Ha sido un placer compartir con ustedes bellos y gratos momentos. Como despedida les presento este pequeño one shot cumpleañero para que veamos una celebración algo singular de nuestra pequeña pecosa en manos de su bombón inglés.
–¿¡Pero qué haces!?– era el furioso reclamo que le hacía una bella mujer de brillantes ojos verdes y rubia cabellera al guapo hombre de cabellos castaños y penetrantes ojos azules que la miraban como tempestad en medio del océano
–¿Crees que tu comportamiento se quedará así? Se ha portado muy mal señora mía. He estado muy preocupado por tí y te aseguro que esto no se quedará así. ¡Ven conmigo!
–No quiero. Vine con Edward y él será quien me lleve a casa.
Una pareja de esposos tenían varios minutos discutiendo en una pequeña cafetería de la localidad de Birmingham. El hombre de cabellera castaña había irrumpido en el lugar como si fuera un torbellino buscando a la rubia causante de su enorme molestia. Cuando la divisó sentada cómodamente disfrutando de una taza de chocolate acompañado con una rebanada de pastel sin la más mínima preocupación, sintió que estallaría del coraje.
–Candice Granchester, deja de comportarte como una niñita. Dije que nos vamos.
–¿Y si no quiero? ¿piensas castigarme como la niñita que dices que soy? ¿Acaso me darás unas nalgadas por mi supuesto mal comportamiento? ¿Acaso eres mi dueño?
–Si ese es tu deseo señora Granchester, créeme que estoy más que dispuesto a complacerte.
–¡Ni te atrevas! No creo que la gran estrella del espectáculo quiera brindar uno aquí mismo en esta cafetería
–¿Crees que eso me detendrá? ¿desde cuándo me importa lo que escriben de mí los periódicos amarillistas? Si es que van a sacar una nota, que la saquen como debe de ser. O vienes conmigo por las buenas o soy capaz de cargarte sobre mis hombros y sacarte de aquí a las malas. Tú eliges.
–¡No serías capaz de semejante barbaridad!
–No me tientes, Candice
–Pe… pero, Edward me trajo ¿Y dónde está Edward?
–Lo mandé en un carro de alquiler. Yo manejaré. Ahora decide, vienes conmigo por las buenas o por las malas.
La rubia se levantó molesta de su silla. No podía creer que su esposo le estuviera obligando a salir de aquel sitio Subieron en el coche y emprendieron la ruta de regreso a casa en total silencio. Mirando por la ventana el paisaje nocturno de Birmingham recordó cómo es que había llegado a estar así de furiosa con su esposo.
MAYO 6 9:00 P.M
La rubia miraba su reflejo una y otra vez en el espejo de su hermosa coqueta estilo victoriano. Era una mujer muy linda, no lo podía negar, pero tenía la errónea idea de que el paso del tiempo estaba haciendo mella en su rostro. Se vio obligada a darse una bofetada mental por los absurdos pensamientos que la estaban asaltando en ese momento.
–¡Vamos Candy! ¡Qué te pasa! ¿Por qué dudas de él? ¿Acaso no te ha demostrado cuanto te quiere?
Ya no era una jovencita como cuando se casó. Atrás habían quedado las aventuras del colegio San Pablo. Ahora era una señora de más de 30 años, con un matrimonio estable en su haber y dos preciosos niños que eran un verdadero torbellino en casa. Siendo honesta consigo misma, no se podía quejar ante la vida; es más, se sentía agradecida, pues a pesar de todos los altibajos por los que tuvo que atravesar, la misma vida le había dado una segunda oportunidad para formar una hermosa familia. Y eso era lo que ella atesoraba más que a nada en el mundo, a su familia; pues siendo huérfana sentía que el ser supremo la había premiado.
Aunque todo marchaba bien, últimamente no se sentía tan segura de sí misma. ¿por qué le asaltaban esas dudas? no lo sabía o no quería darse cuenta. Sentada mirando su reflejo en aquel bello espejo comenzó a arreglar su ensortijada cabellera tratando de recordar desde cuando se había instalado en ella esa extraña sensación. De pronto su mente le dibujó el momento exacto en el que sintió tambalear su mundo perfecto. Todo había empezado una tarde, cuando fue a dejar unas invitaciones al teatro donde su esposo trabajaba.
