La puerta se cerró, solo atiné a sentarme en el sillón. Todas las fuerzas me habían abandonado. Me quedé absorta observando el periódico, mirando la fotografía de la feliz pareja. Comencé a llorar, no quería, pero no era algo que pudiera evitar.
Había jurado hace años que no lloraría por nada, por nadie, que este tipo de cosas no me pasarían a mí. Empoderándome de ese pensamiento me levanté y sequé mis lágrimas, dirigiéndome al tocador. Observe mi reflejo. “No me van a vencer” pensé.
Había jurado hace años que no lloraría por nada, por nadie, que este tipo de cosas no me pasarían a mí. Empoderándome de ese pensamiento me levanté y sequé mis lágrimas, dirigiéndome al tocador. Observe mi reflejo. “No me van a vencer” pensé.
Con el rabillo del ojo alcanzo a ver el libro que había dejado de lado, se encontraba abierto, mas no en la página que tenía marcada. Comencé a leer, hasta que me topé con aquella frase, la releí un par de veces, casi pude verlo como un acto profético… “la venganza es plato que se sirve frío”… Puede ser, pero yo pensaba servírmelo de un modo muy distinto.
Mi cabeza hervía. Sinceramente la idea era muy loca, mis posibilidades de éxito escasas, pero si lograba mi cometido, el daño sería permanente, y era justamente eso lo que quería, que mi amante y su flamante futura esposa sufrieran. Ella era más bien inocente, pero era la rival a vencer. Lo que realmente me perturbaba era el daño colateral, ya que en el mismo saco también estaba mi amigo, pero él estaba íntimamente ligado a mi objetivo…
Sabía que Terry estaba de vuelta en América después de unas merecidas vacaciones. Según su carta estaría de visita donde su madre. Sin pensarlo más le envíe una misiva, tenía que lograr que viniera a verme, antes que con la compañía partiéramos de gira con la obra. Para mi suerte su respuesta llegó a los pocos días. Sonreí.
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“Sé que dije que no quería verte nunca más, todo terminó muy mal, pero…No voy a mentirte, estoy tragándome el maldito orgullo al hacer esto, la mente me traiciona, me la he pasado estos días recordándote. Por las noches me masturbo con tu nombre en la boca, pero no me basta… Creo que moriré de combustión interna. No hagas caso, sabes a lo que me refiero. Necesito verte una última vez, ¿te acuerdas de la fantasía que te hable? Bueno, quiero concretarla, pero contigo…Ya tengo todo listo, solo faltas tú…
Espero tu respuesta,
Pd: Si aceptas mi propuesta, te doy los demás detalles del encuentro.
K.K”
Iba camino a enviar la carta, estaba por cruzar la calle, cuando veo a dos mujeres. Una trataba de consolar a la otra, no era algo que me importara, pero la frase de una de ellas quedó dando vueltas en mi mente. “Todas las cosas pasan por algo” Miré los sobres y pensé “¿Acaso, todo el camino recorrido era para terminar en esto?... Esto era lo que tenía que pasar?”
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Flash Back
Deje Inglaterra y la compañía para embarcarme en un nuevo proyecto. Sam, el director de la obra, viajó a Inglaterra con el sólo propósito de ofrecer un nuevo papel, y de llevarme con él.
Dos cantantes de Cabaret corrompidas por los hombres, el Jazz y el alcohol. Me tomó una noche leer el manuscrito, el personaje que interpretaría era fascinante, pero por sobre todo, era la primera vez que me hacían sentir importante, no era la reemplazante de nadie ¡era a mi quien buscaban! Y sólo eso me bastó para decidirme. A los pocos días me estaba embarcando rumbo a América.
Después de varios meses, de largos y extenuantes ensayos, nuestra obra vio la luz en diciembre del 26, y la estrenamos en la misma ciudad que lleva su nombre…Chicago.
Al poco andar fuimos noticia, y los invitados obligados de todas las fiestas de la socialité. Fue justamente en una de estas fiestas donde lo encontré. De lejos lo divise, alto, elegante, su traje no hacía más que ocultar un físico que se adivinaba exquisito. Lo mire fija y descaradamente. En algún momento se giró, y su mirada me encontró. La atracción fue inmediata y explosiva. Ni siquiera recuerdo qué fue de la gente que nos rodeaba, sólo recuerdo que llegó hasta mí, se presentó, y que después de varias horas de conversación y de licor, alguien llegó a importunarnos, diciendo que la fiesta había terminado. Me turbe al notar lo rápido que perdí la noción del tiempo y el espacio. Él me sacó de mis pensamientos.
-¿Te llevo a casa?
Y yo acepté.
