Buenas tardes Les comparto el prologo de mi fic "Still As Ever"... espero les guste.
Era domingo.
Una soleada, pero fresca tarde de junio, en Londres.
Albert estaba sentado a la sombra de un roble ubicado en una pradera que estaba detrás del zoológico “Blue River” en el cual estuvo colaborando los fines de semana, durante tres años. Era su último día allí. Por eso aunque era domingo y había una cantidad considerable de visitantes, él no estaba trabajando. Había ido a buscar a su compañera de aventuras, una pequeña zorrilla a la que llamaba “Puppet”, porque partiría con ella a África, al día siguiente.
“¡Finalmente llegó el día!” pensó sintiendo su corazón latir acelerado. Sonriendo, recostó la espalda en el tronco del árbol, y acariciando el lomo de su mascota, le dijo en voz baja:
- ¡Puppet! ¡Tus días de encierro en el zoológico han terminado! ¡Nos vamos a África mañana! ¡Estoy tan emocionado! ¡He esperado este momento desde que era niño! ¡Vamos a ver leones y subirnos a un elegante! – Puppet se removió en sus brazos, y se acurrucó en su pecho. Albert sonrió ampliamente, y le susurró dulcemente: - No tengas miedo chiquita. Tal como le dije a tía Elroy, no me internaré en la selva. – cerró los ojos, y suspirando recostó la cabeza en el árbol, y susurró: - ¡Ella me quiere tanto! ¡Estaba tan preocupada! El viernes cuando la vi entre los presentes en mi ceremonia de graduación, me sorprendí porque aunque le había escrito diciéndole que me gustaría que viniera, creí que no vendría por cuestiones de trabajo. ¡Pero si vino! Y me dijo que había planeado este viaje a Inglaterra desde principio de año cuando supo que me graduaba en Junio, porque quería estar conmigo en ese día tan especial. ¡Sentí mi corazón derretirse, y casi lloro! – abrió los ojos y mirando al frente, mientras acariciaba a Puppet, que se había acomodado en su pecho, continuó diciendo: - Es tan impropio de ella ser tan cálida, que confieso que no llegué a llorar, porque se me cruzó el pensamiento de qué estaba tratándome con dulzura, porque más tarde me diría que ya que me gradué, era hora de que tomara las riendas de las empresas de la familia, y cuando me preguntó: “¿Cuándo planeas irte a África?” mientras le respondí: “el lunes”, me preparé mentalmente para escucharla recordarme mis responsabilidades, e insistir en que era momento de que las asumiera. Pero otra vez me sorprendió. Me abrazó y me dijo: “hijo, cuídate mucho.” “No te acerques a las bestias salvajes aunque las veas pasearse libremente frente a ti como si fueran mariposas en el jardín. ¡Son peligrosas!” “¡Ten cuidado con los caníbales!, ¡no te alejes de los médicos, y maestros!” ¡Me conmovió tanto su preocupación! – exclamó mirando a su mascota, que levantó la cabeza y lo miró con sus ojitos negros como azabache brillando como si también estuviera conmovida. Acarició su cabeza, y continuó diciendo: - Eso sí, me dijo que me esperaba de regreso dentro de un año y que para entonces tendré que presentarme en sociedad como cabeza de la familia Andrew. – recostó la espalda del tronco del árbol, respiró profundo y volviendo a cubrir sus ojos con sus gafas, musitó: - consentí agradecido. Yo pensaba hacerlo así de todos modos. Estoy tomando este viaje como unas vacaciones, después de terminar mis estudios, y antes de empezar a trabajar. ¡Porque me espera mucho trabajo! Espero hacerlo bien. – cerró los ojos y agregó: - Aunque mientras estudiaba, estuve trabajando con George en los negocios que tenemos en Londres y adquirí mucha experiencia, seré cabeza de un grupo de empresas, y ¡es mucha responsabilidad! - estiró las piernas y suspirando dijo: - me pregunto cómo reaccionará Lizzy cuando se entere que no soy “ningún vago, irresponsable sin futuro.”
- ¡Hola Albert! – escuchó a una voz cantarina decir.
Abrió los ojos y al ver ese rostro pecoso, adornado con dos coletas rubias, frente al suyo, sintió un sobresalto en su corazón.
