—¡Auch! — Se quejó la joven de cabellos negros que se encontraba sentada en el piso.
—¡Demonios muchachita! ¿Es que no te das cuenta por donde caminas? ¡Me has pisado!
—¡Serás idiota! ¿Eres tú quien me acaba de tirar al piso y encima de todo te quejas? Ahora por tu culpa he perdido el rastro de mi cachorro. ¡Ash!
El hombre de mirada ambarina y cabellos rojizos hizo un gesto desdeñoso ante la arremetida de la muchacha. Quería ponerla en su sitio por su altanería, pero era consciente de que si se ponía a pelear con una desconocida llegaría tarde a su reunión.
—Mira niña, tu descuido no es mi culpa, mucho menos será mi problema. Y eres tan despistada que no te has percatado que tu cachorro está justo ahí sobre mi portafolio de cuero; y el muy malandrín está intentando devorarlo como si fuera su juguete.
—¡Cerbi! ¡Dios santo, deja eso!— Exclamó la muchacha al tiempo que corría para atraparlo.
—¡Por Zeus! Solo espero que ese perro no haya babeado alguno de mis documentos.
Ante aquel reclamo, la muchacha miró furiosa a su interlocutor. Sus azules ojos destellaban de una manera tan irreverente que el guapo hombre no pudo evitar soltar una carcajada.
—Ja, ja, ja, no me mires así muchachita. Pareciera que quisieras saltarme al cuello como si fueses una pantera. Y dime ¿qué clase de nombre es Cerbi?
—¡Ash! ¡Eres un hombre insoportable! Pero como soy educada contestaré a tu pregunta. Bueno, en realidad se llama Cerberus
—¿Cerberus? ¿De verdad piensas que ese cachorro puede portar el nombre de Cerberus?
—¡No te burles! ¿Y por qué diantres mi perro no podría llamarse así? ¿Acaso no puedes imaginarte el tamaño que tendrá mi perrito en unos meses?
—Ja, ja, ja No me gustaría decepcionarte, pero tu dulce cachorro no le llega ni a los talones al imponente guardián del Inframundo.
La muchacha tomó al cachorro entre sus brazos. El hombre le hablaba con tanta seguridad que despertó en ella una increíble curiosidad.
—¿Y por qué estás tan seguro que mi perro no será tan intimidante como el auténtico Cerbero?
El guapo hombre sonrió de manera cínica y a la vez misteriosa. Aquella pregunta había encendido en él esas ganas de hablar de un viejo recuerdo que parecía no querer borrarse jamás de su memoria. Con gesto cariñoso acarició tiernamente la cabeza del precioso cachorro, para luego decir.
—Preciosa, te puedo asegurar que el auténtico Cerbero es una fiera inimaginable. Sus fauces son tan fuertes que son capaces de partir una lanza de guerrero en dos y con una sola de sus patas puede aventar al piso al más fiero de los gladiadores.
—¡Wow! Hablas como si de verdad hubieras peleado con el mismísimo Cerbero. Dime, ¿de verdad tiene 3 cabezas?
—En su forma descomunal, las tiene. Su pelo brilla como el terciopelo negro y sus ojos son dos zafiros azules como las brazas del inframundo, sin mencionar su enorme cola de serpiente que latiguea por los aires cuando está furioso.
—¡Santa cachucha! ¿Y hay alguien que lo pueda enfrentar cuando está en su forma de bestia?
—Bueno, hay una vieja leyenda que habla de Heracles capturando a esa bestia, pero la realidad es que no hubo enfrentamiento alguno.
—Vaya… Entonces ¿todos le temían?
—No todos. Hubo un ser supremo que se enfrentó a esa colosal bestia en todo su esplendor. La pelea fue brutal y en extremo peligrosa, casi le cuesta la vida, pero con su poderosa daga lo hirió en una de sus patas y pudo liberarse de esa condena de muerte.
La muchacha no podía dejar de sorprenderse ante el relato de aquel extraño. Se le hacía increíble la forma en que ese hombre hablaba de ese guardián de los infiernos. Era como si él lo hubiese conocido o hasta batallado con ese fiero animal.
—¡Vaya! con esa descripción hasta me avergüenzo de que mi tierno cachorrito se llame así.
Pero dime ¿cómo sabes tanto? ¿Eres profesor de historia antigua o algo así?
—Mmm, digamos que algo así. Solo te pedo decir que la historia la sé de primera mano.
—¿Y quien fue el dios que se atrevió a batallar con Cerbero?
—Pues el único que tenía las agallas para cruzar las puertas del tártaro en busca de su más acérrimo rival. El dios Ares.
—¿Ares? ¿Estás hablando del dios de la guerra, Ares? ¡Pero si ese es mi dios favorito de la mitología griega!
La sonrisa en el hombre se ensanchó más al escuchar aquellas palabras de admiración que la muchacha decía. Volvió a tomar al pequeño cachorro entre sus manos para luego decirle a su dueña.
—Sabes, tu perro será un hermoso ejemplar. Digno de una joven tan bella y excitante como tú.
La muchacha no pudo evitar que sus mejillas ardieran ante tan abierto coqueteo de parte de aquel extraño. Simplemente sonrió y dejó que él siguiera acariciando a su pequeña mascota. Luego de varios minutos de arrumacos para con el dulce cachorro, el extraño de cabellos rojos lo devolvió a los brazos de su dueña. Con un asentimiento de cabeza y un sugerente guiño de ojo, se despidió
—Hasta pronto. ¿Sabes preciosa?... a pesar del pisotón que me diste, fue un gusto charlar contigo, bye.
—¡Hey! ¡Espera! No me has dicho cómo te llamas. Además quisiera saber más sobre las batallas del dios Ares.
El hombre simplemente sonrió. Sacó de su chaqueta una tarjeta y se la entregó. Inclinando levemente su cabeza, se despidió y se perdió entre la multitud, dejando a la joven toda embobada con aquella extraña charla. Cuando sus ojos dejaron de seguir el rastro de aquel enigmático hombre leyó con detenimiento su tarjeta de presentación.
Constructora “EL OLIMPO”
NEAL LAGAN
Director General
La muchacha observó fijamente la tarjeta, una loca idea pasó por su mente pero al instante la desechó. Sosteniendo al cachorro en alto, le habló.
—¿Tú lo crees, Cerbi? ¿Será que hablamos con el mismísimo Ares y no nos dimos cuenta? ja, ja, ja, de tanto corretear contigo ya me debo estar volviendo loca; sin embargo… ¡Santa cachucha! Muero por volver a saber de él.
FIN
por leer mis fantasías
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