Su auto era amplio, pero para mí era pequeño y sofocante, él lo llenaba todo, con su calidez, su perfume, su cuerpo. Era pleno invierno y nunca creí haberme sentido tan caliente.
Llegamos a las afueras del condo. Apagó el motor, se giró sobre su asiento, tomó mi mano y dijo. -Fue un placer.
Abrí la boca, como para decir algo, pero en vez de eso, le caí encima con la intención de comérmelo a besos. Pero falle. Me domino de primera, con su boca caliente y demandante. Era el hombre más endemoniadamente sexy que se me hubiera cruzado, y el más dominante. Ni que decir que desde entonces nos volvimos amantes, él era mi señor, el amo, y yo su "pequeña" sumisa. Nunca antes me había dejado dominar por nada ni nadie, era una mujer de carácter, pero con él, no me importaba ser la domada, mientras lo siguiera haciendo de la forma en que lo hacía.
Después de nuestros maratónicos encuentros, siempre, siempre terminaba adolorida, pero saciada. Yo le permití que me tomara por completo, le entregué el cuerpo, sólo que no me di cuenta cuando le entregue el alma…¿Y él? ¡Ahora sé que nunca entregó nada!.
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Todo estaba listo, los sobornos pagados, sin interrupciones, una solitaria silla en el escenario, iluminada por un único foco. Yo también estaba preparada, debajo de mi bata sólo el liguero y las medias. Tacones altos de 15 cm como a mi fetichista amante le gustaba. Me encaminaba a la silla cuando escuche unos pasos. Había llegado el momento, y la incertidumbre se apoderó de mí. Todo este espectáculo no valía nada sin los demás protagonistas de este show, y menos aún si la invitada de honor no hacía acto de presencia. Sólo espero que haya aceptado la invitación que le hice llegar en mi carta.
-¿Pequeña, estás segura de que esto es lo que quieres?- ahí estaba esa voz que humedece mis bragas, llenando el ambiente.
-Si lo estoy- ya me sentía impaciente.
Mi cabeza hervía. Sinceramente la idea era muy loca, mis posibilidades de éxito escasas, pero si lograba mi cometido, el daño sería permanente, y era justamente eso lo que quería, que mi amante y su flamante futura esposa sufrieran. Ella era más bien inocente, pero era la rival a vencer. Lo que realmente me perturbaba era el daño colateral, ya que en el mismo saco también estaba mi amigo, pero él estaba íntimamente ligado a mi objetivo…
Sabía que Terry estaba de vuelta en América después de unas merecidas vacaciones. Según su carta estaría de visita donde su madre. Sin pensarlo más le envíe una misiva, tenía que lograr que viniera a verme, antes que con la compañía partiéramos de gira con la obra. Para mi suerte su respuesta llegó a los pocos días. Sonreí.
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“Sé que dije que no quería verte nunca más, todo terminó muy mal, pero…No voy a mentirte, estoy tragándome el maldito orgullo al hacer esto, la mente me traiciona, me la he pasado estos días recordándote. Por las noches me masturbo con tu nombre en la boca, pero no me basta… Creo que moriré de combustión interna. No hagas caso, sabes a lo que me refiero. Necesito verte una última vez, ¿te acuerdas de la fantasía que te hable? Bueno, quiero concretarla, pero contigo…Ya tengo todo listo, solo faltas tú…
Espero tu respuesta,
Pd: Si aceptas mi propuesta, te doy los demás detalles del encuentro.
K.K”
Iba camino a enviar la carta, estaba por cruzar la calle, cuando veo a dos mujeres. Una trataba de consolar a la otra, no era algo que me importara, pero la frase de una de ellas quedó dando vueltas en mi mente. “Todas las cosas pasan por algo” Miré los sobres y pensé “¿Acaso, todo el camino recorrido era para terminar en esto?... Esto era lo que tenía que pasar?”
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Flash Back
Deje Inglaterra y la compañía para embarcarme en un nuevo proyecto. Sam, el director de la obra, viajó a Inglaterra con el sólo propósito de ofrecer un nuevo papel, y de llevarme con él.
Dos cantantes de Cabaret corrompidas por los hombres, el Jazz y el alcohol. Me tomó una noche leer el manuscrito, el personaje que interpretaría era fascinante, pero por sobre todo, era la primera vez que me hacían sentir importante, no era la reemplazante de nadie ¡era a mi quien buscaban! Y sólo eso me bastó para decidirme. A los pocos días me estaba embarcando rumbo a América.
Después de varios meses, de largos y extenuantes ensayos, nuestra obra vio la luz en diciembre del 26, y la estrenamos en la misma ciudad que lleva su nombre…Chicago.