- ¡Candy! – exclamó, llevándose la mano al pecho mientras Pupet saltaba de su regazo. “¿Me habrá escuchado?” se preguntó, sintiendo su pulso acelerado.
- ¡Uy! ¡No sabía que estabas dormido! ¡Lo siento! - dijo enderezándose.
“No me escuchó.” Se respondió Albert a su propia pregunta, mientras se ponía de pie.
- Descuida. No estaba dormido. – dijo mirándola a los ojos.
- ¡Ah! Pensé que sí, ya que gritaste espantado cuando te saludé.
- No grité espantado. – dijo sonriendo. - me sorprendí porque… - dejó de sonreír, se quitó las gafas y mirándola a los ojos, dijo: - Creí que a estas horas estarías en medio del océano, dentro de un barco, rumbo a Estados Unidos.
- Así debía ser, pero mis planes cambiaron. El tío abuelo William decidió que fuera al curso que verano en Escocia. – anunció haciendo un puchero.
- Pero ¡¿Qué está pasando en ese colegio?! – exclamó Albert alterado y en tono áspero agregó: - ¡Yo no…! – suavizó su tono, y continuó diciendo: - no puedo creer que haya pasado eso. ¿La directora te dijo que tu tutor ordenó que fueras a Escocia?
Candy negó con la cabeza.
- Me lo dijo la tía abuela Elroy.
- ¡¿Qué?! – preguntó boquiabierto, y con dientes apretados, dejó escapar el pensamiento: - ¿Por qué hizo una cosa así?
Candy se balanceó hacia delante y atrás una vez. Luego se quedó estática y dijo:
- Porque fue una orden del tío abuelo William. – suspiró, se encogió de hombros, y agregó: - supongo que debo estar agradecida. Ir a Escocia debe ser mejor que quedarme en el colegio todo el verano.
- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó mirándola a los ojos.
- ¡Ah! ¡Es que no te he contado todo! ¡Verás! ayer en la noche, me castigaron ¡aunque no hice nada malo!, y la directora me dijo que mis vacaciones estaban canceladas y me quedaría en el colegio estudiando, pero esta mañana me informó que podría ir al curso de verano a Escocia. Pensé que había sido gracias a Terry porque me había dicho que él podría ayudarme si le rogaba el favor, y lo hice, pero más tarde, el señor George nos llevó a Archie, Stear, Neil, Eliza y a mí a almorzar con la tía abuela Elroy, y después de regañarme porque supo que fui castigada, la señora Elroy me dijo que logró que la directora autorizara que fuera al curso de verano. Me atreví a sugerirle que me dejara viajar a Estados Unidos, y me contestó: - “puso los brazos en jarras e imitando a una señora mayor dijo”: - “William insiste en que debes estudiar y convertirte en una dama, y sé que si te vas al hogar de Pony, no vas a regresar a Londres. Así que tienes dos opciones: vienes a Escocia bajo mi supervisión, o te quedas en el colegio.”
Albert suavizó su expresión.
- ¿Por qué te castigaron? – quiso saber.
- ¡Por nada! – exclamó abriendo los brazos en cruz. Respiró hondo dramáticamente. Dejó caer los brazos despacio, y en tono más calmado continuó diciendo: - bueno, rompí la regla que tienen de que no podemos visitar a alguien que esté en el cuarto de meditación. Pero te contaré y me dirás si tú no habrías hecho lo mismo. Resulta que Archie y Terry pelearon, y enviaron a Archie al cuarto de meditación. Y fuera de que me pareció injusto que solo Archie fuera enviado allí, es mi amigo, y como anoche estaba haciendo demasiado frio, fui con Annie a llevarle comida y cobijas, y las monjas me descubrieron.
- ¡No puedo creer que por eso cancelaran tus vacaciones! La hermana Greis fue muy severa.
- ¡Demasiado! Dice ser sierva de Dios, pero parece hija del diablo.
- Jajajajaja yo solía decir lo mismo. – soltó inconscientemente, riéndose de la coincidencia.
- ¡¿Estudiaste en el San Pablo?! – preguntó Candy sorprendida.
