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Terrence
La mayoría de las personas piensa que, los amores de verano, son efímeros.
Casi todos coinciden en que, se sufre mucho, cuando tienes que decirles adiós, pero, también dicen que, una vez que alcanzas la madurez, comprendes la naturaleza de esos amores y eres capaz de aceptar que, solo fueron una bonita manera de pasar las vacaciones.
Obviamente, yo no comparto esa opinión, porque, resulta que mi amor de verano, se convirtió en algo más que un simple enamoramiento. No entiendo cómo pasó, solo sé que, de un momento a otro, encontré a mi alma gemela, la encontré, a pesar de que ni siquiera la estaba buscando.
Al inicio, pensé en tomarme un tiempo para asimilarlo e ir conociendo a Candy poco a poco, sin embargo, después de algunos días, mi ecuanimidad se fue por los suelos y no pude seguir fingiendo que solo quería su amistad. Sentía que había encontrado un tesoro y que no deseaba que alguien me lo arrebatara... quería a Candy para mí y no tuve más dudas de acercarme a ella. Estuve seguro de mis intenciones, desde el momento en el que decidí bajarme del autobús, para encontrarme con ella en la heladería y poder acompañarla a su casa. Nunca antes hice algo tan espontáneo como eso, sin embargo, de la nada, tomé la determinación de hacer aquella locura…
«¿Por qué tardaste tanto? ¿Te hicieron trabajar tiempo extra?», preguntó mi padre, pues él, me esperaba todos los días cerca de la parada de autobús.
«No… lo que pasa, es que cometí un error al capturar los datos de hoy y al darme cuenta, quise corregirlo de inmediato, lo siento papá, se me fue el tiempo», mentí, porque no supe cómo decirle lo que sucedía conmigo. No tenía idea de cómo platicarle que estaba enamorado, tanto, como nunca antes lo estuve.
Al día siguiente, ya con un plan bien estructurado, le pedí a papá que fuera por mí, un poco más tarde de lo que acostumbraba ir. Estudié a detalle mi itinerario y calculé el tiempo exacto que me ayudaría a llevar a cabo mis planes: tenía que salir del trabajo, bajarme en la heladería, acompañar a Candy a su casa, regresar a la parada de autobús y por último, fingir que me bajaba del transporte.
Sabía que no sería cosa fácil, pero las ganas de pasar más tiempo con Candy, superaban cualquier tipo de obstáculos, incluso superaban toda lógica...
Al final, todo se adecuó para que mi padre pasara por mí, 30 minutos después de la hora pactada, lo convencí de que así podría pasar, sin que ambos nos preocupáramos por dejar pendientes, en nuestros respectivos empleos.
A pesar del esfuerzo que le puse a mi pequeña mentira, estaba seguro de que mis padres, ya sabían que yo tenía una relación con Candy. No importaba que no les hablara sobre eso, ellos, simplemente se enteraban de todo lo que yo hacía. Reconozco que fueron muy pacientes, ya que guardaron silencio por casi dos meses y no me preguntaron nada, hasta que llegó el final del verano…
—Hoy tengo tiempo suficiente, para llevarte a tu trabajo —dijo mi padre, mientras tomábamos el desayuno.
Desde luego, la idea no me agradó, porque yo veía a Candy en la parada de autobús y siempre viajábamos juntos. No quería renunciar a eso, sobre todo cuando eran los últimos días de las vacaciones. Al entrar a la escuela todo se iba complicar.
—Me gusta viajar en autobús, así tengo tiempo para pensar —respondí, ignorando su propuesta.
—Entiendo, los viajes en autobús son relajantes, cuando sabes apreciarlos —mencionó él, mostrándose comprensivo, mas, luego añadió—. Como sea, puedo llevarlos a los dos: a ti, y a la chica... —expresó en un tono muy natural, al tiempo que hojeaba su periódico.
—¿Cuál chica? —Le pregunté de inmediato, haciendo como si no comprendiera de lo que él me hablaba.
—La chica bonita, de cabello rubio y rizado... esa jovencita con la que te encuentras todos los días. Si supiera cómo se llama, pues me referiría a ella por su nombre. Claro que, tú no has tenido la delicadeza de presentármela —reclamó, con seriedad.
