Por Raquel Flores.
Capítulo 6
Si bien Alice ya era una señora muy mayor, su salud fue deteriorándose muy rápido por la depresión en que cayó por no tener noticias de él.
La llegada de la joven a la casa de las Baker fue una bendición no solo por sus conocimientos de medicina sino también por su jovialidad, espontaneidad en decir las cosas, su buena sazón a la hora de cocinar, y sus ocurrencias. Nunca tuvo problemas en escuchar durante largas horas las historias, anécdotas y desventuras de ambas mujeres aunque eso significará tener que desvelarse estudiando para estar al día con sus clases. Para Candy el encuentro con la actriz de teatro fue algo planeado por Dios. La rubia prestaría servicios como enfermera y ella en cambio tendria casa y comida.
Candy vio como el joven caía al piso, por más que quiso amortiguar la caída del castaño, esto le fue imposible para sus 1.55 mts de estatura y sus 50 kilos, jamás podrían sostener 70 kilos de peso muerto en un cuerpo de 1.90 mts. de estatura, pero si alcanzó evitar que la cabeza del ex soldado golpeara contra el suelo; cuidadosamente, la colocó sobre un pequeño cojín, al tocarlo, siento que el castaño hervía en fiebre, le quitó la boina negra y fue por un trozo de tela, la sumergió en agua y se la puso en la frente, lo acomodó lo mejor posible en el piso del recibidor y con dificultad lo despojó de su mochila y del grueso abrigo.
Cuántas veces había visto ese mismo rostro en las fotografías que tanto la abuela Alice como su madre Eleanor tenían en sus habitaciones y sobre la chimenea de la sala de estar. Y en la fotografía que encontró en el interior de una gaveta de la mesita de noche de la habitación de huéspedes que Eleonor había dispuesto para ella, muchas veces se quedó dormida con la fotografía de él pegada a su pecho; se lamentaba no haberlo conocido antes de que partiera a la guerra, no podía dejar de ver esos enigmáticos y penetrantes ojos, esa sonrisa ladeada, sus pobladas cejas, se sentía extrañamente atraída por el joven sin aún conocerlo personalmente. Esa imagen se había convertido en su compañera de estudios en las noches previas a un examen, en el testigo silente de sus noches de nostalgias, pero el hombre que estaba frente a ella era muy distinto; su rostro aunque relajado reflejaba dolor.
La rubia, inconscientemente pasó las yema de sus dedos por las cicatricen del rostro del joven, tocó su largo cabello castaño.
El sudor que el joven emanaba debido a la fiebre empapó su ropa, debía hacer que castaño permaneciera lo más fresco posible.
Al quitarle la camisa vio con asombro las cicatrices sobre su abdomen y costado izquierdo. Se pregunto cuántas cosas horribles habría vivido y visto en la guerra; sintió mucha pena por él.
Candice se percató que se le estaba haciendo tarde, tendríaque avisar al hospital que no podría ir a cumplir su guardia; por fortuna se llevaba bien con Myriam la enfermera que debía de entregar el turno.
Fue al piso superior por unas sabanas limpias para cubrirlo, al llegar nuevamente a la sala encontró a Terry tratando de ponerse de pies, sin camisa y con el paño húmedo entre sus manos.
--¿Qué haces? – tienes fiebre y estás débil.—dijo la rubia tratando de evitar que se levantará.
--¿Quién carajos eres y que haces aquí? – decía El castaño alejando a la enfermera.
--Mi nombre es Candice White y vivo aquí.
--¿Como que vives aquí? – preguntó Terry mientras veía hacia todos lados.
--Esta es la casa de Eleanor Baker ¿verdad?—preguntó confundido.
--Si, exacto, es su casa, bueno era, no se si ya está enterado de su muerte.—dijo con profundo pesar.
--Si lo sé, ¿y eso que tiene que ver?. ¿Por qué están todas las malditas luces apagadas?
--Por favor toma asiento tienes fiebre, dame la compresa para remojarla nuevamente y colocártela en la frente.
--Ni me voy a sentar, ni dejaré que me pongas nada --espetó --te pregunté ¿que carajos haces aquí?
--Y ya te respondí que vivo aquí, es mi casa!—hablo la rubia.— y las luces están apagadas porque no he pagado el servicio de luz – dijo Candy sonando avergonzada.
--¿No has pagado qué?
--Soy estudiante de enfermería y lo que gano en la guardia nocturna no me da para mantener está casa.
Terry sintió que su pies temblaban.
--Por favor siéntate, no quiero que te vuelvas a lastimar, pesas mucho y no podré evitar que te golpees.
--¿Por qué dices que esta es tu casa?
Candy ya se estaba molestando ante la actitud de Terry, si bien Eleanor le había hablado del carácter de su hijo jamás pensó que sería tan insoportable.
Después de tomar una bocanada de aire la enfermera se cruzó de brazos y respondió:
.
--Tu madre me nombro heredera de su casa y de todo lo hay en ella.
Continuara...