Albert asintió con la cabeza, y para colaborar a que Candy aligerara el sentimiento de repulsión hacía la institución, dijo:
- Allí hice la secundaria. Y aunque no esté de acuerdo con algunas reglas, debo reconocer que es el mejor colegio de Europa. Eres muy afortunada de poder estudiar ahí.
- Lo sé. Y yo puedo perdonar que tenga una directora tan rígida, pero no ese horrible calabozo oscuro y frío que llaman cuarto de meditación, donde nos encierran a pan y agua, como si en lugar de estudiantes, fuésemos criminales condenados.
- No sabía que los que eran enviados allí, recibían ese trato.
- ¿En serio? ¿Nunca te enviaron al cuarto de meditación?
- ¡Jamás! – dijo negando también con la cabeza.
- Oh… vaya, supuse que sí, porque me imaginé que eras un estudiante rebelde. – dijo soltando una risita.
- Era un rebelde disciplinado. – dijo riéndose.
- ¿Cómo que rebelde disciplinado?
- Mmmm… Por ejemplo, nunca inicié una pelea. Y si alguna acción de las profesoras o la directora me parecía injusta me revelaba, pero sin faltarles el respeto, ni ignorar su autoridad.
- Oh… yo jamás he iniciado una pelea, pero se me ha hecho difícil adaptarme a las reglas tan estrictas del colegio, y una vez le falté el respeto a la directora, sin querer. Estaba tratando de hacerla entender que a Yuli, la tortuga de Paty que te traje al zoológico el mes pasado para que la cuidaras, no podíamos lanzarla a la calle, y ella insistía en que lo hiciéramos. – se cubrió la mano con la boca, y sonriendo, terminó diciendo: - Entonces se me zafaron las palabras “Usted es una rectora cabeza dura”.
- No debiste decirle eso Candy. – dijo poniéndose serio.
- Aunque lo sea. – dijo ella riéndose.
- Aunque lo sea… - repitió serio, y añadió: - no debes olvidar que es una señora mayor, y solo por eso, independientemente de que sea o no la directora del colegio, merece respeto.
Candy arrugó la nariz, y sonriendo le dijo:
- Tienes razón. ¡Ya no me regañes! No lo volveré a hacer.
Albert esbozó una sonrisa y en tono cálido, le dijo:
- No te estaba regañando. Te estaba dando un consejo.
- Ah bueno… es que te escuchaste como la tía abuela Elroy. – dijo sonriendo y agregó: - solo te faltó decirme: - imitando el tono de la señora Elroy, recitó: - “ese comportamiento no es propio de una señorita. No avergüences a la familia Andrew.”
Albert soltó una ligera carcajada, y pensó: “pobre tía. Candy le sacará las canas verdes que le faltaron conmigo.” Dejando de reír, comentó:
- Si me lo permites, quiero darte otro consejo.
- ¡Claro Albert! Dime.
Una ráfaga de viento sopló meciendo la rubia, ondulada y abundante cabellera de Candy, amarrada en dos coletas de moño rojo. Él extendió una mano, y acariciando el centro de su cabeza como si ella fuera una niña pequeña, le dijo:
- Aunque las vacaciones que tendrás no son las que esperabas, ¡Disfrútalas! Escocia es un país muy bonito. ¡Te gustará!
Candy sonrió y mirándolo a los ojos le dijo:
- Gracias Albert. ¡Así lo haré! Sabes que hubiera preferido mil veces irme a Estados Unidos, pero ya que no será posible este verano, lo planearé para las vacaciones de navidad, y en este viaje a Escocia, me divertiré con mis amigos.
- ¡Esa es la actitud! – dijo retirando la mano de su cabeza.
Dibujando una sonrisa, Candy soltó:
- Además, tengo que confesar que me emociona visitar el país de mi príncipe de la colina. – envolviendo sus palabras en un suspiro, miró al cielo y cuestionó: - Me pregunto qué pasaría si nos volvemos a encontrar. ¿Se acordará de mí?
Albert sintió un calorcito en el pecho, del cual culpó al clima y curioso preguntó:
- ¿Cuándo conociste a Guillermo?
- ¿Quién es Guillermo?
- El príncipe de Escocia.
- ¡¿Es un chico rubio, de ojos celestes?! – preguntó abriendo los ojos como platos, muy emocionada.
- No. Él es pelirrojo de ojos cafés. – contestó sonriendo.
