Cuando entré al salón de la recepción sentí de inmediato todas las miradas sobre mi. Todo el mundo estaba pendiente de las personas que entraban y por supuesto con quién entraban. Al mirarme supe que todos veían exactamente lo que yo quería que vieran: Un hombre alto, gallardo y exitoso, que arranca suspiros y paraliza miradas.
Una mujer se me acercó, en aquel tiempo era una de las mejores amigas de mi hermana Eliza.
-Neil, por dios que bien te vez, los años te han tratado de maravilla.
-Hola Luisa, -hago leve inclinación como saludo. -creo que exageras un poco- le dije con falsa modestia.-todos tenemos unos años más ensima y de una manera u otra se notan.
Cuando me di cuenta, varias mujeres me tenían rodeado, preguntando si me había casado, que si tenía hijos, si seguí con el negocio familiar.
De pronto sentí la necesidad de tomar un poco de aire, me disculpé con las damas y salí a la terraza, me afloje un poco la corbata porque sentía que me ahogaba, creo que son los nervios que siento porque sé, que hoy la voy a ver, después de tantos años. Tomo una bocanada de aire fresco y trato de tranquilizarme, cuando busco dónde sentarme por un momento, veo la silueta de una mujer, la reconozco al instante es ella.
Me observa con esa mirada tan dulce que la caracteriza.
-Hola Neil, ¿Cómo estás?
-Bien gracias.
No hay más palabras, solo una mirada que me sale del alma, no sé si refleja, mi alegría o tristeza, pero ella la comprende y solo asiente con su cabeza y me regala la sonrisa más hermosa que nunca le había visto jamás, se le ve radiante, totalmente feliz.
Hago una inclinación como una despedida y salgo del lugar, me dirijo nuevamente al salón, ahí encuentro a mis antiguos compañeros, hablamos negocios, de nuestras familias y hacemos la promesa de reencontrarnos nuevamente en poco tiempo. Al terminar la noche me marcho satisfecho porque cumplí con lo que me había propuesto, verla de nuevo y dejarla ir por completo.
Espero que les guste este pequeño relato.