Yo dejé de comer mi cereal y molesto, le pregunté:
—¿Has estado espiándome?
Richard Grandchester se rio o, mejor dicho, se carcajeó… después de un rato, cuando se calmó, me dijo:
—Mi querido Terry, ¿por qué siempre eres tan paranoico?
—Contesta, padre —exigí saber, en tanto que él guardaba la calma.
—No, muchachito, no te he estado espiando... Todo, lo has hecho delante de mis ojos. Día tras día, te he visto correr hacia aquella chica. Te olvidas de mí, apenas pones un pie afuera del auto. Además, hace semanas que te tomas demasiado tiempo, para llegar a la parada de autobús y regresar conmigo a casa, ¿sabes, hijo?, yo también fui joven y sé que no es fácil admitir cuando nos gusta alguien —mencionó él, como preparándose para seguir con su interrogatorio. Yo ya no le di oportunidad de que siguiera en ese camino, así que decidí confesar:
—Ella se llama Candice, pero, le gusta que le digan Candy... —dije, sin darle más vuelta al asunto.
—Bonito nombre... Y dime, ¿es algo serio?
Recuerdo que esa pregunta me puso nervioso, pese a ello, seguí tranquilo, haciendo uso del talento actoral que heredé de mi mamá.
—Richard, ¿qué clase de pregunta es esa?
—Es la clase de pregunta que, los padres, les hacen a sus hijos... Terrence, tú ya no eres un niño, sino un joven que está a punto de comenzar con su último año de preparatoria. Tienes edad suficiente para que me digas qué esperas de esa relación.
Yo le miré con incredulidad y pedí:
—Mejor sé más específico... porque parece que quieres preguntar por otra cosa.
Richard comenzó a desesperarse… se notaba que no estaba contento con mis respuestas.
—¿Es tu novia? ¿Algún día pretendes traerla aquí para conocerla? —cuestionó él, mostrándose impaciente.
—Sí, Candy es mi novia y por supuesto, algún día la traeré, ¿contento?
Él parecía estar satisfecho, pero con mi padre, nunca se sabe, así que me preparé para el contrataque, ya que todo indicaba que continuaría interrogándome.
—¿Qué tan serio es? —volvió a preguntar.
Era muy evidente que deseaba saber, hasta dónde había llegado con Candy, así que no reparé en responder:
—¿Quieres saber si inicié mi vida sexual con ella, o algo parecido? —Richard enarcó la ceja y yo bufé enojado—. No soy virgen, claro está, de cualquier forma, soy bastante responsable en ese tema y respecto a Candice, con ella todo es diferente... ella, es la inocencia personificada, así que, no te preocupes, no estoy haciendo planes para pervertirla.
Richard asintió.
—Entonces, esto es más serio de lo que imaginaba —respondió él, mostrándose sorprendido.
—¿Por qué suenas tan escandalizado?
—No estoy escandalizado, sin embargo, es la primera vez que me hablas sobre una chica. Por primera vez, me confiesas que tienes una relación...
Yo no contesté, sabía que él tenía razón, Candy era el tema más serio que había en mi corta existencia. Nunca antes mostré afecto por alguien. Me había relacionado con otras chicas, pero, ninguna que mis padres conocieran. Jamás en la vida sentí lo que sentía en ese momento.
—Quizá no es la chica que tú querías para mí —dije consciente de que mi nivel socioeconómico y el de ella eran diferentes—. Te hubiera gustado que tomara seriedad con alguna hija de un amigo tuyo... o con alguien de la alta sociedad de Syracuse, no obstante, Candy es a quien yo elegí.
—¿Por quién me tomas Terrence? ¿Por un clasista?
—Pues no sé qué pensar... parece que no te gusta que ella sea mi novia.
—Niño, como es tu costumbre, imaginas cosas que no son. —Me dijo tornándose serio—. Yo renuncié a todo por tu madre, tu abuelo no estaba contento con mi decisión de casarme con ella y me desheredó, eso no me interesó, dejé Inglaterra y seguí adelante en este lugar, lo que tenemos ahora es fruto de mi trabajo y me siento orgulloso de eso, en verdad, ¿crees que me importa si esa chica tiene dinero o no? ¿Me crees tan cruel y vacío como tú difunto abuelo? —preguntó con molestia—. No la conozco, es verdad, pero, ten por seguro que no la estoy desaprobando, te pido que dejes de pensar tonterías.