- ¡Ah! - contestó decepcionada y añadió: - Entonces ese no es mi príncipe de la colina. Porque mí príncipe es rubio, de ojos celestes como el cielo, - lo miró a los ojos y preguntó: - ¿No te he hablado de él?
- No. – contestó con suavidad, preguntándose porque de repente hacía tanto calor.
- ¡Oh! ¡Pues te cuento! A ese chico, lo conocí hace diez años en la colina de Pony, apareció de la nada, vistiendo ropa típica de Escocia. ¡No sé si era de la realeza pero en verdad parecía un príncipe! ¡todo hermoso! – sonrió y continuó: - era la primera vez que veía a un varón usando falda, y recuerdo que le pregunté si era un astronauta. ¡Debió pensar que estaba loca! Jejeje. Sin embargo, me contestó amablemente que no llevaba falda, sino kilt, y que en Escocia los hombres vestían así. También cargaba una gaita, y tocó un poco de música para mí. ¡Fue tan amable! ¡Y tan dulce! Yo había estado llorando, y él lo notó así que cuando sonreí gracias a él, me dijo: “Eres mucho más linda cuando sonríes que cuando lloras” – respiró profundo y agregó en un suspiro: - ¡Fue tan tierno! Lamento no haberle podido preguntar el nombre, porque di media vuelta y cuando volteé para preguntarle su nombre, ya no estaba, despareció como si hubiera sido una alucinación mía. Y de hecho habría podido pensar que fue solo un sueño, de no ser porque se le cayó un broche que cargaba en el pecho, el cual conservo hasta hoy como prueba de nuestro encuentro, y como amuleto de la buena suerte. Dije que si algún día lo vuelvo a ver, se lo devolveré. Pero no he vuelto a verlo jamás.
- Me sorprende que recuerdes con tanta claridad, algo que sucedió hace tanto tiempo. – dijo serio mirándola a los ojos.
Candy sonrió.
- Tal vez nunca lo he olvidado, porque fue mi primer amor.
Albert soltó una risita, y dijo:
- ¡¿Qué cosas dices Candy?! ¡Eras una niñita de ¿Cuánto?! ¿Cuatro años?
- ¡Tenía cinco, casi seis! – dijo y sonriendo picara agregó: - Pero aunque era muy pequeña, yo creo que me enamoré de él. Me pongo nerviosa solo de imaginar que volveré a verlo.
Albert sintió cosquillas en el estómago. “Debo tener hambre” pensó, para darle una razón de ser. Era absurdo que le afectara escucharla decir aquellas cosas. Para su suerte, George se acercó.
- Disculpe, señorita Candy, la señora Elroy le espera. – dijo.
- ¡Oh! Me olvidé que vine con todos. – dijo sonriendo, y señalando a Albert, agregó: - le presento a mi amigo.
Albert le extendió la mano a George.
- Buenas tardes. Mi nombre es Albert.
- Mucho gusto… joven. Soy George Jhonson. Discúlpeme pero la señorita Candy, debe regresar al colegio.
- Deme un minuto más por favor, señor George. – miró a Albert y agregó: - Disculpa Albert me tengo que ir. Le había dicho a la tía abuela que quería venir al zoológico a visitar a la tortuga de Patty. Pero – Dio un paso hacia él, lo abrazó y agregó cálidamente: - realmente quise venir para despedirme de ti.
- Oh… gracias. – dijo conmovido. Interrumpió el abrazo y mirándola a los ojos, carraspeó y le dijo sonriéndole dulcemente: - diviértete, pórtate bien y cuídate mucho.
- Tú también cuídate mucho. ¡Te extrañaré!
- Yo también. Nos vemos. – dijo sonriéndole.
George hizo una leve inclinación de cabeza para Albert y dijo:
- Debemos irnos señorita.
- Sí, vamos. – dijo dirigiéndose a George, y mirando a Albert, sonrió y le dio otro abrazo, esta vez uno fugaz, y al separarse de él exclamó: - ¡Hasta luego Albert!
- Hasta luego. – contestó agitando una mano.
Candy se alejó volteando una y otra vez la cabeza, mientras agitaba la mano a modo de despedida.
Albert sonreía, mientras sintiendo un aleteo en su corazón, pensaba: “¿Cómo reaccionará Candy cuando se entere quién soy?”
