Neal llegó a Nueva York con un plan elaborado, había solicitado reunirse con los principales jefes de la Mafia, exceptuando Terry. La aceptación a dicha reunión fue mucho más rápida de lo que esperaba, pues muchos de ellos ya tenían en carpeta la posibilidad de expandir sus negocios en otras partes del país. Algunos comenzaron a sospechar acerca de las reales intenciones detrás de la reunión cuando vieron que, en aquella junta, tan precipitada, no estaba el Capo di tutti capi de Nueva York. Unos intentaron zafarse, pero fueron persuadidos de marchar por los otros, pues sintieron aquella valentía necesaria para excluirlo, sabían que si no había sido invitado era porque era el momento de bajarlo del trono.
-Así que ¿Quién está conmigo? –decía Neal al final de la reunión cuando, expuestos sus planes, buscaba aliados.
Las puertas cerradas a piedra, o lodo, siempre habían servido para protegerse de las intromisiones no deseadas, ya que entre ellos una traición, en plena reunión, era algo impensado. Escucharon con atención al ambicioso joven.
-Eres apenas un mocoso ¿crees que puedes venir a darnos órdenes, a nosotros? –dijo uno de ellos casi burlándose de Neal ante su osadía.
-Tiene razón, soy un mocoso, pero…- sus ojos brillaban con malicia - … ¿sabe quién controla todo en Chicago? Ya es tiempo que los viejos se sienten a recibir sólo su jubilación.
Aquellas palabras ofendieron a más de un Don, al menos dos de ellos se levantaron de sus asientos molestos los otros se quedaron callados. Eran 5 las familias en Nueva York, aunque cobraban importancia en sus territorios sabían que Terrence controlaba casi todo. Un hecho que hacía a varios enfurecer: Uno, porque era un aparecido. Dos, ni siquiera era italiano como la mayoría de ellos, y al igual que Neal, era demasiado joven para tener tal poder.
-Yo me retiro. –dijo uno de los Dones tomando su abrigo.
Neal volteó e hizo una reverencia para despedirle, y cuando este le dio la espalda, él le disparó sin más, causando una conmoción entre los demás Dones…
-Alguno más quiere retirarse? – sopló su humeante arma.
-Sabes lo que has hecho? -soltó molesto uno de los jefes de familia.
-Claro, les he dado más territorio a repartir… ahora, lo primero que deseo es que me traigan a la chica que está con Terrence en estos momentos, luego resolveremos la división de la ciudad- sonrió. - cuando él esté muerto…
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Candy estaba harta de estar bajo el poder de uno u otro, no es que no confiara en que Terry la pudiera proteger, o que lo hiciera sin intenciones, era simplemente que estaba harta de que le ordenaran y no estaba hecha para eso. Además de no querer involucrar al doctor en todo esto.
Mañosa como era, tomó las cuerdas que anudaban las cortinas, las ató con fuerza. Y haciendo uso de sus dotes, como pudo, escapó por la ventana. Los hombres de Terry jamás sospecharían que una señorita sería capaz de escapar saltando desde el tercer piso de un edificio.
Con maleta en mano fue directo al hospital para buscar al Dr. Mathews, una vez acordado el despachó, buscaría donde esconderse hasta el momento de su partida. Para su suerte, afuera del edificio, había un carruaje estacionado, corrió directo a él, temiendo ser vista por los hombres de Terrence. Ese fue su primer error… dentro del mismo, un hombre sonreía feliz, y aliviado, ante su suerte.
- ¿Srita. White?
-¿Quién es usted?- Candy comenzó a temer lo peor.
- A punto estuve de perder la cordura por su culpa ¿sabe que casi me cuesta la vida haberla perdido?
Candy quiso bajar del carruaje, pero Ricci la retuvo del brazo, obligándola a sentarse.
-¡Déjeme ir!.
-La dejaré ir, por supuesto…- le dio un par de golpes al techo del carro.
Comenzaron a avanzar de inmediato, para pavor de Candy. - yo no voy a tocarle un cabello, siempre y cuando se mantenga dócil. –dijo mientras sacaba su arma y la ponía sobre sus piernas. – Mi jefe quiere verla.
-Neal…
-La está esperando con ansías.
Candy sintió como su pecho se oprimía. Había cometido un grave error, no sólo se había expuesto a sí misma, sino que también a Terry, y todo por su estupidez. Agacho la cabeza nerviosa y pensó jugarse el todo por el todo. En un descuido, del sobreseguro Ricci, se lanzó del carruaje en movimiento, lastimándose bastante pero no lo suficiente para no empezar a correr mientras Ricci maldecía, y paraba el carruaje para ir tras ella.
*-*-*-*-*
Terry escuchaba absorto el reporte de la huida de Candy, lamentando por millonésima vez su estupidez. “Debí encerrarla en el último piso” pensó. El panorama se presentaba oscuro, el movimiento de los demás dones, más los rumores de la reunión secreta con Neal. Se vio contra la espada y la pared. No sabía si ir tras Candy o manejar la delicada situación con los demás jefes de familia.
Algo en su interior le indicó que ella estaría bien, aun si lograban atraparla, no la querían muerta. En cambio, a él…
Hecha su elección, comenzó a ordenarles a sus hombres. Necesitaban recabar más información, estar atentos y prepararse para una batalla segura entre las familias. Los mandó llamar a todos, se encontrarían en la bodega que poseía, donde todo tipo de armamento estaba en cajas esperando a sus dueños. Lo primero que notó al llegar al depósito fue el rostro de Marino, quien le urgía con un gesto a entrar. En una silla, y muy mal herido, se encontraba Giuseppe Morello, el Sottocapo de la familia Genovese, su jefe muerto por Neal, apenas y había salido con vida de la dichosa reunión. Él le proporcionó toda la información que necesitaba, a que hora, con quienes y donde se encontrarían sus enemigos. Terry observaba al hombre pensando, si el hombre era sincero, o quizás el mensajero. Si era una trampa o no, ya daba igual. Él mismo tomó unas cuantas armas y salió dispuesto a una lucha campal…
Era él o Neal…