—Sin embargo, veo algo en tu mirada —insistí, pues era así, como me sentía en esos momentos.
—Lo único que quiero, es que no arruines tu vida, tomando decisiones irresponsables, Candy es importante, la estás cuidando y eso me agrada, pero hijo mío, las hormonas siempre juegan malas pasadas y no quiero que desperdicies las oportunidades que tienes... ¿cuánto tiempo te mantendrás así de comprensivo? Los chicos, son chicos, yo fui uno, y sé que algún día vas a querer algo más de esa niña... —Richard hizo una pausa y enseguida dijo—. Me alegra que hayas encontrado alguien especial, únicamente, te pido prudencia y responsabilidad.
No podía escuchar más, así que me levanté de la mesa y salí de casa. Mi madre se había ido a Manhattan y nada funcionaba como debía. Si ella hubiera estado allí, mi padre no hubiera llegado tan lejos con su ridícula paranoia.
La parada de autobús, no estaba cerca de mi casa. Caminé rápido, sin embargo, aún faltaban varias cuadras para salir del vecindario. Mi padre me alcanzó, llevaba la camioneta y no su preciado Porsche.
—Voy a llevarte y a tu Candy también, así que sube...
—Está bien, llévame a la parada, pero, Candy y yo nos iremos en el autobús, no deseo asustarla subiéndola a un vehículo contigo —dije, antes de subirme a la camioneta.
—Está bien, está bien, te llevaré a la parada.
Mi padre me llevó hasta allá y me sentí aliviado de llegar a tiempo, porque Candy ya estaba esperando por mí.
Ella conocía a Richard, solo de vista, porque veía cuando me dejaba. Mi papá la observó desde la camioneta y sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo, le hizo una señal de saludo, misma a la que Candy correspondió de la misma forma.
—Te advierto que quiero conocerla y tu madre también, así que, el fin de semana quiero que la lleves a la casa.
—¿Algo más su Excelencia?
Pregunté en tono burlón, mientras Richard hacia un gesto de molestia.
—Nada más, hijito… te veo en la tarde.
Ya no le dije nada y me bajé de la camioneta. Candy me sonrió y se acercó hacia mí, para saludarme. Todo continúo de manera normal durante el día, hasta que, en la tarde, tuve que decirle lo de la invitación para conocer a mis padres.
—Me halaga, saber que tus padres me invitaron, pero, ¿y tú quieres que yo vaya? —preguntó, desviando su mirada.
—Claro que sí, Candy... ¿por qué haces esta pregunta? Yo ya conocí a Rosemary y George, les pedí permiso para estar contigo, lo más natural es que tú conozcas a mis padres... eres mi novia y hemos hablado de que lo que tenemos no es amor de verano, sino una relación de verdad...
Ella sonrió al escucharme decir eso y después me confesó:
—Sí lo sé, pero es que te veo algo nervioso y no quiero que te sientas presionado.
—No me siento presionado, es solo que no soy como tú, yo no hablo con mis padres sobre mis sentimientos… Todo lo guardo para mí, ¿me comprendes?
Candy tomó mi mano para ayudarme a mantener la calma. Caminamos por un largo rato, sin decir nada. Segundos más tarde, ella se decidió a retomar el tema.
—Estaré encantada de conocerlos y de convivir con ellos… por favor, diles que yo llevaré el postre, ¿de acuerdo? —expresó, haciéndome sonreír. Pues lucía emocionada con el hecho de conocer a mis padres.
Al regresar a casa, mi madre me recibió en la puerta y con una emoción desmedida, me abrazó y besó mis dos mejillas.
—Ya me dijo tu papá... ¡Oh dios! Por fin podremos conocerla... —mencionó, dejándome ver lo contenta que estaba.
Mi padre nos veía desde lejos, sonreía divertido, al tiempo que mi mamá hacía planes.
«¿Cuál es su comida favorita? ¿Quieres que preparemos algo nosotros o le pedimos a la Señora Lena que haga algo especial?»
Las preguntas iban y venían. Yo estaba a punto de volverme loco, así que le dije:
—Me gustaría que usáramos la parrilla, tal vez hacer un asado sea lo mejor, eso hará que Candy se sienta como en casa y yo seré feliz también —mencioné, caminando hacia las escaleras—. Ella traerá el postre, así que por eso no se preocupen.
