Desde su posición la escuchó reír y conversar amenamente con la dueña de la vaporosa prenda.
-¿Qué te parece el tocado, cariño? ¿No crees que está hermoso? Tu padre lo ha mandado ha traer de Paris. ¡Serás la envidia de toda la sociedad de Chicago cuando por fin seas la señora Cornwell!
En medio de su conversación, la mujer se percató de que era observada por su esposo. Con una fresca sonrisa, lo llamó.
-¡Cariño! ¿Desde cuándo nos estás mirando?
El hombre se acercó y colocó un dulce beso en la frente de su amada esposa.
-Tranquila, mi amor. He visto lo suficiente como para saber lo feliz que te hace arreglar este vestido.
-¡Por supuesto que estoy feliz! ¡Por fin mi niña hermosa se casará y seré la madre más feliz de todo Chicago.
Pero...¿por qué aún no te has ido a cambiar de ropa? Recuerda que eres el padre de la novia y debes estar impresionantemente guapo.
-Cariño, por mí no te apures, los hombres no demoramos mucho en nuestro arreglo, además tengo que hablar con nuestra hija. Tu sabes, una charla padre e hija antes de que ya no esté más en nuestra casa.
El hombre se separó de su esposa y se dirigió hasta la puerta para dar paso a dos mujeres.
-Pasen por favor.
La mujer miró de manera extraña a las dos mujeres recién llegadas. Con algo de nerviosismo, preguntó.
-Ca...cariño...¿y... estas mujeres?
-¡Oh, mi amor! Ellas han venido aquí para encargarse de tu arreglo personal. Tú eres la madre de la novia y por lo tanto debes estar radiante. Por favor, ve con ellas para que te coloquen el hermoso abrigo que he comprado para tí.
Ante las dulces palabras de su esposo, la mujer volvió a sonreír.
-¿¡De verdad compraste un abrigo para mi!? ¡Que detalle de tu parte, amor.!
-Ya sabes que todo lo hago por verte feliz. Ahora ve con las doncellas para que te ayuden en tu arreglo.
-Claro que sí, mi amor.
La mujer abrazó a su esposo con tanto amor que casi dolía. Una vez que ella salió de la habitación el hombre se acercó hasta el hermoso vestido bordado y se echó a llorar desgarradoramente. Estando de rodillas suplicó por algo de piedad.
-¿¡Por qué!? ¿¡Por qué aún no te has ido!? Por favor Annie, dale la paz que tu madre merece y vete al lugar que ahora perteneces. Si no lo haces... tendré que... ¡Dios!
El hombre no escuchó palabra alguna, solo el eco de sus sollozos fue la única respuesta.
Se paró cuan alto era y miró de frente a la dueña del vestido. Sus fríos ojos, tan negros como la noche, le decían que las cosas no iban a cambiar y que la decisión que él había tomado era la correcta.
Se limpió sus lágrimas y se acercó hasta la ventana para ver como su esposa era llevada por dos enfermeras hacia una carrosa especial que la llevaría hasta el hospital psiquiátrico. Estaba vestida con un hermoso abrigo blanco que parecía ir envuelta en una nube, su dulce sonrisa le decía que iba hacia un mundo imaginario donde su hija, Annie, aún estaba viva.
Nuevas lágrimas aparecieron en sus ya pálidas y agrietadas mejillas al verla alzar su mano y despedirse con la inocencia de aquellos que han perdido la cordura. Como si fuese un susurro, se dijo para sí mismo.
-Es lo mejor. Ve a ese mundo de fantasía, cariño mío.
Y así era. Desde que su hija había muerto en vísperas de su boda, la señora Brigthon había caído en una depresión mortal. Tal fue su negación a ese suceso, que la pobre mujer comenzó a hablar con el maniquí que vestía el flamante vestido de novia que jamás se pudo usar.
Para el padre de la novia fue devastador; sin embargo se vio obligado a reponerse de inmediato para cuidar de su desequilibrada mujer. Mantenerla en la mansión encerrada y alejada de todos había sido su decisión ya que prefería ver a su esposa sumergida en su mundo de fantasía y no enfrentando la cruel realidad.
Todo parecía marchar bien por algún tiempo; hasta aquel día en el que la vio tomar unas tijeras y cortarse el pelo de manera desquiciada. Usó su hermoso cabello largo para fabricar una peluca y colocarla sobre el maniquí. Su susto fue tal que los empleados de la mansión ya no quisieron atenderla.
Verla en ese estado fue lo que terminó de desgarrar su corazón. Su bella esposa no era más que un fantasma que deambulaba por la mansión llamando a su hija. Ante esa situación no le quedó más remedio que llamar al psiquiátrico y ordenar una habitación para su esposa.
La blanca carroza del manicomio se perdió en la lejanía y el hombre sintió que un pedazo de su corazón se iba con ellos. Con pesar se acercó hasta el maniquí vestido de novia y con mucha melancolía le habló.
-Vamos hija, es hora de que el padre de la novia haga su entrada triunfal.
El hombre tomó al maniquí entre sus brazos y bajó con este hasta su estudio. Varios minutos de silencio antecedió a la poderosa detonación de un revolver que heló la sangre de los empleados que aún quedaban en ese lugar.
Luego del dantesco episodio ocurrido en la mansión Brigthon, ésta se cerró y cuenta la historia que jamás se pudo vender, pues el espectro de una novia agarrada del brazo de su padre se veía caminar por los largos pasillos de aquel vetusto lugar.
FIN
por leer mis fantasías.
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Última edición por SHALOVA el Miér Abr 05, 2023 10:56 pm, editado 1 vez (Razón : aumentar el índice de las valquirias.)