como una suave caricia. Y después de haberlos tocado, los besó tiernamente.
Candy tenía sus labios cerrados y sintió como los cálidos labios de Terry la acariciaban.
Terry, después de sentir su textura, la beso una, dos veces…
Él no invadió su boca, no quiso asaltarla como lo hizo la primera vez. Deseaba decirle con ese beso que realmente la amaba, que la manera en la que él podía demostrarle lo que sentía, no era como ella pensó tiempo atrás.
Candy sentía dentro de su corazón que estaba a punto de derretirse…
“Terry me está besando” “Dios mío está sucediendo” - pensaba la joven, con su mente adormecida mientras despertaban nuevas sensaciones en todo su interior.
En un momento, pudo sentir como su cuerpo pareció desfallecer, pero entonces, percibió como la otra mano del Terry la tomaba delicadamente por su hombro y parte de su espalda.
El joven se había dado cuenta de que ella se estremecía, y debido a la altura, temió que pudiera ocurrir un accidente.
Candy, que se sentía envuelta dentro de una nube, no podía percibir que Terry, se sentía igual o tal vez aún más extasiado que ella. El aroma a rosas que emanaba el cabello y la piel de la joven, junto con la suavidad de sus labios lo hacían tocar el cielo.
Para él, era una bella fantasía hecha realidad. Era real. Candy lo aceptaba, no lo rechazaba más. La jovencita que amaba le estaba abriendo su corazón. Se sentía el hombre más afortunado del mundo.
En un momento mientras la besaba humedeció sus labios para probar su sabor y continuó dándole un beso que en ese instante se juró no dar nunca a nadie más.
El corazón del Terry al igual que el de Candy latía desbocado… Sabía que no podía continuar más en esa situación, mucho menos a esa altura, así que, dando un último beso, se separó de sus labios.
Cuando se apartó de ella, pudo observarla con sus ojos cerrados y su rostro con un bello color rosado. Se deleitó viendo como el aire jugaba con esos rizos que caían por su frente y parte de su rostro y como sus labios se habían enrojecido por sus besos.
Cuando Candy abrió los ojos, lo miró apenada sin saber que decir, así que volteó su vista hacia otro lado, acomodando su cabello y sentándose bien en el tronco del árbol.
Terry tampoco dijo nada y miró hacia el lago como ella lo hacía.
Lo único que se escuchaban era los sonidos de las aves, el viento entre las ramas de los árboles. Mientras estaban en silencio la luz del lago se reflejada sobre sus rostros.
Después de unos segundos Terry se atrevió a hablar y dirigió su vista hacia la joven.
–Ha sido el mejor día de mi vida – le dijo con voz dulce y profunda, confesándole lo que sentía por ella.
Candy sintió como si algo cálido hubiera atravesado su corazón y dirigió también su rostro hacia a él y le regaló la más bella de sus sonrisas.
–El mío también Terry….
Continuará...
Última edición por Rose Granchester el Lun Mayo 03, 2021 6:51 pm, editado 22 veces