Ambos asintieron, los dos sonreían y me observaban como si nunca antes me hubieran visto. Era una mirada de sorpresa, aunque al mismo tiempo, era una mirada llena de emoción, se notaba que ellos estaban conmovidos. Yo, hice como si no les hubiera prestado atención. Subí las escaleras y me dirigí hacia mi alcoba.
—Terry, espera… —pidió mi padre, siguiendo mis pasos. Yo me detuve al llegar a la planta baja y atendí a su llamado—. Solo quería decirte que me hace feliz, el darme cuenta que confías en mí…
Yo sonreí y contesté:
—Eres mi padre, siempre voy a confiar en ti —Le dije, al tiempo que él se acercaba hacia mí, para darme un breve, pero fuerte abrazo. Me observó de nuevo y volvió a sonreír.
—Nos vemos en la cena… —mencionó alejándose hacia su alcoba.
Yo me quedé allí, mirando a mi papá. Después de años recordaría con mucho cariño ese momento. Entré a mi habitación y dirigí la mirada hacia el ventanal, tomé el lápiz y el cuaderno que, tenía sobre el escritorio, y comencé a dibujar una escena que vino a mi mente.
El verano estaba acabándose, sin embargo, mi vida cambiaba de tal manera, que sentía como si apenas comenzara a vivirla. Sabía que el último año en la escuela, sería complicado y que después de eso ya nada volvería ser igual… no obstante, algo me motivaba a seguir caminando. Algo, me empujaba, a experimentar nuevos sentimientos, sin agobiarme por el futuro. Ese algo, era ella, Candy... la persona que estaba enseñándome amar y a pensar en lo bello que era vivir.
Nada cambiaría mis sentimientos hacia ella, ni siquiera, la separación que sufriríamos años después, cuando nuestro amor, tuviera que pasar por una dura y dolorosa prueba.
Casi todos coinciden en que, se sufre mucho, cuando tienes que decirles adiós, pero, también dicen que, una vez que alcanzas la madurez, comprendes la naturaleza de esos amores y eres capaz de aceptar que, solo fueron una bonita manera de pasar las vacaciones.
Obviamente, yo no comparto esa opinión, porque, resulta que mi amor de verano, se convirtió en algo más que un simple enamoramiento. No entiendo cómo pasó, solo sé que, de un momento a otro, encontré a mi alma gemela, la encontré, a pesar de que ni siquiera la estaba buscando.
Al inicio, pensé en tomarme un tiempo para asimilarlo e ir conociendo a Candy poco a poco, sin embargo, después de algunos días, mi ecuanimidad se fue por los suelos y no pude seguir fingiendo que solo quería su amistad. Sentía que había encontrado un tesoro y que no deseaba que alguien me lo arrebatara... quería a Candy para mí y no tuve más dudas de acercarme a ella. Estuve seguro de mis intenciones, desde el momento en el que decidí bajarme del autobús, para encontrarme con ella en la heladería y poder acompañarla a su casa. Nunca antes hice algo tan espontáneo como eso, sin embargo, de la nada, tomé la determinación de hacer aquella locura…
«¿Por qué tardaste tanto? ¿Te hicieron trabajar tiempo extra?», preguntó mi padre, pues él, me esperaba todos los días cerca de la parada de autobús.
«No… lo que pasa, es que cometí un error al capturar los datos de hoy y al darme cuenta, quise corregirlo de inmediato, lo siento papá, se me fue el tiempo», mentí, porque no supe cómo decirle lo que sucedía conmigo. No tenía idea de cómo platicarle que estaba enamorado, tanto, como nunca antes lo estuve.
Al día siguiente, ya con un plan bien estructurado, le pedí a papá que fuera por mí, un poco más tarde de lo que acostumbraba ir. Estudié a detalle mi itinerario y calculé el tiempo exacto que me ayudaría a llevar a cabo mis planes: tenía que salir del trabajo, bajarme en la heladería, acompañar a Candy a su casa, regresar a la parada de autobús y por último, fingir que me bajaba del transporte.