*****Flashback*****
[toc, toc]
–adelante
–¡Hola Terry!
–¡Candy! Cariño, ¡qué hermosa sorpresa! Pasa, por favor
–¿No te interrumpo en tus ensayos?
–Para nada; es más , estoy algo tenso por la nueva puesta en escena y tu presencia me relaja. Una cosa es ser solo el actor principal y otra muy diferente es ser el director y productor de toda la obra. Siento que mi cabeza en cualquier momento va a estallar. Dime amor ¿a qué se debe tu visita?
–Quise traerles a todos personalmente la invitación para el cumpleaños de Alexander. Sé que falta más de un mes, pero quiero que todos estén presentes y planifiquen con tiempo su asistencia. ¿Habrá algún inconveniente?
–Mmm no creo. Si tienes algún contratiempo para encontrar a los muchachos le puedes decir a Juliette que te ayude.
–¿Juliette?
–SI, es la nueva joven que se contrató para ser mi ayudante. ¡Vamos!, te la presento.
Candice se turbó al momento que su esposo le presentó a la peculiar muchacha. Era una joven de aproximadamente 20 años, de exquisita figura y dueña de una belleza que no pasaba desapercibida para nadie. Sus delicadas expresiones le recordaban tanto a…
–Cariño, te presento a Juliette Anderson, es sobrina de Peter Hall y nos acompañará por una temporada aquí en la Royal Shakespeare mientras esté de visita en Inglaterra.
–Mucho gusto señora Granchester
–Llámame solo Candy, para mi también es un gusto conocerte, Juliette. Bienvenida.
–Como digas, Candy. Terry, ¿necesitas que te ayude en algo? Si deseas, te puedo traer el té que tanto te gusta. Hoy lo he preparado exclusivamente para tí.
–No gracias.
A Candy no le agradó para nada esa familiaridad con que la joven trataba a su esposo. Aunque fuera la sobrina del dueño, eso no le daba derecho a ser “tan servicial” con su marido. Parecía que tenía una sonrisa perpetua en su rostro mientras batía sus largas pestañas al momento que hablaba con Terry. ¿Acaso estaba alucinando? ¿Esa muchachita le estaba coqueteando a Terry? o ¿solo era demasiado cortés con él?
–Juliette, necesito que acompañes a mi esposa y la ayudes a entregar las invitaciones que ella acaba de traer. Hazlo por favor antes de que empiecen los ensayos.
–Ah… está bien.
–Gracias Terry. ¿Amor, te espero a cenar?
–Espero que sí. Ojalá y nada retrase los ensayos.
******Fin del flashback*****
De aquella visita en el teatro habían pasado ya casi dos semanas y las llegadas tarde a casa de parte de su esposo se volvieron cada vez más cotidianas.
Candice volvió a mirar con tristeza su reflejo en el espejo. Se veía muy linda, pero sus ojos denotaban esa preocupación que la perturbaba.
–¿Acaso me estaré poniendo vieja? ¿Será que aún te gusto, mi amor?–se preguntaba –¡Va! pero…¿qué es lo que estás pensando Candy? ¡Tener más de 30 no te pueden convertir en una vieja! Pero… Ya casi es mi cumpleaños y no me ha hecho ninguna invitación especial. ¿Se le habrá olvidado?
Efectivamente, el cumpleaños de la señora Granchester estaba a tan solo un día y su esposo no había hecho ninguna insinuación de hacer algún tipo de celebración especial. Aunque Candy trataba de mantener en todo momento su sonrisa, en la soledad de su habitación no pudo evitar pensar que “algo” o “alguien” estaba llamando la atención de su guapo marido.
–Terry…Terry… [suspiro] el próximo enero cumplirás 34 años y te ves más hermoso que nunca. Los años en tí solo han acrecentado tu masculinidad y ahora eres mucho más atractivo para las mujeres que cuando eras un mocoso malcriado. ¿Acaso hay alguna chica que ha llamado tu atención? ¿por qué llegas tan tarde?
Esas y más preguntas eran las que últimamente atormentaban a Candy por las noches; pues su esposo salía temprano a trabajar y volvía muy entrada la noche. Regresaba muy cansado a casa, besaba dulcemente las cabecitas de sus pequeños hijos que a esa horas ya estaban durmiendo y con las pocas fuerzas que le quedaban buscaba el abrazo de su mujer al dormir.