Una soleada, pero fresca tarde de junio, en Londres.
Albert estaba sentado a la sombra de un roble ubicado en una pradera que estaba detrás del zoológico “Blue River” en el cual estuvo colaborando los fines de semana, durante tres años. Era su último día allí. Por eso aunque era domingo y había una cantidad considerable de visitantes, él no estaba trabajando. Había ido a buscar a su compañera de aventuras, una pequeña zorrilla a la que llamaba “Puppet”, porque partiría con ella a África, al día siguiente.
“¡Finalmente llegó el día!” pensó sintiendo su corazón latir acelerado. Sonriendo, recostó la espalda en el tronco del árbol, y acariciando el lomo de su mascota, le dijo en voz baja:
- ¡Puppet! ¡Tus días de encierro en el zoológico han terminado! ¡Nos vamos a África mañana! ¡Estoy tan emocionado! ¡He esperado este momento desde que era niño! ¡Vamos a ver leones y subirnos a un elegante! – Puppet se removió en sus brazos, y se acurrucó en su pecho. Albert sonrió ampliamente, y le susurró dulcemente: - No tengas miedo chiquita. Tal como le dije a tía Elroy, no me internaré en la selva. – cerró los ojos, y suspirando recostó la cabeza en el árbol, y susurró: - ¡Ella me quiere tanto! ¡Estaba tan preocupada! El viernes cuando la vi entre los presentes en mi ceremonia de graduación, me sorprendí porque aunque le había escrito diciéndole que me gustaría que viniera, creí que no vendría por cuestiones de trabajo. ¡Pero si vino! Y me dijo que había planeado este viaje a Inglaterra desde principio de año cuando supo que me graduaba en Junio, porque quería estar conmigo en ese día tan especial. ¡Sentí mi corazón derretirse, y casi lloro! – abrió los ojos y mirando al frente, mientras acariciaba a Puppet, que se había acomodado en su pecho, continuó diciendo: - Es tan impropio de ella ser tan cálida, que confieso que no llegué a llorar, porque se me cruzó el pensamiento de qué estaba tratándome con dulzura, porque más tarde me diría que ya que me gradué, era hora de que tomara las riendas de las empresas de la familia, y cuando me preguntó: “¿Cuándo planeas irte a África?” mientras le respondí: “el lunes”, me preparé mentalmente para escucharla recordarme mis responsabilidades, e insistir en que era momento de que las asumiera. Pero otra vez me sorprendió. Me abrazó y me dijo: “hijo, cuídate mucho.” “No te acerques a las bestias salvajes aunque las veas pasearse libremente frente a ti como si fueran mariposas en el jardín. ¡Son peligrosas!” “¡Ten cuidado con los caníbales!, ¡no te alejes de los médicos, y maestros!” ¡Me conmovió tanto su preocupación! – exclamó mirando a su mascota, que levantó la cabeza y lo miró con sus ojitos negros como azabache brillando como si también estuviera conmovida. Acarició su cabeza, y continuó diciendo: - Eso sí, me dijo que me esperaba de regreso dentro de un año y que para entonces tendré que presentarme en sociedad como cabeza de la familia Andrew. – recostó la espalda del tronco del árbol, respiró profundo y volviendo a cubrir sus ojos con sus gafas, musitó: - consentí agradecido. Yo pensaba hacerlo así de todos modos. Estoy tomando este viaje como unas vacaciones, después de terminar mis estudios, y antes de empezar a trabajar. ¡Porque me espera mucho trabajo! Espero hacerlo bien. – cerró los ojos y agregó: - Aunque mientras estudiaba, estuve trabajando con George en los negocios que tenemos en Londres y adquirí mucha experiencia, seré cabeza de un grupo de empresas, y ¡es mucha responsabilidad! - estiró las piernas y suspirando dijo: - me pregunto cómo reaccionará Lizzy cuando se entere que no soy “ningún vago, irresponsable sin futuro.”
- ¡Hola Albert! – escuchó a una voz cantarina decir.
Abrió los ojos y al ver ese rostro pecoso, adornado con dos coletas rubias, frente al suyo, sintió un sobresalto en su corazón.