Sabía que no sería cosa fácil, pero las ganas de pasar más tiempo con Candy, superaban cualquier tipo de obstáculos, incluso superaban toda lógica...
Al final, todo se adecuó para que mi padre pasara por mí, 30 minutos después de la hora pactada, lo convencí de que así podría pasar, sin que ambos nos preocupáramos por dejar pendientes, en nuestros respectivos empleos.
A pesar del esfuerzo que le puse a mi pequeña mentira, estaba seguro de que mis padres, ya sabían que yo tenía una relación con Candy. No importaba que no les hablara sobre eso, ellos, simplemente se enteraban de todo lo que yo hacía. Reconozco que fueron muy pacientes, ya que guardaron silencio por casi dos meses y no me preguntaron nada, hasta que llegó el final del verano…
—Hoy tengo tiempo suficiente, para llevarte a tu trabajo —dijo mi padre, mientras tomábamos el desayuno.
Desde luego, la idea no me agradó, porque yo veía a Candy en la parada de autobús y siempre viajábamos juntos. No quería renunciar a eso, sobre todo cuando eran los últimos días de las vacaciones. Al entrar a la escuela todo se iba complicar.
—Me gusta viajar en autobús, así tengo tiempo para pensar —respondí, ignorando su propuesta.
—Entiendo, los viajes en autobús son relajantes, cuando sabes apreciarlos —mencionó él, mostrándose comprensivo, mas, luego añadió—. Como sea, puedo llevarlos a los dos: a ti, y a la chica... —expresó en un tono muy natural, al tiempo que hojeaba su periódico.
—¿Cuál chica? —Le pregunté de inmediato, haciendo como si no comprendiera de lo que él me hablaba.
—La chica bonita, de cabello rubio y rizado... esa jovencita con la que te encuentras todos los días. Si supiera cómo se llama, pues me referiría a ella por su nombre. Claro que, tú no has tenido la delicadeza de presentármela —reclamó, con seriedad.
Yo dejé de comer mi cereal y molesto, le pregunté:
—¿Has estado espiándome?
Richard Grandchester se rio o, mejor dicho, se carcajeó… después de un rato, cuando se calmó, me dijo:
—Mi querido Terry, ¿por qué siempre eres tan paranoico?
—Contesta, padre —exigí saber, en tanto que él guardaba la calma.
—No, muchachito, no te he estado espiando... Todo, lo has hecho delante de mis ojos. Día tras día, te he visto correr hacia aquella chica. Te olvidas de mí, apenas pones un pie afuera del auto. Además, hace semanas que te tomas demasiado tiempo, para llegar a la parada de autobús y regresar conmigo a casa, ¿sabes, hijo?, yo también fui joven y sé que no es fácil admitir cuando nos gusta alguien —mencionó él, como preparándose para seguir con su interrogatorio. Yo ya no le di oportunidad de que siguiera en ese camino, así que decidí confesar:
—Ella se llama Candice, pero, le gusta que le digan Candy... —dije, sin darle más vuelta al asunto.
—Bonito nombre... Y dime, ¿es algo serio?
Recuerdo que esa pregunta me puso nervioso, pese a ello, seguí tranquilo, haciendo uso del talento actoral que heredé de mi mamá.
—Richard, ¿qué clase de pregunta es esa?
—Es la clase de pregunta que, los padres, les hacen a sus hijos... Terrence, tú ya no eres un niño, sino un joven que está a punto de comenzar con su último año de preparatoria. Tienes edad suficiente para que me digas qué esperas de esa relación.
Yo le miré con incredulidad y pedí:
—Mejor sé más específico... porque parece que quieres preguntar por otra cosa.
Richard comenzó a desesperarse… se notaba que no estaba contento con mis respuestas.
—¿Es tu novia? ¿Algún día pretendes traerla aquí para conocerla? —cuestionó él, mostrándose impaciente.
—Sí, Candy es mi novia y por supuesto, algún día la traeré, ¿contento?
Él parecía estar satisfecho, pero con mi padre, nunca se sabe, así que me preparé para el contrataque, ya que todo indicaba que continuaría interrogándome.
—¿Qué tan serio es? —volvió a preguntar.