Decidió ya no seguir atormentándose con esas absurdas ideas. No pudo evitar que sus ojos se posaran en el reloj de pared que adornaba parte de su recámara. Eran las diez de la noche y su esposo aún no llegaba. Suspiró y prefirió acostarse a dormir para ya no pensar más.
Mayo 7 8:00 A.M
Candice despertó con el aroma a pastel recién horneado inundando su hogar. Arregló su apariencia en el cuarto de baño y rápidamente se colocó un salto de cama para bajar corriendo las escaleras hasta llegar a la cocina.
Encontró a la señora Marina que era la cocinera decorando un bello pastel de chocolate con la ayuda de dos pequeñines que no paraban de hacer travesuras con la harina y las frutas.
–¡Señora, buen día! ¡A descubierto nuestra sorpresa! ¡Feliz cumpleaños señora!
–¡Mami, Mami! –era el grito ensordecedor de dos pequeños traviesos.
–¡Feliz cumpleaños mamita!
–¡Gracias a todos! ¡pero qué lindo pastel! Muchas gracias señora Marina y a ustedes pequeños traviesos me los llevaré para limpiar esas caritas llenas de harina. Señora Marina ¿dónde está mi esposo?
–El señor salió muy temprano, como de costumbre.
–¿Dejó algún recado para mí?
–No mi señora
–Está bien. Entonces me llevo a los niños para arreglarlos. Es muy probable que el señor regrese temprano a casa hoy.
Mayo 7 12:00 P.M
La hora del almuerzo había pasado y Candice no recibía ni una sola llamada de su esposo. Hasta Albert le había llamado desde el Brasil para desearle un feliz cumpleaños, pero su esposo ni siquiera había tenido un pequeño detalle con ella. Su tristeza de a poco se fue convirtiendo en enojo al mirar el reloj y ver que este ya marcaba la 1:00 P.M.
Arregló su cabello y tomando su bolso, se dispuso a salir. Eso de andar tristeando por los rincones de la casa le habían colmado la paciencia.
–¡Se acabó! ¡No esperaré nada de él! Por mi, se puede quedar a vivir en ese teatro si quiere.
Bajó las escaleras y encontró a la señora Marina yendo en su búsqueda.
–¡Señora Candy! ¿a dónde va?
–Señora Marina, voy a salir. Le encargo a los niños mientras regreso. Tal vez demore un poco, todo depende de mi humor.
–¡Pero señora, no puede irse! El señor ha llamado y necesita que usted le lleve unos documentos al teatro.
–Envíelos con Edward, tranquilamente él puede acercar esos documentos al señor Granchester.
–Pero… pero mi señora, el patrón solicitó que sea usted quien se los lleve.
–Pues dígale a su patrón que la señora Candice no está disponible cada vez que el truene los dedos.
«¡Ay Caramba! La señora se le va a volar al patrón. ¿Y ahora? Los planes del señor se acaban de arruinar. ¡Aquí se va a armar una revolución cuando el patrón se entere de todo este embrollo!» –Pensaba la señora Marina mientras retorcía sus dedos en señal de clara angustia.
Y tal como lo dijo, lo hizo. Se acomodó su coqueto sombrero, se calzó unos pequeños guantes, miró su atuendo en el espejo de la sala y salió. Le pidió a Edward que dejara aquellos documentos que tanto requería su patrón en la recepción del teatro, mientras ella esperaba en el coche.
–Señora, ¿está segura? El señor me va a matar si ve que solo dejo los documentos en recepción y no en sus manos como él lo pidió.
–Edward, yo lo necesito más que su patrón. ¿Cómo iré a Birmingham sin usted? Le indico de una buena vez que si usted no me acompaña, me iré sola en un auto de alquiler.
–¡Eso no mi señora! Eso sería firmar mi sentencia de muerte con el patrón. En este momento dejo los documentos en recepción y vengo por usted.
–¡Edward! Una cosa más. No se le ocurra decirle a su patrón a donde nos vamos.
–Este… Sí señora.
Y así lo había hecho el fiel empleado de la familia Granchester. Su señora lo había tenido toda la tarde recorriendo hospitales y beneficencias donde había sido la invitada de honor; pues el cumpleaños de una de sus más preciadas damas, benefactoras y colaboradoras de la sociedad inglesa no se podía pasar por alto.