- ¡Candy! – exclamó, llevándose la mano al pecho mientras Pupet saltaba de su regazo. “¿Me habrá escuchado?” se preguntó, sintiendo su pulso acelerado.
- ¡Uy! ¡No sabía que estabas dormido! ¡Lo siento! - dijo enderezándose.
“No me escuchó.” Se respondió Albert a su propia pregunta, mientras se ponía de pie.
- Descuida. No estaba dormido. – dijo mirándola a los ojos.
- ¡Ah! Pensé que sí, ya que gritaste espantado cuando te saludé.
- No grité espantado. – dijo sonriendo. - me sorprendí porque… - dejó de sonreír, se quitó las gafas y mirándola a los ojos, dijo: - Creí que a estas horas estarías en medio del océano, dentro de un barco, rumbo a Estados Unidos.
- Así debía ser, pero mis planes cambiaron. El tío abuelo William decidió que fuera al curso que verano en Escocia. – anunció haciendo un puchero.
- Pero ¡¿Qué está pasando en ese colegio?! – exclamó Albert alterado y en tono áspero agregó: - ¡Yo no…! – suavizó su tono, y continuó diciendo: - no puedo creer que haya pasado eso. ¿La directora te dijo que tu tutor ordenó que fueras a Escocia?
Candy negó con la cabeza.
- Me lo dijo la tía abuela Elroy.
- ¡¿Qué?! – preguntó boquiabierto, y con dientes apretados, dejó escapar el pensamiento: - ¿Por qué hizo una cosa así?
Candy se balanceó hacia delante y atrás una vez. Luego se quedó estática y dijo:
- Porque fue una orden del tío abuelo William. – suspiró, se encogió de hombros, y agregó: - supongo que debo estar agradecida. Ir a Escocia debe ser mejor que quedarme en el colegio todo el verano.
- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó mirándola a los ojos.
- ¡Ah! ¡Es que no te he contado todo! ¡Verás! ayer en la noche, me castigaron ¡aunque no hice nada malo!, y la directora me dijo que mis vacaciones estaban canceladas y me quedaría en el colegio estudiando, pero esta mañana me informó que podría ir al curso de verano a Escocia. Pensé que había sido gracias a Terry porque me había dicho que él podría ayudarme si le rogaba el favor, y lo hice, pero más tarde, el señor George nos llevó a Archie, Stear, Neil, Eliza y a mí a almorzar con la tía abuela Elroy, y después de regañarme porque supo que fui castigada, la señora Elroy me dijo que logró que la directora autorizara que fuera al curso de verano. Me atreví a sugerirle que me dejara viajar a Estados Unidos, y me contestó: - “puso los brazos en jarras e imitando a una señora mayor dijo”: - “William insiste en que debes estudiar y convertirte en una dama, y sé que si te vas al hogar de Pony, no vas a regresar a Londres. Así que tienes dos opciones: vienes a Escocia bajo mi supervisión, o te quedas en el colegio.”
Albert suavizó su expresión.
- ¿Por qué te castigaron? – quiso saber.
- ¡Por nada! – exclamó abriendo los brazos en cruz. Respiró hondo dramáticamente. Dejó caer los brazos despacio, y en tono más calmado continuó diciendo: - bueno, rompí la regla que tienen de que no podemos visitar a alguien que esté en el cuarto de meditación. Pero te contaré y me dirás si tú no habrías hecho lo mismo. Resulta que Archie y Terry pelearon, y enviaron a Archie al cuarto de meditación. Y fuera de que me pareció injusto que solo Archie fuera enviado allí, es mi amigo, y como anoche estaba haciendo demasiado frio, fui con Annie a llevarle comida y cobijas, y las monjas me descubrieron.
- ¡No puedo creer que por eso cancelaran tus vacaciones! La hermana Greis fue muy severa.
- ¡Demasiado! Dice ser sierva de Dios, pero parece hija del diablo.
- Jajajajaja yo solía decir lo mismo. – soltó inconscientemente, riéndose de la coincidencia.
- ¡¿Estudiaste en el San Pablo?! – preguntó Candy sorprendida.
Albert asintió con la cabeza, y para colaborar a que Candy aligerara el sentimiento de repulsión hacía la institución, dijo:
- Allí hice la secundaria. Y aunque no esté de acuerdo con algunas reglas, debo reconocer que es el mejor colegio de Europa. Eres muy afortunada de poder estudiar ahí.