Era muy evidente que deseaba saber, hasta dónde había llegado con Candy, así que no reparé en responder:
—¿Quieres saber si inicié mi vida sexual con ella, o algo parecido? —Richard enarcó la ceja y yo bufé enojado—. No soy virgen, claro está, de cualquier forma, soy bastante responsable en ese tema y respecto a Candice, con ella todo es diferente... ella, es la inocencia personificada, así que, no te preocupes, no estoy haciendo planes para pervertirla.
Richard asintió.
—Entonces, esto es más serio de lo que imaginaba —respondió él, mostrándose sorprendido.
—¿Por qué suenas tan escandalizado?
—No estoy escandalizado, sin embargo, es la primera vez que me hablas sobre una chica. Por primera vez, me confiesas que tienes una relación...
Yo no contesté, sabía que él tenía razón, Candy era el tema más serio que había en mi corta existencia. Nunca antes mostré afecto por alguien. Me había relacionado con otras chicas, pero, ninguna que mis padres conocieran. Jamás en la vida sentí lo que sentía en ese momento.
—Quizá no es la chica que tú querías para mí —dije consciente de que mi nivel socioeconómico y el de ella eran diferentes—. Te hubiera gustado que tomara seriedad con alguna hija de un amigo tuyo... o con alguien de la alta sociedad de Syracuse, no obstante, Candy es a quien yo elegí.
—¿Por quién me tomas Terrence? ¿Por un clasista?
—Pues no sé qué pensar... parece que no te gusta que ella sea mi novia.
—Niño, como es tu costumbre, imaginas cosas que no son. —Me dijo tornándose serio—. Yo renuncié a todo por tu madre, tu abuelo no estaba contento con mi decisión de casarme con ella y me desheredó, eso no me interesó, dejé Inglaterra y seguí adelante en este lugar, lo que tenemos ahora es fruto de mi trabajo y me siento orgulloso de eso, en verdad, ¿crees que me importa si esa chica tiene dinero o no? ¿Me crees tan cruel y vacío como tú difunto abuelo? —preguntó con molestia—. No la conozco, es verdad, pero, ten por seguro que no la estoy desaprobando, te pido que dejes de pensar tonterías.
—Sin embargo, veo algo en tu mirada —insistí, pues era así, como me sentía en esos momentos.
—Lo único que quiero, es que no arruines tu vida, tomando decisiones irresponsables, Candy es importante, la estás cuidando y eso me agrada, pero hijo mío, las hormonas siempre juegan malas pasadas y no quiero que desperdicies las oportunidades que tienes... ¿cuánto tiempo te mantendrás así de comprensivo? Los chicos, son chicos, yo fui uno, y sé que algún día vas a querer algo más de esa niña... —Richard hizo una pausa y enseguida dijo—. Me alegra que hayas encontrado alguien especial, únicamente, te pido prudencia y responsabilidad.
No podía escuchar más, así que me levanté de la mesa y salí de casa. Mi madre se había ido a Manhattan y nada funcionaba como debía. Si ella hubiera estado allí, mi padre no hubiera llegado tan lejos con su ridícula paranoia.
La parada de autobús, no estaba cerca de mi casa. Caminé rápido, sin embargo, aún faltaban varias cuadras para salir del vecindario. Mi padre me alcanzó, llevaba la camioneta y no su preciado Porsche.
—Voy a llevarte y a tu Candy también, así que sube...
—Está bien, llévame a la parada, pero, Candy y yo nos iremos en el autobús, no deseo asustarla subiéndola a un vehículo contigo —dije, antes de subirme a la camioneta.
—Está bien, está bien, te llevaré a la parada.
Mi padre me llevó hasta allá y me sentí aliviado de llegar a tiempo, porque Candy ya estaba esperando por mí.
Ella conocía a Richard, solo de vista, porque veía cuando me dejaba. Mi papá la observó desde la camioneta y sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo, le hizo una señal de saludo, misma a la que Candy correspondió de la misma forma.
—Te advierto que quiero conocerla y tu madre también, así que, el fin de semana quiero que la lleves a la casa.
—¿Algo más su Excelencia?
Pregunté en tono burlón, mientras Richard hacia un gesto de molestia.
—Nada más, hijito… te veo en la tarde.
Ya no le dije nada y me bajé de la camioneta. Candy me sonrió y se acercó hacia mí, para saludarme. Todo continúo de manera normal durante el día, hasta que, en la tarde, tuve que decirle lo de la invitación para conocer a mis padres.