Entrada la tarde, Edward ya estaba hecho un manojo de nervios, pues su señora no tenía ni la más mínima intención de regresar a casa y el camino de regreso a Stratford Upon Avon era largo y cansado.
–¡Dios! El patrón me va a matar si es que no regreso de inmediato con la señora. Tendré que buscar una manera de hacerle saber en donde nos encontramos.
–Señora Candice, ya es un poco tarde. ¿Qué le parece si vamos a alguna cafetería y nos servimos algo de comer? Recuerde que el viaje de retorno es algo cansado y usted ha tenido un día bastante agitado.
–¡Oh! Tienes razón. Te he tenido de un lado a otro sin la más mínima consideración. ¡Vamos! Necesitas un descanso.
–Mi señora, por favor entre a ese local mientras yo busco un parqueo adecuado para el automóvil.
–Perfecto.
El asustado chofer utilizó esos escasos minutos para solicitar una llamada telefónica en una tienda cercana. Tenía que avisarle a su patrón en qué lugar se hallaban.
–¿Aló, Marina? ¿Está el patrón en casa?
–¡Por dios santo Edward! ¿dónde te has metido? Ese hombre está muy preocupado por ustedes. ¡Mira la hora que es!
–¡Rápido que no tengo mucho tiempo! Ponlo al teléfono.
El ojiazul contestó –¡Edward! Con un demonio, ¿dónde carajos están?
–Señor, usted me va a matar, pero la señora Candice me ha pedido que la traiga hasta Birmingham. Estamos en una cafetería llamada Julios´Café junto al canal Old Line. Venga por favor, no sé cuanto tiempo la podrá retener aquí.
–¡Espérame en ese sitio! No te atrevas a moverte de ahí. Voy para allá.
**********
¿Cuánto tiempo había estado perdida en sus vivencias de ese día?, no lo supo, solo sintió que el auto se detuvo y ella de manera cansada y automática abandonó el coche. De pronto cayó en cuenta que donde su esposo había aparcado el automóvil no era su casa.
–¿Qué hacemos aquí? ¿por qué no hemos regresado a casa?
Terence trató de acercarse a ella, pero esta no lo permitió. Con los brazos cruzados sobre su pecho pedía una explicación del porqué no estaban en su casa.
–Sabes… estoy muy cansada para estos jueguitos tuyos. Es algo tarde y necesito ver cómo están los niños.
–Cuando te encontré en la cafetería no te veías muy preocupada por los niños.
Eso era el colmo. ¿Cómo se le ocurría a su esposo decir eso? ¡Había olvidado su cumpleaños y ahora insinuaba que era una madre despreocupada! La rubia mujer apretaba los puños tratando de que su furia no explotara.
–Terence Graham Granchester. Te juro que esto no te lo perdonaré. ¿para eso me sacaste de la cafetería? Mejor te hubieras quedado en tu adorado teatro junto a tu servicial asistente.
–¿De qué hablas Candice?
–¿¡Ahora no sabes de quién hablo!? ¿Por qué mejor no le pides un té a la servicial señorita Andersson? Al parecer ella conoce tus gustos a la perfección.
La furiosa mujer comenzó a caminar en medio de la noche. Quería regresar a su casa a como dé lugar y su esposo no sería un obstáculo. La furia en sus ojos no le dejaba ver que prácticamente estaban varados en la carretera, solo una pequeña cabaña se divisaba en aquel sitio. El castaño por fin comprendió a qué se debía todo ese disgusto de su esposa. Quería que la tierra se lo tragara en ese momento.
–Regresa aquí Candice
–¡Déjame en paz!
¿Por qué su mujer tenía que ser tan impulsiva? –pensó el castaño– En vista de que ella no pretendía regresar al coche, tuvo que ir tras su esposa. De un solo impulso la alzó por los aires y se la puso sobre sus hombros, con lo menuda que era, cargarla sobre sus hombros no significó ningún problema para él.
–¿Pero qué haces? ¿es que te has vuelto un cavernícola? ¡Suéltame!
–Te soltaré una vez que me hayas escuchado.
–¡Terence! ¡eres un maldito majadero!