- Lo sé. Y yo puedo perdonar que tenga una directora tan rígida, pero no ese horrible calabozo oscuro y frío que llaman cuarto de meditación, donde nos encierran a pan y agua, como si en lugar de estudiantes, fuésemos criminales condenados.
- No sabía que los que eran enviados allí, recibían ese trato.
- ¿En serio? ¿Nunca te enviaron al cuarto de meditación?
- ¡Jamás! – dijo negando también con la cabeza.
- Oh… vaya, supuse que sí, porque me imaginé que eras un estudiante rebelde. – dijo soltando una risita.
- Era un rebelde disciplinado. – dijo riéndose.
- ¿Cómo que rebelde disciplinado?
- Mmmm… Por ejemplo, nunca inicié una pelea. Y si alguna acción de las profesoras o la directora me parecía injusta me revelaba, pero sin faltarles el respeto, ni ignorar su autoridad.
- Oh… yo jamás he iniciado una pelea, pero se me ha hecho difícil adaptarme a las reglas tan estrictas del colegio, y una vez le falté el respeto a la directora, sin querer. Estaba tratando de hacerla entender que a Yuli, la tortuga de Paty que te traje al zoológico el mes pasado para que la cuidaras, no podíamos lanzarla a la calle, y ella insistía en que lo hiciéramos. – se cubrió la mano con la boca, y sonriendo, terminó diciendo: - Entonces se me zafaron las palabras “Usted es una rectora cabeza dura”.
- No debiste decirle eso Candy. – dijo poniéndose serio.
- Aunque lo sea. – dijo ella riéndose.
- Aunque lo sea… - repitió serio, y añadió: - no debes olvidar que es una señora mayor, y solo por eso, independientemente de que sea o no la directora del colegio, merece respeto.
Candy arrugó la nariz, y sonriendo le dijo:
- Tienes razón. ¡Ya no me regañes! No lo volveré a hacer.
Albert esbozó una sonrisa y en tono cálido, le dijo:
- No te estaba regañando. Te estaba dando un consejo.
- Ah bueno… es que te escuchaste como la tía abuela Elroy. – dijo sonriendo y agregó: - solo te faltó decirme: - imitando el tono de la señora Elroy, recitó: - “ese comportamiento no es propio de una señorita. No avergüences a la familia Andrew.”
Albert soltó una ligera carcajada, y pensó: “pobre tía. Candy le sacará las canas verdes que le faltaron conmigo.” Dejando de reír, comentó:
- Si me lo permites, quiero darte otro consejo.
- ¡Claro Albert! Dime.
Una ráfaga de viento sopló meciendo la rubia, ondulada y abundante cabellera de Candy, amarrada en dos coletas de moño rojo. Él extendió una mano, y acariciando el centro de su cabeza como si ella fuera una niña pequeña, le dijo:
- Aunque las vacaciones que tendrás no son las que esperabas, ¡Disfrútalas! Escocia es un país muy bonito. ¡Te gustará!
Candy sonrió y mirándolo a los ojos le dijo:
- Gracias Albert. ¡Así lo haré! Sabes que hubiera preferido mil veces irme a Estados Unidos, pero ya que no será posible este verano, lo planearé para las vacaciones de navidad, y en este viaje a Escocia, me divertiré con mis amigos.
- ¡Esa es la actitud! – dijo retirando la mano de su cabeza.
Dibujando una sonrisa, Candy soltó:
- Además, tengo que confesar que me emociona visitar el país de mi príncipe de la colina. – envolviendo sus palabras en un suspiro, miró al cielo y cuestionó: - Me pregunto qué pasaría si nos volvemos a encontrar. ¿Se acordará de mí?
Albert sintió un calorcito en el pecho, del cual culpó al clima y curioso preguntó:
- ¿Cuándo conociste a Guillermo?
- ¿Quién es Guillermo?
- El príncipe de Escocia.
- ¡¿Es un chico rubio, de ojos celestes?! – preguntó abriendo los ojos como platos, muy emocionada.
- No. Él es pelirrojo de ojos cafés. – contestó sonriendo.