—Me halaga, saber que tus padres me invitaron, pero, ¿y tú quieres que yo vaya? —preguntó, desviando su mirada.
—Claro que sí, Candy... ¿por qué haces esta pregunta? Yo ya conocí a Rosemary y George, les pedí permiso para estar contigo, lo más natural es que tú conozcas a mis padres... eres mi novia y hemos hablado de que lo que tenemos no es amor de verano, sino una relación de verdad...
Ella sonrió al escucharme decir eso y después me confesó:
—Sí lo sé, pero es que te veo algo nervioso y no quiero que te sientas presionado.
—No me siento presionado, es solo que no soy como tú, yo no hablo con mis padres sobre mis sentimientos… Todo lo guardo para mí, ¿me comprendes?
Candy tomó mi mano para ayudarme a mantener la calma. Caminamos por un largo rato, sin decir nada. Segundos más tarde, ella se decidió a retomar el tema.
—Estaré encantada de conocerlos y de convivir con ellos… por favor, diles que yo llevaré el postre, ¿de acuerdo? —expresó, haciéndome sonreír. Pues lucía emocionada con el hecho de conocer a mis padres.
Al regresar a casa, mi madre me recibió en la puerta y con una emoción desmedida, me abrazó y besó mis dos mejillas.
—Ya me dijo tu papá... ¡Oh dios! Por fin podremos conocerla... —mencionó, dejándome ver lo contenta que estaba.
Mi padre nos veía desde lejos, sonreía divertido, al tiempo que mi mamá hacía planes.
«¿Cuál es su comida favorita? ¿Quieres que preparemos algo nosotros o le pedimos a la Señora Lena que haga algo especial?»
Las preguntas iban y venían. Yo estaba a punto de volverme loco, así que le dije:
—Me gustaría que usáramos la parrilla, tal vez hacer un asado sea lo mejor, eso hará que Candy se sienta como en casa y yo seré feliz también —mencioné, caminando hacia las escaleras—. Ella traerá el postre, así que por eso no se preocupen.
Ambos asintieron, los dos sonreían y me observaban como si nunca antes me hubieran visto. Era una mirada de sorpresa, aunque al mismo tiempo, era una mirada llena de emoción, se notaba que ellos estaban conmovidos. Yo, hice como si no les hubiera prestado atención. Subí las escaleras y me dirigí hacia mi alcoba.
—Terry, espera… —pidió mi padre, siguiendo mis pasos. Yo me detuve al llegar a la planta baja y atendí a su llamado—. Solo quería decirte que me hace feliz, el darme cuenta que confías en mí…
Yo sonreí y contesté:
—Eres mi padre, siempre voy a confiar en ti —Le dije, al tiempo que él se acercaba hacia mí, para darme un breve, pero fuerte abrazo. Me observó de nuevo y volvió a sonreír.
—Nos vemos en la cena… —mencionó alejándose hacia su alcoba.
Yo me quedé allí, mirando a mi papá. Después de años recordaría con mucho cariño ese momento. Entré a mi habitación y dirigí la mirada hacia el ventanal, tomé el lápiz y el cuaderno que, tenía sobre el escritorio, y comencé a dibujar una escena que vino a mi mente.
El verano estaba acabándose, sin embargo, mi vida cambiaba de tal manera, que sentía como si apenas comenzara a vivirla. Sabía que el último año en la escuela, sería complicado y que después de eso ya nada volvería ser igual… no obstante, algo me motivaba a seguir caminando. Algo, me empujaba, a experimentar nuevos sentimientos, sin agobiarme por el futuro. Ese algo, era ella, Candy... la persona que estaba enseñándome amar y a pensar en lo bello que era vivir.
Nada cambiaría mis sentimientos hacia ella, ni siquiera, la separación que sufriríamos años después, cuando nuestro amor, tuviera que pasar por una dura y dolorosa prueba.
By Lady Supernova
Fiesta Florida 2022
Fiesta Florida 2022
Relato inspirado en: "Something" by The Beatles
Última edición por Lady Supernova el Jue Abr 21, 2022 1:10 pm, editado 1 vez
lo ultimo me indica una separacion! 
seguire pendiente de esta linda historia Lady Supernova. 