Llegó hasta el pie de la única cabaña del lugar, sacó una pequeña llave que tenía en su bolsillo y entró. Una vez en el interior de la misma, se permitió bajar a su mujer de la incómoda posición en la que estaba.
–¡Eres un grosero! ¿por qué me has traído aquí de esa manera? y ¿por qué tienes una llave de este lugar?
–Déjame prender la chimenea. Está algo frío aquí dentro.
La mujer miraba extrañada el lugar. Era una acogedora cabaña con todo lo necesario para pasar la noche. ¿por qué Terry conocía ese lugar? Con sus ojos cristalizados por los locos y abrumadores pensamientos que se le venían a la mente, la rubia preguntó
–¿Por qué conoces este sitio?
[suspiro] –La alquilé para pasar la tarde… con una mujer.
Candy tapó su boca para que sus sollozos no se escucharan. No podía creer que su esposo tuviera el cinismo de contarle sobre su infidelidad.
–¡Sácame de aquí! ¡Ahora!
–Candy… espera ¿por qué no fuiste al teatro cómo yo lo pedí?
–¿Y para qué querías que fuera?
–Quería entregarte esto.
El ojiazul sacó de su saco unos sobres. Candy solo se limitó a cerrar los ojos. Asumió que eran los papeles del divorcio y a esa hora ya estaba demasiado cansada para leerlos. No quería pelear más. Si él se quería ir con otra mujer; pues ella no lo impediría.
–Estoy cansada, si quieres mañana te puedo firmar esos papeles, pero ahora solo quiero dormir.
–¿No vas a abrir los sobres?
–¿Para qué? ¿para saber qué quieres el divorcio? ¿para saber que te enamoraste de alguien más?
–¡De qué demonios hablas, mujer! ¿Tú crees que eso es posible? ¿crees que yo podría dejarte de amar? ¿crees que he cruzado el océano para buscarte y luego simplemente dejarte de amar?
La rubia ya no entendía nada de lo que en ese momento ocurría. El castaño la acercó hasta su cuerpo y ella ya no sabía cómo responder.
–Mírame Candice, mírame mi amor. Yo jamás podría dejarte de amar. Es que si me dijeran que pudiera volver a vivir, regresaría solo por tí. Entre el cielo tú, yo me quedo contigo Candy.
–Terry….
–¿Por qué has dudado de mi amor? No hay día en que no piense en tí y tu recuerdo me haga sonreír. Tú y los niños son mi mundo. ¿por qué has creído que no te quiero?
–Yo… no sé
Ella ya no pudo aguantar su llanto. Buscó refugio en el ancho pecho de su esposo y el de la manera más tierna la recibió. Limpió sus lágrimas y sin que ella se opusiera la besó.
[suspiro] –Te he extrañado tanto mi amor. Quería darte una sorpresa y solo he causado que tengas el peor de tus cumpleaños.
–¿Te acordaste de mi cumpleaños? Yo… pensé que lo habías olvidado.
Terence negó con su cabeza. Con su hermosa sonrisa ladeada, esa que tanto la hacía temblar a ella, le dijo.
–¿Cómo podría olvidar una fecha como esa? Quería darte una sorpresa. Fingí no recordarlo para que luego tú fueras al teatro y ahí invitarte a salir. Tenía toda la tarde planeada para pasarla solo entre nosotros dos, pero jamás pensé que mi esposa se fugaría… con el chofer.
–¡Terry!
–Cariño mío, los sobres que no quieres abrir son boletos para viajar en tren por varias partes de Inglaterra. Son boletos para toda la familia, incluyendo a Marina y a Edward.
–Terry… yo pensaba que esos eran los papeles del divorcio.
El hombre la abrazó fuertemente a su pecho. Se sentía tan culpable de que su esposa haya tenido el peor de los días pensando en que él ya no la amaba.
–Dime Candy, ¿que te hizo dudar de mi amor por ti?
–Bueno… es que últimamente has llegado muy tarde a casa. Es muy poco el tiempo que compartimos y… lo peor de todo fue conocer a tu nueva asistente. [suspiro] Esa joven tan… bonita hizo que sintiera … celos.
–Perdóname Candy. Jamás pensé que te estaba haciendo daño con mi exceso de trabajo. Sé que los he tenido un poco alejados de mí y fue justamente por eso que pedí unas vacaciones. Este era mi plan, quería contarte todo esto y por eso alquilé esta cabaña, para pasar la tarde contigo, a solas. Y en cuanto a Juliette, ella solo es la sobrina de Peter, no me interesa en lo más mínimo lo que ella haga o deje de hacer.