Al poco andar fuimos noticia, y los invitados obligados de todas las fiestas de la socialité. Fue justamente en una de estas fiestas donde lo encontré. De lejos lo divise, alto, elegante, su traje no hacía más que ocultar un físico que se adivinaba exquisito. Lo mire fija y descaradamente. En algún momento se giró, y su mirada me encontró. La atracción fue inmediata y explosiva. Ni siquiera recuerdo qué fue de la gente que nos rodeaba, sólo recuerdo que llegó hasta mí, se presentó, y que después de varias horas de conversación y de licor, alguien llegó a importunarnos, diciendo que la fiesta había terminado. Me turbe al notar lo rápido que perdí la noción del tiempo y el espacio. Él me sacó de mis pensamientos.
-¿Te llevo a casa?
Y yo acepté.
Su auto era amplio, pero para mí era pequeño y sofocante, él lo llenaba todo, con su calidez, su perfume, su cuerpo. Era pleno invierno y nunca creí haberme sentido tan caliente.
Llegamos a las afueras del condo. Apagó el motor, se giró sobre su asiento, tomó mi mano y dijo. -Fue un placer.
Abrí la boca, como para decir algo, pero en vez de eso, le caí encima con la intención de comérmelo a besos. Pero falle. Me domino de primera, con su boca caliente y demandante. Era el hombre más endemoniadamente sexy que se me hubiera cruzado, y el más dominante. Ni que decir que desde entonces nos volvimos amantes, él era mi señor, el amo, y yo su "pequeña" sumisa. Nunca antes me había dejado dominar por nada ni nadie, era una mujer de carácter, pero con él, no me importaba ser la domada, mientras lo siguiera haciendo de la forma en que lo hacía.
Después de nuestros maratónicos encuentros, siempre, siempre terminaba adolorida, pero saciada. Yo le permití que me tomara por completo, le entregué el cuerpo, sólo que no me di cuenta cuando le entregue el alma…¿Y él? ¡Ahora sé que nunca entregó nada!.
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Todo estaba listo, los sobornos pagados, sin interrupciones, una solitaria silla en el escenario, iluminada por un único foco. Yo también estaba preparada, debajo de mi bata sólo el liguero y las medias. Tacones altos de 15 cm como a mi fetichista amante le gustaba. Me encaminaba a la silla cuando escuche unos pasos. Había llegado el momento, y la incertidumbre se apoderó de mí. Todo este espectáculo no valía nada sin los demás protagonistas de este show, y menos aún si la invitada de honor no hacía acto de presencia. Sólo espero que haya aceptado la invitación que le hice llegar en mi carta.
-¿Pequeña, estás segura de que esto es lo que quieres?- ahí estaba esa voz que humedece mis bragas, llenando el ambiente.
-Si lo estoy- ya me sentía impaciente.
Llegó hasta mí y tomó mi cara con sus manos. No pude evitar abrir un poco la boca para tomar una bocanada de aire, sentía el ambiente muy cálido, denso. Él aprovechó el momento y metió su pulgar en mi boca. Comencé a succionar. Con su mano libre abrió mi bata, dejándola caer, sus ojos azules brillan oscuros, él era lava y yo quería quemarme…
“¡¡Concéntrate!!” Me aparte
-Esto es lo que quiero, me lo debes.
-¿Y tu amiguito, llegará?- ironizó al decir la palabra amigo.
-Esto es lo que quiero, me lo debes.
-¿Y tu amiguito, llegará?- ironizó al decir la palabra amigo.
No pensaba darme tregua, se lanzó de nuevo sobre mí, comenzó a besar y morder el cuello, mientras torturaba mi pezón izquierdo.
-Mmmmm…llegara, pero podemos empezar sin él- Ya no podía más, se apodero de mi boca en un asalto ardiente y violento, nuevamente dominando. Esta vez no sería menos, no me iba a subyugar, tenía la misma maldita necesidad, le arranque la ropa conduciéndolo a la silla. Era una tortura verlo, este hombre era hermoso, un dios de Asgard.
-Mmmmm…llegara, pero podemos empezar sin él- Ya no podía más, se apodero de mi boca en un asalto ardiente y violento, nuevamente dominando. Esta vez no sería menos, no me iba a subyugar, tenía la misma maldita necesidad, le arranque la ropa conduciéndolo a la silla. Era una tortura verlo, este hombre era hermoso, un dios de Asgard.
Lo senté y acto seguido lo monte, él soltó un fuerte jadeo ante la fricción de nuestros sexos, tiro de mi labio inferior, tomó mi rostro obligándome a mirarlo.-Te lo voy a meter tan lento, tan fuerte, hare que te corras las veces que yo quiera- ahí estaba mi amo otra vez, pero si le hacía caso, todo se iría a la mierda.