- ¡Ah! - contestó decepcionada y añadió: - Entonces ese no es mi príncipe de la colina. Porque mí príncipe es rubio, de ojos celestes como el cielo, - lo miró a los ojos y preguntó: - ¿No te he hablado de él?
- No. – contestó con suavidad, preguntándose porque de repente hacía tanto calor.
- ¡Oh! ¡Pues te cuento! A ese chico, lo conocí hace diez años en la colina de Pony, apareció de la nada, vistiendo ropa típica de Escocia. ¡No sé si era de la realeza pero en verdad parecía un príncipe! ¡todo hermoso! – sonrió y continuó: - era la primera vez que veía a un varón usando falda, y recuerdo que le pregunté si era un astronauta. ¡Debió pensar que estaba loca! Jejeje. Sin embargo, me contestó amablemente que no llevaba falda, sino kilt, y que en Escocia los hombres vestían así. También cargaba una gaita, y tocó un poco de música para mí. ¡Fue tan amable! ¡Y tan dulce! Yo había estado llorando, y él lo notó así que cuando sonreí gracias a él, me dijo: “Eres mucho más linda cuando sonríes que cuando lloras” – respiró profundo y agregó en un suspiro: - ¡Fue tan tierno! Lamento no haberle podido preguntar el nombre, porque di media vuelta y cuando volteé para preguntarle su nombre, ya no estaba, despareció como si hubiera sido una alucinación mía. Y de hecho habría podido pensar que fue solo un sueño, de no ser porque se le cayó un broche que cargaba en el pecho, el cual conservo hasta hoy como prueba de nuestro encuentro, y como amuleto de la buena suerte. Dije que si algún día lo vuelvo a ver, se lo devolveré. Pero no he vuelto a verlo jamás.
- Me sorprende que recuerdes con tanta claridad, algo que sucedió hace tanto tiempo. – dijo serio mirándola a los ojos.
Candy sonrió.
- Tal vez nunca lo he olvidado, porque fue mi primer amor.
Albert soltó una risita, y dijo:
- ¡¿Qué cosas dices Candy?! ¡Eras una niñita de ¿Cuánto?! ¿Cuatro años?
- ¡Tenía cinco, casi seis! – dijo y sonriendo picara agregó: - Pero aunque era muy pequeña, yo creo que me enamoré de él. Me pongo nerviosa solo de imaginar que volveré a verlo.
Albert sintió cosquillas en el estómago. “Debo tener hambre” pensó, para darle una razón de ser. Era absurdo que le afectara escucharla decir aquellas cosas. Para su suerte, George se acercó.
- Disculpe, señorita Candy, la señora Elroy le espera. – dijo.
- ¡Oh! Me olvidé que vine con todos. – dijo sonriendo, y señalando a Albert, agregó: - le presento a mi amigo.
Albert le extendió la mano a George.
- Buenas tardes. Mi nombre es Albert.
- Mucho gusto… joven. Soy George Jhonson. Discúlpeme pero la señorita Candy, debe regresar al colegio.
- Deme un minuto más por favor, señor George. – miró a Albert y agregó: - Disculpa Albert me tengo que ir. Le había dicho a la tía abuela que quería venir al zoológico a visitar a la tortuga de Patty. Pero – Dio un paso hacia él, lo abrazó y agregó cálidamente: - realmente quise venir para despedirme de ti.
- Oh… gracias. – dijo conmovido. Interrumpió el abrazo y mirándola a los ojos, carraspeó y le dijo sonriéndole dulcemente: - diviértete, pórtate bien y cuídate mucho.
- Tú también cuídate mucho. ¡Te extrañaré!
- Yo también. Nos vemos. – dijo sonriéndole.
George hizo una leve inclinación de cabeza para Albert y dijo:
- Debemos irnos señorita.
- Sí, vamos. – dijo dirigiéndose a George, y mirando a Albert, sonrió y le dio otro abrazo, esta vez uno fugaz, y al separarse de él exclamó: - ¡Hasta luego Albert!
- Hasta luego. – contestó agitando una mano.
Candy se alejó volteando una y otra vez la cabeza, mientras agitaba la mano a modo de despedida.
Albert sonreía, mientras sintiendo un aleteo en su corazón, pensaba: “¿Cómo reaccionará Candy cuando se entere quién soy?”