La mujer no sabía qué decir; hasta hace poco pensaba que su esposo ya no la amaba. Le dio la espalda para tratar de que él no viera su rostro avergonzado. Aún así necesitaba explicarle porqué es que ella se había sentido tan insegura.
[suspiro] –Es que… verla a ella tan joven y sonriente … solo contigo… me hizo pensar que tal vez yo… ya no era tan bonita para ti. Terry, ya no soy la joven del colegio que corría tras tus pasos, ahora soy una señora con dos bellos niños que.. tal vez ya ha perdido algo de su frescura.
–Candy… mi preciosa Candy, sin tan solo pudieras ver un poco de la hermosura que yo veo en ti. Para mí sigues siendo la chiquilla de coletas y sonrisa traviesa que me cautivó desde la primera vez que la vi, pero que ahora habita en el cuerpo de esta hermosa mujer que me tiene loco. ¿Sabes cuántas veces he tenido que lidiar con hombres que no reparan en mirarte atrevidamente?
El hombre la abrazó por la espalda y tiernamente besó su cuello. Quería tranquilizarla y darle la seguridad de que seguía siendo hermosa. De manera suave y delicada soltó su cabello para que este cayera libremente sobre sus hombros. Siempre le había gustado ver sus rizos sueltos.
Ella tembló con aquel pequeño gesto. En apenas un susurró y sin girar su rostro, preguntó.
–Terry…¿aún te gusto?
–Señora… usted me vuelve loco. Si supieras como me gustas, no estarías preguntándome eso. Si supieras lo que tu aroma le causa a mi cuerpo, no estarías preguntándome eso.
Con su boca daba pequeños mordiscos al lóbulo de su oreja ocasionando que la piel de ella se erizara y de sus labios salieran pequeños suspiros. A él le encantaba verla así, toda dispuesta y entera para él.
–¿Sabes cuanto te deseo Candy?
Ella solo negó con su cabeza. La forma en que su marido la estaba seduciendo la tenía completamente obnubilada.
–Terry… yo quisiera…
–Tus deseos son órdenes para mí. Y precisamente ahora muero por cumplir aquello que me pediste en la cafetería.
Ella no sabía a lo que su esposo se refería. Se giró lentamente para verlo de frente, descubrió que él se estaba despojando poco a poco de sus prendas. Lo había visto tantas veces desnudo, pero esa noche era diferente. Verlo así, determinado a seducirla la estremeció.
–Terry….
Él no la dejó continuar. Con un pequeño gesto de su dedo índice la silencio. Ante la mirada atónita de su esposa quedó totalmente desnudo ante ella. Su mano fuerte y varonil se deslizó por su delicado hombro y lo acarició con extrema dulzura. Viajó hacia su pecho y sin pedir autorización comenzó el tortuoso recorrido.
Ella aún se encontraba ataviada con su hermoso vestido largo; sin embargo, cada caricia que él le daba le transmitían miles de sensaciones. Estaba tan ansiosa porque él la despojara de su vestido que tomó su mano y la puso sobre su pecho para que sintiera el loco palpitar de su corazón.
Sentir su pecho subir y bajar bajo su tacto lo excitó sobremanera. Ni siquiera se inmutó en esconder su erección, quería que ella lo mirara con deseo, tal como él la miraba a ella. Se sintió su absoluto dueño y quería que ella supiera que él le pertenecía. Con su sensual sonrisa ladeada se acercó a ella y con voz sedosa le habló.
–Tócame.
Ella como si fuera su esclava obedeció en el acto. Sus ágiles manos acariciaron a placer aquel pecho que ardía por sentirla cerca. Sin poder reprimir más sus impulsos posó su pequeña boca sobre el amplio pecho de él y comenzó a depositar leves mordiscos que dibujaban un camino mojado hacia su masculinidad.
–Me encantas– le decía entre cada mordisco que su pequeña boca le daba a su fornido tórax.