Me pare rápidamente, esta vez me senté en sus piernas pero dándole la espalda, sabía que con esto lo mataría, le gustaba mi “coñito” como solía llamarlo ¡ah! Pero mi culito era su sitio favorito. Apoyé mi espalda en su pecho y comencé a mover mis caderas en círculos. Lo torturaba, tal y como me torturaba a mi. Estaba tan concentrada que no sentí los pasos que se nos aproximaban.
-¡¿Qué significa esto?!
Albert sujetó mis caderas, soltando el aliento. ¡Perfecto! Esto resultaba o se iba a la mierda. Me tranquilice y mire al recién llegado.
-¿Tú, qué crees que es?- Tome la mano que Albert tenía en mi seno llevándolo a mi boca, repitiendo el ejercicio, comencé a succionar uno de sus dedos mientras reanudaba los movimientos de mis caderas.
Albert tiró de mi pelo y acercó su boca a mi oido.
-¡Maldita seas! ¿Por qué él?- no le respondí, parecía furioso conmigo, pero no detenía mi arremetida.
Terry se veía molesto, pero tampoco intentaba detenernos, tenía las manos cerradas en un puño, este era el momento de atacar…
-¿Acaso te volviste un monje Grandchester? Tantos años al lado de la lisiada, te dejaron como un eunuco…ahhh... ¿no... quieres... jugar?- El dedo de Albert en mi intimidad casi me hace perder la concentración.
Albert no se aguantó ni un minuto más, me elevo un poco, y con poca sutileza me embistió por detrás. Me estaba castigando, dominando. Era doloroso pero jodidamente placentero. Me tiré hacia atrás apoyándome en su espalda, pero nada de esto le bastaba. Introdujo un dedo en mi húmeda cavidad, luego dos. Me embestía con ellos con fuerza. No pude mantener los ojos abiertos. “Mierda” estaba por correrme.
Sentí un golpe seco, me enderece al momento. Terry estaba de rodillas en el suelo, frente a nosotros. Albert tomó nuevamente la iniciativa. Sus manos sobre mis muslos, separándolos cada vez más. Los ojos de Terrence se transformaron, eran lascivos y anhelantes, en algún momento de cordura, intentó apartar la mirada.
-Mírame…-dije casi sin aliento, Albert no se detenía ante nada. Sus embestidas eran fuertes, no vacilaban.
-¡Tócala!- No podía creerlo, Albert le dio una fuerte orden, yo sólo me limite a gemir, no quería romper el momento.
-Tócame…-Suplique con los ojos apenas abiertos, esto era demasiado
-¡Albert, para!- gritó Terry
Albert abrió más mis piernas.
-Saboréala- la voz de Albert era casi burlona
Yo no podía más, bajé mi mano a mi centro y comencé a tocarme. Acto seguido, Terry apartó la mano de mi sexo, y reemplazó mis dedos por los suyos. Aquello fue el infierno y se sentía tan, pero tan bueno.
-¿Te gusta?- lamió mi lóbulo. -¿Te gusta sentirme dentro, sentirte llena?- Albert no me daba tregua. Estoy a punto de perderme en las sensaciones, cuando siento la boca de Terry torturando con su dientes y lengua uno de mis pezones, mientras me masturbaba con sus dedos. ¡Dios, ya sentía las contracciones!.
-Estas por correrte- murmuró Terry. - ya quiero verte- Me estaba perdiendo, arrastrada por el remolino de sensaciones. -¡Mírame!- su orden fue sorprendente e ineludible. Se apartó de mí sólo por un momento, para poder liberar su erección de la prisión de sus pantalones, al momento volvió al ataque, mientras se masturbaba con fuerza. La imagen era demasiado para mí. Ya no podía contenerlo, grité fuerte, sacando el poco aire que tenía en los pulmones. Sentía que Albert se engrosaba en mi trasero.
-¡Demonios...Karen! Siiiiiii- Albert se acababa.
Terry se levantó, seguía tirando de su miembro con fuerza. -Abre la boca- me ordenó. Albert tiró de mi pelo, como dando la orden, y yo como buena niña obedecí. Terry se convulsionaba mientras en mi boca se derramaba.
Estábamos tan absortos que no escuchábamos los llantos que en alguna parte del teatro se generaban. Las bocanas y gemidos se cortaron de cuajo con un grito. Uno lleno de dolor, como el que dio mi alma, cuando supe que Albert se casaba… ¿Pero y tu pecosa, por quien llorabas?
Por lo visto mi invitada de honor, alcanzo a ver el show…