Con sus ojos oscurecidos por la pasión vio como ella se arrodilló a sus pies y sin reparos tomó aquello que deseaba. –¡Oh!… mujer, me vas a matar– susurró él mientras ella le daba ese placer que solo esa boca juguetona sabía hacerlo. –¡Diablos, eres magnífica!– Su respiración era fuerte y acelerada; quería tomarla ahí mismo; sin embargo deseaba que ella disfrutara al máximo de este encuentro.
–Dime Terry…¿aún te gusto?
–¿Gustarme? Me vuelves loco, mujer. Me he vuelto un demonio pensando en dónde carajos te habías metido, cuando lo único que yo deseaba era tenerte así, toda para mi. ¡Oh Candy, pídeme lo que quieras!
Ella lo miró llena de gozo, y es que no podía reprimir la satisfacción que le provocaba ver así a su esposo totalmente subyugado a lo que ella le pidiera. Miró la mesa de madera que estaba junto a la chimenea y con voz juguetona pidió ese extraño deseo.
–Tómame ahí, sobre esa mesa. ¡Castígame!
Sin esperar otra orden de su mujer la tomó entre sus brazos y la depositó sobre la mesa de madera. Con dedos hábiles procedió a dejarla desnuda y con su boca llena de lujuria besó cada parte de la misma. La sintió derretirse entre sus manos y explotar de placer con cada invasión de su lengua en aquel centro palpitante que dichosa lo recibió.
–Ahora será castigada señora Granchester por haber huido de su esposo.
Ante la mirada expectante de ella, él la volteó, la recostó boca abajo sobre la mesa y besando su espalda le dijo.
–Te amaré tanto que suplicarás un nuevo castigo.
«zas» una deliciosa nalgada fue a parar en los glúteos de Candy
–Terry…
–¿Volverás a escaparte de mí ?
–Yo…¡dios!
«zas» otra suave nalgada fue dada, la misma que fue recibida con gran placer por la mujer.
–¡Tómame Terry!
Suspiros y jadeos se mezclaron con el crepitar del fuego. La forma en que él le hacía el amor era fuerte y sublime al mismo tiempo. Esa noche un sin número de “te amo” fueron dichos. Entre gemidos llenos de pasión y amor sus cuerpos se llenaron de placer, pero lo más importante es que llenaron nuevamente sus corazones de amor puro y cristalino. Atrás quedaron los temores de ella; pues su marido se encargó de demostrarle cuanto la amaba y la deseaba; le dejó bien en claro que ella siempre sería su eterno amor.
MAYO 15 12:pm
La familia Granchester abordaba uno de los más lujosos trenes de Londres. Este los llevaría por varias partes de Inglaterra donde ellos planeaban pasar unas vacaciones familiares. La señora Marina no dejaba de reprender a Edward por dejar caer una que otra maleta mientras abordaban la poderosa máquina de hierro.
Llevaban algunas horas de recorrido y aunque el compartimento de la familia era amplio, no dejaba de ser incómodo la falta de privacidad. Candice se percató del ceño fruncido de su esposo y una vez que dejó a los niños entretenidos con Marina y Edward se sentó a lado de su marido para hablarle muy cerca de su oído.
–¿Sabe algo señor Granchester? me acabo de acordar que no fui castigada tal cual me lo prometió la vez pasada.
–¿De qué hablas Pecas? ¿acaso quieres que cumpla mi amenaza?
Ella sonrió pícaramente y acto seguido le susurró.
–¿Aún te gusto?
Él sonrió de manera perversa, pues entre ellos había quedado tácitamente establecido que esa sería la pregunta clave para saber en qué momento ella lo deseaba.
–¿Sabe señora Granchester? Hace rato vi en el vagón de atrás un compartimento que se encuentra desocupado, me pareció algo interesante de visitar ya que uno se puede encontrar con varias sorpresas ahí. ¿Te parece si vamos?
Ella solo mordió sus labios, con un ligero asentimiento de cabeza le hizo saber a su esposo que estaría más que dispuesta en ir a visitar el misterioso vagón. Estaba más que segura que en ese lugar le esperaba una tarde sumamente deliciosa.
FIN
Gracias infinitas por acompañarnos en todos nuestros trabajos. Son hechos con mucho amor para nuestra pareja de rebeldes y para el deleite de sus pupilas.
Mil gracias a mi valkiria Saadesa por su bella edición
Última edición por SHALOVA el Dom Mayo 08, 2022 10:41 pm, editado 2 veces